del Ministerio prusiano, que se confirió al conde de Eulemburg. A

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LA POLÍTICA BK ALXUANIA
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del Ministerio prusiano, que se confirió al conde de Eulemburg.
A más de esta intervención, que podríamos llamar constitucional, apenas surge una cuestión vital en la política alemana, se
apresura Guillermo II á adoptar postura clara y definida, aun á
riesgo de comprometer su alta dignidad, poniéndose al nivel de
un presidente responsable del Poder ejecutivo. En iSgS obtuvieron los socialistas 1.786.000 votos, y aunque no lograron más
de 44 diputados por la anticuada división electoral del Imperio,
líis conservadores, que sacaron 70 representantes, reunieron
400.000 sufragios menos. Alarmóse la opinión burguesa, y el
Emperador emprendió una campaña personal contra los que
llamaba «elementos subversivos», empujando al Gobierno para
que volviera al sistema de la represión. Las diferencias que con
este motivo surgieron entre el canciller y el presidente prusiano
provocaron la caida de los dos, y el nombramiento para ambos
cargos del príncipe de Hohenlohe, gobernador á la sazón de la
Alsacia-Lorena, el cual no logró tampoco recabar del Reichstag la ley represiva. No es éste el único fracaso imperial de los
últimos tiempos; ninguno más ruidoso que el sufrido en el
Landtag prusiano, hace dos años, con motivo del proyecto de
canal desde el Rhin hasta el Elba, que el Emperador patrocinaba; de él trataré luego, porque ha resucitado y vuelto á ser
cuestión del día. Pero la pesadilla del Kaiser es la inmoralidad,
creciente en su pueblo, como en todos aquellos cuya condición
económica prospera rápidamente, y en los que la pluralidad de
religiones relaja la disciplina.
La inmoralidad.
No escasean las ocasiones de alarma: una vez salen á plaza
las escandalosas orgías á que en reuniones ocultas se entrega la
más alta sociedad berlinesa; otra, aparece comprometido en el
krach de los Bancos hipotecarios particulares un Yabez Balfour,
que destinaba una parte del fruto de sus latrocinios á edificar
iglesias y había sido condecorado por el Emperador. En dos
casos, sobre todo, fué grande la pública agitación. Hace más de
diez años apareció asesinado un sereno en uno de los barrios
extraviados de Berlín, y resultó ser el autor del crimen un tal
Heinze, souteneur de la peor especie. No obstante las repugnantes circunstancias del caso, él, en sí, tenía escasa importancia,
pero dio lugar al descubrimiento de tales abismos de perversión, que Guillermo II hizo un llamamiento á las «clases morales» gesittete kreise, al que respondió el Gobierno con una ley
que se llamó Heinze, cuya discusión en el Reischtag fué durante mucho tiempo el asunto político de mayor importancia. Bien
es verdad que las derechas católica y protestante intentaron utí-
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