<img width="500" height="763" src="http://alvarodelarica.com/wpcontent/uploads/2014/04/Portada-EN-ALTA-La-muchacha-indecible-500x763.jpg" class="attachment-blog-image wp-post-image" alt="Portada EN ALTA La muchacha indecible" title="" /> e 14/0 4/ 2 014 d I MP R IM I R J ARTE b S I N CO M EN TA R I OS La artista italiana Monica Ferrando (Novi Ligure) lleva años estableciendo un verdadero contacto entre el mundo griego y la pintura contemporánea. Son dos pozos de agua viva frecuentados por una autora sabiamente silenciosa. Fruto de esa tarea apasionada, se publica en España la investigación (filosófica y plástica) sobre la ninfa Kore, la escurridiza muchacha divina no enteramente visible de la que hablaron los autores antiguos. Como señala Ferrando, Kore es al mismo tiempo “la pupila del ojo, donde se refleja, la imagen de quien está frente a nosotros”. Y por eso mismo desde siempre se le ha considerado la musa de la pintura. La pintura resulta esencial a nuestra cultura y por tanto debe ser realizada y pensada, rastreados en las fuentes de la sabiduría griega (y como no también en la fragua de las tradiciones iconoclastas que al rechazarla la valoraron tanto o más) los principios que rigen una actividad que puede ser la primera a través de la cual el niño expresa – en la conexión cerebral entre el ojo y la mano– sus primeras sensaciones al encontrarse con el mundo. El dibujo, el trazo y el borrón, la percepción del volumen y del color están presentes en el ánimo antes de que la persona aprenda a conformar los rasgos reglados de las letras. Remontar las fuentes es lo que hace, sin duda, Monica Ferrando en su libro. Un impresionante repertorio de alusiones a Kore-Perséfone extraídos de los textos originales y traducidos por ella. Junto a este trabajo, presentado con maestría por Giorgio Agamben, ofrece una plasmación en imágenes del mundo del Hades y del mundo visible. A través de tres técnicas: el pastel sobre al menos siete tipos de papel (del Ingress a la seda, del papel de arroz al de periódico), el óleo con pigmentos al huevo que ella misma prepara en su taller de Viterbo y que fija tanto en tablas como en lienzos y finalmente una técnica a la tinta china que aprendió in situ y que le hace obtener unas imágenes nada naturalistas y plenas de expresividad de unas figuras humanas más que vistas pensadas, sentidas o soñadas y ensoñadas.