LA FILOSOFÍA ANTIPOSITIVISTA Guillermo Jorge Silva Martínez

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LA FILOSOFÍA ANTIPOSITIVISTA
Guillermo Jorge Silva Martínez
INTRODUCCIÓN
La filosofía antipositivista latinoamericana tuvo múltiples protagonistas, corrientes representativas
y formas de diseminación en diversos países de América Latina. La confrontación se gestó en las
primeras décadas del siglo XX, incluso podemos ubicarla de manera más precisa entre los años
1910 y 1930, aunque desde luego en años anteriores y posteriores encontramos también
argumentos y autores representativos. Múltiples también fueron los ángulos o puntos de vista
desde los cuales se atacó al positivismo, así como los tipos de filosofía que se antepusieron a esta
corriente de pensamiento y que pasaron a conformar la doctrina propia de cada filósofo de la
época en las diversas regiones de Latinoamérica. Sin embargo, lo realmente trascendente de este
debate es que dio como resultado el desarrollo y fortalecimiento de la filosofía como una actividad
normal de cultura, según lo expresó Francisco Romero. Es el periodo de los llamados patriarcas de
la filosofía latinoamericana (Caso, Korn, Vaz Ferreira, Deústua y Farias Brito), pero también de
otros tantos teóricos que junto con ellos contribuyeron con su empeño a hacer de la filosofía una
actividad profesional, capaz de contribuir a la solución de los viejos problemas de la filosofía,
proporcionando una visión distinta de la realidad latinoamericana.
EI positivismo dominó los diversos campos del pensamiento, los contenidos y las estrategias de la
educación, así como las direcciones de la vida moral, social y política en toda Latinoamérica a
finales del siglo XIX y principios del XX. Sin embargo, este predominio del positivismo lo hizo caer
en algunos excesos, como el arraigado carácter dogmático, opuesto a toda crítica y renovación de
pensamiento. Por esta razón encontró motivos de oposición.
EL ANTIPOSITIVISMO
Una primera de las vertientes de manifestación de la filosofía antipositivista latinoamericana se
puede localizar incluso dentro de la propia filosofía positivista. En México, Justo Sierra (18481912), uno de los distinguidos filósofos positivistas, ya se había opuesto a algunas de las tesis
doctrinales básicas del positivismo. Justo Sierra incursionó en el mundo de las letras y el
periodismo; también participó en la vida política de su país durante el periodo porfirista, como
diputado federal, ministro de la Suprema Corte de Justicia y Secretario de Instrucción Pública;
como educador, dio clases en el Conservatorio Nacional y en la Escuela Nacional Preparatoria.
Justo Sierra protagonizó el tránsito del pensamiento del siglo XIX al del siglo XX en México. En un
principio fue un defensor del positivismo; encontró en las ciencias la solución de los problemas de
la realidad natural y social. Sin embargo, advirtió las implicaciones negativas de esa doctrina. En su
discurso en honor a Gabino Barreda (1908) (Sierra, J., 1990, pp. 149 ss.), Sierra mostró su
escepticismo frente a la filosofía positivista; incluso señaló que el positivismo mexicano se había
vuelto rutinario y anquilosado. Ante la influencia de la educación religiosa, Gabino Barreda había
señalado que las ciencias nos hablan de hechos comprobables y verdades demostrables, por lo
que los resultados de las ciencias son una vía para la unificación del conocimiento. Sin embargo,
Sierra fue un convencido de los límites y la relatividad de los conocimientos que nos ofrecen las
ciencias; para él sus resultados no pueden ser uniformes, absolutos ni definitivos. En efecto, las
ciencias nos ofrecen conocimientos ordenados, pero de lo relativo, esto es, que no podemos
conocer los objetos en sí mismos, sino sólo las relaciones constantes que guardan respecto de
otros objetos. Además, las verdades de las ciencias están en constante evolución y se siguen
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discutiendo. En oposición a Comte y su ley de los tres estadios, Sierra reivindica el valor de la
metafísica, porque esta disciplina responde a la inclinación natural del hombre por encontrar una
explicación más satisfactoria del proceder de las cosas en el universo y permite el conocimiento de
los objetos en sí mismos.
En el ámbito educativo. Justo Sierra "había participado en la planeación de los estudios que debía
abarcar la Escuela Nacional Preparatoria, tomando a veces una postura de crítica al positivismo
agudo imperante, así como a que se hubiese suprimido el estudio de la filosofía y la metafísica,
como a la baja calidad de los estudios literarios" (Ibargüengoitia Chico, A., 1976, p. 162). En el
terreno de la enseñanza profesional, se le debe a Justo Sierra el proyecto de restauración de la
Universidad Nacional de México (hoy UNAM), finalmente concretado en 1910, como parte de los
festejos del centenario de la independencia. La reapertura de la universidad abrió las puertas al
cultivo de las diversas corrientes filosóficas en México. La Escuela de Altos Estudios —antes
inexistente y que posteriormente sería la Facultad de Filosofía y Letras— tendría como misión
específica difundir los estudios de filosofía, sobre todo de las doctrinas filosóficas recientes
difundidas en Europa después del positivismo. Sierra logró la reincorporación de la enseñanza de
la filosofía en la educación oficial para que tuviese un espacio propio en el terreno del
pensamiento y la cultura mexicanos. El proyecto encontró oposición por parte de los viejos
liberales y positivistas que habían dominado el sistema educativo; en cambio, las nuevas
generaciones vieron con simpatía la idea, ante la expectativa de que se ampliara la vida intelectual
del México del siglo XX.
LAS CRÍTICAS DEL CATOLICISMO
El positivismo también fue criticado por los católicos a principios del siglo XX, además de que
muchos de los filósofos de la época atacaron también al positivismo desde su propia postura
religiosa. En México, José de Jesús María Portugal y Serratos (1838-1912) fue un religioso que se
opuso al positivismo en una obra que lleva por título El positivismo, su historia y sus errores (1908).
Don Emeterio Valverde Téllez, por su parte, en obras como Apuntaciones históricas sobre la
filosofía en México (1896). Crítica filosófica (1900) y Bibliografía filosófica mexicana (1906), ofrece
una historia de la filosofía en México de los siglos XVI a XIX. Su labor fue restaurar la filosofía y la
teología escolásticas, tan despreciadas por el positivismo.
En Brasil, Jackson de Figueiredo (1821-1928) representa una filosofía de clara inspiración religiosa.
Diversas influencias recibió en este sentido. Una fue la de Pascal y otra la de su compatriota Farias
Brito; es también espiritualista, pero se inclinó más hacia un misticismo a la manera de
Kierkegaard y a un voluntarismo como el de Schopenhauer. Ante aquel tipo de intelectualismo que
le asignaba a la inteligencia un interés pragmático para orientar la acción, Jackson de Figueiredo le
dio prioridad al sentimiento y la fe, misma que concibe como el vínculo que une a los hombres con
Dios. Considera que Dios es una especie de noúmeno que no puede ser conocido pero sí puede ser
presentido; por su parte, los fenómenos se han desprendido del noúmeno divino pero aspiran a
regresar a él. La filosofía se convierte para Figueiredo en un saber de salvación supeditado a la fe,
pero también tiene como propósito dar explicación de las diversas fuentes y manifestaciones del
dolor que tienen los hombres, como el delirio, el terror, la tragedia y la muerte.
LOS "PATRIARCAS" LATINOAMERICANOS
Destacaron Alejandro O. Deústua en Perú, Raimundo Farias Brito en Brasil, Carlos Vaz Ferreira en
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Uruguay, Enrique Molina en Chile y Antonio Caso en México, considerados comúnmente los
fundadores o patriarcas de la filosofía latinoamericana en el siglo XX, cuyos años de actuación se
concentran entre 1910 y 1930. A ellos se agregaron otros muchos nombres de filósofos que
contribuyeron también a la superación del positivismo en América Latina, por ejemplo, Pedro
Henríquez Ureña, Mamerto Oyola, Francisco. García Calderón, Víctor Andrés Belaúnde, Rodolfo
Rivarola, Alberto Rouges, José Vasconcelos, Ezequiel A. Chávez, el propio Jackson de Figueiredo, al
que ya citamos, etcétera.
Las nuevas doctrinas filosóficas llegadas de Europa dieron cuenta de las limitaciones del
positivismo. A pesar de tener una personalidad propia y de que las vías usadas por cada uno de los
filósofos de la nueva generación serían distintas, existió un factor común que unió a todos ellos,
que fue su deseo de superar el positivismo. El enfrentamiento de los latinoamericanos al
positivismo provocó que el pensamiento latinoamericano tomara caminos más anchos y
profundos, al generar un vigoroso movimiento a favor del interés por la filosofía v la posibilidad de
despertar a un pensamiento creador. "Formados intelectualmente en el positivismo, asumieron
muy pronto ante él una misma actitud polémica. Desde ángulos diversos y con acento distinto,
criticaron la concepción cientificista de la realidad, el progresismo ingenuo y la estrechez
dogmática de los positivistas. Frente al naturalismo, defendieron la autonomía de la historia y de
la cultura; y, en oposición al mecanicismo determinista, los fueros de la libertad humana" (Sánchez
Reulet, A., 1949, pp. 13-14).
La autonomía es otro rasgo que tuvo el cultivo de la filosofía a principios del siglo XX en
Latinoamérica. En los anteriores periodos históricos, la filosofía había estado supeditada a otros
intereses generales de la cultura y de la política. La filosofía logra desprenderse de otros intereses
para ser cultivada en sus problemas propios. No es sino hasta principios del siglo XX que la filosofía
se expone. El filósofo deja de ser una especie de erudito de otros temas para cultivar
expresamente la filosofía; el polígrafo cede su lugar al filósofo. Para Aníbal Sánchez Reulet (ibíd., p.
12), en este periodo surgieron "pensadores genuinos", lo que fue sin duda expresión de una
madurez intelectual. La difusión sin precedentes de autores y escuelas filosóficas contribuyó en
gran medida a lo que Francisco Romero ha llamado "normalidad filosófica"; esto es, la
incorporación de la filosofía como una función ordinaria de la cultura, con los mismos derechos a
manifestarse que cualquier otra de sus expresiones. La filosofía comenzó a cultivarse de tal
manera que se convirtió en uno de los contenidos normales de enseñanza en las universidades. En
este periodo surgen diversos centros educativos dedicados expresamente al estudio de la filosofía,
lo que favoreció a su vez la formación de una incontable cantidad de alumnos educados en las
diversas escuelas filosóficas. De una actitud de indiferencia respecto de la filosofía se pasó a una
actitud de reconocimiento.
La mayoría de los fundadores se formó en la filosofía predominante positivista, por lo que
debieron abrirse a las nuevas corrientes de la filosofía frecuentemente de manera autodidacta. La
lista de autores leídos es muy larga, pero entre ellos se puede mencionar a Kant, Nietzsche,
Schopenhauer, Boutroux, Bergson, James, Croce, Gentile, Meyerson. En general, la influencia
predominante fueron las filosofías clásicas alemana, francesa e italiana. Las corrientes filosóficas
más cultivadas por ellos fueron el espiritualismo francés, el voluntarismo schopenhaueriano, el
vitalismo nietzscheano, el pragmatismo inglés, el indeterminismo de las leyes de la naturaleza, el
intuicionismo antiintelectualista, el idealismo. La importancia mayor de este nuevo grupo radica
más bien en haber hecho una amplia difusión de la filosofía, no en haber generado escuelas
filosóficas que continuaran sus propios puntos de vista. El nuevo tipo de filósofo que surge en
Latinoamérica conoce bien la historia de las ideas y su dinámica de operación. Muchos de ellos se
convirtieron en grandes maestros, muy reconocidos en sus países, encargados de difundir la
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filosofía a las nuevas generaciones de estudiantes. Se les ha llamado patriarcas porque han
logrado crear una gran descendencia en el terreno de la filosofía. Sin embargo, a pesar de
reconocérseles sobre todo como difusores del conocimiento filosófico, también trataron de
aportar soluciones propias a los problemas de la filosofía. Al revisar sus propuestas advertimos
que hay en ellos un pensamiento filosófico auténtico, producto de haber tratado de filosofar por
cuenta propia. Su importancia y originalidad pueden ser mayores o menores, pero su pensamiento
es expresión legítima de un deseo de conocer el mundo y a sí mismos.
Los patriarcas latinoamericanos no dejaron de darle importancia al conocimiento científico y
técnico, pero el centro de su atención fue el hombre, su dimensión espiritual libre, su actuación
moral y social. Su interés estuvo también en subrayar la dirección práctica de la conducta humana,
el carácter de la personalidad y los ideales morales y sociales a ser-perseguidos. El acento lo ponen
en la libertad humana como valor básico y fundamental que le da valor a la conducta. En oposición
al positivismo y los diversos tipos de determinismo, domina en ellos, dice Francisco Larroyo
(Larroyo, E, 1978, pp. 114 ss.), una filosofía de la libertad basada en autores como Boutroux,
Bergson, Croce o Gentile.
FILOSOFÍA ANTIPOSITIVISTA ARGENTINA
Alejandro Korn (1860-1936) estudió medicina en Buenos Aires, pero abandonó esa profesión para
dedicarse por entero a la filosofía. Plotino, Kant y Schopenhauer fueron algunas de las fuentes en
las que se nutrió su pensamiento. Consciente de las perspectivas que le ofrecía la filosofía clásica y
contemporánea, pudo superar las limitaciones de su inicial formación en el positivismo de la época
(véase Torchia Estrada, J.C., 1986).
Como exponente de la filosofía idealista, puntualizaba que nada se puede concebir fuera de la
conciencia y las leyes lógicas con las que opera. El universo, que se desarrolla en un tiempo y un
espacio, sólo se conoce gracias al pensamiento. El conocimiento habrá de basarse en los datos de
la experiencia, pero es la conciencia la que le impone sus límites.
El ser humano es más que un sujeto de conocimiento, es un ser concreto que siente, vive y actúa
de manera libre. El mundo se muestra ante los individuos como una resistencia a su acción libre,
misma que se convierte en un mandato de su existencia. Es el hombre el que con su libertad crea
ciencia, para así interpretar los hechos de acuerdo con el principio de causación y la idea de
necesidad. Pero además de crear ciencia, el hombre crea moral, arte y religión. En su libro La
libertad creadora (1922), Korn distingue dos tipos de libertades, una económica y otra moral. En la
libertad económica, el sujeto se propone emanciparse de su ancestral servidumbre respecto de la
realidad material, para poder dominar el mundo objetivo. Lo que existe son hechos, a los que el
hombre, con su libertad, les puede dar una dirección diferente, e incluso puede evitar. En tanto
que en la libertad ética el sujeto pretende liberarse de sus impulsos, apetitos y pasiones, para
establecer las diversas formas de dominio sobre sí mismo. "No es la lucha por la existencia el
principio eminente, sino la lucha por la libertad" (Villegas, A., 1983, p. 51). La libertad es el
principio que emerge del fondo de la conciencia humana y que le permite romper las ataduras del
cuerpo y de la mente. La acción humana, a través de las grandes construcciones de la cultura y la
técnica, trata de emanciparse de cualquier servidumbre, fin general, Korn entiende la libertad
creadora como un movimiento de liberación, afán continuado de los hombres del que es testigo la
historia.
En su Axiología (1930) formula Korn una teoría de los valores, en la que hace ver un doble aspecto
de los mismos: su caducidad histórica y su dirección ideal. Todos los valores tienen una forma de
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realización histórica y una finalidad ideal, misma que se traduce, por ejemplo, en el deseo de
justicia, verdad, santidad, belleza, etc. En razón de que es libre y en tanto que le afectan los
dolores y las dichas, el hombre forma propósitos e ideales, construye valores y establece fines de
conducta. A pesar de la diversidad de valores (económicos, vitales, sociales, religiosos, éticos,
lógicos, estéticos, etc.) y sus formas de realización histórica, el propósito habrá de ser integrarlos
en la unidad de la persona humana. La personalidad es a final de cuentas la sede de los diversos
tipos de valores.
Aunque desempeñó algunos cargos públicos y académicos, el argentino Alberto Rouges (18801945) llevó una vida retirada dedicada a la reflexión filosófica. Una de sus obras se titula Las
jerarquías del ser y la eternidad (1943). Las orientaciones fundamentales de su pensamiento
fueron la filosofía platónico-agustiniana, la inglesa de Hume, pero sobre todo la filosofía francesa,
en especial la de Henri Bergson. Rouges enfrentó al positivismo, al materialismo y al mecanicismo,
que dominaban en la educación de su tiempo. Siguiendo a Bergson, se opuso a aquellas
concepciones naturalistas de las ciencias que consideran la realidad espiritual como una simple
derivación del mundo físico, para defender la autonomía de la espiritualidad humana. Considera
que la realidad se constituye de dos órdenes diferentes el mundo físico y el espiritual, que entre sí
son irreductibles. El mundo físico —sigue diciendo Rouges— es un puro presente y en cada
ocasión los objetos abandonan su posición anterior para adoptar una nueva. En cambio, en cada
momento nuevo de la vida espiritual, caracterizada por su interioridad y temporalidad, la
conciencia conserva su pasado y se anticipa a su futuro. El comercio constante con el mundo físico
nos impide ver que la vida espiritual es una totalidad sucesiva y la fragmentamos en instantes
independientes, cual si fueran objetos espaciales. Aclara Rouges que Bergson no se dio cuenta de
la importancia que tiene para la conciencia la anticipación del futuro, y por ello se elevó a la idea
de eternidad, que para él comprende lodo el pasado y todo el futuro. En tanto el hombre pueda
dominar su pasado y su futuro, se acercará a la eternidad.
EL ANTIPOSITIVISMO PERUANO
Como educador, Alejandro O. Deústua ( 1849-1945) se preocupó por renovar los métodos y las
instituciones educativas de su país, del nivel elemental al superior. Fue director de la Biblioteca
Nacional y rector de la Universidad de San Marcos. Mientras que algunos colegas más jóvenes que
Deústua, como Javier Prado y Mariano Cornejo, siguieron fieles al positivismo, él se separó de esa
corriente que dominaba el ámbito social y educativo de aquel entonces. Las aportaciones
realizadas por la filosofía contemporánea integraron el nuevo contenido de ideas de su cuadro
doctrinal para superar al positivismo. Diversas fueron las influencias que recibió; primero de
Wundt y A. Fouillé, y después de Henri Bergson. Una constante que influyó en su pensamiento fue
la de Krause, del que tomó la idea de libertad y la colocó en el centro de su reflexión filosófica. En
su ensayo titulado Las ideas de orden y libertad en la historia del pensamiento humano (19191922), establece que tanto la vida individual como la social responden a los movimientos
enfrentados de orden y libertad. "Orden y libertad son los conceptos fundamentales que, en
formas peculiares y variada proporción, explican la complicada trama de la cultura" (Larroyo, F.
1978, p. 118). Deústua opina que a lo largo de la historia, y en ámbitos tan diversos como el de la
economía, la política, la ciencia o la religión, la idea de orden es la que ha predominado. No ha
sucedido así con la idea de libertad, a la que considera el lado positivo del espíritu y cuya
conquista ha sido muy lenta a lo largo de la historia.
Ahora bien, estos mismos conceptos de orden y libertad los incorpora Deústua en su obra Estética
general (1923), expresión clara del interés específico que tuvo por esta disciplina y que cultivó
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toda su vida. Ahí propone que es en el arte donde la libertad se realiza en toda su plenitud; por
ello es que, para él, el valor estético es el más elevado de todos. El sustento de la creación artística
es la personalidad libre del artista, pero la libertad supone un orden, que en el caso de la creación
artística se trata del orden ideal que construye la imaginación, al modificar los elementos de la
realidad natural, de manera que el arte surge del orden dado al impulso creador, esto es, de la
síntesis entre la libertad y la naturaleza. Pero además del arte hay otras manifestaciones de la vida
humana que son resultado de la actividad libre; en todas ellas, la libertad no se realiza de manera
plena como en el arte, sino que se subordina a normas y principios que la limitan. A su parecer, el
fenómeno estético se distingue del lógico y el económico, pero no así del moral, con el que tiene
muchas relaciones de semejanza. En estos casos belleza y bien se compenetran mutuamente, al
grado de que a un acto moral también lo llamamos bello. La diferencia entre ellos descansa en el
papel que tiene la libertad. En la vida moral, la acción libre se canaliza hacia el altruismo y la
solidaridad, que responden al imperativo de la ley que involucra la coacción del deber. Señala
finalmente que la economía y la ciencia son creaciones de la libertad que le sirven al hombre para
comprender su realidad y establecer las formas de dominio del mundo.
Deústua influye en diversas generaciones de filósofos peruanos que continuaron la línea
fundamental de la crítica al positivismo y en defensa de la libertad humana. Una primera de ellas
fue la generación de 1905, de la que solo citaremos a Francisco García Calderón (1883-1953) y
Víctor Andrés Belaúnde (1883 1955). Francisco García Calderón estima que la filosofía francesa
contemporánea de Boutroux y Bergson ha tenido el acierto de enfrentar al positivismo, al señalar
los límites de la investigación científica y subrayar el valor del espíritu humano. Víctor Andrés
Belaúnde pasa por diferentes etapas, primero por e) positivismo, después retoma autores como
Bergson, Kant, Spinoza, Pascal, Wundt, James y Boutroux, y finalmente desemboca en una filosofía
neoescolástica con la influencia de santo Tomás y san Agustín.
CARLOS VAZ FERREIRA (1873-1958)
EI uruguayo Carlos Vaz Ferreira estudió derecho, pero por su cuenta se acercó a la filosofía y a la
reflexión sobre los problemas educativos. Originalmente Vaz Ferreira se dirigió hacia el
positivismo, sobre todo al de Stuart Mill más que al de Comte o Spencer. Pronto cambió el rumbo.
En Los problemas de la libertad (1907) distingue entre libertad y determinismo; ahí aclara que
mientras los problemas de la libertad se refieren a la dependencia o no del querer humano
respecto del mundo que le rodea, los problemas del determinismo e indeterminismo pretenden
dar una explicación del proceder de los fenómenos naturales.
Contrario al espíritu de sistema, Vaz Ferreira se dirige a construir una filosofía de la experiencia
concreta, para lo cual diseña una nueva lógica. En su libro Lógica viva (1909), se propone estudiar
cómo piensan los hombres, tanto en la verdad como en el error. Muestra los diversos tipos de
falacias en que incurre la inteligencia al basarse sólo en esquemas lógico-verbales. La reiteración
constante en el trato o conocimiento de las cosas hace que una falsa creencia se llegue a
considerar una verdad probada. La lógica viva se propone enseñar a pensar teniendo en cuenta la
realidad concreta y no sólo las ideas, para lo cual el pensamiento debe considerar los constantes
cambios de la realidad. En el proceso de conocimiento tanta importancia tienen los conceptos
como la intuición y los aspectos emotivos (Crawford, W.R., 1966, pp. 98-102).
El libro más original de Vaz Ferreira es Fermentario (1938). En pequeños ensayos y aforismos
analiza casos concretos, situaciones vitales y conductas muy específicas de la existencia humana.
La realidad toda se encuentra en constante movimiento y la filosofía habrá de ser una explicación
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del nacer y morir de todas las cosas. A su parecer, la metafísica ha cometido el error de ser precisa
y definitiva. La tarea de Metafísica, más que resolver problemas, es la de descubrir enigmas y
ampliar los horizontes del espíritu más allá de lo que se sabe, advirtiendo la dificultad de las
cuestiones y sabiendo que puede o no encontrarse una solución para cada una de ellas.
ENRIQUE MOLINA (1871-1956)
Como algunos otros de sus coterráneos latinoamericanos, el chileno Enrique Molina comienza por
desarrollar las tesis positivistas En su libro Filosofía americana (1912), indica que el positivismo
armoniza el naturalismo y el humanismo, y ofrece al hombre la posibilidad de crear cosas nuevas.
Al reflexionar sobre sus rasgos atribuibles, considera que la filosofía científica es positiva en cuanto
al método, evolucionista por la ley que rige los fenómenos de la realidad, y monista porque habla
de la existencia de una sola sustancia. Después cambia radicalmente, como se puede apreciar en
obras tales como La filosofía de Bergson (1916), Dos filósofos contemporáneos: Guyau y Bergson
(1925), Proyecciones de la intuición (1935), De lo espiritual en la vida humana (1936), entre otras.
Sobre todo fue su contacto con H. Bergson lo que le permitió superar la corriente positivista.
Molina trata de unir el reino del ser con el de los valores. El ser es la totalidad de lo existente y es
anterior a la conciencia, incluso las propias esencias espirituales. Hay un rasgo del ser espiritual
que es el de orientarse hacia los valores, los cuales se con vierten en la razón de ser del hombre. El
espíritu ha promovido y promueve todo lo creado en la moral, la ciencia, el arte, la religión, etc.,
que son obras de la inteligencia impugnadas de emoción. Por la libertad el hombre se forma
consciente de sus limitaciones, aunque puede llevar a cabo un proceso creciente de
espiritualización hasta lograr una vida de mayor armonía.
RAIMUNDO FARIAS BRITO (1862-1917)
La figura filosófica más destacada de Brasil en los primeros años del siglo XX es Raimundo Farias
Brito. Si bien se desempeñó en algunas funciones públicas, hizo de la filosofía la preocupación
fundamental de su vida. Las propuestas de su pensamiento se pueden encontrar en tres de sus
obras: Finalidades do mundo (1894-1905), A base física do espirito (1912) y O mundo interior
(1914). En oposición al positivismo, el evolucionismo y el monismo naturalista, defendió un
espiritualismo de corte más bien psicológico. Farias Brito comienza su reflexión influido por la
filosofía de Spinoza, llegando a construir un panteísmo de carácter racional. Posteriormente,
incorpora en su pensamiento la filosofía de Henri Bergson, sobre todo su método de la
introspección que lo lleva a la experiencia interna y a la intuición de la duración real del espíritu.
Propone que el conocimiento de la vida espiritual debe ir más allá de los datos de la experiencia,
para considerar las bases psicológicas que permitan llegar a la intimidad de la conciencia, en que
experimentamos la energía creadora del pensamiento. En O mundo interior intenta hacer una
clasificación de las ciencias del espíritu, colocando en el orden superior a la psicología
trascendental. La filosofía del espíritu debe comprender una psicología, cuya misión no será
interpretar la conciencia de manera aislada, sino mostrar la relación de la conciencia con la
totalidad de la existencia, En el fondo de la conciencia había de revelarse la forma como se capta
la realidad exterior, por lo que en última instancia la realidad se encuentra envuelta por el
pensamiento. Bajo esta premisa considera que la conciencia humana envuelve todo cuanto existe
y es el soporte de la realidad. La filosofía de Farias Brito incorpora, además, una finalidad práctica,
que consiste en "consolar" al hombre de las negatividades de la existencia y el temor a la muerte.
La filosofía no es como un arte para la vida, sino una sabiduría que nos habla de la serenidad que
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habrá de tenerse ante la muerte.
EL ATENEO DE LA JUVENTUD EN MÉXICO
Recordemos que en México, Justo Sierra ya había hecho algunas críticas dentro del positivismo,
pero las primeras críticas hechas desde fuera de esa corriente fueron realizadas por un grupo de
jóvenes conocido con el nombre del Ateneo de la Juventud, al que se integraron, entre otros
muchos, Pedro Henríquez Ureña, Alfonso Reyes, Jesús Acevedo, Diego Rivera, Antonio Caso, José
Vasconcelos, Carlos González Peña, Martín Luis Guzmán, Mariano Silva y Aceves, Manuel M.
Ponce, Alfonso Cravioto, Isidro Fabela y Enrique González Martínez (véase Curiel, F., 1998). Los
ateneístas se educaron en el positivismo imperante en la Escuela Nacional Preparatoria, a través
del con junto de materias científicas que recibían. Sin embargo, el positivismo en el que fueron
educados los ateneístas tuvo sus peculiaridades en los primeros años del siglo XX el interés por el
positivismo había disminuido y sus principales cultivadores habían muerto o eran ya ancianos.
Algunos de sus maestros, como Justo Sierra, comenzaron a dudar de los principios en que se
sostenía el positivismo. "El positivismo había caído en el dogma y la repetición vacía. Su ideario del
progreso científico y técnico fue más retórico que real y más allá de la pasión por el acto empírico,
privilegia la disciplina y el orden por encima del saber" (Magallón Anaya, M., 1998, p. 48). En la
escuela se hacía énfasis en el aprendizaje memorístico de los contenidos doctrinales de las
materias científicas, en tanto que la crítica y la creatividad se encontraban ausentes. Después de la
preparatoria, varios de los ateneístas cursaron la carrera de leyes, aunque pocos de ellos
ejercieron la profesión. Sin embargo, este grupo de filósofos no adquirieron sus conocimientos
fundamentales en la escuela, sino que fueron más bien autodidactas. Ellos mismos señalaban a sus
propios compañeros de generación como sus maestros; destaca el dominicano Pedro Henríquez
Ureña, director intelectual del grupo. La nueva generación de jóvenes surge a la luz pública con la
revista Savia Moderna (1906); después crea la Sociedad de Conferencias (1907) y el Ateneo de la
Juventud el 28 de octubre de 1909. El grupo de jóvenes estaba interesado lo mismo en la literatura
y la filosofía que en el arte; organizaban conferencias y eventos artísticos, publicaban artículos,
leían y discutían obras filosóficas y literarias, etcétera.
Subrayaremos ahora algunos de los rasgos que caracterizaron la tarea cultural de los ateneístas.
En ellos se notaba una sensación de opresión y ahogo ante las posturas de la ideología oficial del
positivismo en la que habían sido educados, pero su preocupación no era tanto de oposición
política sino de apertura a otras manifestaciones de la cultura. Ante las ideas positivistas del
darwinismo social, los ateneístas defendieron la idea del libre albedrío como base de la
consideración moral de los actos humanos, además de una libertad de pensamiento en la
investigación de la verdad y la expresión de las ideas. Los ateneístas abandonan el mundo literario
de origen francés y en cambio recuperan las lenguas clásicas (griego y latín), comentan otro tipo
de literatura como la inglesa o la rusa, y redescubren la literatura española.
Ahora bien, en el terreno estricto de la filosofía, el punto en que coinciden todos los miembros de
la generación del Ateneo es en su rechazo al positivismo. Los ateneístas estaban preocupados por
la filosofía, la creación literaria, la educación y los problemas sociales, pero todo ello estaba
dominado por un factor común: su crítica al positivismo dominante de la época. Al decir de
Fernando Salmerón (Salmerón, P, 1980, p. 249), la crítica al positivismo por parte de los jóvenes
ateneístas inició un nuevo periodo en la historia de las ideas filosóficas en México. Los ateneístas
se rebelaron contra la opresión que ejercía la filosofía oficial del positivismo. El propósito
contenido en cada uno de sus escritos, conferencias y exposiciones era renovar el ámbito de la
cultura dominado por el positivismo. “Más tarde, los filósofos del Ateneo de la Juventud (como
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Antonio Caso y José Vasconcelos harán una crítica radical al cientificismo en que había
desembocado el positivismo, al propio tiempo que desarrollaban una filosofía humanista que, a su
juicio, había sido soslayada por la educación positivista" (Escobar Valenzuela, G., 2001, p. 81).
Debido al ímpetu de los jóvenes ateneístas, pero también debido al propio envejecimiento del
positivismo, esta doctrina se vio superada en la historia de la filosofía en México.
Ante el dogma de las ciencias que había implantado el positivismo, los ateneístas se interesaron
por dirigirse a la investigación de las fuentes de la filosofía y reclamaron su derecho a la libre
investigación filosófica. Al querer encontrar otros cauces para que la filosofía superara al
positivismo, se dedicaron a leer y comentar todos aquellos autores proscritos por el positivismo.
Las fuentes en las que se nutren los jóvenes ateneístas se encuentran lo mismo en la historia de la
filosofía (Platón, Kent, Hegel, Schopenhauer, Nietzsche, etc.) que en las corrientes de la filosofía
contemporánea (Boutroux, Bergson, James, Croce, Poincaré, etc.). Caso y Vasconcelos influyeron
en la vida filosófica nacional abriendo el camino para el acercamiento a la filosofía, de la misma
manera que se hacía en Europa. Su mérito es haber formado nuevas generaciones que se
diseminaron por diferentes territorios filosóficos. De las corrientes de pensamiento a las que se
afiliaron los ateneístas, una primera de ellas, muy distinguible, fue la del espiritualismo filosófico.
“Los dos filósofos del grupo, .que son Antonio Caso y José Vasconcelos son personalidades
completamente diferentes en su modo de vivir la filosofía, pero unidos en una tendencia de
buscar el modo de filosofar por el camino del espiritualismo que se reiniciaba en Europa, sobre
todo con Henri Bergson, en oposición al materialismo derivado del positivismo que campeaba en
toda la educación oficial" (Ibargüengoitia Chico, A., 1976, p. 138). Ahora bien, en oposición al
intelectualismo característico del positivismo que señalaba a la razón como una importante
facultad de conocimiento en unión a la experiencia, los ateneístas fueron antiintelectualistas y
cargaron la balanza hacia la intuición y la emoción, que a su juicio completan el trabajo de la
conciencia. Una más de las corrientes de pensamiento a la que se afiliaron fue el indeterminismo
de la naturaleza, que extrajeron de la filosofía francesa, en particular de Boutroux y de Bergson, lo
que les permitió afirmar la libertad humana como condición de la conducta moral. También los
ateneístas se orientaron más por una filosofía de la vida para atacar al positivismo de Comte y
Spencer. "A las doctrinas del positivismo, acartonado en un racionalismo cientista, van a oponer
hombres como Caso y Vasconcelos la filosofía de la intuición, de la emoción y la vida" (Magallón
Anaya, M., 1998, p. 51). Todas estas corrientes de la filosofía y otras tantas influyeron para darle
una orientación diferente, más rica e intensa, a la historia de la filosofía en México y
Latinoamérica. "La vuelta a las preocupaciones metafísicas, la ampliación de la experiencia
humana, la afirmación sin vacilaciones de la libertad como fundamento del espíritu, en suma, la
exaltación del hombre, es lo que da a las conferencias y a los escritos de los ateneístas ese tono de
cristiano optimismo y generosidad, de libertad, de simpatía por el pueblo, que los distingue de los
textos de los autores positivistas" (Salmerón, P, 1980. p. 254)
En 1912 la agrupación cambió el nombre para convertirse en el Ateneo de México. Sin embargo, el
asesinato de Madero (1913) le dio un giro dramático a los acontecimientos. El Ateneo se
desvaneció v cada uno de sus integrantes tomó rumbos diferentes: algunos se fueron del país
como exiliados o para realizar estudios; otros se comprometieron más en la política del momento
y otros se dedicaron a la cátedra, al ensayo y a la creación artística.
ANTONIO CASO (1883-1946)
Antonio Caso ingresa a la Escuela Nacional Preparatoria donde recibe una formación positivista,
enseñada en aquel entonces por personalidades como Porfirio Parra, Ezequiel A. Chávez y Justo
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Sierra. Desde muy joven, empieza a destacar en la vida cultural de su país. En 1909 ofrece unas
conferencias sobre la historia del positivismo y ese mismo año se integra al Ateneo de la Juventud,
institución dedicada —como se dijo— a ampliar los horizontes de cultura en México, dominada
entonces por el positivismo. Impartió diversas cátedras de filosofía en instituciones como la
Escuela Nacional Preparatoria y la Universidad Nacional de México. La obra escrita de Antonio
Caso es muy extensa v variada, distribuida entre libros y múltiples artículos sueltos, todos ellos
recogidos en sus Obras completas (1971 -1985) publicadas por la UNAM.
Como estudiante de la Escuela Nacional Preparatoria, Antonio Caso conoció seguramente las
críticas que los propios positivistas mexicanos hicieron de esa escuela a principios del siglo XX, en
particular las de su maestro Justo Sierra. Al joven Caso le correspondió extender esa crítica, pero
ya no desde dentro del positivismo sino desde otras posturas filosóficas que él mismo se encargó
de difundir. En algún momento llegó a decir que su aportación a la historia de las ideas en México
fue el haber ganado la batalla para superar al positivismo (para tener una idea más amplia del
enfrentamiento de Caso con el positivismo mexicano puede verse Flower, E., 1949, pp. 115-129;
Krauze de Kolteniuk, R., 1956, pp. 245-247). Por una parte, Caso reconoce los méritos del
positivismo; de ellos señala el hecho de haber sustituido la enseñanza religiosa por la enseñanza
de las ciencias; su rigor metodológico y su atención al conocimiento de la realidad. Sin embargo,
su ataque al positivismo fue muy severo y es uno de los rasgos más sobresalientes de su
pensamiento. En el terreno educativo, Caso exigía que la formación científica se completara con la
enseñanza de las humanidades. De hecho, su participación en el Ateneo de la Juventud tuvo como
misión ampliar los horizontes de la cultura en México, dominada en aquel entonces por la
asfixiante atmósfera que había provocado el positivismo. Caso so opuso al carácter dogmático del
positivismo que se plegaba de manera irrestricta a los resultados de las ciencias, aceptados como
una verdad inamovible. En oposición, decía con fiar en los resultados parciales y relativos de las
ciencias, que se van acercando a un conocimiento de la realidad, aunque de manera fragmentada
y superficial. El positivismo limitó terriblemente la comprensión de la realidad a los datos que
proporcionaba la experiencia sensible, pero el positivismo verdadero es el que toma en cuenta
todo tipo de experiencia: la intuitiva, la sentimental, la artística, la moral, la social, la religiosa, etc.
Sin embargo, lo que más le preocupaba a Caso eran las consecuencias negativas que en el terreno
moral, social y político acarreó el positivismo en México, al ser asumido como parte de la dirección
ideológica del gobierno porfirista a finales del siglo XIX y principios del XX. Moralmente, el
positivismo porfirista gestó un nuevo tipo do hombre, uno ambicioso y egoísta que vela sólo por
su interés propio en la constante acumulación de riquezas. En el terreno social se profundizaban
las diferencias de clase entre los propietarios de las haciendas y los comercios, y los que nada
tenían. La nación progresaba pero a costa de la miseria de la mayoría. Además, las libertades
políticas desaparecieron en aras del principio del orden: "Orden y progreso" fue la divisa comtiana
convertida en dirección político-económica en México durante el gobierno de Porfirio Díaz.
Como lo hemos referido, Caso se formó inicialmente en el positivismo de sus maestros, pero muy
pronto decide ampliar los conocimientos recibidos en la escuela y se da a la tarea de leer por su
cuenta toda información que llegue a sus manos. Algunos de los autores que influyeron
inicialmente en Caso fueron Bergson, Boutroux, Nietzsche, Schopenhauer y James. Después de
1933, cuando Caso hace una revisión de sus ideas, muestra la influencia de otras tantas corrientes
de pensamiento. Así fue como trabó contacto con Husserl, Scheler, Kierkegaard, Heidegger,
Renouvier, Dilthey, Maine de Biran, Émile Meyerson, Hans Reichenbach, etc. De estas influencias
derivan algunos de los principales rasgos que caracterizan a la filosofía de Antonio Caso. Desde sus
primeros escritos, Caso se opuso al intelectualismo filosófico, que hacía de la razón la facultad
central del conocimiento y el rasgo definitorio del hombre. Siguiendo a Bergson, considera que la
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mejor vía de conocimiento de la realidad es la intuición porque capta la individualidad
característica de las cosas. Desde el punto de vista de Caso, el hombre no es sólo razón sino,
además y fundamentalmente, intuición, sentimiento, voluntad y acción. Émile Boutroux le mostró
que las leyes naturales son en realidad contingentes y revelan que en la naturaleza hay un fondo
de indeterminación esencial, misma que constituye la condición de la acción humana libre y
creadora. Ante el materialismo filosófico, Caso defiende una filosofía espiritualista que ampara la
inespacialidad, la autonomía, la libertad y creatividad del espíritu humano. Puede distinguirse
también a Caso como un filósofo pragmatista, pero no en el sentido de que defiende un interés de
conducta, sino en tanto que concibe al hombre como un inventor, actor y creador de la realidad.
En este sentido, el pensamiento de Caso no tuvo una dirección especulativa sino que se empeñó
por fundamentar las direcciones por las que habría de transitar el actuar humano.
El pensamiento fundamental de Caso en su etapa constructiva se encuentra en su teoría sobre la
existencia humana, concentrada sobre todo en su libro La existencia como economía, como
desinterés y como candad, que es el trabajo más original y representativo que integra el núcleo de
sus ideas filosóficas básicas. La primera forma de considerar la existencia es como economía,
misma que se encuentra regida por el egoísmo y cuya ley es buscar el máximo de provecho con el
mínimo de esfuerzo. De la existencia económica, deriva a un tipo específico de moral, una moral
egoísta basada en un afán de dominio y enriquecimiento, que se traduce en violencia y guerra
entre los individuos y las naciones. La segunda forma de existencia es la existencia como
desinterés, que corresponde a la esfera del arte y es resultado de una contemplación
desinteresada. La tercera y superior forma de existencia, en la que el hombre alcanza su plena
realización, es la existencia como caridad, cuya ley es la búsqueda del máximo de esfuerzo con el
mínimo de provecho, lo que significa el sacrificio del beneficio propio para lograr el bien de los
demás.
JOSÉ VASCONCELOS (1882-1959)
José Vasconcelos ingresa en la Escuela Nacional Preparatoria y estudia abogacía, pero se inclinó de
manera particular por la filosofía, la novela, la historia y la política. Fue rector de la Universidad
Nacional de México y Secretario de Educación Pública, donde emprendió una reforma profunda de
la educación en México. Fue candidato a gobernador de Oaxaca y a la presidencia de la República
en 1929, pero no resultó electo en ninguna de las dos ocasiones. Es muy extensa la obra de
Vasconcelos. De ella podemos destacar El monismo estético (1917), Revulsión de la energía
(1924). la Raza cósmica (1925), Indología (1927), Tratado de metafísica (1929), Ética (1931),
Estética (1935), Lógica orgánica (1945) y Todología, filosofía de la coordinación (1952).
Después de un primer contacto con el positivismo, observable en su tesis de abogado llamada
Teoría dinámica del derecho, Vasconcelos incorpora a su pensamiento la influencia de autores
como Pitágoras, Heráclito, Platón, Plotino, san Agustín, Leibniz, Schopenhauer, Nietzsche y
Bergson. No tanto en la cátedra sino más bien en sus conferencias y libros, Vasconcelos remueve
el ambiente positivista predominante en México. También restauró la figura del filósofo ante la
consideración positivista de la inutilidad de la filosofía. En su conferencia sobre Gabino Barreda
(1910) (Vasconcelos, J., 1984b, pp. 97 ss.), defiende la idea de que los tres estados comtianos no
son más que métodos dirigidos a comprender diversos campos de la realidad, lo que significa que
es válido transitar por caminos distintos a los de las ciencias, como la metafísica o la religión, tan
poco apreciados por Comte.
La concepción filosófica de Vasconcelos se fue construyendo poco a poco. Desde su punto de vista,
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el conocimiento no es sólo empírico o intelectual, sino que combina una serie de elementos de
aprehensión heterogénea, como el emocional, el intuitivo y el místico. La filosofía de Vasconcelos
propone la existencia de una armonía universal en la comprensión de la realidad en su totalidad,
misma que encuentra en las relaciones que mantienen las partes con el todo y en la síntesis de los
distintos. Para enfrentar al positivismo, Vasconcelos propuso una filosofía espiritualista de origen
bergsoniano que tiene un carácter estético y emotivo en tanto que nos revela los ritmos v
armonías de la totalidad de la existencia. La realidad toda es un devenir cíclico continuo y se
encuentra organizada en órdenes jerárquicos, ramas, ciclos y categorías que se entrecruzan entre
sí y que él llama revulsiones de energía. Cada nivel representa un salto cualitativo de energía, pero
en el fondo se trata de una sola energía modificada, por eso al de Vasconcelos se le considera un
sistema monista. El universo se ha constituido a partir de un principio creador que poco a poco se
va transformando en los diferentes seres de la realidad con caracteres propios. En esta línea de
reflexión, la filosofía posterior de Vasconcelos termina por impregnarse de un fuerte impulso
místico, que lo conducirá a una conversión al catolicismo y a admitir la existencia de un Dios
personal y trascendente.
Otra vertiente de la crítica de Vasconcelos al positivismo se ubica en el terreno social. A su
parecer, el positivismo responde a los intereses muy concretos de los anglosajones, ante los cuales
los pueblos hispanoamericanos se han puesto de rodillas. "Lejos de beneficiarnos, la filosofía
positivista nos ha perjudicado, ha sido contraproducente, puesto que ha favorecido los afanes de
colonización y el imperialismo expansivo de los anglosajones" (Escobar Valenzuela, G., 2001, p.
100). Ante esta problemática, para superar el positivismo, se requiere de una filosofía propia, pero
que no deje de contribuir a la filosofía universal, aunque aclara que si esto no es posible, prefiere
incurrir en la propuesta de una filosofía nacionalista e iberoamericana que caer en el error de una
filosofía extranjera, europeizante o yanqui. "Mas en la restauración de la libertad y del
humanismo, en la búsqueda del carácter nacional y de las raíces de la tradición perdida,
Vasconcelos, que ve en el positivismo una filosofía expresiva del carácter anglosajón, se propone
elaborar una filosofía propia que sea a la vez de validez universal y salvadora de la circunstancia
hispanoamericana" (Salmerón, E, 1980, p. 273). En suma, Vasconcelos prefiere una filosofía
nacionalista a una filosofía imperialista que prolongue la dependencia de los pueblos latinos de
América ante el dominio de los pueblos de origen anglosajón. A Vasconcelos le preocupa más bien
el futuro de América y del hombre americano, asunto que plasma en libros como La raza cósmica e
Indología, que contienen una utopía de la raza iberoamericana. Desde su perspectiva, hay una
gran diferencia entre el sajón y el latino. La actitud de los anglosajones es eminentemente
discriminatoria porque considera inferiores a las razas no blancas. Por el contrario, el
latinoamericano se caracteriza por su simpatía hacia lo extraño, un sentimiento que unifica y sobre
todo porque favorece el mestizaje entre las razas. Señala que en Hispanoamérica se han dado las
condiciones para que surja una nueva raza en que se fundirán todos los otros pueblos y que llama
la raza cósmica. Será una raza superior porque promoverá la simpatía y acercamiento entre los
pueblos. Después de un primer periodo histórico en que la unión entre los hombres se motivó por
la violencia, y un segundo —el actual— en que domina la razón, la ley y los convencionalismos,
procederá un tercer periodo que llama el estado espiritual o estético, en el que la unión entre los
hombres se realizará por el amor, el gusto estético y la belleza. Este estado lo protagonizará la raza
hispanoamericana, que tendrá su propia filosofía fundada en la emoción, en correspondencia con
una raza emotiva.
EZEOUIEL A. CHÁVEZ (1868-1946)
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Ezequiel A. Chávez es un historiador, psicólogo, pedagogo, político y filósofo mexicano, cuyo
pensamiento evolucionó de un reconocido positivismo hacia un teísmo místico (véase Rovira
Gaspar, M. del C., 1997, pp. 861-878). A él se le debe la traducción de algunos libros clásicos del
positivismo, como Resumen de Lógica (1896), de John Stuart Mili; Principios de moral (1898), de
Herbert Spencer, y Elementos de psicología (1902), de Edward Bradford Titchener. En una primera
etapa divulga la lógica positivista de Stuart Mill y el evolucionismo de Spencer. En esta línea
desarrolló un empirismo moderado, según el cual la realidad se constituye de hechos empíricos
que están en constante evolución. Años después, Chávez se aleja del positivismo y le da un giro
totalmente opuesto a sus primeras ideas. Muy a su manera se incorporó al movimiento
antipositivista que habían inaugurado los jóvenes del Ateneo, por lo que fue partícipe de muchas
de sus preocupaciones a pesar de no pertenecer a esa generación. La nueva dirección que tomó
fue hacia un tipo de espiritualismo de carácter religioso. En sus libros Dios, el universo y la libertad
(1935) y De dónde venimos y a dónde vamos (1945), defiende un teísmo místico de origen
cristiano, de acuerdo con el cual todas las cosas se encuentran relacionadas entre sí y tienen un
propósito divino. Siguiendo sus convicciones, afirma que el alma humana es inmortal y no puede
reducirse a elementos materiales.
CONCLUSIÓN
La filosofía latinoamericana de principios del siglo XX tuvo un signo claramente distintivo, que fue
su decidido enfrentamiento al positivismo. Sin embargo, el espectro fue en realidad mucho más
amplio y cubrió la oposición a algunos otros tipos de concepciones relacionadas con el positivismo,
como el materialismo, el determinismo naturalista, el dogmatismo cientificista, el evolucionismo
social, el ateísmo, etc. Por otra parte, si bien la filosofía latinoamericana puede ser señalada de
manera característica como antipositivista, este antipositivismo tuvo a su vez múltiples vertientes
de manifestación, de acuerdo con la preocupación específica de cada uno de los filósofos
protagonistas. Con sus respectivas variantes, pesos y matices, podemos afirmar que la filosofía
latinoamericana antipositivista de las primeras décadas del siglo XX fue espiritualista
indeterminista, intuicionista, idealista, voluntarista, vitalista, pragmatista, antidogmática,
defensora de la libertad y del carácter creativo del hombre, además de preocuparse por recuperar
el pensamiento metafísico y religioso, tan atacados por Comte. Cabe subrayar nuevamente que
esta gran labor de enfrentamiento al positivismo, en las múltiples corrientes de la filosofía en que
se basó, propició una difusión sin precedentes de la filosofía en la historia latinoamericana, hasta
lograr integrarse como una actividad regular de la cultura, con un lugar reservado en los diversos
centros educativos, sobre todo a nivel superior. Recordemos que la mayoría de los filósofos de
esta época se dedicaron a la enseñanza y establecieron bases sólidas para la continuación de la
difusión de la filosofía en Latinoamérica. Cabe también aclarar que si bien la filosofía
antipositivista floreció sobre todo de 1910 a 1930, su influencia se prolongó años después, incluso
hasta llegar a mediados del siglo. Sin embargo, la filosofía antipositivista latinoamericana, cuyas
raíces se encuentran sobre todo en la filosofía francesa, debió enfrentar la llegada, a partir de los
años treinta, de las nuevas corrientes de la filosofía, sobre todo la de origen alemán que llegaron a
través de España. La filosofía francesa de corte espiritualista, anti-intelectualista y religiosa ya no
alcanzaba a llenar las aspiraciones de las nuevas generaciones de estudiantes. Las nuevas
corrientes de la filosofía, como la axiología, la filosofía de la cultura, el neokantismo, el
neotomismo, la fenomenología, el marxismo, el neopositivismo, el personalismo, el
existencialismo, el racionalismo vital, etc., se dispersaron por todo el territorio latinoamericano.
Incluso, algunos de los antipositivistas conocieron de estas nuevas corrientes, pero en su mayoría
las retomaron para apuntalar sus concepciones previas. Nuevas generaciones de- filósofos
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educados por los propios antipositivistas e influidos por la generación de los llamados filósofos
trasterrados españoles, saldrían de las aulas para colocarse en los hombros de sus maestros e
inaugurar nuevas etapas de la filosofía latinoamericana.
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