Los peores experimentos ‘científicos’ de los nazis Por: KienyKe mayo 25, 2014 Pretendían mejorar la raza aria pero terminaron cometiendo terribles crímenes de guerra. 72 Share on Facebook 28 Twittear 0 Pint it 4 goooooo ooooooo ooogle 35 mail Durante 13 años hasta 1945 el Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores, mejor conocido como el partido Nazi, estuvo en el poder bajo el mando de Adolfo Hitler. En esa época se llevó un exterminio contra comunistas, homosexuales, judíos, entre otros, a quienes consideraban como los culpables de la situación económica en el país germano. Poco han sido documentados los experimentos “científicos” con humanos hechos por los nazis. Muchos profesionales de la ciencia y la salud, cercanos al movimiento de Hitler, participaron de experimentados en campos de concentración. Solo 15 de los 23 científicos que cometieron terrible crímenes, que les costó la vida de miles de víctimas, fueron condenados después de terminada la Segunda Guerra Mundial. A continuación, relatamos los principales experimentos que buscaban no solo erradicar a quienes consideraban inferiores, sino garantizar la proliferación y supremacía de la raza aria. Pese que la mayoría de las víctimas fueron judíos, muchos soldados alemanes también fallecieron por estas prácticas. Campo de concentración de Auschwitz, donde se realizaron toda clase de experimentos con humanos. Experimentos genéticos Cabello rubio, ojos azules y superhombres. La raza aria era el objetivo de los nazis. Las personas que no cumplieran dichas características debían ser eliminados. En los campos genéticos se hacía gran cantidad de experimentos, entre los más polémicos se encuentran fertilización in vitro con esperma de simios a mujeres que eran consideradas inferiores, principalmente judias. Aunque no se logró una fecundación, las mujeres murieron víctimas al recibir virus y bacterias de los primates. Otros murieron cuando les abrían el cráneo sin anestesia y era manipulado el cerebro. Esos terribles crímenes fueron cometidos por los más afamados médicos alemanes, entre los que se destaca Josef Mengele, más conocido como ‘El Ángel de la muerte’ por sus crímenes contra gitanos, mellizos y gemelos. Doctor Mengele, ‘El Ángel de la muerte’ Josef Mengele era conocido en su pequeño pueblo por su alegría, su inteligencia, y unas ansias terribles de superación. Además destacaba por la gran pasión que sentía hacia la música y el arte. En contraposición con los actos que cometería sólo unos pocos años después, tal era su espíritu solidario que llegó a inscribirse en la «Cruz Roja» y en varios grupos juveniles similares. No obstante, pronto desarrollaría un gran interés por la antropología, algo que marcaría su vida para siempre. En 1937 se inscribió en el partido nazi y con el tiempo se convirtió en médico de campaña. De esta forma, logró fama y reputación que incluso le hizo merecedor de medallas por su valentía. Tiempo después, con rango de capitán, se le concedió un puesto como médico en el campo de concentración de Auschwitz. Ser enviado a este lugar era un sueño hecho realidad para Mengele, pues significaba que podía llevar a cabo todos los experimentos que deseara. Al llegar a este campo consiguió su primer logro: erradicar de manera radical el tifus. Decidió que para detener la epidemia debía enviar a las cámaras de gas a 1.600 gitanos y judíos (tanto hombres como mujeres y niños) que tuvieran cualquier síntoma de tifus. Algo que, según narran algunos supervivientes, hizo con total frialdad. El ‘Ángel de la muerte’ tenía especial interés por estudiar a los gemelos y aquellos que tuvieran deformidades o limitaciones físicas. Ordenaba tratar bien a los gemelos e incluso que les dieran ración adicional de comida pero no por cuestiones humanitarias. Mengele quería que los gemelos estuvieran en condiciones de soportar el mayor tiempo posible los experimentos que les realizaría. Una familia de enanos judios también sufrió el sadismo de Mengele. Sin embargó sobrevivió a la guerra. En una ocasión, Mengele inyectó muestras de sangre de un gemelo a otro y registró las reacciones producidas, las cuales consistían invariablemente en cefaleas insoportables y fiebres que duraban varios días. Con el propósito de determinar si el color de los ojos podía ser alterado genéticamente, inyectó soluciones colorantes en los ojos de varios sujetos, quienes quedaron ciegos. Después de que toda la información necesaria era recopilada, los gemelos eran asesinados con una inyección única de cloroformo aplicada directamente en el corazón. Después de terminada la guerra, Mengele huyó disfrazado de soldado de la Wehrmacht. Sin embargo, fue capturado por los aliados que, al no conocer su identidad, le dejaron en libertad. Pocos meses después, en abril de 1945, fue identificado como uno de los principales criminales de guerra nazis y se encontraba en las listas de la Comisión de Crímenes de Guerra de Naciones Unidas. A partir de ese momento, los aliados nunca detuvieron su búsqueda. Tras su improvisada liberación habría partido hasta Argentina y Paraguay, siempre bajo la presión de estar perseguido por decenas de servicios secretos de todo el mundo. A partir de entonces, se cree que vivió bajo la protección de familias alemanas en Latinoamérica, para lo cual utilizaba un nombre y apellido falsos. Al sentirse que el servicio secreto israelí había descubierto su paradero, se fugó a Brasil, donde murió ahogado en una playa en 1979. Nunca respondió por sus miles de crímenes. Congelación e hipotermia Para descubrir hasta donde los humanos podían soportar condiciones extremas, muchos hombres fueron sometidos en congeladores gigantes para simular las condiciones de los militares en el Frente del Este. La mayoría murió de frío o por enfermedades relacionadas a las bajas temperaturas –como la gripe, bronquitos y asma–, así que esta era una forma de prepararlos mejor para esas condiciones climáticas. Lamparas de piel humana Justo después de la segunda guerra mundial se corrió el rumor que las sádicas esposas de los nazis habían hecho lámparas con la piel de las víctimas del holocausto. Sin embargo, sin pruebas físicas, solo sería parte del mito. Después que los aliados liberaran el campo de concentración de Buchenwald, algunos periodistas y soldados relataron que encontraron varias lámparas particulares, las cuales decían los prisioneros habían sido construidas con la piel de sus compañeros de presidio por orden de Ilse Köhler, esposa del informático y comandante nazi, Karl Koch, quien fue acusada además de hacer toda clase de objetos con partes humanas, entre ellas: jabones. En 2007, 60 años después del holocausto, a la casa del periodista estadounidense, de ascendencia judía, llegó un elemento curioso: Una lámpara que según su remitente había sido hecho con piel humana. Un examen de ADN corroboró el hecho, sin embargo, no pudo probar que se tratara de un objeto hecho en un campo de concentración nazi, aunque el cobre y el hilo coincidían con los elementos que era obligados a fabricar los prisioneros judíos. Otras pruebas espeluznantes En los campos de concentración también se llevaban a cabo otro tipo de pruebas con extrema violencia: interrogatorios con tortura, inyecciones con virus de enfermedades, esterilización, y experimentación de nuevas cirugías. Por ejemplo, el doctor Kurt Heissmeyer inyectó la bacteria que causa la tuberculosis a prisioneros del campo de Neungamme. También se los expuso al gas fosgeno para encontrar un antídoto, ya que este había sido utilizado como arma biológica en la guerra. En muchos casos se mutilaba a un preso para trasplantar sus extremidades en otro. La idea era saber si se podían trasplantar extremidades, pero se hizo de forma tan cruel que muchas personas murieron, otras quedaron mutiladas, y el experimento no llegó a ninguna buena conclusión.