MENGELE POR MARIO MENDOZA (El ángel de la muerte en Sudamérica) Autor: Jorge Camarasa Editorial Norma, 2009. 188 págs. Numero topográfico en la red de Bibliotecas del Banco de la República: 925.6 M35c Es importante que un escritor joven tenga una visión de conjunto de lo que significa escribir en América Latina hoy en día. Si el proyecto de la Modernidad se va a pique, en efecto, con la Segunda Guerra Mundial, es justamente por historias como ésta, la del médico nazi que experimentaba con cobayos humanos en los campos de exterminio. Si Occidente se desploma y no ha sido capaz de recuperarse, es porque cometió horrores como éste. Lo increíble es que muchos de estos sujetos se exiliaron aquí, en nuestro continente, y ejercieron serias influencias en las siniestras clases dirigentes latinoamericanas. Es decir, el terror y la vergüenza occidentales se instalan en nuestros pueblos y continúan aquí con su labor soterrada. Creo que esto amplía la visión de nuestra escritura y nuestra lectura como formas de resistencia civil ante un entorno despiadado y delirante. Y este libro nos muestra también la buena salud de la que sigue gozando la crónica novelada o la literatura de no ficción en Latinoamérica. “El Ángel de la Muerte”, como le decían a Joseph Mengele en Alemania, había sido el médico más famoso de los campos de exterminio de Auschwitz I, de Auschwitz II (Birkenau) y de Auschwitz III (Monowitz). Los prisioneros llegaban amontonados en trenes malolientes donde muchas veces tenían que orinar y defecar entre la maraña de brazos, cabezas y piernas de los otros condenados. Cuando abrían las puertas de los vagones, varios cadáveres quedaban en los pisos de los trenes o caían al suelo asfixiados y con el rictus de su rostro trastornado. Sin embargo, más allá del temor a ser conducido a la cámara de gas o a los hornos crematorios, había un terror mayor: ser elegido por el médico, por Joseph Mengele, para alguno de sus experimentos. La especialidad de este galeno nazi era la genética y arrastraba desde tiempo atrás una obsesión: los gemelos. Lo que atraía de un modo irracional a Mengele era la capacidad que hay en nuestros cuerpos para procrear seres idénticos, replicantes, espejos humanos. Por esta razón, elegía a algunos de los prisioneros para esterilizarlos y otros para abrirlos en la mesa de disección y explorar dentro de sus órganos en busca de la clave de la vida. Muchos de esos prisioneros morían en las camillas abiertos en canal, desangrados y con sus corazones palpitando al aire libre. Eran los cobayos humanos del Monstruo, como también se le llamaba a Mengele en los tres campos de concentración. No deja de asombrar cómo el tema de los dobles fue un tema capital al interior del Tercer Reich. Primero como un asunto místico, Cástor y Pólux, los Dioscuros, Géminis, los gemelos que todos llevamos dentro de nosotros mismos, las dos caras de una misma moneda que es la identidad. Si Alemania era capaz de crear una raza de seres idénticos, sanos, fuertes e inteligentes, se convertiría en el primer pueblo en el planeta en darle forma y sustancia a una especie perfecta. Pero después de 1942, cuando el ejército nazi empieza a perder la guerra, el tema de los dobles fue un tema de estrategia militar: cómo hacer para que las mujeres del Reich parieran hijos dobles que más tarde pudieran ser usados como soldados en el combate. En 1945, con los rusos prácticamente en la puerta de los tres campos de concentración, donde había sido colgado un letrero que rezaba El trabajo os hará libres, Joseph Mengele se fuga y de allí en adelante su vida parecerá sacada de uno de sus propios experimentos, pues tuvo que duplicarse y duplicarse en distintas personalidades para poder escapar a las autoridades internacionales que lo buscaban por el mundo entero para procesarlo por crímenes de guerra. Se cambió el nombre varias veces y usó distintos pasaportes para poder huir sin llamar la atención. Lo primero que hizo fue esconderse en su propio país para eludir los juicios de Nuremberg, donde muchos de sus conocidos eran protagonistas de grandes horrores. Después logró contactarse con el Vaticano, donde la cúpula nazi gozaba de grandes amistades, y las autoridades católicas le otorgaron su primer pasaporte falso para poder embarcarse en Italia con rumbo a la Argentina. A ese país suramericano entró bajo el nombre de Helmuth Gregor y afirmando ser un mecánico técnico. Es increíble que uno de los grandes asesinos de los campos de exterminio nazis hubiera terminado camuflado en la Argentina de Perón llevando una vida común y corriente, poniéndose corbata y asistiendo a reuniones de la colonia alemana en esa ciudad, hablando de ópera y de arte como cualquier ciudadano europeo culto y elegante. No obstante, el Monstruo no pudo estar mucho tiempo alejado de su obsesión y muy pronto se hizo pasar como un ducho en temas veterinarios: trató a varios ganados de la zona con drogas desconocidas que hicieron a las hembras parir mellizos. Los terratenientes y ganaderos estaban felices con los tratamientos realizados por el mago Gregor. Los servicios de inteligencia del recién fundado estado de Israel se pusieron a la cacería del Ángel de la Muerte, lo rastrearon y descubrieron que estaba exiliado con otro nombre en Argentina. Enseguida se pusieron en acción y empezaron su búsqueda. Las autoridades alemanas solicitaron varias veces su detención y extradición a las autoridades argentinas, que no sólo se hicieron las de la vista gorda, sino que además le dieron la voz de alarma para que emprendiera la fuga hacia el Paraguay, donde estaba una de las colonias alemanas más extrañas del mundo. A finales del siglo XIX, el cuñado de Nietzsche, el esposo de su hermana Elizabeth, una especie de profeta apellidado Forster, había viajado a ese país a fundar la Nueva Germania, una colonia de alemanes que no pensaban mezclarse con nadie y donde jamás entraría un judío. Sería una civilización aparte, un territorio donde el pueblo elegido se entrenaría en la salud física y mental, y en una adecuada severidad espiritual. Cuando Europa se viniera a pique por culpa de los banqueros y los prestamistas judíos, cuando la decadencia de la raza (debida a la mezcla con otros pueblos atrasados e ignorantes) hundiera a la población europea en la imbecilidad y la barbarie, entonces en el cono sur existiría una colonia de seres especiales, la Nueva Germania, unos individuos incólumes que estarían preparados para volver a Europa y recuperar la grandeza y la dignidad perdidas. Ese era el propósito de Forster, el enviado de Dios que impediría la catástrofe del pueblo alemán. Lo curioso es que Hitler tuvo noticias de esa colonia paraguaya que estaba protegida por el dictador Stroessner, y después de 1942, cuando el ejército alemán empieza a replegarse y a darse cuenta de que ya ha pasado su momento de esplendor, el Führer intenta repatriar a todos esos alemanes de la Nueva Germania para que militen en los ejércitos de su país. El problema es que no hay dinero para financiar ese proyecto. Bien, en esa colonia alemana se refugia el mecánico Helmuth Gregor durante siete años. Inyecta a los ganados de las fincas de la zona y empiezan a parir terneros mellizos. No llama la atención y procura llevar un bajo perfil. Aún así, tiene noticias de que los servicios de inteligencia israelíes lo tienen en la mira, jóvenes espías que son hijos o parientes directos de los cobayos humanos que él sacrificó en Auschwitz. Entonces se ve obligado a emprender una nueva fuga hacia el Brasil. En ese país, Mengele viaja por distintas ciudades y pueblos, lleva una vida itinerante y sin paz alguna, pero llama la atención su estadía en un pequeño pueblo, Cândido Godói, donde experimenta con varias mujeres fértiles de la región. Aún hoy en día, ese pueblo perdido en la inmensidad brasileña es famoso mundialmente porque tiene la tasa gemelar más alta del mundo. ¿Casualidad? Difícil. Es muy raro, por no decir improbable, que el gran experto en gemelos del siglo XX, el único médico que tuvo a su disposición millones de individuos para poder hacer con ellos lo que le diera la gana, eligiera ese lugar para esconderse y que de un momento a otro la gente de los alrededores empezara a tener hijos gemelos como si se tratara de un acto de prestidigitación. Finalmente, el Monstruo muere ahogado un día cualquiera en una playa brasileña.