Josef Mengele se ha convertido en el símbolo de la perversión de la medicina en la época del Tercer Reich buscando teorías científicas racistas. Su sonrisa burlona y su tacto, suave pero mortal, hicieron que se le llamara 'El Ángel de la Muerte'. La barbarie de sus crímenes no se pone en tela de juicio. Lo que todavía está en entredicho es la forma en que consiguió eludir a la justicia. En su etapa de fugitivo, se rumoreó que había participado en experimentos con tribus indias de Sudamérica, que los dictadores se interesaban por él y que había tenido numerosas escaramuzas con la muerte. Se le retrató como un despiadado agente del poder que podía llamar en cualquier momento a guardias armados y perros de presa y que se movía entre una veintena de fortalezas impenetrables construidas en las profundidades de la selva. Según su leyenda, la única pista de su paradero era una hilera de muertos, agentes israelíes y cazadores de nazis independientes, cuyos cadáveres bordeaban las orillas del río Paraná. Estos poderes de evasión aparentemente sobrehumanos se basaban en los mitos sobre la vida de Mengele durante la posguerra y los desmienten las casi 5.000 páginas de cartas y de diarios que escribió. Hemos tenido acceso restringido y excepcional a estos escritos y también a fotografías que no se habían publicado con anterioridad. Algunas de ellas aparecen en este libro. Entre los papeles de Mengele había un diario que llevó desde 1960 hasta pocas semanas antes de su muerte. También hay extractos de una autobiografía que Mengele comenzó durante la década de los sesenta, pero donde no se encuentra ninguna mención ni a Auschwitz ni a los diez años que pasó en Argentina, de 1949 a 1959. Pensamos que Mengele nunca escribió sobre Auschwitz por miedo a que esto ayudara a identificarlo. No podemos aventurar ninguna explicación para la ausencia de escritos de la década de los años cincuenta. Su hijo, Rolf, nunca ha visto ningún escrito de su padre de esa época y no cree que existan. También tenemos varios cientos de páginas de cartas que Mengele envió a su familia y a sus amigos de Alemania y las respuestas que le remitieron desde 1973. La familia Mengele destruyó las cartas escritas antes de 1973. Nuestro estudio exhaustivo de los pensamientos de Mengele junto con los relatos únicos que nos han proporcionado los miembros de la familia dejan entrever un perverso orgullo por lo que hizo en Auschwitz. Lo más asombroso de todo es la evidencia de la absoluta ausencia de remordimiento. No es, sin embargo, un estudio sobre la banalidad de la maldad de Mengele. Nos hemos centrado en la forma en que escapó de los aliados y cómo se las arregló para pasarse treinta y cinco años huyendo. Este libro intenta separar la fantasía de la realidad. Es una crónica clara y sencilla de la vida de Josef Mengele, desde su infancia regalada en Baviera hasta su tumba miserable en Brasil, sesenta y ocho años después. Estudiamos los esfuerzos que se hicieron, y los que no se hicieron, para llevarlo ante los tribunales. Pensamos que hemos proporcionado muchas respuestas a la que consideramos la cuestión más importante de todas: ¿Por qué nunca fue atrapado? Este empeño es el resultado de una labor de equipo. John Ware, productor de televisión, se vio implicado en el caso Mengele en 1977, cuando preparó un documental para el programa World in Action, para Granada Television de Inglaterra. Gerald Posner, abogado, se sintió atraído por el caso en 1981, durante la contienda legal para conseguir compensación para los gemelos supervivientes sometidos a los experimentos de Mengele. En 1984, Ware y Posner unieron sus fuerzas, una sociedad que floreció a pesar de la separación transatlántica. Nuestra conclusión es sencilla y la escribimos con más desesperanza que ira. No es simplemente que Mengele no fuera castigado por sus crímenes. Cumplió condena, si es que a eso se le puede llamar condena, pujando por el tiempo en una sucesión de sórdidos escondrijos en Sudamérica, un viejo desagradable, consumido por la autoconmiseración, solitario y resentido hasta con su familia, que consiguió ocultarlo hasta el final. Tampoco es que se haya perdido la oportunidad de provocar un enfrentamiento con la poderosa familia Mengele, que vive en su aislamiento dinástico alejada del resto del mundo. La parodia auténtica es que, al no conseguir atrapar a Mengele cuando estaba vivo, los gobiernos de Alemania Occidental, Israel y Estados Unidos, además de los de Argentina, Paraguay y Brasil, le han robado al mundo la posibilidad de estudiar la mente de un hombre que fue la auténtica personificación del mal, personalidades destacadas en las divisiones de la Waffen-SS.