Tema 5. Conocimiento, lenguaje y verdad. ESQUEMA Proceso de conocimiento Conocimiento Contrucción individual Lenguaje Características lenguaje humano Pensamiento y lenguaje Verdad Verdad como correspondencia Verdad como desvelamiento Verdad como coherencia Verdad como consenso Verdad pragmática Verdad como perpectiva INTRODUCCIÓN El hombre no solo está en la realidad y forma parte de la misma, sino que también es él quien, con sus instrumentos de conocimiento, pretende conocer dicha realidad que le rodea y su propia realidad. En este sentido, resulta inevitable que se plantee el ser o realidad de su propio conocer. Este problema es uno de los temas centrales de la filosofía que hemos denominado teórica y el núcleo de la disciplina denominada Epistemología. Ahora bien, cuando se explica el conocimiento humano también entran en juego otros elementos de gran importancia en dicha explicación como son el lenguaje y la verdad. Este tema aborda estos tres aspectos: proceso de conocimiento, lenguaje y verdad. EL PROCESO DE CONOCIMIENTO El problema fundamental que ocupa a la epistemología es el de la relación sujeto‐ objeto. En esta teoría se le llama "sujeto" al ser cognoscente y "objeto" a todo proceso o fenómeno sobre el cual el sujeto desarrolla su actividad cognitiva, es decir lo que conoce. Para explicar esta relación, a lo largo de la historia de la filosofía, se han dado dos tipos de soluciones que podemos denominar realismo e idealismo. El realismo defiende la idea de que el sujeto es pasivo en el proceso de conocimiento. El mundo es la única fuente de conocimiento y se puede llegar a conocer objetivamente la realidad como si no mediara ningún sujeto en el proceso de conocimiento. La realidad es independiente del sujeto que la conoce, es subsistente. Es independiente del sistema de creencias del observador, sus emociones o preferencias estéticas o convenciones que pueda establecer con anterioridad. La realidad es accesible y comprensible de forma universal. Las teorías son aproximaciones razonadamente verdaderas de la realidad. El idealismo sin embargo, defiende la idea de que el sujeto participa en el proceso de conocimiento, es decir, el ser humano determina e impone el modo de ver el mundo, por lo que no se puede conocer directamente la realidad. La realidad es una construcción del sujeto cognoscente. Conocer es representarnos la naturaleza, es representación. Por tanto, la realidad extramental es inaccesible, y depende de las ideas previas y operaciones que la mente desarrolla. Pues bien, en general se puede decir que el realismo se mantiene en casi todas las posiciones filosóficas antiguas y medievales, y el idealismo aparece a partir de la filosofía moderna. Mundo antiguo y medieval. En la filosofía griega el auténtico conocimiento lo es de lo universal. Sus representantes más importantes serán Platón y Aristóteles. Para el primero, cada saber real debe tener un carácter universal, persistente y objetivo y que, en consecuencia, no puede depender de las particularidades individuales y personales del sujeto cognoscente. Con esto se presenta la tarea de encontrar aquellas propiedades del objeto que se muestran perdurable en relaciones cognoscitivas distintas. Pues bien, para este autor dichas propiedades están en las ideas, objetos independientes del sujeto y de las cosas particulares situadas en un mundo aparte (mundo inteligible) y accesible a los sujetos a través de la razón. Para Aristóteles, la ciencia también es de lo universal pero es el sujeto el que, por medio de la abstracción extrae las características universales de las sustancias particulares de este mundo. Tales universales no subsisten en un mundo aparte como en el platonismo y pueden ser conocidos a través de dicho procedimiento racional, la abstracción. En el mundo medieval, el pensamiento cristiano situó los universales en la mente de Dios de los cuales el hombre encuentra un reflejo en su interior según el pensamiento agustiniano (S. V d. C) o puede conocerlos a través de las cosas sensibles por medio de la abstracción (vía de conocimiento para Sto. Tomás, S. XIII). Ambos procesos son racionales pero apoyados en una nueva fuente de conocimiento, la revelación a través de la fe. Mundo moderno. La modernidad introducirá la idea de que el conocimiento depende de la actividad del sujeto e intentó contestar a la pregunta de cómo se produce el conocimiento. Parten de la oposición entre sujeto y objeto y destacan diferentes soluciones al problema de dicha relación. Racionalismo. El término “racionalismo” se utiliza primordialmente para referirse a la corriente filosófica de la Edad Moderna que se inicia con René Descartes (S. XVII), desarrolla en la Europa continental con Spinoza, Malebranche y Leibniz, y se opone al empirismo que en esta misma época tiene éxito en las Islas Británicas. Descartes comprendió el "yo", la autoconciencia del sujeto, como el principio, en cuya existencia no se puede dudar, porque el acto mismo de dudar presupone el "yo" (pienso, luego existo). Los rasgos que mejor caracterizan al racionalismo moderno son los siguientes: 1. La tesis de que todos nuestros conocimientos acerca de la realidad proceden no de los sentidos, sino de la razón, del entendimiento mismo. 2. El conocimiento puede ser construido deductivamente a partir de unos primeros principios. 3. Los primeros principios del conocimiento no se pueden extraer de la experiencia empírica sino que se encuentran ya en el entendimiento: el innatismo de las ideas. 4. Consideración de la deducción y más aún de la intuición intelectual como los métodos más adecuados para el ejercicio del pensamiento. 5. La consideración de la matemática como ciencia ideal. 6. Los juicios más importantes son juicios analíticos o verdades de razón, juicios “a priori” cuya verdad es evidente o demostrativa. Empirismo. El empirismo es la corriente filosófica que considera la experiencia como única fuente del conocimiento; es decir, afirma que todo nuestro conocimiento procede de la experiencia. Cuando se habla de la experiencia como base de todo conocimiento, los empiristas distinguen un doble tipo de experiencia: la interna, percepción de uno mismo, y la externa, percepción por medio de los sentidos. El conocimiento era interpretado como análisis y sistematización de las impresiones del objeto dadas en la experiencia sensorial. Referente a esto, la tesis de Locke es típica, ya que sólo pueden poseer "objetividad" las "ideas simples" que en la percepción le son dadas inmediatamente al sujeto. En cambio, las "ideas compuestas", que son comprendidas como producto de la actividad de la razón, son siempre inseguras, condicionadas y en su significado cognoscitivo relativas. El desarrollo sistemático del empirismo es fruto de la Edad Moderna y en especial de la filosofía británica de los siglos XVII y XVIII con autores como Bacon, Hobbes, John Locke y David Hume. Claramente opuestas a los criterios propios del racionalismo, las características o notas distintivas más importantes del empirismo son: 1. La negación de cualquier tipo de ideas innatas, la evidencia sensible como criterio de certeza (frente a las ideas claras y distintas del racionalismo). 2. El rechazo de cualquier aparente conocimiento que carezca de un correlato previo en la experiencia (lo que lleva a negar la idea de substancia o la causalidad). 3. La negación de los conocimientos universales y necesarios. 4. La inducción como método básico de conocimiento. 5. La Física como ciencia modelo. 6. Los juicios acerca de la naturaleza, cuestiones de hecho o verdades de hecho (juicios sintéticos), no son universales ni necesarios, simplemente probables. Criticismo o Idealismo transcendental kantiano. Lo esencial de esta doctrina del pensador alemán Immanuel Kant (S. XVIII) es la afirmación de que el conocimiento humano sólo puede referirse a los fenómenos y no a las cosas en sí mismas (noúmeno). Esta tesis implica, en primer lugar, que en la experiencia de conocimiento el psiquismo humano influye en el objeto conocido, y, en segundo lugar, la afirmación de los límites del conocimiento humano (el objeto en sí no es cognoscible). Supone una síntesis del racionalismo y del empirismo y por tanto, el conocimiento es una síntesis de elementos racionales “a priori” y contenidos “a posteriori” procedentes de la experiencia. Los sentidos aportarían el material del conocimiento, pero es la razón humana quien lo organiza de una forma determinada, mediante conceptos puros, común para todos (universales). Para Kant el fenómeno que se puede conocer es una síntesis de sensaciones estructuradas espacio‐temporalmente y un concepto a priori del entendimiento. Esta síntesis permite realizar juicios sintéticos a priori que son extensivos, universales y necesarios. LA CONSTRUCCION INDIVIDUAL DEL CONOCIMIENTO No existe conocimiento sin un sujeto que conoce, por eso, la pregunta sobre cómo es el conocimiento tiene que partir de cómo se origina y se desarrolla a nivel subjetivo. En términos generales se puede decir que desde un punto de vista psicológico el proceso de conocimiento comienza con una serie de estímulos externos que se convierten en reacciones orgánicas y que dan lugar a conceptos generales, abstractos, que no tiene correspondencia con ningún individuo concreto. El conocimiento se formaría en tres peldaños diferentes de la subjetividad: sensación, percepción y conceptuación. Sensación. La sensación es la actividad primaria y cognoscitiva original que capta ciertos caracteres concretos de los cuerpos; o también es la actividad psíquica causada por la estimulación de un órgano sensorial, por la que conocemos ciertas propiedades sensibles de los de las cosas, cuerpos y fenómenos del mundo circundante. Sin embargo, para hablar de un conocimiento hace falta que esas sensaciones se organicen y tengan un sentido, es decir se conviertan en una percepción. Percepción. La percepción es un proceso a través del cual el hombre organiza, elabora e interpreta la información del medio que le rodea. Percibir no es más que asimilar las sensaciones dándoles un significado. Este proceso, por un lado, supone la participación activa del sujeto y por otro, indica que es un proceso constructivo que depende de otras facultades como la atención, la memoria, etc. Conceptuación. A partir de la información percibida el sujeto construye conceptos. Representa el mundo a través de ellos. Un concepto es la representación mental y simbólica de un objeto, prescindiendo de sus características concretas e individuales, para recoger las que comparte con otros. A partir de los conceptos se realizan juicios acerca de la realidad. CARACTERÍSTICAS DEL LENGUAJE HUMANO El lenguaje es un sistema de signos que expresa ideas y es el vehículo del conocimiento, la forma en que éste se presenta. A la filosofía no le interesa particularmente el lenguaje como sistema sino su relación con el mundo, con el pensamiento y con la cultura. El lenguaje es una creación del hombre para entenderse y comunicarse con sus semejantes, utilizado como medio de expresión de sus intenciones, su pensamiento, sus sentimientos y emociones y representa una manifestación de la cultura. Los filósofos no se detienen en el significado de una palabra u oración sino en el sentido que tiene esa expresión, o sea lo que quiere decir y su verdad o falsedad. Los lenguajes animales se diferencian de los lenguajes humanos porque éstos son convencionales, simbólicos y productivos, y el que utilizan los animales no. Tendría las siguientes características: a) El lenguaje humano es aprendido, no innato. b) El lenguaje humano está articulado, esto quiere decir que las unidades propiamente descriptivas, significativas, los enunciados, las oraciones, proposiciones o frases, están compuestas de otras, las palabras, y estas por fin de sonidos, que por sí mismos carecen de significado lógico. c) El lenguaje humano es creativo y abstracto. Nos permite producir nuevas realidades, puramente mentales, abstractas (ideas, esencias, categorías, clases lógicas...), referirnos a ellas y operar con las mismas. Esta característica hace del lenguaje un poderoso instrumento de conocimiento. Con las palabras podemos referirnos a las cosas en su ausencia. d) El lenguaje humano es histórico. Esto quiere decir que evoluciona (está vivo) de un modo distinto a como evolucionan las cosas naturales. En cierta medida, su desarrollo está condicionado por nuestros actos de voluntad, por los intereses y aspiraciones de una comunidad. Como hemos dicho la función principal del lenguaje es la comunicación y su capacidad de combinar signos para construir, siguiendo unas reglas sintácticas, frases con distinto significado. Esta capacidad hace referencia a distintas funciones: expresiva (o emotiva), representativa (o referencial) y apelativa (o conativa). También se le suman la función poética y metalingüística (posibilidad de hablar sobre sí mismo). PENSAMIENTO Y LENGUAJE Uno de los problemas fundamentales de la filosofía en torno al lenguaje y su relación con el conocimiento consiste en saber si puede haber conocimiento que no tenga una forma lingüística, en definitiva, si puede haber pensamiento sin lenguaje. Encontramos tres posibilidades para contestar esta pregunta: El pensamiento es anterior al lenguaje. Esta posición puede identificarse con posiciones como la del psicólogo suizo Jean Piaget (S. XX) que afirma formas de pensamiento no lingüísticas previas a la adquisición del lenguaje en la evolución de los niños. El pensamiento es un reflejo del lenguaje. Esta posición es la denominada relativismo lingüístico iniciada por Edward Sapir, lingüista americano del S. XX, por la que se establece que existe una cierta relación entre las categorías gramaticales del lenguaje que una persona habla y la forma en que la persona entiende y conceptualiza el mundo. El pensamiento y lenguaje están en relación dialéctica. Según esta posición lenguaje y pensamiento interaccionan y se influyen mutuamente. Desde una perspectiva empirista como la del psicólogo americano B. Frederic Skinner (S. XX) el pensamiento no sería más que el lenguaje subvocal que se adquiere por medio de refuerzos sociales de manera que el sujeto interioriza conductas lingüísticas del entorno. Desde una perspectiva racionalista como la del lingüista americano Noam Chomsky (S. XX) la adquisición de una lengua no es más que la maduración de una capacidad lingüística innata. Todo hablante nace con una gramática interiorizada, con unos principios de organización y regulación subyacentes a todas las lenguas. EL PROBLEMA DE LA VERDAD Una de las cuestiones fundamentales de la filosofía es establecer si es posible o no alcanzar la verdad. En este sentido podemos tomar una posición escéptica (el conocimiento verdadero es imposible) o admitir que existe tal posibilidad. En este segundo caso distintas filosofías han interpretado la verdad de diferentes formas estableciendo distintos criterios para reconocerla. Como vimos en el primer punto las teorías filosóficas acerca del conocimiento podían, en términos generales, ser realistas o idealistas. Pues bien, dichas posiciones dan lugar a diferentes modos de entender y situar los criterios de verdad. El realismo defiende la posibilidad de un conocimiento objetivo. Se puede conocer la realidad como si no mediara en el proceso ningún sujeto y el criterio de verdad se establece en el mundo. El idealismo sin embargo, mantiene que hay una distancia insalvable entre lo que las cosas son y lo que le parecen al sujeto, colocando el criterio de verdad en este último. Además existen otros criterios que no se sitúan ni en el objeto ni en el sujeto sino en el acuerdo entre los individuos. Estos diferentes criterios de verdad hacen que podamos hablar de diferentes teorías acerca de la verdad: Verdad como correspondencia. Esta teoría parte de dos supuestos previos: por un lado, existe una realidad independiente del pensamiento y, por otro, se puede llegar a conocerla. En este sentido, se concibe que la verdad es la adecuación entre el intelecto y la cosa. Así entendida la verdad ha sido defendida por el aristotelismo y por algunos autores del S. XX como el británico Bertrand Russell o el austriaco Ludwig Wittgenstein que mantienen que existe un isomorfismo entre la estructura lógica del lenguaje y la estructura de los hechos del mundo. Verdad como desvelamiento. Estas teorías plantean que la verdad se encuentra en la realidad en general (el ser) y la misión del sujeto es desocultarla, hacerla visible a través del lenguaje. Este tipo de planteamiento aunque estaba inmerso en el mundo griego ha sido mantenido por filósofos como Martin Heidegger, filósofo alemán del S. XX. Verdad como coherencia. Para este tipo de teoría la verdad o falsedad de una afirmación sólo se puede establecer poniéndola en relación con el sistema al que pertenece dicha afirmación. De esta forma, será verdadero aquello que no sea contradictorio dentro de un sistema. La verdad sólo tiene sentido en el marco de una teoría y no en relación con algo fuera de la misma teoría. Estas teorías han sido mantenidas principalmente por autores idealistas como G. Wilhelm Friedrich Hegel (S. XIX) y más actualmente como C. Benjamin. Verdad como consenso. Estas teorías acerca de la verdad la sitúan en el plano de las relaciones entre los sujetos. En este sentido, la verdad es concebida con el producto intersubjetivo de una comunidad de individuos que comparten un discurso. Defensores de esta idea de la verdad encontramos sociólogos como el francés Émile Durkheim (S. XVIII) o filósofos como el alemán Jürgen Habermas (S. XX). Verdad pragmática. La concepción pragmática de la verdad afirma que es verdadero aquello que se muestra eficaz en la práctica. Los autores que mantienen esta visión utilizan como criterio de verdad la utilidad y el éxito. Desde este punto de vista la verdad más fiable es la verdad científica porque es la que más éxitos prácticos ha alcanzado. Destacarían como seguidores de esta concepción los pensadores americanos Charles S. Peirce y John Dewey (S. XX). Verdad como perspectiva. Desde este punto de vista se considera la comprensión y experiencia de la verdad condicionada por las circunstancias y prejuicios de cada persona. En este sentido, existirían múltiples perspectivas de manera que la verdad sería algo así como la suma de todas las perspectivas particulares. Destacan como defensores de esta visión de la verdad el filósofo español Ortega y Gasset (S. XX) y el pensador alemán Hans‐Georg Gadamer (S. XX).