Padre Dean Brackley. SJ 1966-1011

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Lunes 17 de octubre
Padre Dean Brackley. S.J. 1966-1011
Los últimos días de Dean
“Hemos vivido 21 años en El Salvador,
compartiendo con este pueblo martirial
y aportando algo al legado de nuestros
mártires en la UCA”
Dean, jesuita norteamericano, se ofreció como voluntario inmediatamente después de la masacre en la
UCA. Su paso de 21 años por El Salvador fue una especie de enamoramiento creciente de estas tierras y, sobre
todo, de su gente. Se nacionalizó salvadoreño y se integró plenamente en la Provincia Centroamericana de la
Compañía de Jesús. Se multiplicó en servicios en zonas rurales (Jayaque), en zonas marginales urbanas (Las
Palmas) y hacia la población pobre que quería estudiar en la UCA (a través de un programa de becas). Fue
párroco de la capilla de la Universidad tras la muerte del P. Ibisate, profesor de Teología Moral y hombre de
servicio permanente a todo el que se le acercaba
Ahora quiero compartir con ustedes sus últimos momentos. El miércoles 5 de octubre, al advertir una baja
de proteínas que debilitaba la ya muy frágil salud de Dean, lo internamos en el Hospital de la Mujer, en San
Salvador. La idea era tenerlo tres días mejorando sus niveles proteínicos y minerales. En los dos primeros,
tuvo una mejoría notable. Pero al tercer día, cuando pensábamos en traerlo de nuevo a la casa, tuvo una
obstrucción intestinal. Su estancia en el hospital se prolongó hasta el jueves 13, implantándole los doctores
una sonda en el intestino delgado para poder alimentarlo. Desde el día de la obstrucción, su debilitamiento
fue constante y rápido.
En medio de sus sufrimientos en el hospital, nos dijo que los ofrecía para que Dios infundiera solidaridad
con las víctimas de las lluvias que asolaban en esos momentos a Centroamérica y México. También nos confió
que veía en su enfermedad una oportunidad para dar testimonio de su fe en el Señor. Consciente de que el
fin se aproximaba, preguntaba a los doctores cómo iba el proceso. Conservaba buen humor, diciéndonos
que el único trauma hospitalario era el de pasar de calzoncillos a pampers (pañales). Su sonrisa, tanto en este
comentario, como sobre todo para agradecer cualquier momento de cercanía, visitas, etc., era constante. La
palabra gracias fue la más repetida en sus labios para quienes le escuchamos o visitamos.
Ya en la casa, cayó en un semiletargo, sumamente débil y con todos los signos de que su vida se iba
apagando. El sábado, logró comunicarse con sus hermanos en Estados Unidos para despedirse de ellos.
Aunque prácticamente no podía hablar, estaba plenamente consciente de la situación. El domingo, a
eso de las 8:15 de la mañana, comenzó a bajarle la presión arterial. La enfermera llamó a la doctora Miny
Ester Romero, que lo ha atendido como médica de cabecera con mucho cariño y cercanía desde que
volvió de Estados Unidos, a finales de septiembre. Y la doctora nos dijo que estaba entrando en agonía.
Rodolfo Cardenal le dio la unción de los enfermos y posteriormente le estuvo leyendo diversos salmos. Desde
ese momento hasta su final, le acompañamos los miembros de la comunidad de Santa Tecla, así como
Vicente Espinoza y Rafa Sivatte, quienes se unieron poco después. Nos acompañó también, ya al final, Eugenio
Palumbo, un laico muy amigo de él, y Lupita su esposa. Cuando Eugenio le saludó, fue la única vez en todo el
proceso que Dean abrió los ojos y trató de esbozar una sonrisa. El final, muy suave, como quien se duerme en
los brazos del Padre, le llegó a las 11:15 de la mañana.
P. José María Tojeira
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