Programa de Becas Mártires de la UCA

Anuncio
Programa de Becas
Mártires de la UCA
Boletín en memoria de Dean Brackley
“El padre Dean fue, y será para todos los que le
conocimos, un ejemplo de la existencia real de
Jesucristo en nuestras vidas. Un modelo a seguir,
un padre, un amigo, un verdadero pastor”,
David Maradiaga,
becado de Licenciatura en Ciencias Jurídicas.
“El padre Dean nos devolvió nuestros sueños,
y no para seguir soñándolos, sino para hacerlos
realidad, para vivirlos”,
Liliana Rivas,
becada de Licenciatura
en Ciencias de la Computación.
Recordamos a Dean, cada quien con historias
distintas y experiencias diversas, pero todos
reconociendo una verdad suya que se nutrió
del Evangelio y de esa relación personal con
Jesús, alimentada en la oración y en la entrega
a los más necesitados. Le recordamos como el
que tenía meridianamente claro que, desde el
caminar solidariamente con los que transitan
por esta vida con poco, se podía anunciar la
buena nueva que nos trajo Jesús de Nazaret, y
se podía trabajar por transformar aquello que se
vive injustamente.
Su trabajo en Jayaque y en Las Palmas da
testimonio amplio de esto. Lo mismo se puede
decir de su labor en la UCA, donde ayudó
a tantos jóvenes a tener la oportunidad de
seguir estudiando y entusiasmó a muchos
otros para que colaboraran con él y que ese
esfuerzo fuera fructuoso. Lo hizo también en
las aulas y en su dedicación a escribir sobre
espiritualidad y teología desde la fidelidad a
esa realidad salvadoreña que sigue reclamando
palabra iluminadora y transformadora. Lo hizo,
igualmente, con la cercanía a tantos religiosos
y religiosas con su orientación, guía y ánimo
para ir descubriendo cómo a Dios se le va
descubriendo en el diario vivir y sufrir de la
gente sencilla.
Editorial
Te recordamos, Dean
Fragmento de la homilía
pronunciada por el
P. Mauricio Gaborit en la misa de
resurrección del P. Dean Brackley.
Recordamos esas cosas grandes de él, pero también cosas
pequeñas que en su pequeñez dicen grandeza. Por ejemplo,
le recordamos como el que aun en los últimos días de su
enfermedad, al regresar a la comunidad, preguntó por su
hermano jesuita que había estado hospitalizado en los
mismos días que él. Pero ¿qué hacemos cuando recordamos
como comunidad cristiana? ¿Traemos a la memoria
momentos inolvidables, entrañables de Dean, y sobre Dean,
que están grabados indeleblemente en nuestro corazón y
en nuestra mente? ¿Recordamos para que el cálido afecto
que eso genera nos vaya dejando un sentimiento de paz
por una pérdida que experimentamos como profunda?
¿Recordamos para conservar en nuestra mente eso que se
nos escapa, como el agua entre las manos, y poder arañar un
poco de permanencia a ese tiempo fugaz que se nos antoja
hoy particularmente huraño y escurridizo? ¿Queremos con
eso aliviar la tristeza y apaciguar el desasosiego que quizá
nos invade cuando nos damos cuenta de que un hombre
bueno ya no está con nosotros? Sí, quizás, pero mucho más.
Recordamos, es decir, volvemos a traer al corazón: transitamos
todo eso y lo colocamos en lo más profundo nuestro, ahí
donde almacenamos lo más querido, pero lo hacemos como
comunidad cristiana que se reúne por la invitación de Jesús:
“Hagan esto en memoria mía”.
Que su recuerdo nos fortalezca en nuestros desánimos, que
la alegría que siempre le caracterizó nos remoce y que su
ejemplo nos rehaga.
Reseña de su vida
Joseph Dean Brackley nació en
Nueva York el 9 de agosto de 1946 en
el seno de una familia de clase media
obrera. Ingresó a la Compañía de
Jesús el 14 de agosto de 1964, a los 18
años de edad. Desde que comenzó
su ministerio pastoral, se entregó
completamente en generosidad
y amor a los más necesitados.
Una buena parte de su formación
la tuvo en la Provincia de Nueva
York y en California. Después de
trabajar en varios barrios populares
neoyorquinos, solicitó venir a
desempeñarse a Centroamérica
para sustituir a sus hermanos
jesuitas asesinados en el campus
de la UCA.
En 1990, ya en El Salvador,
se convirtió en párroco del
municipio de Jayaque (La
Libertad) y de la comunidad
Las Palmas (San Salvador).
En 1994, preocupado por
las pocas oportunidades
de los jóvenes de esas
comunidades para continuar
sus
estudios
superiores,
decidió iniciar un proyecto que hoy
día es el Programa de Becas Mártires
de la UCA y que apoya a más de
50 estudiantes con limitaciones
económicas para que puedan
obtener un título universitario.
En esta casa de estudios, Dean
Brackley
fue
el
encargado
de la parroquia universitaria
“Jesucristo Liberador”, catedrático
del Departamento de Teología
y escritor. Uno de sus libros es
Espiritualidad para la solidaridad:
nuevas perspectivas ignacianas,
publicado en español por UCA
Editores en 2010.
Bajo el resguardo de sus hermanos
jesuitas y en el corazón de Santa
Tecla, el domingo 16 de octubre
de 2011, el padre Dean falleció,
después de padecer, durante
algunos meses, un cáncer terminal
de páncreas e hígado. En sus
últimos momentos de vida, ofreció
sus sufrimientos a Dios a cambio de
alivio para los damnificados de las
lluvias que en esos días afectaban
al país.
De
complexión
delgada,
Brackley fue un hombre
grande en su fe y amor a
Jesucristo. Se entregaba con
generosidad a las personas
para las que trabajaba, y, de
un modo especial, profesó un
hondo amor por los pobres, a
quienes siempre buscó y trató
de acercarse con humildad
colaboradora.
Entre imágenes
y palabras
“El Señor sí me ha concedido esa gracia que implica abrazar una
nueva perspectiva ante la vida. Estos días, me siento más en paz. Lo
que será, será. Vivo más en el presente y recibo cada día como un
don, pidiendo vivir puesto en manos de Dios, haciendo a un lado los
miedos” (“Reflexiones del P. Dean Brackley, S.J., sobre la vida”, Carta a
las iglesias
iglesias, n.º 618, 2011, p. 6).
“Dios no manda terremotos, ni los dos de este año, ni el terremoto
permanente de la miseria y la exclusión. Sin embargo, el Dios que
resucitó a su Hijo sí puede valerse incluso de estos terremotos
para que el país comience a resucitar” (“Pastoral posterremoto.
Las comunidades luchan y reflexionan”, Carta a las iglesias, n.º
477-478, 2001, p. 15).
“La educación formal tiene que hacer más que llenar cabezas.
Tiene que ayudar a las ánimas, es decir, las personas, en su
búsqueda de la verdad, de la realidad y de una praxis auténtica.
Al hacerlo, debe ayudarles a descubrir su vocación” (“Identidad,
espiritualidad ignaciana y universidad”, para el Seminario Ausjal
sobre Identidad, Espiritualidad y Universidad, 2003, p. 2).
“La juventud de hoy es la primera generación expuesta
universalmente desde la niñez a la televisión y al pluralismo
cultural y religioso, con todos los desafíos que ello implica
para la vida familiar y la formación humana y cristiana. Muchos
jóvenes experimentan períodos de profunda desorientación
personal, crisis de sentido y crisis de identidad. Como la
mayoría carece de una sólida formación en la fe, los desafíos
pastorales son grandes” (“En camino hacia Aparecida, un
aporte centroamericano”, Revista Latinoamericana de Teología,
2006, p. 22).
“Los mártires creyeron no solo que otro mundo es posible;
creyeron que con Jesús ya comenzó y que, con él, es imparable.
Algo de eso lo presenciamos este pasado 16 de noviembre.
‘Esto es histórico’, comentó don Miguel Calles. Lo era por la
condecoración póstuma de los jesuitas asesinados, y lo era
también por los quince jayaquenses que, en nombre de
todo el pueblo salvadoreño, cantaron libertad” (“El pueblo
en Casa Presidencial: colaboradores del padre Nacho cantan
libertad”, Carta a las iglesias, n.º 595, 2009, p. 33).
Testimonios
La semilla que germinó
“Un padre, un amigo,
un verdadero pastor“
David Ernesto Maradiaga, becado
de Licenciatura en Ciencias Jurídicas.
“El padre Dean fue, y será para todos
los que le conocimos, un ejemplo
de la existencia real de Jesucristo en
nuestras vidas. Un modelo a seguir,
un padre, un amigo, un verdadero
pastor.
Lo conocí en Las Palmas, mi
comunidad parroquial, luego de la
muerte del padre Fermín Sáenz, su
predecesor en mi comunidad. Yo
decidí acercarme más a la iglesia y
serví durante 4 años como acólito
junto al padre Dean, tiempo suficiente
para asegurar que él tenía una gran
calidad humana.
Nunca
pasamos
tristezas
ni
aburrimientos, pues el padre
Dean tenía una chispa de alegría
y entusiasmo que nos invadía
profundamente: en él, la tristeza era
gozo, el aburrimiento se convertía
en regocijo. Personalmente, yo
disfruté de su presencia en nuestra
comunidad, y fue gracias a su apoyo
y a otros sacerdotes jesuitas que yo
entré al Programa de Becas Mártires
de la UCA”.
“El padre Dean marcó
mi vida para siempre“
José Ricardo Díaz Guevara, becado
de Ingeniería Eléctrica.
“Recuerdo que en muchas ocasiones
fui en busca del padre Dean al Centro
Monseñor Romero. Nunca me dijo
que regresara más tarde o que estaba
ocupado.
Muchas veces, fui a contarle cómo
me había ido en mis exámenes.
A él no le importaba que fueran
notas altas o bajas, se mostraba
sumamente feliz solo con el hecho de
estar compartiendo aquel momento
conmigo.
La mayor parte de mis visitas eran
para contarle algún problema en
el que me encontraba, ya fuera
familiar, económico, sentimental
o psicológico. En él, tenía a un
amigo que siempre me escuchaba,
un sacerdote con el que me podía
confesar a la hora y en el lugar que
yo quisiera, un papá que me daba
consejos para seguir adelante.
Siempre, después de hablar con él, mi
punto de vista hacia los problemas
era otro; aquella gran montaña que
tapaba el sol se convertía solo en
una grada que debía subir. Por eso,
el padre Dean marcó mi vida para
siempre”.
Testimonios
Testimonios
de becados
Una ofrenda de Dios
Nilcer Griselda Melgar, becada de
Licenciatura en Comunicación Social.
“El cielo recibió un ángel el 16 de
octubre. La ofrenda de Dios a El
Salvador fue la llegada del padre
Dean Brackley a nuestras vidas.
Él agradeció vivir en El Salvador.
Nosotros agradecemos que haya
compartido su vida aquí en nuestra
tierra. Él fue las manos que dan
una oportunidad de realización.
Su humildad de entrega hacia los
más desprotegidos y necesitados
es su mayor cualidad. Sus deseos
eran que todos pudiéramos tener
oportunidades de superación.
Ante su partida, he querido llorar,
pero la valentía con la que él enfrentó
la muerte me hace pensar que no
debemos llorar, sino agradecer la
oportunidad de haberlo conocido.
Comparto mi gratitud con Dios y con
el padre Dean por siempre”.
“Un mundo diferente”
Liliana Rivas, becada de Licenciatura
en Ciencias de la Computación.
“El padre Dean nos devolvió nuestros
sueños, y no para seguir soñándolos,
sino para hacerlos realidad, para
vivirlos. Hace más de tres años,
para mí era inalcanzable estar en la
universidad y continuar estudiando.
Fue gracias a su empeño que hoy
muchos jóvenes hacemos lo que un
día vimos tan lejos. Pero no puedo
escribir solamente de lo material y
lo económico; también prevalecía
una paz que transmitía cada vez que
estábamos cerca de él, y no puedo
dejar de un lado su inmenso amor
y cariño reflejado en una sonrisa
incomparable.
Estar con el padre Dean era estar en
un mundo diferente en el cual solo era
posible amar, servir, sonreír, tener paz.
Eran necesarios solo unos minutos
para llegar a una misma conclusión
sobre él: era un hombre entregado
por los pobres, sus hermanos; un
hombre humilde y sencillo, pero
capaz de mover montañas y llegar
más lejos que otros; capaz de hacer
cosas grandes no porque sean de
un enorme tamaño o porque todo
el mundo las conoce, sino por el
significado que esas cosas han tenido
en la vida de todos sus becarios
salvadoreños”.
Universidad Centroamericana
“José Simeón Cañas”
Programa de Becas
Mártires de la UCA
El Programa de Becas Mártires de la UCA es posible
gracias al apoyo de cientos de personas. Cada
donativo que se recibe es destinado a proveer
educación, manutención y materiales educativos
a más de 50 muchachos que realizan sus estudios
superiores en la UCA. Si desea colaborar con
el Programa y ser parte del legado de nuestro
querido padre Dean, puede comunicarse por los
siguientes medios:
Correo electrónico:
[email protected]
[email protected]
Sitio web:
www.uca.edu.sv/becas-martires
Teléfono:
(503) 2210-6638, con Rocío Fuentes
Producción:
Dirección de Comunicaciones y Publicaciones, UCA.
Descargar