La muerte en Venecia. Belleza que arrastra a la destrucción. Rosalía Grecco Ramírez Aunque muy breve, La muerte en Venecia escrita por Thomas Mann en 1912, plantea algo más que la historia de un hombre que en el ocaso de su vida conoce el verdadero amor.Esta novela es angustiante, ya que de alguna manera deja la sensación de que existe algo común entre el protagonista y nosotros los lectores: un demonio que todos llevamos dentro y que amenaza con salir y destruirnos en el momento en que nos dejamos llevar por el instinto que desata la pasión al contemplar lo que nos parece bello y que deseamos poseer. La muerte en Venecia es la historia de Gustav van Ashenbach, un afamado escritor de cincuenta años que decide ir a Venecia a descansar, pero más allá de la anécdota, en esta novela se plantea el concepto de belleza como una fuerza que arrastra a un hombre a su destrucción. Un hombre disciplinado, un escritor que se hizo famoso con sus libros, exento de la vanidad que le produciría el hecho de ser aclamado. Vive en austeridad, es un solitario que en realidad no tiene vida social, lo que hará más fácil que se vuelva presa de sus pasiones, sin pensar en los convencionalismos, ni en la disciplina o contención de los instintos “la soledad hace madurar lo original, lo audaz e inquietamente bello, el poema. Pero también engendra lo erróneo, lo desproporcionado, absurdo e ilícito” (Mann, 2008, p. 50). Lo anterior muestra dos polos, por un lado, el espíritu creativo, por otro, el hombre solitario que sucumbe un día a la tentación de la belleza, que al protagonista como a muchos de nosotros, nos hace desvanecer y temblar de amor en cuanto creemos que somos capaces de poseerla. Hasta este momento, no he mencionado que la historia en un principio parece lenta, llena de descripciones que no sorprenden, pues esta novela de alguna manera es heredera de la tradición realista de fines del siglo XIX, sin embargo, encontramos hechos que nos atrapan: personajes que aparecen y que no vuelven a aparecer, tal es el caso del hombre del cementerio, o del petimetre que cuando nos vamos adentrando en la historia, nos damos cuenta de que son premoniciones del protagonista, tal vez se trata de momentos epifánicos que permiten conocer al final los temores de Aschenbach. En realidad, el protagonista de esta historia es un ser humano con defectos y debilidades, que al subir a una góndola que lo conducirá al hotel Lido, no sabe que lo que hace es subir a la Barca de Caronte, que lo llevará finalmente al Hades en donde sufrirá una transformación que será a su destrucción, pues tendrá un encuentro con la belleza personificada por Tadzio, una belleza que no será capaz de resistir. Asegurar que la belleza de Tadzio enciende la llama del amor en Aschenbach, en realidad es una aseveración que se queda corta, lo que sucede en realidad, es algo indescriptible, profundo, que arrastra al escritor a su caída. Es un cambio que modifica la visión del mundo del protagonista, su cultura y hasta su inclinación sexual. De repente, el entendimiento cede a los deseos, a las pasiones y surge con una fuerza avasalladora el ser salvaje que, aunque no queramos, todos llevamos dentro. “Así, víctima de su extravío, no sabía, ni quería otra cosa que perseguir al objeto de su pasión” (p. 94). Es así que vemos cómo Aschenbach se deja llevar por la pasión que le produce la contemplación de la belleza de Tadzio. Cuando el escritor se da cuenta de la atracción fatal, intenta huir de Venecia, lo que hubiera significado salvarse, no sólo de la peste que azota la ciudad, sino de su degradación y luego de su muerte, no obstante, se queda sólo para darse cuenta de algo que ya había percibido, pero que no había sido capaz de aceptar: “…sintió el entusiasmo que latía en sus venas, la alegría y el dolor que colmaba su alma, y comprendió que si la partida le había resultado tan penosa, era debido a Tadzio” (p.71). ¡Quién iba a decir que el solitario escritor, ordenado y disciplinado, que había salido poco antes de vacaciones, despertaría tardíamente al amor, y se volvería, de pronto, un ser que trataría de esconder su vejez detrás de un ridículo maquillaje y el pelo pintado, un petimetre!. Cosas que tiene la vida del que ama en silencio, del que calla avergonzado, del que piensa que, tal vez, modificando la apariencia física será capaz de confesar su amor, sus más recónditos deseos. Así es el martirio del que calla devorado por el fuego de la pasión, víctima de sus deseos, de sus instintos. Quiero concluir afirmando que la belleza de Tadzio es la fuerza avasalladora que conduce a Gustav von Aschebach a reconocerse y a descubrir que la esencia del ser humano no está constituida solamente por ideas, convencionalismos y reglas, sino por carne que reclama, que doblega y que exige que la vida sea algo más que virtud y disciplina. Referencias: Mann, Thomas. (2008). La muerte en Venecia. España: Edhasa. Referencias electrónicas Disponible en: http://www.es.wikipedia.org/wiki/Thomas_Mann