Alumno principiante vs. profesor cuchilla

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La hipotética compra de votos
Alumno principiante vs.
profesor cuchilla
En el momento del debate, Samuel Moreno efectivamente no
entendió que hacer pública su voluntad de comprar unos pocos
votos, si de salvar la ciudad se trataba, tendría consecuencias
adversas para su credibilidad personal y para el nivel general
de probidad del proceso político.
cultura
A
Mauricio Pérez
Decano
Facultad de Economía
[email protected]
finales de octubre de 2007, pocos días antes de la elección del
nuevo alcalde mayor de Bogotá, se llevó a cabo uno de los muchos debates de la campaña, organizado por Caracol Televisión.
El formato incluía preguntas hechas a los candidatos por un panel de
académicos, entre los que se encontraban el profesor de la Universidad
Externado de Colombia, Jorge Iván González, y el exalcalde y profesor de
la Universidad Nacional, Antanas Mockus.
Cuando el debate estaba a punto de concluir, el moderador le dio la
palabra a Mockus para que formulara una pregunta al candidato de su elección. Se dirigió a Samuel Moreno Rojas, del Polo Democrático, y le dijo:
«Si usted, comprando 50 votos, puede salvar a la ciudad de caer en
manos de alguien capaz de comprar 50.000 votos, ¿lo haría?»
La respuesta de Moreno fue inmediata: «Sí, lo haría. No lo dudo».
Según Jorge Iván González, que estaba sentado al lado de Mockus,
la reacción inicial de la audiencia fue de incredulidad. Hubo un momento
de silencio mientras se esperaba una aclaración o rectificación del candidato Moreno Rojas, pero éste no dijo nada más. Finalizada la sesión,
Moreno se habría acercado a Mockus. Al sentir la incomodidad general,
trató de excusarse: «Por lo menos fui sincero», dijo. En declaraciones posteriores, Samuel Moreno adujo que no había entendido la pregunta.
El tema de la hipotética compra de votos se volvió un argumento
electoral que usaron tanto Enrique Peñalosa como Álvaro Uribe, en el cie-
r e v i s t a d e l a u n i v e r s i d a d e x t e r n a d o d e c o l o m b i a ·f a c u l t a d d e f i n a n z a s , g o b i e r n o y r e l a c i o n e s i n t e r n a c i o n a l e s
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Jaime se encuentra en la plaza mayor de una pequeña localidad suramericana. Puestos contra un muro
hay una veintena de indios, la mayoría aterrados,
unos pocos desafiantes, y frente a ellos están varios
hombres de uniforme, armados. Un hombre corpulento, Pedro, vestido con una sudada camisa caqui,
resulta ser el capitán al mando del pelotón y, después de un amplio interrogatorio a Jaime, que establece que éste se encuentra allí por accidente mientras acompaña a una expedición botánica, explica
que los indios son un grupo de habitantes elegidos al
azar que, a consecuencia de unos recientes actos de
protesta contra el gobierno, van a ser fusilados para
recordar a otros posibles descontentos las ventajas
de no protestar. Sin embargo, puesto que Jaime es
un visitante honorable de otro país, el capitán tiene
la satisfacción de ofrecerle, como un privilegio de
invitado, el matar Jaime mismo uno de los indios. Si
acepta, entonces, como nota especial de la ocasión,
los otros indios serán puestos en libertad. Naturalmente, si rehúsa, no hay ocasión especial, y Pedro
hará lo que iba a hacer cuando Jaime llegó, y los matará a todos. Jaime, en un desesperado recuerdo de
sus imaginaciones escolares, se pregunta si en caso
de que tuviera un revólver podría matar al capitán,
Pedro, y a sus hombres, pero es bastante claro que
nada de eso puede hacerse: cualquier intento de
este tipo significaría la muerte para todos los indios
y para él mismo. Los hombres condenados, y los vecinos del pueblo, conocen la situación y le suplican
obviamente que acepte. ¿Qué debería hacer? 1.
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La verdad es más compleja. A mediados de octubre, Mockus había coordinado, con el filósofo noruego Jon Elster, un seminario académico
internacional en la Universidad Nacional cuyo tema fue «Ciudadanía y
convivencia: ley, moral y cultura». Mockus tenía fresca una amplia discusión sobre la teoría ética de la política, por lo que su pregunta no fue
capciosa. Expresa un dilema filosófico: el enfrentamiento entre posiciones consecuencialistas y deontológicas (es decir, basadas en reglas), que
es tan viejo como La República, de Platón.
Este ejercicio hipotético de uno de los grandes filósofos morales
del siglo XX, Bernard Williams, sirve para ilustrar el punto álgido:
internacional
Dilema filosófico
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rre de la campaña. Aparentemente, no caló. Samuel Moreno triunfó en los
comicios con una abrumadora mayoría. Y sus partidarios descalificaron la
pregunta de Mockus como una celada «cascarera».
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No debe sorprender, entonces, que a la «sinceridad» de Moreno
la siguiera una retractación basada en «que no entendí la pregunta». En
uno y otro casos, él obró como consecuencialista. En el momento del
debate, Samuel Moreno efectivamente no entendió que hacer pública su
voluntad de comprar unos pocos votos, si de salvar la ciudad se trataba,
tendría consecuencias adversas para su credibilidad personal y para el
nivel general de probidad del proceso político. Cuando se dio cuenta de
ello, confesó, de nuevo con «sinceridad», que lo que no había comprendido eran los alcances de la pregunta de Mockus.
Notas
1. Bernard Williams, «Una crítica del utilitarismo», en Utilitarismo pro y contra, Madrid, 1981, Tecnos,
pp. 108 y 109.
2. A juicio de Jorge Iván González, el uso de la expresión «salvar a la ciudad» en la pregunta fue algo
tendencioso.
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