ÁMBITO JURÍDICO La cultura de la legalidad y su relación con las políticas públicas (I) “… ¿podemos vivir en una sociedad política donde los ciudadanos tengan altos niveles de respeto por la ley, para que se genere cooperación social, eficiencia económica e igualdad distributiva?” El candidato Antanas Mockus ha puesto sobre el tapete, y en buena hora, una discusión sobre la cultura de la legalidad en Colombia. Su propuesta consiste en utilizar las herramientas a disposición del Estado, para aumentar el nivel de cumplimiento autónomo y voluntario de las obligaciones que el derecho (o como las denomina él, “las reglas”) les impone a los ciudadanos. El diagnóstico de Mockus resuena bien con una difundida percepción que tenemos los colombianos y que nos topamos en interacciones cotidianas: comparados con los habitantes de otros países, los colombianos “nos saltamos” las reglas con mayor frecuencia y con mayor impunidad. En un ejemplo que utiliza con frecuencia para resumir la anomia social de los colombianos, Mockus habla de todos aquellos que se “saltan la fila”. Las reglas de tráfico también ofrecen múltiples ejemplos de todos aquellos “vivos” que incumplen las normas para obtener ventajas individuales que disfrutan en detrimento del resto de los “bobos”, que se quedan parados en frente del semáforo en rojo. En Colombia, hablamos del “vivo”; en Brasil, en un clásico estudio de Boaventura de Sousa Santos, se habla del jeitinho. “Dar um jeitinho” significa algo así cuando uno mira con cierta carita al policía de tráfico que le va a poner un parte y le dice: “Deme una manito, ¿sí?”. Es la confianza individual de que se podrá evitar la sanción de la ley, cuando uno “se ha saltado la cola” para obtener ciertas ventajas personales. Esa confianza de que uno no debe ser castigado tiene diversas fuentes. La primera y más común es una cierta asimetría de juicio: cuando uno está en la cola y ve a otro colarse, este gesto produce rabia y desconcierto. “Vea a este, ¡es el colmo!” Y usted enfurecido va y se lo dice. El “vivo” se va a voltear, le va a picar el ojo y le va a decir, por ejemplo, que tiene que salir corriendo del banco, porque, en su propia cabeza, tiene un buen motivo que justifica sobradamente su acción. La asimetría consiste en lo siguiente: siempre es mucho más fácil detectar las violaciones de las reglas que cometen los otros; las pías quedan enredadas en las justificaciones contextuales que la particular angustia del momento sea capaz de proveer: “Voy muy tarde”, “la multa es muy alta”, “el policía sólo se fijó en mí, cuando los otros iban más rápido”; “pero el semáforo sólo estaba en amarillo”; “pero nadie venía por la vía” y así un largo etcétera. El incumplimiento de las reglas es un mal social. Volvamos al ejemplo intuitivo de las colas: todos los que se “colan” generan confusión e ineficiencia. En primer lugar, demoran a los otros que están en la fila; en segundo lugar, cuando los otros se dan cuenta de que hacer la cola no vale la pena porque hay demasiados “vivos”, se rompe el mecanismo básico de cooperación social y cada quien tiene que defenderse como pueda. El sistema se vuelve ineficiente y se genera conflicto social. LEGIS 1 ÁMBITO JURÍDICO A partir de estos ejemplos intuitivos, Mockus avanza en su diagnóstico: el cumplimiento de todas las reglas se parece, en términos generales, a estos casos básicos. Este avance del argumento opera con mayor facilidad en aquel tipo de normas que en teoría del Derecho se han denominado, también metafóricamente, “reglas claras” o “límites bien marcados”. Así, puede decirse que en Colombia hay evasión tributaria frente a reglas claras que así lo ordenan. La expansión de los ejemplos, sin embargo, se vuelve más compleja en otros casos: en estos, cuando se responde que se hará lo que digan las reglas, la respuesta parece ser, en realidad, una evasión. Ello ocurre en los múltiples casos en que el derecho no ofrece “límites bien marcados”. Allí la gente no está aguardando en ordenada cola la aplicación de las reglas. En estos casos, que son muchos, la metáfora de la cola o del tráfico simplemente no funciona. Ello ocurre cuando las normas son ambiguas, indeterminadas, contradictorias o incompletas. ¿Puede Juan Manuel Santos ser juzgado en Ecuador? ¿Extraditaría usted al presidente Uribe? Responder aquí que se hará lo que ordene el derecho internacional o la Constitución no constituye un mayor alivio. Aquí no se sabe muy bien cuáles son las reglas que constituyen la cola. Para Mockus, la solución general a este problema proviene, en términos generales, de estudios de sicología social y de acción colectiva. La gente sólo tiene alto respeto por las reglas, cuando en su conciencia individual hay una sincronía de motivos e incentivos que empujan potentemente a respetar la cola: se trata de una confluencia de motivos morales, éticos y legales que, de forma conjunta, estructuran a los ciudadanos que evitan la viveza porque les parece ilegal, inmoral y antiética. La gente que cumple la ley por miedo a las sanciones legales se porta, en realidad, como un “hombre malo” (según el juez Holmes), si pensara que no es posible ser capturado, violaría el derecho en beneficio propio. Bajo este modelo, los motivos de respeto al derecho dependen estrictamente de la probabilidad de ser capturado. Esta estrategia, obviamente, no opera en Estados débiles. La aprehensión frente a la sanción, pues, debe ser apuntalada en otros mecanismos sociales más difusos que nos ayudan como ciudadanos a no caer en la tentación de violar las normas. Uno de ellos es la conciencia ética individual, la capacidad de reproducir en la propia cabeza las razones por las cuales debemos respetar las normas, así nadie nos vaya a capturar. Este mecanismo ético existe, pero requiere de altos niveles de educación moral y capacidad de representación de los derechos de los otros. Finalmente, el respeto a las normas está basado en el reproche social que viene de la moralidad social: en la pena y en la vergüenza que frente a los otros produce saltarse la cola. Por eso Mockus nos ha propuesto que seamos capaces de expresar nuestra vergüenza frente al “vivo”, con expresiones civiles y no violentas de descontento (como las tarjetas con el pulgar hacia abajo), que refuerzan en el incumplido su aprensión frente a la sanción legal, de un lado, y los motivos éticos del actuar, del otro. Esta es la propuesta de Mockus: ¿podemos vivir en una sociedad política donde los ciudadanos tengan altos niveles de respeto por la ley, para que se genere cooperación social, eficiencia económi-ca e igualdad distributiva? La idea es genuinamente interesante y creo que es una bocanada de aire fresco en la discusión social en Colombia. Hay varios puntos donde la propuesta tiene potenciales debilidades desde el punto de vista de la LEGIS 2 ÁMBITO JURÍDICO teoría jurídica. A estos dedicaré la próxima columna. Invito a los lectores a que me envíen sus opiniones sobre las fortalezas y debilidades de una alternativa política basada en la cultura de la legalidad. LEGIS 3