PARA DIALOGAR Reconocer y agradecer Reconocer y agradecer son dos verbos que, al ser conjugados y usados en nuestro día a día, tienen un efecto refrescante. Sirven para recordarnos todo lo que hemos conseguido hasta este momento, que nunca es poco. En algunos momentos estamos tan sumergidos en esa lucha cotidiana que nos olvidamos del ‘gran yo’ al que debemos aspirar. En otras ocasiones, tras mucho esfuerzo, acabamos conformándonos con una agradable comodidad transitoria y dejamos de lado los objetivos y determinaciones que nos llevaron allí donde estamos. La inercia nos puede hacer olvidar hasta el gran juramento de lograr el kosen-rufu para la felicidad nuestra y la de los demás. Esa vida cómoda nos adormece y nos arriesgamos a vivir la vida en vano. Olvidar nos lleva a no agradecer lo obtenido así como a no saber reconocer como aquellos problemas que nos han ayudado a transformarnos y a crecer. La diferencia está entre quedarnos en una actitud pesimista que abre la puerta a la queja y a la negatividad, y afrontar con determinación y esperanza los embates de la vida. Como Bodhisattvas de la Tierra podemos llevar la alegría y la felicidad a quienes nos rodean y orar para que brote la justicia en unión con todas esas personas que tenemos en nuestras vidas. Los seres humanos, por naturaleza, ignoran lo que les depara el futuro. A quienes lo comprenden cabalmente se los llama sabios o venerables. Esta existencia es como un sueño; nadie puede saber con certeza si mañana seguirá con vida. Jamás deshonre el Sutra del loto, ni aun siendo el más desgraciado de los mendigos. Evite las lamentaciones, ya que estas en ningún caso cambiarán las cosas. Tal como ha escrito en su carta, hable y obre sin el menor servilismo; una actitud lisonjera sólo perjudicará su situación. Del bien [menor] surgen hechos de relativa importancia; pero cuando se trata de asuntos en verdad trascendentales, los grandes desastres sin falta se convierten en inmensa fortuna.1 “ Todo tiene un profundo significado, si lo vemos desde la perspectiva de la fe y del budismo. No hay ninguna necesidad de que vivamos fluctuando entre la exaltación y la desesperanza ante cada cambio en el giro de los acontecimientos. Ninguna tormenta causa estragos en forma interminable. Del mismo modo, no hay adversidad que dure por siempre. En la vida hay días despejados y días de lluvia. Si vivimos a merced del medio ambiente, regocijándonos en un momento y desesperándonos después con cada circunstancia cambiante, no podremos lograr una verdadera revolución en nuestro estado de vida. Lo importante es creer siempre en la Ley Mística y entrar en la potente órbita de la fe, la práctica y el estudio. Entrar en esta órbita –la de la revolución humana y la transformación del karma– es la forma de construir una vida de buena fortuna y de felicidad, que perdure toda la eternidad. Por mucho que suceda, siempre contaremos con la protección infalible del Gohonzon.2 1) Los escritos de Nichiren Daishonin, Tokio: Soka Gakkai, 2008, pág. 865 (“Una exhortación a no mezquinar los feudos”). 2) De la serie Aprendamos del Gosho: la rebosante esperanza en los escritos de Nichiren Daishonin, SGI Newsletter, n.º 6537. ” 15