Capítulo 2 - ESTEBAN GUMUCIO

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¿En quién fijar la mirada?
¿En quién fijar la mirada?
Fijos los ojos en Jesús
A Jesucristo no lo poseemos, lo buscamos con la seguridad de encontrarlo, de poder palparlo a través de la oscuridad de la Fe. Su Evangelio nos da las tres pistas convergentes
para buscarlo y encontrarlo toda la vida: la primera pista es
la contemplación en la Fe; la segunda es la vida en Iglesia; la
tercera es el servicio al mundo. Ninguna de las tres sendas es
válida sin la otra. Lo difícil es ser fiel a todas teniendo fijos los
ojos en Jesús que es meta y camino (Hebreos 12, 2).
El lugar donde ocurre la conversión es el desierto, un lugar de soledad. Es allí donde nace o se renace el hombre nuevo.
Precisamente porque nuestro ambiente secularizado nos ofrece
tan pocas disciplinas espirituales, necesitamos desarrollar en
nuestra vida estos tiempos de desierto donde podamos retirarnos a escuchar al Señor y enfrentar, los ojos puestos en él, nuestras propias limitaciones, nuestras incoherencias y nuestra poquedad; no en espíritu de lamentación y de amargados, sino en
espíritu de Buena Noticia. Una experiencia de conversión nos
llama a entrar más plenamente en nuestra propia humanidad
con todas sus ambigüedades. Las experiencias de fracasos, de
envejecimiento y frustración, de sueños no realizados, de ideales
que se han añejado, etc., pueden conducirnos a una real experiencia de conversión, de una conversión que todos necesitamos
como don gratuito de Dios.
Pero además, es muy necesario vivir el compromiso
con la realidad. No sería verdadera una fe que se quedara en el
fanal. Cierto. Pero no basta la lucha y el compromiso. La Vida
espiritual es un regalo de Dios. Tiene sus reglas propias. No le
podemos inventar otras. El don de la fe viene por la Palabra.
La Palabra es diálogo. Está Él y estás tú. No se puede dar
11
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes
la fe sin este diálogo con el Señor y con el prójimo amado
y mirado en el Señor. Sin este diálogo en profundidad no
podemos tener limpieza de ojos para ver la realidad con la
mirada y los criterios de Jesucristo. El compromiso supone ese
alimento de la fe; no lo suple: es parte integrante del diálogo;
pero no lo es todo; pues el hombre no es sólo acción y lucha.
Los cristianos tenemos que hacer lo mismo que un hombre
generoso no – creyente; pero lo hacemos con otra mirada.
Esta mirada, pienso, me crea una actitud interior que podría describir como una conciencia, vivida en forma habitual, de
que lo único que verdaderamente es inconmovible es Jesucristo,
y que lo que siempre y en todo se me pide de parte de Dios, es
hacerle confianza allí, hoy, en las condiciones reales, con la gente de carne y hueso de mi caminar diario. Desde esa mirada me
nace una inclinación a descubrir lo bello que lleva más o menos
escondido cada persona: el anhelo de vivir, la humildad de tantos pobres, la ternura de la vida de estas pequeñas hormigas que
nos vamos dando encontrones; y en medio de lo cotidiano, de
las miserias y pecados, esa perla fina que es el don de la fe, que le
da consistencia y hondura a la gente sencilla que acoge a Dios.
Jesús escucha y entra en la experiencia de su discípulo
o interlocutor, asume lealmente su problemática; invita a hacer
una experiencia nueva, es decir, a reorientar su mirada y mirar
con los criterios suyos y, por lo tanto, ver todo desde un nuevo
ángulo de visión.
Ser apóstol es, primero, mirar a Jesús… De esa mirada
renovada, siempre nueva como la vida de cada día, brotan la
apertura, la disponibilidad, la generosidad de la entrega. Sin este
diálogo en profundidad no podemos tener limpieza de ojos para
ver la realidad con la mirada y los criterios de Jesucristo.
12
¿En quién fijar la mirada?
Predicar a Jesús
«¡Ay de mí si no evangelizo!»1
Para esto nos ha enviado el mismo Cristo. Evangelizar
es mucho más que una tarea de comunicación de verdades.
Compromete a toda la persona. Para evangelizar, primero
hay que «estar con Él».2
Hay que tomarle el peso a esta primera dimensión:
«estar con». Se trata de un proceso continuo de pertenencia
a partir de un amor que apremia.
No se puede «estar con Jesús» con sólo una actitud
voluntarista. Es un proceso que sobrepasa la posibilidad meramente humana; porque «estar con» una persona es la disposición a ajustar todas las manifestaciones de la vida a los
criterios de esa persona; es acompañar a esa persona en las
buenas y en las malas; es desocuparse de sí y de sus valimientos para poner su base de sustentación en ese «otro»... Y es
un «Otro» a quien no vemos; pero en quien creemos, por un
regalo suyo, por una actividad interna del Espíritu dado por
el Padre y por Jesús.
Este amor que en forma maravillosa ha movilizado
nuestra vida, tiene por fuente al mismo que nos llama y nos
envía: ésta es también nuestra bienaventurada confianza.
Una segunda dimensión es: predicar su nombre. Jesucristo es el Mesías, el Hijo de Dios vivo...
1
2
1 Corintios 9, 16.
Marcos 3, 14.
13
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes
Predicar su nombre va más allá de una buena comunicación de ideas. Es dar a conocer a una persona. El nombre
de Jesús, la persona actuante de Jesús, el que nos ha revelado
al Dios invisible: «Felipe, el que me ve a mí, ve al Padre...»3
Predicar a Jesús es tratar de ser instrumento de transmisión de una experiencia de Dios. Somos esta frágil realidad, tan frágil como el viento que transporta la palabra,
como un hálito inteligente... Pero al mismo tiempo tan sólida, que es capaz de hacerse embajadora del Dios Vivo, del
Dios que engendra la Fe, que anima a hacer la verdad, que
pone al hombre gratuitamente en el único «camino»...4
Predicar es solidarizar por gracia con Jesús, el «primogénito de toda creatura»,5 dejarnos invitar por Él a esta
nueva creación. Porque Él no es Maestro sólo de doctrinas.
Él es Maestro y Redentor de los hombres... El que nació,
murió y resucitó por nosotros.
Jesús nos conoce y nos ama. Él es el centro de la historia, empezando por esta pequeña historia que es la mía
personal. Él es el compañero y amigo de mi vida. Él es hombre de dolor y de esperanza. Ha estado conmigo, también en
los malos momentos en que yo lo he desconocido; ha estado
conmigo en los días difíciles de nuestro ministerio, afirmando la Fe, engendrando nuestra perseverancia. Porque nos
ama. Porque nos ha elegido. Él vendrá de nuevo a nuestras
historias como juez. Él será, como esperamos, nuestra plenitud de vida y nuestra felicidad.
3
4
5
Juan 14, 9.
Juan 14, 6.
Colosenses 1, 15.
14
¿En quién fijar la mirada?
Casi sin darnos cuenta, estamos ya en el umbral del
encuentro. ¡Qué admirable confianza podemos tener en
nuestro Juez! Es un juez que ha decidido ser parcial con los
suyos. Esa parcialidad se llama misericordia; y nosotros la
hemos experimentado y la hemos predicado: está en el meollo de su Evangelio.
Él ha querido ser luz de aquellos que ha de juzgar. Él
ha querido ser el pan del camino y la fuente de agua viva.
Ya lo hemos probado: sabemos que es capaz de satisfacer
nuestra hambre y nuestra sed. Nuestro corazón se ha movido toda la vida aguijoneado por esta hambre y esta sed.
Podríamos decir que nuestro retrato es el de unos hombres
hambrientos y sedientos. En la misma medida que avanzamos por el camino, se acrecienta nuestra hambre de verdad,
de justicia, de paz, de amor dado y recibido. ¡Cómo nos ha
hecho sentar a la orilla de su pozo, tantas y tantas veces! ¡Y
cómo también no reconocer que Él mismo se ha encargado
de permitir el paso por el desierto!... «adonde quiera que te
envíe, irás»6 …; o al revés, la entrada en fértiles valles...
Más que hacer nosotros el plan y el proyecto, Él nos
ha ido marcando el destino en cada momento. En las circunstancias mismas en que hemos tomado decisiones, o las
hemos aceptado de manos de otros, nos parecía que éramos
nosotros los principales protagonistas de nuestra propia vida.
Sin embargo, a través de los años, esos acontecimientos y
esas decisiones, no siempre muy planificadas, van cobrando
un sentido que ni siquiera sospechábamos. Va apareciendo
una intención de Dios, de la cual cada uno de nosotros es el
resultado y el actor a la vez.
6
Jeremías 1, 7.
15
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes
Demos gracias al Señor, por eso tan importante, por
eso de encontrar un sentido amoroso a nuestra existencia,
en donde hay alegría y dolor; dolor también, porque bajo el
peso del cansancio y del calor del camino, hemos puesto a
prueba la paciencia de Dios por «torpeza de corazón, dureza
de oídos y ceguera de ojos»... 7
Realmente, nuestra misma experiencia de pecado, nos
permite predicar al Dios que es «misericordioso y clemente,
tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad».8
Predicar a Jesús es, también, tomar viva conciencia
de que Él, como nosotros, y más que nosotros, fue pobre y
humillado, sujeto al trabajo, oprimido, paciente. Es un elemento integral de la evangelización. Él es un Pastor y guía
que se hace hermano nuestro. Y la forma de hermanarse con
nosotros fue la de hacerse pequeño, servidor, humilde. Y
¡cómo predicar a un Cristo pobre y humilde desde actitudes
demasiado altas, o demasiado seguras, como las que solemos
presentar nosotros los presbíteros!
El mundo siempre tratará de neutralizar el Evangelio. La forma más diabólica de hacerlo es inflar a los presbíteros con privilegios y rangos, con solemnidades hechas
para ensalzar a los hombres y no a Dios. Y cuántas complicidades hay en nuestro corazón. ¡Si sus mismos discípulos
fueron tentados por el poder... «uno a tu derecha, otro a tu
izquierda»…!9
7
8
9
Referencia a Isaías 6, 9 / Hechos 28, 27.
Éxodo 34, 6 / Salmo 86, 15.
Marcos 10, 37.
16
¿En quién fijar la mirada?
Si predicamos a Cristo, no podemos insinuar su Reino
sino pasando por los pobres, que son los bienaventurados.
Aquí necesitamos siempre una nueva conversión; pues esta
bienaventuranza de los pobres no puede quedar encerrada
en puras fórmulas o estilos aparentes. Exige un proceso del
corazón.
Predicar a Jesús es anunciar la paz como principio de
la convivencia. Ser hombres de Dios es ser hombres de la
verdadera paz. Y la verdadera paz estará siempre amenazada:
amenazada no sólo entre los pueblos y las facciones, sino
amenazada en nosotros mismos. Muy a menudo vivimos
compulsivamente en la agitación, y la confundimos con la
auténtica actividad apostólica. La paz nos exige ser hombres
de oración, hombres que saben discernir sus posibilidades,
reservándole al Señor lo mejor de sus días. La oración nos
permite centrarnos en Jesucristo y aceptar alegremente nuestras limitaciones, de tiempo, de espacio, de capacidades.
Predicar a Jesús conlleva prioridades que están en el
mismo mensaje. Los pobres, los pequeños, los limpios de
corazón, los que lloran, los que tienen sed de justicia, los
pecadores...10
10 Referencia a Mateo 5, 3-10.
17
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes
La relación de Jesús con sus discípulos
No hay experiencia de Dios, sin alguna manifestación de Cristo a la persona llamada a la fe. Cristo entra en
relación personal. Es experiencia de Dios que se hace con
dos condiciones simultáneas: la oscuridad, puesto que si no
existiera no habría fe; y la claridad, una luz, una manifestación, puesto que si no existiera no habría «experiencia».
¿Cómo se manifiesta Jesús? Veamos el capítulo 21 del
Evangelio de San Juan. Ya amanecía. No se ve bien, ni mal.
Jesús estaba de pie en la playa. Los discípulos no lo reconocían, no sabían que era Él. Jesús se presenta a distancia, en
forma enigmática. En las otras manifestaciones del Resucitado se da lo mismo: María se encuentra con un jardinero;11
en cuanto a los discípulos de Emaús, sus ojos estaban impedidos de verlo, de reconocerlo.12
No es fácil reconocerlo resucitado. La experiencia
de los discípulos era diferente. Era fácil reconocerlo como
Maestro... Ahora hay un largo camino que recorrer. Se necesita paciencia. Es un ingrediente de la fe. La gente deja de
creer no por tal o cual argumento, sino porque se cansa de
buscar. Pero el Señor quiere que crezcamos en la búsqueda.
Y entramos en la pista cuando «buscamos su voluntad», en la paciencia, en la lucha en situaciones difíciles.
Nosotros somos «obreros de la viña», somos «pescadores». Jesús interviene con los discípulos con gran delica11 Referencia a Juan 20, 15.
12 Referencia a Lucas 24, 16.
18
¿En quién fijar la mirada?
deza. Y así hace con nuestros anhelos; no con los negativos,
pero sí con los buenos aunque sean ambiguos, por lo general relacionados con la vida, el trabajo, la familia, el estudio,
el éxito, las amistades, la elección del camino.
Jesús no nos llama con brutalidad. Nos toma de la
mano, nos infunde valor, coraje, nos invita: «echen la red».13
Pero es una palabra segura... Si Él entra en nuestra óptica,
todo irá bien.
Jesús quiere que hagamos una pesca fructuosa. La
voz de Jesús es siempre positiva: «pidan... golpeen»...14 En
cambio, la voz del maligno, recalca los lados flacos.
Los apóstoles responden con otro aspecto esencial de
la fe: confían. Cuando están desanimados, no lo reconocen.
Ahora son ellos mismos que lo descubren, y entonces brota
el caudal de sus anhelos, con entusiasmo. Lo mismo nos
ocurre con la paciencia en la oración.
Jesús «llamó a los que quiso».15 Nosotros somos elegidos por el Señor. Un día lo vimos pasar. Nos invitó a seguirlo y fuimos por Él dejando nuestras redes... Es lo que
ha pasado con la historia de la vocación de cada uno de
nosotros. ¿Cuáles son las redes que hemos dejado?
«No fueron ustedes los que me eligieron. Soy yo el
que los elegí...»16 Ésta es nuestra gloria, «hemos sido entresacados de entre los hombres y puestos a su servicio, para
13
14
15
16
Juan 21, 6.
Referencia a Mateo 7, 7-8.
Marcos 3, 13.
Juan 15, 16.
19
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes
las cosas que se refieren a Dios». 17 Tal como fueron los
Pedros, los Santiagos, etc., ahora somos nosotros.
Hemos oído su voz cada uno de manera diferente: en
la lucha de los pobres, en la actitud profética de pastores, en
los sencillos y jóvenes, en los constructores de la paz, en la
Palabra, en la Iglesia de todos los días, en la oración.
Jesús nos sigue invitando. Nos vamos con Él. Y lo determinante ha sido su misericordia e iniciativa. A través de
nuestra debilidad se manifiesta su poder. Con Él y en Él encontramos palabras de vida eterna. Él responde a nuestras
inquietudes más profundas. Él es camino y modelo, es el
ejemplo para hacer como Él. A Él acudimos en la oración.
Él inspira nuestras palabras. Él nos anima a amar. Él nos
anima a no doblegarnos en las dificultades.
Si no permanecemos con Él, nuestro ministerio es estéril. Si no lo escuchamos, nuestra palabra es vacía. La roca
firme es Jesús de Nazaret.
Uno de los anhelos más profundos de cada uno de
nosotros es la necesidad de ser acogidos y aceptados. Se ve
muy claro en el trabajo con matrimonios. Todos deseamos
ser valorados y aceptados por lo que somos. Cuando no soy
aceptado, algo se quiebra en mí: me disminuyo. Cuando
soy acogido, nace en mí un sentimiento de que soy valioso.
Cuando soy aceptado me están invitando a ser yo mismo.
17 Hebreos 5, 1.
20
¿En quién fijar la mirada?
Teilhard de Chardin escribió: «Sin Jesucristo, centro
de consistencia, me desintegro, todo se desmenuza y se diluye hacia fuera, todo se torna pantalla impermeable a mi
acción e irradiación».18
La revelación del amor misericordioso y redentor de
Dios, constituye el sentido de la misión del Hijo en la tierra.
Los apóstoles tuvieron el privilegio de tener a Jesús
como formador de su caminar hacia Dios. Su más fundamental deseo era el de ser acogidos, ser amados. Apenas dejan las redes, o mejor, ya antes, se encuentran con un Jesús
«disponible», acogedor, que pasa a ser el formador.
El Evangelio nos muestra cómo Jesús es capaz de formar a gente tan sencilla como eran los Apóstoles. Los va a ir
transformando desde su dureza de cabeza, desde su individualismo y desde su desconfianza, hasta hacerlos discípulos
abiertos, una comunidad orante, una comunidad evangelizadora, los fundamentos de su Iglesia.
Jesús los formó a través de tres instancias que se compenetran mutuamente:
•
en las relaciones de convivencia de cada día;
•
en la participación de acontecimientos provocados
por su anuncio del Reino y su denuncia de lo que se
opone al Reino, provocando así en ellos una crisis
de madurez;
•
en la participación activa de su misión.
18 Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955), jesuita francés, filósofo y paleontólogo.
21
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes
En estas tres instancias ellos se encontraron con la persona de Jesús el formador, el Rabí; pero un Rabí de vida.
El punto de partida de esta formación es la experiencia concreta de ser acogidos por Jesús, es el despertar a la
conciencia de que han sido elegidos. Hay aquí una simpatía
inicial, una seducción positiva.
Y al «estar con Él» van a descubrir que Jesús tiene una
acogida universal, no es sectario como los Rabinos que tal
vez conocen desde lejos. Por eso ven que Jesús escandaliza
a algunos.
Si Jesús hubiese frecuentando sólo el círculo de los
que los fariseos llamaban «los pecadores», recaudadores de
impuestos, prostitutas y «esa maldita gente que no conoce
la ley»,19 esos malditos, simplemente lo habrían despreciado como a ellos. Pero ven que Jesús también come con los
fariseos cuando lo invitan, sin descartarlos de antemano;
pero también sin callar lo que les debe decir para llamarlos a
conversión, para que también ellos puedan acoger el Reino
de Dios.20
Ahora bien, en cuanto sacerdotes o seminaristas, estamos o vamos a estar incorporados en el Ministerio Apostólico de la Iglesia. Éste encuentra su raíz y su ideal permanente en la comunidad que los Doce forman con Jesús;
espejo de nuestra existencia sacerdotal.
Aunque son incorporados a su misión, predicando,
sanando enfermos, más tarde incluso perdonando pecados,
19 Juan 7, 49.
20 Referencia a Lucas 7, 36-50.
22
¿En quién fijar la mirada?
siguen siendo «discípulos», «formandos», aprendices. Siempre, frente a Jesús, están en el mismo nivel de todos sus
seguidores: «Ustedes no se hagan llamar maestros, porque
uno solo es su Maestro y todos ustedes son hermanos».21
Ellos son llamados discípulos 168 veces, 33 veces los
«doce» y 8 veces «apóstoles». Los apóstoles son «enviados»,
subordinados al que envía. Son responsables del encargo
que les ha hecho, no son dueños de su tarea: son consagrados como el mismo Jesús, «Apóstol y Sumo Sacerdote
de nuestra confesión»,22 quien se somete al Padre que lo
envía.
En la relación de Jesús con sus discípulos se dan las
características de cercanía o intimidad, de desigualdad o asimetría, y de incomprensión por parte de los discípulos.
Mateo y Marcos subrayan la cercanía, casi siempre
andan juntos. En varias ocasiones Jesús busca estar a solas
con ellos. En ocasiones los discípulos quedan solos, porque Jesús se aleja de ellos para orar. Solo por estar con su
Padre; y Él toma la iniciativa de apartarse. En dos casos la
situación de los Apóstoles es mala: en el primero,23 sienten
su ausencia y lo buscan con ansias; en el segundo,24 los 12 se
sienten solos en su bote, mientras Jesús duerme, al enfrentar
la tempestad del lago.
La gente y los fariseos identifican a Jesús con los Doce,
hasta el punto de criticar a Jesús por lo que ellos hacen o de21
22
23
24
Mateo 23, 8.
Hebreos 3, 1.
Referencia a Marcos 1, 36.
Referencia a Marcos 8, 35-41.
23
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes
jan de hacer: no ayunan, arrancan espigas en Sábado, no se
lavan las manos antes de comer. 25
Pero lo más fuerte es que Jesús se identifica con ellos:
son «los suyos»,26 son «su madre y sus hermanos»,27 son «los
amigos del novio».28
En Juan esta identificación llega a su cumbre: Jesús
quiere que entre Él y los suyos exista la misma unidad que
Él tiene con su Padre.29
Jesús es libre para acoger a cualquier persona. Muestra
esta libertad para con los samaritanos: conversa con una samaritana desconocida y se revela a ella como Mesías,30 pone
como ejemplo de bondad a un samaritano,31 sólo un samaritano leproso vuelve a dar gracias.32
Los relatos evangélicos dejan entrever de dónde nace
esa acogida de Jesús tan sin barreras, de su «compasión»,
de su misericordia. Al ver a la multitud Jesús sintió compasión, porque estaban dejados y abatidos «como ovejas sin
pastor».33
La compasión tiene para nosotros una resonancia negativa, como si compadecerse fuese expresar superioridad
25
26
27
28
29
30
31
32
33
Referencias a Marcos 2, 18 / Marcos 2, 23-24 / Marcos 7, 1-2.
Referencia a Juan 13, 1.
Referencia a Marcos 3, 31-34.
Referencia a Juan 3, 29.
Referencia a Juan 17, 21.
Referencia a Juan 4, 7-26.
Referencia a Lucas 10, 25-37.
Referencia a Lucas 17, 15-16.
Marcos 6, 34.
24
¿En quién fijar la mirada?
frente a otro. No es éste el sentido que tiene para Jesús. Es
más bien la compasión como la explica Erich Fromm: «Es
la capacidad de sentir con el otro, que no es, por lo tanto,
mirarlo desde fuera, como objeto de mi interés, sino entrar
dentro, conocer al otro en el misterio de su profundidad
personal».34 Compasión es Solidaridad.
Jesús acoge no para vender su pomada. A María Magdalena dice: «Mujer por qué lloras? ¿a quién buscas?...35 En
el pasaje de Emaús: «¿Qué están ustedes conversando de
camino?»36 A Pedro: «¿Me amas más que éstos?»37
Los discípulos tuvieron personalmente la experiencia
de ser acogidos tal como eran: sin conocer las letras, tal vez
con olor a pescado, torpes en las cosas del Espíritu.
34
35
36
37
Erich Fromm (1900-1980), psicólogo social y humanista alemán.
Juan 20, 15.
Lucas 24, 17.
Juan 21, 15.
25
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes
Unión personal con Cristo
La Caridad pastoral constituye el principio interior y
dinámico capaz de unificar las múltiples actividades de un
diácono o de un sacerdote. Plasmada con esta caridad toda
la vida, y en especial la actividad ministerial, será una manifestación de la caridad de Cristo. Desde esta fuente que es la
Caridad del Corazón de Cristo, aprendemos más actitudes y
conductas, hasta la donación total de nosotros mismos a los
que nos han sido confiados.
Vivir esta Caridad de Cristo es la meta. El Espíritu
Santo es el que le va dando forma propia a nuestra vida, a
partir de la Caridad de Cristo. Esta meta nos exige continuos
esfuerzos y sacrificios. Es una calidad de vida espiritual, que
no se puede alcanzar de una vez para siempre, que no se
improvisa ni se descansa en ella. Necesita ser alimentada por
la Oración, por la lectura y el estudio de la Palabra. Por eso
también, estos medios son expresión de la Vida espiritual. El
mismo trabajo apostólico es vida y alimenta la vida.
En su carta a los Sacerdotes del Jueves Santo de 1987,
Su Santidad Juan Pablo II dice: «El presbítero ha sido concebido en la larga noche de oración en la que el Señor Jesús habló al Padre acerca de los apóstoles, y ciertamente, de todos
aquellos que, a lo largo de los siglos, participan de su misma
misión». (Ver Juan 17, 15-20)
La misma oración de Jesús en el huerto de Getsemaní
manifiesta «hasta qué punto nuestro sacerdocio (y añadimos
diaconado) debe estar profundamente vinculado a la oración, radicado en la oración».
26
¿En quién fijar la mirada?
Para desarrollar un Ministerio Pastoral fecundo necesitamos tener una sintonía profunda y muy personal con
Cristo el Buen Pastor, que es el protagonista principal de
toda acción pastoral. Si Él no edifica, vano es el trabajo de
los constructores.38
En la existencia de cada uno de nosotros, se va encarnando esta vida de Cristo, animada, actuada por el Espíritu
Santo, a través del mismo misterio en lo que significa de
entrega de nuestras personas a Cristo. También a través de
la Liturgia (Eucaristía y de las Horas), a través de la Oración
Personal, a través del estilo de vida matrimonial y familiar, a
través de la participación fraterna en la comunidad, a través
de la práctica de las virtudes y la vida sacramental.
La misma configuración con Cristo exige una amistad
y encuentro personal con el Señor en el servicio a su Iglesia,
su Cuerpo. Cuidar esta vida del Espíritu se debe sentir como
una exigencia gozosa y no como un yugo que se arrastra. El
don del Espíritu nos da la alegría de hijos y nos hace sentirnos como hermanos y padres responsables de su grey. Los
fieles tienen derecho a tener como servidores a «hombres de
Dios», en quienes poder confiar y encontrar consejo seguro
en los momentos difíciles de la existencia. Nuestra tentación,
muy humana, es la de convertirnos en activistas vacíos, sometidos a un ritmo frenético.
38 Salmo 127, 1.
27
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes
Mirar a Jesús y mirarse a sí mismo
Ser apóstol es primero mirar a Jesús, dejarse meter
ciento por ciento en su misión, pero desde un «estar con
Él» incondicionalmente.39 Ser apóstol es arriesgarlo todo, sin
muchos cálculos. Dejar que Jesús se haga cargo del misterio
del crecimiento de su Reino.
Pero el discípulo también tiene que hacerse cargo de
sí mismo. ¿Qué significa hacerme cargo de mí? Es asumir
paso a paso la vida, como un don, con sus valores y con sus
límites. Es aceptar ser niño, ser joven y ser viejo. Hay algo
que siempre va a depender de mi libertad, de mi buena voluntad, sabiendo que nunca estoy solo: conmigo camina el
Espíritu Santo.
Significa vivir con paz, sin pretensiones de ser héroe.
Paz con lo que soy y lo que hago. Aprender a perdonarme. A
vivir sin descalificaciones de mí mismo y de los demás. No
puedo ser Pastor si no vivo en la admiración y gratitud del
que me llama y me hace tanta confianza como para entregarme sus propias ovejas. No soy basura; soy hijo, hermano
y padre...
Podemos, entonces, vivir con alegría, pues somos portadores de la Buena Noticia y, por lo tanto, reconocer mis
habilidades y gozar con ellas. Soy debilidad, pero también
fuerza.
Ser apóstol es amar al mundo que a uno le toca vivir.
Es el mundo del Señor, hoy. Todo, oscuramente, camina hacia Él que es plenitud. Es el mundo del Espíritu Santo, que
39 Referencia a Marcos 3, 14.
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¿En quién fijar la mirada?
anima secretamente todo crecimiento, todo paso de solidaridad, todo amor verdadero, hoy. Es vivir en el aprendizaje de
ser siempre discípulo. Aprender:
•
•
•
•
•
•
a dejarse ayudar,
a entregar la experiencia a otros,
a escuchar,
a orar,
a agradecer,
a recrearse.
29
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