inventor: « Soy malo porque soy desgraciado. »Tengo la impresión

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inventor: « Soy malo porque soy desgraciado. »Tengo la impresión
de que la mayoría de los supuestos «malos» que corren por el
mundo podrían decir lo mismo cuando fuesen sinceros. Si se
comportan de manera hostil y despiadada con sus semejantes es
porque sienten miedo, o soledad, o porque carecen de cosas
necesarias que otros muchos poseen: desgracias, como verás. 0
porque padecen la mayor desgracia de todas, la de verse tratados
por la mayoría sin amor ni respeto, tal como le ocurría a la pobre
criatura del doctor Frankenstein, a la que sólo un ciego y una niña
quisieron mostrar amistad. No conozco gente que sea mala de Puro
feliz ni que martirice al prójimo como señal de alegría. Todo lo más,
hay bastantes que para estar contentos necesitan no enterarse de
los padecimientos que abundan a su alrededor y de algunos de los
cuales son Cómplices. Pero la ignorancia, aunque esté satisfecha
de sí misma, también es una forma de desgracia...
Ahora bien: si cuanto más feliz y alegre se siente alguien menos
ganas tendrá de ser malo, ¿no será cosa prudente intentar fomentar
todo lo posible la felicidad de los demás en lugar de hacerles
desgraciados y por tanto propensos al mal? El que colabora en la
desdicha ajena o no hace nada para ponerle remedio... se la está
buscando. ¡Que no se queje luego de que haya tantos malos
sueltos! A corto plazo, tratar a los semejantes como enemigos (o
como víctimas) puede parecer ventajoso. El mundo está lleno de
«pillines» o de descarados canallas que se consideran sumamente
astutos cuando sacan provecho de la buena intención de los demás
y hasta de sus desventuras. Francamente, no me parecen tan «
listos » como ellos se halagan en creer. La mayor ventaja que
podemos obtener de nuestros semejantes no es la posesión de más
cosas (o el dominio sobre más personas tratadas como cosas,
como instrumentos) sino la complicidad y afecto de más seres
libres. Es decir, la ampliación y refuerzo de mi humanidad. «Y eso
¿para qué sirve?», preguntará el pillo, creyendo alcanzar el colmo
de la astucia. A lo que tú puedes responderle: «No sirve para nada
de lo que tú piensas. Sólo los siervos sirven y aquí ya te he dicho
que estamos hablando de seres libres.» El problema del canalla es
que no sabe que la libertad no sirve ni gusta de ser servida sino que
busca contagiarse. Tiene mentalidad de esclavo, el pobrecillo... ¡por
muy «rico» en cosas que se considere a sí mismo!
Y suspira luego el canalla, ahora ya tembloroso y reducido a simple
pillín: « Si yo no me aprovecho de los otros, ¡seguro que son los
otros los que se aprovechan de mí! » Es una cuestión de
ratones-esclavos y leones-Iibres, con las debidas reverencias para
ambas especies zoológicas de mi mayor consideración. Diferencia
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