2013 RevistaEnfermeríaCyL Texto ISSN 1989-3884 LA FIGURA DEL CUIDADOR PRINCIPAL. APOYO DE ENFERMERÍA. Emilia Ruiz Antúnez Supervisora de Área de Formación, Tecnología Investigación. Complejo Asistencial Universitario Salamanca. Profesora asociada de prácticas de Escuela de Enfermería y Fisioterapia de la Universidad Salamanca. e de la de Con el aumento de personas con enfermedades crónicas, emerge también la figura del cuidador principal; familiares que asumen el rol de cuidadores, que se hacen cargo de una gran cantidad de tareas, relacionadas con el cuidado y que les colocan en una situación de alta vulnerabilidad, estrés e incertidumbre, con riesgo a su vez de padecer este, problemas físicos y emocionales. Se ha definido al cuidador familiar como “aquella persona que asiste o cuida a otra afectada de cualquier tipo de discapacidad, minusvalía, o incapacidad que le dificulta o impide el desarrollo normal de sus actividades vitales o de sus relaciones sociales” (Flórez Lozano et all.1997). El cuidador principal, es la persona familiar o cercana que se ocupa de brindar de forma prioritaria apoyo físico y emocional a otro, de manera permanente y comprometida, convirtiéndose en un enfermo secundario, ya que se ve expuesto a una elevada carga física y psíquica, que puede generar incluso, un problema social o importantes cambios en las familias. El cuidador puede sentirse físicamente “atrapado en el cuidado”, puesto que estructura todo su tiempo, en función del familiar que atiende, y que junto con un sentimiento de culpabilidad, hace que se exija más de lo que le permiten sus fuerzas, y llevarle a una claudicación, al llamado por los expertos, “cansancio del cuidador”, para seguir atendiendo a las demandas de su familia. La enfermera presta cuidados al individuo, pero también a la familia y cuidadores, que rodean a los individuos enfermos, sobre todo, si están abocados a una situación de cronicidad ó de terminalidad, ayudando a estos cuidadores familiares, a vivir su proceso de cuidado con más sentido, utilizando los recursos personales e interpersonales que ya poseen, y que le permitirán mantener o aumentar su nivel de salud. Al inicio del proceso: Facilitando la adaptación de la cuidadora a los procesos de cambio familiar, manteniéndoles informados y capacitándolos, para prevenir en la medida de lo posible el síndrome del cuidador familiar. Detectando de la manera más precoz posible, las dificultades que aparezcan en el proceso de cuidados, y acompañando a la cuidadora familiar en el afrontamiento de situaciones complejas ó la toma de decisiones. Fomentando en la cuidadora familiar el auto-cuidado físico, para que cuide de su propia salud: comer, dormir, adoptar posturas correctas a la hora de movilizar al familiar ó emplear las ayudas técnicas necesarias para facilitar su labor como cuidadora. En el plano emocional y social ayudando a aceptar las reacciones emocionales como normales, reforzando las positivas, y enseñando a identificar los síntomas premonitorios de sobrecarga: cefalea, problemas gástricos, abatimiento, desinterés por uno mismo, aislamiento familiar y/o social, fragilidad emocional, etc. E incluso ayudarle a prepararse emocionalmente, por si se experimenta una separación de la persona cuidada, bien por su ingreso en una residencia o la muerte. La enfermera puede y debe facilitar la información, tanto de los recursos disponibles, como ayudar de la mejor manera posible al cuidador, y adquirir un papel relevante, en el apoyo a este tipo de cuidadores, en especial de la población con problemas crónicos. Nuestra profesión, cuenta con una metodología propia, conocimientos propios y un lenguaje estandarizado, con unos cuidados en prevención y tratamiento para mejorar la calidad de vida de los pacientes y de los cuidadores ofreciendo el soporte adecuado. Es preciso por tanto seguir manteniendo la observación y el estudio, en este campo para ver si con nuestras intervenciones, evitamos o minimizamos el riesgo de que aparezca como tal, el cansancio del cuidador. - Página 2 - Rev. enferm. CyL Vol 5 - Nº 1 (2013)