EDUCACIÓN TEMPRANA Y DESARROLLO ECONÓMICO Dr. Boris Tristá Pérez Centro de Estudios para el Perfeccionamiento de la Educación Superior Universidad de La Habana Resumen Desde las primeras reflexiones sobre los factores que contribuyen al desarrollo económico, se ha reconocido a la educación como un factor determinante. Adam Smith, en la Riqueza de las Naciones (1776), reconocía la necesidad de una educación básica para todos como requerimiento para el crecimiento de la economía. A mediados del siglo XX, el impacto de la ciencia y la tecnología sobre la producción y los servicios fortalece esta consideración y surgen distintas corrientes de pensamiento que intentan reflejar la relación entre educación y economía, que culminan con el enunciado de la Teoría del Capital Humano y la realización de diferentes estudios para avalar esta propuesta teórica. A finales del pasado siglo, el incremento de la competitividad en mercados globalizados destacó a la innovación como factor esencial para el éxito empresarial. Uno de los gurús del pensamiento administrativo, Tom Peters, señaló la necesidad de pasar el énfasis de la calidad total a la proyección hacia el WOW!, es decir, el asombro, la sorpresa, ante nuevos productos o servicios. Esta nueva perspectiva, si bien continua resaltando el impacto de la educación sobre el desarrollo, conlleva una visión distinta de la educación que sobrepasa la simple formación de competencias profesionales y se enfoca a la creación de nuevas competencias que propicien la creatividad. Ahora bien, como ha sido establecido por diversos autores, el desarrollo de la creatividad comienza en la educación temprana, relacionada con una cualidad que, desafortunadamente, es no solo poco cultivada, sino incluso desestimulada: la imaginación. La relación imaginación-creatividad-innovación constituye una nueva dimensión del vínculo educación-economía que, en mi criterio, privilegia la atención a la educación temprana como base para el desarrollo económico y social.