Piris9 d junio14

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TRIBUNA ABIERTA
La nueva dictadura egipcia
Alberto Piris*, CEIPAZ, 8 de junio 2014
Para entender, siquiera ligeramente, el tortuoso camino que la sociedad
egipcia está recorriendo desde que a comienzos de 2011 un movimiento
de raíz popular pusiera fin a treinta años de dictadura militar
personalizada en Hosni Mubarak, hay que tener presente la moderna
trayectoria política de este país.
En 1952 un golpe de Estado militar, encabezado por el coronel Gamal
Abdel Nasser, derribó al rey Faruk I, aquel corrompido monarca,
probritánico y bon vivant, que auguraba que en pocos años solo
reinarían en el mundo los cuatro reyes de la baraja y la reina de
Inglaterra. Desde entonces, el ejército egipcio se fue aferrando
progresivamente al poder para no soltarlo más. Los presidentes que
siguieron a Nasser fueron también militares y nunca olvidaron su
condición aunque no ejercieran mando.
Pero en febrero de 2011 el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas
(CSFA) permitió que una revuelta de base popular derribara a Mubarak,
con lo que aparentemente se devolvía a los egipcios la soberanía de su
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propio país. ¿Fue un alucinado suicidio militar? ¿Recapacitaron los altos
mandos sobre lo que para su pueblo habían significado tantos años de
aplastante monopolio de la política por el brazo armado de la nación?
¿Vieron la luz los generales y se convirtieron a la democracia de la
noche a la mañana?
Nadie lo cree así. Todo parece indicar que el CSFA, y en especial el
general Sisi, tenía indicios razonables de que Mubarak pretendía
entregar el poder a su hijo menor, Gamal, invistiéndolo como nuevo
presidente de Egipto cuando en mayo de 2011 él cumpliera 83 años de
edad. Sisi y algunos de sus compañeros de armas vieron en esa
irregular transmisión del poder un grave riesgo para el papel
hegemónico que el CSFA jugaba en la economía del país, puesto que
Mubarak había tomado ya algunas decisiones en favor de las empresas
dirigidas por su hijo, también un próspero y corrompido hombre de
negocios.
En todo caso, y como ha publicado recientemente International New
York Times, Sisi organizó su plan. Hizo ver a los generales que el
nombramiento del hijo de Mubarak, por su impopularidad, suscitaría
revueltas callejeras que obligarían a intervenir al ejército, a lo que la
mayoría de los mandos militares se oponía. Pero lo que estaba previsto
para mayo de 2011 se anticipó bruscamente a causa de la revolución
tunecina, que en enero del mismo año derrocó al dictador Ben Alí. Así
que la revuelta callejera egipcia terminó con Mubarak sin que el ejército
moviera un dedo en su defensa.
No por ello el CSFA soltó las riendas que tantos años venía manejando
con firmeza. El complejo militar-industrial egipcio es la principal
corporación del país. Aunque sus datos económicos son un secreto,
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algunos piensan que su participación en el producto interior bruto podría
alcanzar hasta un 40%. Lo que sí está comprobado es que los directores
de 55 de las más importantes compañías, que contribuyen al PIB con un
tercio del total, son generales retirados. Como también lo son 19
gobernadores territoriales de los 27 existentes.
No pasó mucho tiempo para que, con el pleno respaldo de su intocable
poder económico, el CSFA fomentara y apoyara una revuelta popular
contra el presidente Morsi, democráticamente elegido por vez primera
en la historia de Egipto, quien en julio de 2013 fue depuesto y
encarcelado. Este golpe de Estado se produjo en un momento en que,
según la organización Pew Research Center, el 63% de los egipcios
veían favorablemente a la Hermandad Musulmana y un 53% apoyaban
al presidente, que un año antes había alcanzado el 52% de los votos.
La deriva de la sociedad egipcia ha ido quedando clara sin más que
observar el desarrollo de los acontecimientos desde que el poder militar
se ha hecho de nuevo con el control del país: un retorno al
"mubarakismo", pero sin Mubarak. La glorificación del mariscal Sisi (fue
ascendido en enero de este año por el presidente interino) ha superado
a la de sus predecesores dictatoriales: retratos, semblanzas, panegíricos
de todo tipo, recuerdan a los españoles los primeros años de mitificación
oficial de aquel caudillo que fue la "espada más limpia de Occidente"
tras haber dirigido una "cruzada" victoriosa que exterminó a la
"antiEspaña" y "salvó a la patria de las garras de la masonería y el
comunismo".
Aunque para ser candidato a la presidencia hubo de renunciar a su
condición militar, el nuevo faraón pisa con la misma seguridad que sus
antecesores en el Egipto moderno. Como publicó International New York
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Times hace unos días, Sisi no se anda con circunloquios respecto a la
política a aplicar: "No voy a dejar que el pueblo actúe por su cuenta",
anunció en su primera intervención televisada: "Mi programa será
obligatorio". Considerándose como una superior figura paternal, se
siente responsable de dirigir y corregir a su pueblo, con mano firme si
hace falta: "¿Queréis ser una nación de primera clase? ¿Aceptaréis que
yo os haga caminar sobre vuestros pies? ¿Que os haga levantaros a las
5 de la mañana todos los días?". En fin, dictadura militar a estilo
primorriverista, aunque algo más cruel que la que encabezó el general
jerezano. ¿Alguien piensa que la Historia no se repite? En lo que
respecta a las dictaduras militares parece como si de un mismo original
se siguieran haciendo innumerables copias.
*Alberto Piris es General de Artillería en la Reserva
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