UNA OLEADA DE HUELGAS PARALIZA EGIPTO GEORGINA HIGUERAS (ENVIADA ESPECIAL) - Suez - 19/02/2011 Los paros en las empresas del canal de Suez desatan la alarma internacional La protesta para exigir un 15% de aumento salarial se extiende al sector textil Los manifestantes que desde hace 17 días gritan contra Hosni Mubarak han despertado a millones de trabajadores egipcios, cuyos salarios irrisorios les hunden cada año más en la miseria. La declaración de huelga de los 600 obreros de una empresa de mantenimiento del canal de Suez desató todas las alarmas. El mundo no puede permitirse el cierre de esta importante vía marítima y el régimen egipcio lo sabe, de ahí que de inmediato anunció que el tránsito del canal no había sufrido alteración alguna. Pero tras esa huelga se han declarado muchas más ahogando una economía que ya ha perdido uno de sus mayores recursos: el turismo. "Esto es un problema puramente económico. Queremos un aumento de sueldo igual que el 15% aplicado a los funcionarios", declaraba un trabajador a las puertas de una empresa, protegidas por tanques. Los carros de combate también cortan la avenida principal de acceso al canal y tanto los camiones, como los coches o las bicicletas tienen que dar un rodeo. El temor a un sabotaje de esta vía por la que a diario cruzan del Mediterráneo al mar Rojo, y viceversa, entre 45 y 50 barcos, es evidente. El canal aportó a las exhaustas arcas egipcias 4.700 millones de dólares en 2009, lo que equivale al 2,5% del PIB egipcio. Además, desde el punto de vista internacional tiene un gran valor estratégico, no solo porque facilita la comunicación entre Europa y Asia -el 8% del comercio mundial usa esta vía-, sino también porque por el canal transcurre un oleoducto que transporta a diario 1,1 millones de barriles de petróleo, lo que equivale al 1,3% de la producción mundial. El Gobierno, acosado por los manifestantes, trató de ganarse a los millones de funcionarios con una subida de salarios y pensiones. La medida no ha servido más que para enconar la revuelta. En Suez, cientos de personas se agolpaban ante el Ayuntamiento de la ciudad, que, para tratar de calmar los encendidos ánimos de la población, anunció el miércoles que se admitían nuevas solicitudes de empleo. El pasado 28 de enero, los manifestantes quemaron la comisaria, varios comercios, un concesionario de coches y dos restaurantes del barrio de El Arbain, en el centro de Suez. "Se acabó la casa de la represión. Ahora es del pueblo, antes estaba llena de asesinos", comentaba Alá, un lechero de 32 años, una de las muchas personas que recorría y hacía fotos de los restos quemados de la comisaría. A su lado, Ibrahim Ramadan gritaba: "Yo quiero trabajo. Quiero un país que emplee a sus gentes y no las detenga para sacarle dinero como hasta ahora hacía la policía". La llama de la protesta social prendió también en el sector textil, uno de los pilares de la exportación egipcia y uno de los que más explota a sus operarios. El personal de la mayor empresa pública textil del país, Misr (24.000 empleados), en Mahalá al Kubra, en el delta del Nilo, inició una huelga indefinida. El aumento del precio de los productos básicos ha castigado enormemente a la mayoría de los 80 millones de egipcios, de los que el 40% vive con menos de un euro al día. Pese a que la economía ha crecido a una media del 5% anual en la última década, solo una minoría se ha beneficiado, el resto ha visto cómo se deterioraba su nivel de vida. "Es indignante que tengamos que correr de un trabajo a otro para poder vivir", señala la enfermera Nesma, que tiene tres empleos: uno público y dos privados. La unión entre la incapacidad de llegar a fin de mes y la impunidad con que actuaba la policía, en especial la secreta, cuyos sueldos también paupérrimos se nutrían con la rampante corrupción, formó el cóctel explosivo que le estalló a Mubarak bajo los pies. Su predecesor, Anuar el Sadat, tuvo que hacer frente a un levantamiento semejante, denominado la revuelta del pan, en 1977, pero no contó ni con el agotamiento de los 30 años de la dictadura de Mubarak ni con la concienciación de las redes sociales. En Alejandría, donde la policía mató en junio pasado al bloguero Jaled Said -lo que desató todo un movimiento de solidaridad, germen de la actual protesta-, decenas de miles de funcionarios de la enseñanza y de la sanidad se declararon también en huelga. La protesta social ha prendido en un país cuyo 70% de la población tiene menos de 30 años y accede a un mercado de trabajo colapsado. LAS HUELGAS SACUDEN LA ECONOMÍA EGIPCIA GEORGINA HIGUERAS (ENVIADA ESPECIAL) - El Cairo - 19/02/2011 La revuelta de la plaza de la Liberación espolea las demandas laborales y salariales de decenas de miles de trabajadores, sobre todo de los funcionarios Eran las 8.30 cuando un grupo de empleados temporales del ferrocarril ocupó las vías de largo recorrido de la estación central de El Cairo. Exigían contratos indefinidos y mejora del sueldo. Como ellos, decenas de miles de obreros por todo Egipto, envalentonados por la protesta que en 18 días acabó con 30 años de dictadura de Hosni Mubarak, decidieron iniciar una huelga. "Ni se habían quejado antes, ni habían dicho a nadie que iban a hacer huelga, ni es posible, como piden, que sin negociar la empresa atienda sus reivindicaciones y luego ellos despejen la vía", comenta un revisor a un pasajero que se queja al abandonar el tren después de tres horas de espera y de perderse una reunión en Alejandría (norte de Egipto). Castigados por una inflación que en 2010 rondó el 13%, sobre todo por el aumento del precio de los productos básicos, y después de años de aguantar el deterioro del nivel de vi-da, los trabajadores egipcios se echaron a la calle a reivindicar sus derechos y exigir una reducción de las graves desigualdades existentes en este país de 80 millones de habitantes. La situación es tan difícil que una fuente militar dijo a Reuters que "se prohibirán todas las huelgas y reuniones sindicales", lo que no se ha podido confirmar por otros ca-nales. Según esa agencia de noticias, el gobernante Consejo Supremo de las Fuerzas Ar-madas emitirá un comunicado contra el "caos y el desorden" que restringirá esas libertades. Aunque el régimen trató de impedir hace una semana que los funcionarios apoyaran la revuelta popular decretando una subida de sus sueldos y pensiones del 15%, cientos de miles de ellos en la sanidad, la educación y en las grandes empresas públicas, e incluso en la policía, siguen exigiendo salarios que les permitan una vida digna. La mayoría no alcanza los 100 euros mensuales. El ministro de Finanzas, Samir Raduan, reconoció que la inestabilidad de estos días costará a la economía alrededor de dos puntos del PIB y limitará el crecimiento a un máximo del 4%, aunque es pronto para valorar el impacto en el turismo, que supone el 8% de la economía del país del Nilo. Sin embargo, Ahmed Shafik, al que el depuesto Mubarak nombró primer ministro en un intento de acallar las protestas, declaró que la economía es "sólida y cohesionada". Shafik, que parece no haber asimilado el triunfo de la revuelta, añadió: "no hay cambio en la forma, método o proceso de trabajo. Todo está completamente estable". Mientras, a las puertas del Banco Nacional egipcio, 2.000 empleados pedían un aumento salarial y el fin de todos los privilegios del Consejo de Administración. En la manzana siguiente, unos 300 trabajadores de la aseguradora Misr solicitaban la dimisión por prácticas nepotistas del director. En el Banco del Canal de Suez los empleados solicitaban aumentos salariales y delante de las oficinas de la empresa de ingeniería Hani, un centenar de trabajadores exigía la destitución del gerente por su estrecha relación con el faraón destronado. La información divulgada sobre que Mubarak tiene una fortuna de unos 30.000 millones de euros en propiedades y cuentas bancarias en EE UU, Europa y el golfo Pérsico multiplicó la ira de la mayoría egipcia que tiene serias dificultades para llegar a fin de mes. Horas después de que el rais abandonara el poder, Suiza anunció la congelación de sus fondos, aunque no indicó su cuantía. Ahmed Kamel, supervisor de la construcción de un aparcamiento en la plaza de la Liberación, dice que la mayoría de las huelgas las realizan los funcionarios porque tienen sueldos de miseria. Kamel, de 24 años, gana 250 euros al mes y asegura que en su empresa, privada, no hay paros previstos.