PINCELADAS SOBRE LA OBSESIÓN La obsesión, como las enfermedades, son el resultado de las imperfecciones físicas que hacen al cuerpo accesible a las influencias perniciosas exteriores, la obsesión es siempre causa de una imperfección moral que expone al portador de ella a un mal espíritu. La obsesión es casi siempre el resultado de una venganza ejercida por un espíritu y tiene su origen en las relaciones que el obseso tuvo con él en una existencia precedente. Toda persona que desee contribuir en la esfera del socorro desobsesivo, no debe descuidar su conducta intima ni sus ligaciones con el Plano Espiritual Superior, de donde fluyen los recursos suavizantes y saludables para el cometido del amor. Al recordar a Jesús, delante de los obsesos y de los obsesores, busquemos su ayuda e inspiración en la condición elevada que El ocupa como “Señor de los Espíritu” El bien posee un lenguaje universal en los diccionarios de Dios, que producen valores que pueden ser utilizados en todas partes, merced a los cambios divinos. “la oración, a su vez, es contribución de luz y fuerza que permite el intercambio de los valores en beneficio de quien la utiliza con benevolencia y elevación. Toda ascensión exige la colaboración del sacrificio y de las renuncias. El fatalismo de la vida es para el bien y el destino es para la felicidad. Conseguirlos al impulso del amor o conquistarlos con sufrimientos, son las únicas opciones que tendremos que escoger. Hasta ahora la conquista de lo bello y la liberación de los vicios han sido retos para los espíritus fuertes, que marchan al frente, despertando a los rezagados que están bajo el influjo de la ilusión y encadenados a los placeres seductores y venenosos. Cuando comprendamos que el cuerpo es efecto y no causa de la vida, en el cual se establecen las bases de elevación, cuando los seres tomen conciencia que la una es la puerta que se abre para el cuerpo como el sepulcro es el que las cierra, sin que nadie entre o salga de la vida; cuando se establezcan metas que traspasen los limites de una breve existencia corporal, será diferente la actitud que habrá de asumirse ante las situaciones y circunstancias de lo cotidiano. Solamente la visión de la reencarnación, proporciona mediante una perfecta integración del Espíritu, el proceso de ascensión. En la patogénesis de la alineación mental, bajo cualquier aspecto que se presente, siempre se encuentra a un Espíritu que se ha frustrado a si mismo, atormentándose mediante la exigencia renovadora, de la que nos e puede evadir, sino a través del cumplimiento de la justa pena a que se somete por el proceso de evolución. Las leyes soberanas, que mantienen el equilibrio de la vida, no pueden, en hipótesis alguna, sufrir engaños sin que se establezcan criterios automáticos de recomposición en cuya tarea se envuelven los que actúan desordenadamente o sin prudencia. La ley de amor, no tiene ninguna excepción en la cual alguien goce de bendición especial, como tampoco de ninguna premeditada penalidad. Programado para la felicidad, el espíritu no prescinde de las experiencias que lo impulsan, que modelan en el querubín, no obstante, cuando cae en los gravámenes, de la marcha, puede parecer un infortunado Satanás, que la lucha despojará de la armadura perniciosa que lo estrangula, haciendo que se libere la esencia que en él se observa, inalterada. Quien prefiere el ambiente fétido, en el encuentra motivos de éxtasis, tanto como aquel que ama lo perfecto se compenetra de belleza, en la contemplación de un rayo de sol o de una flor, calmándose de recóndito silencio para escuchar la música sublime de la vida. No existe dolor en el alma humana que no proceda del propio comportamiento. Solo Jesús, que era justo, vivió la problemática de la infracción inmerecida, a fin de enseñar perseverancia, resignación, humildad y valor ante el sufrimiento, de modo que nadie se desespere o desvarié al querer eliminar las penas a los que se hace merecedor. Las obsesiones espirituales, la alineación mental por disturbios psíquicos, no deja de ser profundamente incomoda, acompañada por el entorpecimiento de la razón como la consecuente inmersión en las aguas turbias del primitivismo animal, del que se debe liberar el Espíritu. Es angustioso acompañar el padecimiento de estos hermanos perturbados, no obstante, a ninguno de ellos les ha faltado la bendición del socorro de manera directa o indirecta, de la misma forma que no le fueron limitadas la inspiración divina, las directrices para una vida recta ni el ejemplo de comportamiento digno en los cuales pudieron formar la propia conducta. Aun antes de Jesús, los romanos habían establecido en su código de derecho las bases de la felicidad humana, al condensar inconscientemente el decálogo en tres principios fundamentales: Vivir honestamente, Dar a cada uno lo que es suyo. No dañar a nadie. Jesús, en la condición de supremo Legislador de la Tierra, formuló un principio conciso y enérgico, en el cual se encuentran todas las leyes y profecías de la justicia y del bien. “Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. Aquellos que se atribuyen derechos y privilegios especiales – como si la vida en si misma, ya no fuese un privilegio especial – hacen mal uso de estos y seducen a los verdugos que se los someterán, como consecuencia del comportamiento ingrato y pernicioso del que se valen, vienen de esta manera, a experimentar el castigo que los estimulará a respetar a su hermano y a las áreas educativas de la escuela terrenal. Debemos ayudarles considerando que ya atravesamos idénticas situaciones, en las cuales fuimos también socorridos. Mantengamos nuestra solidaridad y participemos de sus emociones, sin dejarnos contaminar por los miasmas del desanimo, del miedo o de las idioplastias fantasmagóricas, fortalecidas por la rebeldía y la, ingratitud al Padre Creador, y al Cristo Amor. La justicia Divina, no obstante ser amorosa es también recta, sin eximir a nadie de la reparación de los delitos, a través de los cuales nos comprometemos con nosotros mismos y con la Conciencia Cósmica… El mayor enemigo está dentro de nosotros mismos; es el egoísmo, que solo se adjudica meritos sin conceder al prójimo una cuota mínima de semejante derecho. El espíritu es siempre responsable del cuerpo que utiliza, de sus funciones físicas y psíquicas, que derivan de las relaciones pasadas y del uso noble o vulgar, elevado o pervertido que le atribuye. Siendo deudor, sintoniza más fácilmente con otros Espíritus, en la misma faja de evolución o en condición inferior frente a los cuales se encuentra en deuda y facilita el cuadro genérico de las obsesiones. Cuando los hombres comprendan que el amor es siempre más beneficioso para el que ama, muchos males desaparecerán de la tierra y el origen y desarrollo de innumerables enfermedades se diluirá y desaparecerá. Mientras el egoísmo gobierne el comportamiento, el dolor dominará a los seres humanos realizando la tarea de conducirlos hacia el equilibrio; el orden, el bien, que son los destinos de la evolución. Jesús dijo “donde esté vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón” Una reencarnación, por mas dolorosa que sea y una situación corporal por menos significativa que parezca para la visión de observadores apresurados, resulta de una cuidadosa labor en que se programan directrices y se toman múltiples providencias con objetivos superiores. Los resultados, sin embargo, por no estar la violencia inscripta en los códigos divinos, provienen de cada candidato que los comete. “Los que se consideran y afirman estar abandonados por el Señor, invariablemente reflejan la ignorancia o la ingratitud que los envanece con la emanación venenosa del orgullo. Son innumerables las programaciones en lo alto para auxiliar los cuadros dolorosos – se moviliza un significativo número de seres de ambos lados de la vida, recurriendo a diversas orientaciones para lograr el éxito. No obstante, las pasiones inferiores muy arraigadas en los Espíritus, que no luchan afanosamente por deshacerse de sus obligaciones, ponen en juego muchas veces todo ese gran esfuerzo, complicando la propia situación para luego reclamar y lamentar la suerte. Hemos de confiar en Jesús, entregándole nuestros destinos, sin que las manos se paralicen en la ociosidad ni los sentimientos se congelen en el corazón. El señor nunca nos abandona. No desfallezcamos en la lucha y permanezcamos en total sintonía con El. Trabajo realizado por Merchita Extraído del libro: (En las Fronteras de la Locura) de Divaldo Pereira Franco. Cáp. 2-3-4-