En bodega Fernando M. Pérez Penas Licenciado en Historia. Enólogo. Profesor de cursos de iniciación a la cata en varias asociaciones culturales. Madrid. [email protected]. El mejor blanco es un tinto E sta frase, que antes se oía mucho dentro de tascas y tabernas, nos venía a dejar claro que no hay ningún vino blanco que llegue a la calidad de un tinto. Tradicionalmente en España el blanco ha sido un vino menos cuidado. Parecía que con hacer un caldo que respondiera al arquetipo de fresco, joven y afrutado ya valía. No había distinciones entre unos lugares y otros, y todos los blancos parecían el mismo. Era ese vinito de verano que daba igual de dónde fuera o cuál fuera la uva que llevara, siempre y cuando estuviera bien frío. Actualmente, el vino blanco ha sufrido una revolución muy parecida a la que comentamos ya en el ámbito general en un artículo anterior. Se han recuperado uvas olvidadas durante mucho tiempo y se ha buscado, de manera constante, hacer un producto de calidad y diferenciado de sus competidores. También la moda de la madera ha afectado a esta parte del mercado, y son mucho más numerosas actualmente las bodegas que pasan sus vinos por la crianza en ella. Todo este “boom” que nos aleja del fresco, joven y afrutado tan típico de los 80, viene potenciado por la enorme cantidad de variedades que aportan rasgos distintivos a 242 MAXILLARIS, septiembre 2007 cada vino blanco. El vino blanco es más aromático que el tinto, y su variedad de aromas es sencillamente impresionante. De una variedad de uva a otra, los aromas y las sensaciones cambian tanto que hay numerosos sumilleres y enólogos que prefieren, hoy por hoy, la riqueza aromática del blanco a la potencia del tinto. Denominaciones de origen que producían ese vino blanco cliché, del que hemos hablado, han comenzado nuevos caminos probando su elaboración con esmero, cepas viejas y maderas de calidad. Muchas han conseguido blancos con terruño, con potencia y con una clara individualidad. Si bien una excesiva alegría por el paso de madera puede destrozar algunos caldos, el balance general es netamente positivo. Hoy tenemos una riqueza de aromas que dejan completamente atrás esa frase tan malintencionada que titula el artículo. Dentro de aquella época uniformada y triste destacaba, por ser diferente y con auténtica calidad, una variedad de vino blanco que, aún hoy, sobrevive en nuestras tiendas. Son los Reservas y Grandes Reservas blancos de La Rioja. Añejos, untuosos, golosos, de un color dorado intenso..., características que hacen indispensable catarlos alguna vez y quitarse el sombrero ante la prueba viviente de lo mejor de la tradición vitícola española. Nosotros, en cambio vamos a catar un vino blanco catalán que nos hable de la evolución que ha sufrido el vino blanco en España. Un vino blanco potente, con terruño, que demuestra haber superado el tedioso: “fresco, joven y afrutado”. En bodega Mas Igneus FA104 2005 Nombre: Mas Igneus FA104 2005. Bodega: Mas Igneus. Denominación de origen: Priorat. País: España. Tipo de vino: blanco con crianza. Graduación: 14,5º. Tipo de uva: 100% garnacha blanca. Elaboración: crianza de cuatro meses en barricas nuevas de roble francés Allier. Temperatura para beber: entre 7ºy 9º. Precio: 14 €. Puntuación: 8,5. De color es muy atractivo. Tiene un amarillo intenso, tirando ligeramente a dorado, lo que nos da una muestra de que está pasando a su madurez. Los aromas que aparecen son de pomelo, cítricos, algo floral y de hierbas. También aparecen algunas notas un poco más dulzonas, como algo de vainilla, y algo que nos da un aroma a pastelería, a mantequilla, aunque ambas de manera muy ligera. En boca es glicérico, untuoso, denso, muy expresivo. La retronasal es impresionantemente agradable. Y desde luego, no falta un equilibrio magnífico en boca. Si bien, si destaca por algo, es por tener un ligero toque seco. Es de resaltar el toque de mineral en nariz y boca que nos lleva a los suelos de pizarra del Priorat y a la maravilla del fruto de cepas viejas. Este vino es un blanco con potencia. Bien estructurado y equilibrado: tiene la riqueza aromática de los buenos vinos blancos y la potencia de los tintos. La marca del terruño es clara y la madera no mata la fruta, sino que la equilibra. Ahora está en un buen momento para consumir, aunque creo que se puede guardar hasta mediados del año próximo. Para mi gusto es perfecto para acompañar un buen arroz o un pescado a la brasa. 244 MAXILLARIS, septiembre 2007