Entre el teatro y la poesía, las “resurrecciones” de Rodolfo Braceli

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Entre el teatro y la poesía, las “resurrecciones” de Rodolfo
Braceli
María Belén Landini
AICA / CCC / UBACyT
Una vez mi madre me dijo: 'Cortáte ese pelo, parecés poeta'. 'Mamá, si soy poeta'. '¿Ah, sí?
¡Cortáte ese pelo te digo!'. Me corté el pelo, por supuesto. No perdí la fuerza. Perdí la
poesía. Hasta que me creció de nuevo, la poesía. Madremía”.
Rodolfo Braceli, Autorretrato
Desde el comienzo, la poesía de Rodolfo Braceli tuvo que “resucitar”. Era junio de 1962 en
Mendoza y la Biblioteca Pública General San Martín publicaba el número 1 de los Cuadernos
de la joven poesía con las Pautas eneras de Braceli. Ansioso por el encuentro con ese primer
libro, edición “ni encolada ni cosida, abrochada”, Braceli logró llevarse 75 ejemplares gracias
al “descuido” de un empleado, mientras el resto de los 300 quedaban en la Biblioteca para ser
distribuidos. Tres días después, por orden del ministro de Gobierno, esos libros fueron
quemados. A partir de allí, dice Braceli, ese fuego alimentó el fuego interno dándole más
fuerza a su poesía.
De aquella primera publicación, este “levescritor” recuerda su íntimo festejo:
...al volver ya de madrugada, saqué hasta el medio del patio una mesita que mi mamá usaba para
planchar. Me subí a ella. En puntas de pie extendí un brazo, estiré los dedos y traté de tocar no sé cuál
estrella. Les puedo asegurar que en el cielo de Mendoza las estrellas están ahí pero ahí nomás. Faltó un
poquito así, casi nada, para que consiguiera rozar una. Me consolé haciendo algo crucial: siempre trepado
a la mesita me puse a mear largamente, hacia los cuatro puntos cardinales. Como en el poema 59 que
tanto había escandalizado a los insípidos e inodoros académicos del buen decir (Braceli, 2012:15).
Así se presenta este poeta en la nueva edición de aquel libro quemado, desde la levedad de
vivir el presente, desde la conciencia de que ese presente no vuelve. En su “Autorretrato” de
la completísima página web que contiene no sólo los datos bio-bibliográficos imprescindibles
sino también audios y videos de algunos de sus trabajos, Braceli define la vida:
Qués la Vida. Aludimos a la desoladora fugacidad y/o brevedad de la vida, con magras pobres palabras
gastadas. Palabras nacidas de la extenuación de tanta eterna pregunta sin respuesta ni retorno.
Esas magras pobres palabras gastadas terminan diciendo que la vida es un pestañeo. Mientras
pronunciamos pestañeo el pestañeo ya sucedió. Era en vez de es. Pestañeo incorregible. Irreparable
pestañeo. Un relámpago dura más porque queda un instante en la retina de la inmensa noche (Braceli,
s/d).
El presente es efíimero, fugaz, se va mientras está sucediendo. La pérdida entonces es
constitutiva de la vida. Y lo mismo ocurre, como parte de la vida, en el teatro. De esta base
surge toda la serie de “resurrecciones”. Braceli es, además de poeta, narrador y dramaturgo,
periodista. Desde ese lugar, la conversación y la entrevista fueron su forma de ingresar al
Dramateatro Revista Digital. ISSN: 2450-1743. Año 18. Nueva Etapa. Nº1-2, JUNIO-DICIEMBRE.
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género dramático en los intercambios con Armando Tejada Gómez, Federico García Lorca,
Oliverio Girondo, Vincent Van Gogh, entre otros. Así como su poesía resurgió de las cenizas,
así el arte volvió de la muerte de la mano de estos personajes. La concepción del teatro de
Braceli tiene que ver con su concepción acerca de la vida, de la muerte y, sobre todo, de la
resurrección. De esta última dice:
...la resurrección es la forma más extrema de la utopía (Braceli, 2006:9).
El concepto esencial de la aventura que propongo es la resurrección, una herramienta que los humanos
extraviamos o nos dejamos quitar. Sin más ni más dimos por descontado, aceptamos como definitivo que
la resurrección es una pertenencia exclusiva del dogma religioso.
Aquí se decide no acatar ese mandato milenario (Braceli, 2006:11).
Su obra La misa humana es, en las propias palabras del autor, “una misa, pero al revés,
en la que los antiguos mandamientos son los nuevos pecados y los antiguos pecados son los
nuevos mandamientos” (Braceli, s/d). Allí están los principios de esta voluntad de devolver la
resurrección al ámbito de lo humano, sacándolo de lo místico.
Su propuesta es el “levemovimiento de la palabraquieta”, “gestación a la vista”, “la
harina en trance de hacerse pan” (Braceli, 2006:12). Es el proceso de la vuelta a la vida de
Tejada Gómez, de Violeta Parra o de García Lorca. La resurrección es un derecho del ser
humano que el personaje entrevistador otorgará a cada uno de sus elegidos a través del afecto
y la palabra. Tejada Gómez o Lorca o Girondo pertenecen a la humanidad o a los argentinos y
lo que se propone es devolverlos al mundo de la vida. “Se nos murió” es la expresión que usa
el autor para referirse a estos personajes que, de alguna forma, nos pertenecen. La pérdida es
la pérdida de un trozo de nosotros y en ese movimiento de evocación lo perdido aparece a
través de la memoria.
En los fragmentos escritos para el programa de mano de Federico García viene a
nacer presentada en 1986 en el teatro La Gran Aldea de Buenos Aires, leemos que “...la
muerte no es perfecta: no puede con las criaturas. (…) Lo nuestro es hacer la revolución: y
nuestra Revolución es hacer la Resurrección. (…) Porque sin andar resucitando la Vida no
tiene sentido. Ni la muerte tampoco. Dicho esto sin metáfora.” (Braceli, 1991:9).
En la síntesis argumental de El novio de la memoria. Una resurrección de Cabezas,
Braceli plantea:
Frente a tanta violación de la vida y violación de la muerte, frente a tanta asesinación consolidada por el
olvido y la desmemoria, nosotros optamos aquí por la “resurrección”, que es una forma más carnal de
hacer memoria. Con este atrevido acto podemos doblegar la costumbre del cómodo olvido que legitima y
vuelve perfectos a tantos crímenes. Nos valemos de la resurrección como herramienta poética, desatada
en un escenario teatral (Braceli, s/d).
Más allá de la referencia clara al asesinato de José Luis Cabezas, está claro que la violación
de la vida y de la muerte comienza con la represión a su poesía y continúa con el exilio de su
escritura durante la última dictadura militar de la Argentina. Braceli tuvo que escribir
únicamente en medios extranjeros o no escribir. Frente a este silencio obligado, su personaje
entrevistador, Braceli, tiene la necesidad de narrar a quienes se han muerto, todo aquello por
lo que pasó el país o los hechos más relevantes de la historia mundial, resucitando también así
a “aquello de lo que no se habla”, lo decimos tarde, pero lo decimos al fin.
El teatro es, según Dubatti (2014) , un constructo memorialista, donde cada vez que se
produce un acontecimiento nuevo, se hace presente en él la memoria de todo el teatro de los
que ya no están. En este caso, la dramaturgia (o la literatura) de Rodolfo Braceli hace
explícita esta definición porque parte de la pérdida: “Parto de la certeza de que Rulfo ya ha
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fallecido (…) Parto de la suposición de que los dos están vivos y en la actualidad” (Braceli,
1991:12). A partir de la certeza acerca de la muerte, se puede construir nueva vida, nueva
poesía.
En esta línea, es interesante marcar que Braceli hace explícito su mecanismo de
trabajo para la elaboración de sus textos. En las “consideraciones” previas a Tejada Gómez
viene a nacer dice: “¿Cómo concretamos esta suerte de rebelión? A partir de los prodigios de
la memoria semillando” y “El personaje sólo puede hablar en poesía. Ésa es la condición para
que se alumbre este parto-resurrección.” (Braceli, 2006:11).
Tejada Gómez viene a nacer
En esta conversación, “La cuestión es convencer al Poeta para que retorne al reino de
los vivos, para que vuelva a nacer. Y para que se quede a vivir” (Braceli, 2006:11). La
resurrección de Tejada Gómez es una resurrección militante por el derecho de los seres
humanos a hacer la revolución resucitando, a reivindicarse después de tanta muerte:
No, ¡Esto no es vida! ¡Así no vale! Por haber sido desgajados de cuajo, por haber muerto y morido tanto y
tanto, la resurrección es de nuestra pertenencia. Un derecho. Y un deber. Así como algunos se conceden
el derecho de matar, nosotros nos concedemos el deber de resucitar ¡tooodas las veces que haga falta!
Manos a la obra. Vamos a escandalizar el aire con nuestra alegría. Sin asco, a raja cincha, todos los días
de la semana y en las fiestas de guardar ¡vamos a resucitarnos!
Y si hay algún dios que todavía tiene pulso, se sacará el sombrero aceptando que sí, que sí, que por fin
vamos a hacer nuestra revolución: ¡la resurrección! (Braceli, 2006:18).
Para poder resucitar, la condición es la poesía, Tejada Gómez debe hablar en poesía.
Entonces, la palabra es la que otorga vida, la que renace, la que hace la revolución. Con esa
palabra, Braceli le va contando al poeta acerca de las madres de Plaza de Mayo, acerca del
período neoliberal, de los nietos recuperados, de la crisis del 2001. Entre los dos, en esa
conversación, reconstruyen la idiosincrasia del argentino desde su historia:
-La historia, ¿no será un entretenimiento?
-La historia es un asunto que no puede parar: o la haces tú o aceptas que la hagan los demás. La historia
es un asunto que no puede esperar. (Braceli, 2006:55).
Esa identidad del argentino está formada por milonga y asado, pero también por amor y
esperanza. Para llegar a nacer, para que se concrete la vuelta a la vida de Tejada Gómez es
necesario recorrer eso que somos, la historia: “Anduve de olvido y fui ausencia durante
mucho hueso y mucho llanto y ¡teníamos tanto que decirnos! ¡tanto país doliendo que
contarnos!” (Braceli, 2006:69).
Federico García viene a nacer
En Federico García viene a nacer, tenemos tres personajes: la mujer que entrevista a
Lorca, Lorca mismo y la Soberana Loca, que viene a cumplir el papel de “médium” situando
a Federico en tiempo y espacio y permitiendo la conexión con otros muertos ilustres. La
soberana abre la pieza presentando a Federico a través de algunos datos biográficos entre los
que resalta su muerte por asesinato, que le da pie para el comienzo de la resurrección:
No siempre la muerte se sale con la suya. La muerte no es perfecta. La muerte, ya veremos, no puede con
las criaturas... Y porque la muerte no siempre puede, el poeta presuntamente muerto estará aquí,
conversando, palpitando, respirando con nosotros este mismísimo aire... (Braceli, 1991:17-8).
En esta conversación con el “bien nacido” Federico, la mujer le cuenta “cosas de las que se
salvó y cosas que se perdió” durante la ausencia del mundo. Pareciera ser que, como en
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Tejada Gómez viene a nacer, el resucitado es una excusa para poner en palabras lo que se
vivió, para hacerlo presente, para traer a la memoria y quitar del olvido todo lo necesario.
También este nacimiento funciona como puerta para darle voz a otros poetas. La Soberana
Loca es dueña de abrir la puerta del ropero que se ve en escena para que aparezca Aníbal
Troilo, “hermanito” de Federico, que sufría de una enfermedad cuyo síntoma era el
crecimiento de su corazón. Troilo habla y Federico pide verlo. Ante esto, la mujer le dice
“Verlo podrías, si sabés leer el aire.” (Braceli, 1991:31).
Es necesario aquí introducirnos en la “Teoría del aire” que formula Braceli como
alternativa a los dogmas religiosos y sus postulados sobre la muerte:
–No creer en nada, a la hora de las inevitables muertes, ¿no le resulta desolador? Para su vida, ¿tiene algo
parecido al consuelo?
–Sí, el consuelo precisamente lo encuentro en mi Teoría del Aire. Siento, como cosa palpable, tangible,
que el aire que en su momento tocó realmente a nuestros seres queridos, sigue estando y es el mismo aire
que nos toca ahora a nosotros. En otras palabras: aire mediante, con nuestros seres queridos siempre nos
estamos tocaaando (Braceli, s/d).
Esta teoría del aire tiene relación con la levedad de la que se habla más arriba, la vida como
algo efímero, que se va en un pestañeo, como el teatro. Todo eso que se va, deja su marca en
el aire y desde allí, podemos volverlo a la vida.
La mujer que entrevista a Lorca lo lleva de paseo por los genocidios más terribles de la
historia de la humanidad, las guerras mundiales, la llegada del televisor (“¡Un cine pequeñito
adentro del vientre de una radio!”, dice Federico [Braceli, 1991:43-4]). A través de esta
suplencia de historia y de tiempo, Federico se va completando para finalmente nacer. La
palabra lo completa: entre la mujer y la Soberana Loca lo guían para que complete su
nacimiento, hasta que el personaje se funde con la vida al entrar en contacto con los
espectadores de la platea.
Y ahora, la resucitada de la violenta Violeta
Desde la figura de Violeta Parra, nuevamente Braceli reivindica el poder de la vida
sobre la muerte y de la resurección como derecho de los seres humanos. Después de pegarse
un tiro en la cabeza en escena, Violeta dice:
Pero, ¿desde cuándo es tan así la cosa? Nooo pues: morirse se mueren algunos. Morirse se mueren los
hipócritas... los que no hacen ruido al tomarse la sopa... los que se prohíben la festejación del ajo y la
cebolla... los que se lavan las manos después de hacerle el amor al amor... los que están hediondos de
rutina... los que han tenido la concha ociosa o la verija desanimada... Joder: ¡morir se mueren los que
estaban muertos! Y ése, no era mi caso. ¡Y aquí estoy con mi sal y mi saliva y la pulpa de mis dedos y
mis narices y mi antiguo tajo! Y que quede bien claro: esto no es literatura: esto no es metáfora... Si
alguno de los presentes anda con dudas, ya mismo que se acerque: puede olerme, tocarme, enterrarme las
diez uñas, hacerme lo que quiera... Hacerme lo que quiera, si yo quiero... (Braceli, 1991:109).
A continuación de esto, Violeta enumera los motivos por los que procede a resucitarse:
porque tiene hambre y sed, porque dejó la comida a medio hacer, porque es una rabiosa
desesperada y los rabiosos desesperados reencarnan en ellos mismos. Pero, sobre todo,
resucita porque, estando muerta, fue a parar al paraíso y ante semejantes visiones se suicidó al
revés y volvió a la vida.
En esta obra, como en la resurrección de García Lorca, aparecen otros poetas venidos
de la muerte: Pablo Neruda viene a contarle algunas noticias tristes a Violeta y ella lo
consuela. Este Neruda no aparece de cuerpo presente, sino a partir de la voz. Violeta acuna al
poeta invisible. Por lo que Violeta responde, se entiende que Pablo Neruda le cuenta sobre
hechos de importancia histórica y de muertes y de un tal Augusto, que claramente es Augusto
Pinochet.
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Llegando al final de la pieza, Violeta recibe invitados en su carpa: Víctor Jara, María
Elena Walsh, su familia (Ángel, Isabel, Rosita y Nicanor), Edith Piaf, Pablo Neruda
nuevamente, los padres del autor, Donandrés Braceli y Doñajuana, Federico García y Martín
Fierro. Además de la referencia a Lorca, Violeta cita a Van Gogh, cerrando las
intertextualidades dentro de la misma obra de Braceli:
Mientras haya vivos, los muertos vivirán. Stop. Firmado: Van gogh, Vicente. Pintor. Stop... ¡Salud
Vicente Van Gogh! ¡Alabada la oreja que te falta y alabada la oreja que te sobra! Qué locura tan cuerda la
tuya: ¡mientras haya vivos, los muertos vivirán! (Braceli, 1991:130).
Finalmente Violeta, junto a sus invitados invisibles, termina su resurrección en medio de una
fiesta afirmando que al cielo hay que bajar porque el cielo es la tierra donde se vive con la
alegría.
Vincent, te espero desnuda al final del libro
El caso de Van Gogh dista un poco del resto de las resurrecciones porque no se trata
de una de ellas en lo estricto de su definición, sino más bien sucede en Vincent, te espero
desnuda al final del libro, una evocación. En un diálogo donde prima la poesía, el personaje
de Braceli “viola” la agonía de Vincent Van Gogh desde el momento en que se pega el tiro
final hasta la muerte. Es un viaje en el tiempo en el que aparecen personajes aún no nacidos,
como el propio “violador” con el que dialoga el pintor. En esta pieza, “poemanovela,
casiteatro”, aparece la concepción del autor del hombre como Dios. Esta concepción viene a
completar la “Teoría del aire” que mencionamos más arriba. Cuando el “violador” le pregunta
a Vincent si Dios existe, éste responde: “Hijo, Dios es un decir.” (Braceli, 2007:94). En otro
momento de la pieza, el “violador” dice: “Somos dioses de los que duermen” (Braceli,
2007:36). Y más adelante, Vincent afirma: “Cada uno es cristo a su manera” (Braceli,
2007:113).
Esta concepción del hombre como un dios se encuentra desarrollada en El último
padre, carta que le escribe un padre a su niño que está por nacer y podemos escuchar en la
voz de Hugo Arana y de Juan Leyrado en dos versiones disponibles en la página web de
Rodolfo Braceli.
En lo que refiere a la resurrección, Vincent considera que su agonía es parte de ella:
“Perdóname... es que he decidido resucitar un rato más” (Braceli, 2007:22). Aparentemente el
pintor ya tuvo su revancha: “No quiero ser reiterativo: eso, resucitar, ya lo hice cientos, miles
de veces” (Braceli, 2007:81). Parece como si Van Gogh quisiera retirarse para dejar paso a los
que vienen. En la conversación entre los dos personajes, la poesía admite la presencia de la
expresividad del personaje de Braceli, que tiene espacio para hablar de su tiempo, de su
familia y de sí mismo. Aquí aparece, como en todos sus textos, el humor. En el parágrafo 42,
leemos:
-Hace horas que vienes trastornando mi última agonía con las uñas de tus malditas preguntas. Es mi
turno. Ahora el que responderá eres tú. Rápido: ¿qué es un limón?
-¿Un limón?
-Un limón.
-Es... una naranja frustrada.
-Bien. ¿Y qué es una naranja?
-Un limón realizado, doctorado.
-Bien. ¿Y qué es un tomate?
-Un futuro corazón.
-Bien. ¿Y qué es el silencio?
-Música en cuclillas: música pendiente.
-Bien. ¿Y qué es un hombre?
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-Un hueso desolado al sol.
-Bien. Y ya que estamos: ¿qué es un imbécil?
-Alguien que responde muy rápido a todo. Como si supiera.
-Autorretrato. Bravo: has encontrado tu identidad (Bracceli, 2007:74).
Frente a la situación de la muerte inminente del artista, los dos personajes se toman el tiempo
de profundizar en sus miserias hasta el momento en que Van Gogh logra irse y aparece como
medio, como vínculo entre la vida y la muert, igual que en Federico García viene a nacer,
una mujer. En este caso, se trata de Marilyn Monroe, quizá porque los une el suicidio, quizá
porque es un emblema de la belleza, o de la muerte no merecida, o de quienes parece que
vinieron a este mundo y se fueron para recordarnos lo bella que es la vida. Entes de morir,
Vincent dice:
Es curioso: ya nadie habla de mí, Vincent Van Gogh.
Y ya nadie habla de ella, Marilyn Monroe.
Afortunadamente nuestros nombres se han traspapelado, se han desteñido.
¿Será porque al suicidio lo dimos vuelta como un guante?
¿Será porque en vez de infelices
venimos tratando de merecer la felicidad, sin aflojarle?
No tenemos vergüenza de ser reiterativos:
la vida, una fascinación que no cesa.
La vida, así nos coma por las patas, nos haga lo que nos haga,
no está para perdérsela.
La vida, ¡joder! Nos tiene emputecidos.
La vida, no hay caso, ¡no podemos vivir sin ella! (Braceli, 2007:164-5).
Bibliografía
Braceli, Rodolfo, 1991. Fuera de contexto. Buenos Aires: Galerna.
1991. Federico García viene a nacer y Y ahora, la resucitada de la violenta
Violeta. Buenos Aires: Galerna.
1998. La misa humana. Buenos Aires: Galerna.
2006. Tejada Gómez viene a nacer. Buenos Aires: Instituto Movilizador de
Fondos Cooperativos.
2007. Vincent, te espero desnuda al final del libro. Buenos Aires: Alción.
2012. Pautas eneras. Buenos Aires: Capital intelectual.
www.rodolfobraceli.com.ar, acceso noviembre 2014.
Dubatti, Jorge, 2014. Filosofía del teatro III. Buenos Aires: Atuel.
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