LOS PUEBLOS PRERROMANOS. LOS CELTÍBEROS CALENDARIO ROMANO Hasta la reforma realizada por Julio César en el 46 a. C., el calendario romano era de tipo lunar y se componía de 12 meses lunares que computaban un total de 355 días. Cada dos años, el Pontifex Maximus decretaba un mes intercalar, de aproximadamente 20 días, que servía para adecuar el calendario lunar al solar. La dejación de funciones en este sentido creó un desfase tan importante que llegó un momento en que, por ejemplo, las estaciones no coincidían con sus meses. César acometió la reforma del calendario que, a partir de entonces, contó con un año de 365 días y, cada periodo de cuatro años, un día más que se intercalaba entre el 24 y el 25 de febrero. Al nombre de ese día en latín, bis sextum a. d. Kal. Mart., se debe nuestra denominación de año bisiesto. Los meses eran igualmente 12, pero de 31, 30 y 28 días, tal como se han conservado en la actualidad. Hasta el año 153 a. C., tal como ya se ha anotado, el año daba comienzo en el mes de marzo, coincidiendo con el inicio de las campañas bélicas. En esa fecha, se trasladó su inicio al mes de enero: el nombre de los meses de julio (quintilis), agosto (sextilis), septiembre (september), octubre (october), noviembre (november) y diciembre (december) se desligaron completamente de sus orígenes, pues no eran sino nombres ordinales (quinto, sexto, séptimo, octavo, noveno, décimo). Los meses, para terminar, constaban de tres fechas de nombre propio (Kalendas, primer día del mes; Nonas, día 5º o 7º de mes según los meses e Idus, día 13º o 15º según los meses) con respecto a las cuales se denominaban los días siguiendo un procedimiento de cómputo inclusivo y referido siempre a la fecha inmediatamente siguiente. P. CORNELIO ESCIPIÓN En Roma la facción más belicista del Senado no podía soportar por más tiempo que los numantinos pusieran en ridículo al ejército más victorioso e imparable de todo el Mediterráneo y para ello era necesario acabar rápidamente con Numancia sin ninguna contemplación, por lo que había que enviar a un general de prestigio. Fue designado P. Cornelio Escipión ( Africanus Minor ) que encabezaba el grupo belicista y había alcanzado el más alto galardón con la destrucción de Cartago y con el que de nuevo se hizo una excepción, al igual que con Marcelo, para nombrarlo cónsul en enero del 134 sin haber transcurrido todavía 10 años desde su anterior nombramiento. Escipión se encontró con un ejército muy menguado, unos 20.000 hombres – sólo pudo traer de Roma 4.000 voluntarios y algunos hombres que le proporcionó Micipsa, rey de Numidia, pero contó con la ayuda económica de Antíoco de Siria y Átalo de Pérgamo con la que pudo reclutar numerosos mercenarios – y sobre todo sumamente indisciplinado, por lo que su primer esfuerzo fue someterlo a duros entrenamientos para dotarlo de moral, disciplina y eficacia. P. Cornelio Escipión