Personajes - Diario del AltoAragón

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58 San Lorenzo
Diario del AltoAragón - Domingo, 10 de agosto de 2014
Personajes
Viene de la página anterior
y se cobró la muerte de dos personas–, numerosas familias sariñenenses, entre las que estaba la
de nuestra protagonista, emprendieron un triste éxodo rumbo a Cataluña. Tras permanecer cerca de
un año como refugiados en tierras
catalanas, con la derrota los Cabellud Carpi pasaron a Francia. María nos contó la pena que les dio
a todos el tener que abandonar el
carro y la caballería en la frontera.
Aunque se le difuminaba un poco
el recuerdo de la estancia en Francia, creía que habían pasado un
tiempo sobre las arenas de Argelès-sur-Mer y que después los alojaron en un pueblo francés.
También pasó a Francia Joaquín
Cabellud Carpi, hombre de acción
con dilatada experiencia en la lucha política y sindical, como lo
demuestra su participación en la
insurrección anarcosindicalista de
diciembre de 1933. Durante nuestra guerra había protagonizado peligrosísimas acciones de espionaje
al servicio de la República. Tras
pasar por el campo de Argelès-surMer fue contratado por un ganadero francés para cuidar vacas. Pero
muy pronto se incorpora a la Resistencia. Pese a tener a la Gestapo pisándole los talones, Joaquín
participa en arriesgadas misiones.
Era muy valiente, casi temerario.
Su osadía le llevaba a infiltrarse en
la propia Sariñena franquista. María y otras personas que entrevistamos confesaron haberlo visto. Se
rumoreaba que, gracias a él, muchos españoles resistentes se habían salvado de caer en manos de
la Gestapo. Pero el cerco en torno
suyo se iba estrechando. Finalmente, la Gestapo lo detuvo cerca de
Toulouse y acabó con su vida. No
mucho tiempo después, la familia
francesa en la que había trabajado
envió a Sariñena sus efectos personales, entre los que estaba la fotografía de un niño pequeño. ¿Quién
era ese niño? ¿Era acaso hijo suyo?
En Sariñena estaban la compañera
de Joaquín, Carmen Grustán Basols, y la hijita de ambos, Carmencita. Carmen sufrió también muy
pronto el zarpazo represivo franquista. El 19 de abril de 1939 ingresaba en la Prisión Provincial de
Huesca. Tenía 23 años. Permaneció en la cárcel hasta el 5 de agosto.
En estos tres meses y medio de reclusión, ¿qué fue de la niña? María
recordaba haberle llevado leche de
vaca a su sobrinita. Luis Grustán
Basols, hermano de Carmen, nos
comentó que su cuñado Joaquín
se escapaba de vez en cuando del
frente y se pasaba por Sariñena para ver a su mujer y a su hijita. Luis
visitó en tres ocasiones, en compañía de Carmen, el lugar en el que
los alemanes lo abatieron.
El ingreso en prisión de
su hermana Manuela
María, sus dos hermanas pequeñas y los padres regresaron a España a través de Irún. La realidad era
muy distinta de la anunciada por
la propaganda franquista. Cuando
llegaron a Sariñena se encontraron su casa casi escachada, fruto
de los intensos bombardeos, teniendo que instalarse en un pajar.
También sin casa se encontraba la
familia de su hermana Manuela,
casada con el sariñenense Vicente Lapiedra Vitales, y con dos hi-
jitas de corta edad. En este caso,
los motivos eran otros: una familia
de los “vencedores” se había apropiado de una casa de los “vencidos” que, para más inri, estaban
en la cárcel por “rojos”. La casa
consiguieron recuperarla después
de un tiempo. No así el carro que,
con la excusa de que aún les quedaba un plazo sin pagar, se lo requisaron. Manuela, como “mujer
de rojo” y “hermana de rojos”, fue
la primera que entró en la cárcel.
El 19 de abril de 1939 ingresó en
la de Huesca, siendo trasladada el
24 de agosto de ese mismo año a
la Prisión de mujeres de Barbastro. En ella permaneció hasta que
el 19 de febrero de 1940 fue puesta en libertad. Su marido, Vicente
Lapiedra Vitales, ingresó en la cárcel de Huesca un mes más tarde
que ella: el 22 de mayo de 1939. El
28 de marzo de 1940 se celebró en
Huesca el Consejo de Guerra que
lo sentenció a la pena de doce años
y un día de reclusión menor como
autor de un delito de “auxilio a la
rebelión”. Huelga decir la falta de
garantías de estas “farsas jurídicas” conocidas como Consejos de
Guerra. Vicente permaneció en la
cárcel oscense hasta el 30 de mayo de 1940 en que fue trasladado
a la prisión zaragozana de Torrero.
Nada más llegar allí, fue conducido al Campamento de Penados de
Belchite para trabajar como forzado, bajo la férula de Regiones Devastadas, en la construcción del
pueblo nuevo. Por fin, el 15 de diciembre de 1942 fue puesto en libertad condicional, sin destierro.
Tras casi cuatro años encarcelado,
llegaba el momento del reencuentro con su esposa Manuela y sus
dos hijitas, Aurora y Luz. La España franquista, que tanto se vanagloriaba de defender los valores de
la familia, les había birlado a estas
criaturas su hogar. Manuela y Vicente tuvieron, años después, otra
hija, Alba.
“Hermana de preso”
María había cuidado de sus sobrinitas durante la ausencia forzada
de sus padres. Muy pronto va a especializarse también en una labor
muy “demandada” en aquellos
tiempos: ejercer de “hermana de
preso”. En este caso, de su hermano José, combatiente en las filas
republicanas y, tras la guerra, detenido y condenado en Consejo de
Guerra, por el delito de “auxilio a
la rebelión”, a la pena de doce años
y un día. En su expediente carcelario –que aparece incompleto– se
indica que ingresó en la cárcel de
Huesca el 2 de marzo de 1949 procedente del Hospital Provincial.
¿Había ingresado en el hospital a
consecuencia de las heridas sufridas en el frente o al enfermar en la
cárcel por las pésimas condiciones
reinantes? Conviene recordar, con
F. Moreno, que en las cárceles de
posguerra –correspondientes a tan
sólo trece provincias, más dos incompletas– perecieron de hambre
y epidemias 4.663 detenidos.
De cualquier forma, José Cabellud Carpi permaneció en la prisión oscense desde ese 2 de marzo
de 1940, en que ingresó procedente del hospital, hasta el 21 de julio de 1941, en que fue trasladado
al campo de concentración de San
Juan de Mozarrifar. De las condiciones y el régimen disciplinario
imperantes en dicho campo nos
carcelado en la prisión de Huesca.
El 19 de diciembre de ese mismo
año asistió al Consejo de Guerra,
junto a otros diez inculpados más.
El 14 de agosto de 1940, a las cinco de la mañana, el “molinero bueno” caía abatido por las balas del
piquete de fusilamiento.
La estancia de José Cabellud
Carpi en el campo de San Juan de
Mozarrifar se prolongó durante
diez meses, desde el 21 de julio de
1941 hasta el 20 de abril de 1942.
En esta última fecha fue conducido a la prisión de Lérida, donde
permaneció hasta el 9 de noviembre de 1942, en que fue puesto en
libertad. Regresó a su domicilio familiar en Sariñena, en la calle Muro, donde le esperaba su esposa
Pilar Gombau Samitier, con la que
tuvo dos hijos: José (ya fallecido)
y Joaquín.
María y
su marido
Eugenio
Hilario.
dan una idea algunos de los cas- mi hermano José en el antiguo Instigos impuestos, según refiere Ja- tituto –habilitado como cárcel– de
vier Rodrigo en su libro Hasta la Huesca, en un momento dado se
raíz: “los prisioneros eran suspen- abalanzaron sobre mí varios comdidos por las muñecas del mástil pañeros, todos de Sariñena, y me
de la bandera durante varios días, entregaron un papel que yo depor delitos tan graves como no ha- bía sacar de la cárcel como fuera
berse quitado uno la boina mien- y entregarlo a su destinatario. Rátras se cantaba el Cara al Sol”. Si pidamente me lo guardé en mi suJosé logró reponerse de sus heri- jetador y conseguí salir sin que lo
das o enfermedad y salir con vida detectasen. Se trataba de una petide la cárcel de Huesca y del campo ción de avales a favor de un preso
de San Juan de Mozarrifar, mucho de Sariñena, el molinero, que hase debió a las visitas regulares que bía sido condenado a muerte. Hice
le hizo su querida hermana María, llegar el escrito a quien corresponque le llevaba alimentos, ropa de día, pero no sirvió de nada, pues
abrigo… y, sobre todo, el afecto de el desdichado fue ejecutado”. El
la familia. Y si ser “mujer de preso” “molinero” no era otro que José
resultaba una experiencia durísi- Carrera Gavín, de 41 años, soltero,
ma en aquella España –como han natural de Castejón de Monegros
mostrado los libros de memorias y residente en Sariñena, donde rede Juana Doña o Tomasa Cuevas gentaba un molino de harina. Sey los estudios de Mary Nash,
gún Luis Grustán Basols, que
tuvo mucho trato con él
Ricard Vinyes, Giuliacuando era niño, “el
na Di Febo o Irene
Su
molinero era un
Abad–, no mehombre más
nos duro era
trabajo
ser “herbueno que
más conocido
el pan. Hamana de
cía favores
p r e s o ”.
fue el de limpieza y
a todo el
María
mundo,
sufrió
conserjería, en el Instituto
todo tiespecialde Enseñanza Secundaria
mente a
po de
las genhumilla“Monegros-Gaspar
tes humilciones. Y
Lax” de Sariñena
des, a las
peligros.
Ella
nos
que muchas
veces les molía
contó un sugratis por la noceso que pudo
che”. El 20 de febrero
costarle muy caro:
de 1939 fue detenido y en“estando visitando a
María en la
terraza de un
hotel de Gran
Canaria.
La muerte del padre
La criminal frustración de las fuerzas represivas franquistas, al no
poder apresar al muy buscado Joaquín, hizo que su vesania cainita
se cebara en la persona de su pobre
padre, don León Cabellud Maestro.
María nos relató, con gran amargura, aquel espantoso crimen:
“todos los que venían de Francia
tenían que presentarse en el cuartel de la Guardia Civil, donde les
hacían largos y terribles interrogatorios en los que solían acusarles
de crímenes y atropellos sin cuento. Les torturaban para que se confesaran autores de dichos delitos y
revelaran los nombres y el paradero de otras personas. En el caso de
mi padre estaba claro que lo que
buscaban eran pistas sobre mi hermano Joaquín. Se encelaron con
él, y le propinaron tal paliza, que
hasta el propio cura de Sariñena
intervino para que cesaran los golpes. Pero ya era demasiado tarde.
Poco tiempo después falleció mi
padre, que no pudo recuperarse de
las lesiones”.
Pasó el tiempo. María y los familiares que habían sobrevivido a ese
vendaval de odio y venganza tuvieron que ir curándose de las heridas de la guerra y, sobre todo, de
“la Victoria”. No lo tuvieron fácil.
En especial las mujeres que, como
María, tuvieron que cargar con el
estigma familiar de los vencidos. Y
es que se trataban, simplemente,
de “mujeres de rojos, hijas de rojos, material incómodo y sobrante
en la Nueva España nacionalcatólica” (Rafael Torres dixit).
Hermanados en el sufrimiento
María, con 17 años, se fue a servir a Tarrasa, siguiendo la estela
de su hermana Pilar que vivía en
Barcelona. Tras ocho años de duro trabajo, “cansada de fregar, tan
desesperada estaba que barrunté
la posibilidad de ponerme monja;
sin embargo, la elevada dote que
exigían para entrar me hizo desistir”. Y volvió a su lugar natal. Se
casó con Eugenio Hilario Ballarín
Clavería, natural y vecino de Sariñena, uno de los nueve hijos de
Jorge Ballarín Tella y Mariana Clavería. Esta familia también estaba
señalada con la marca indeleble de
los vencidos. A Eugenio Hilario –
nacido en Sariñena el 13 de julio
de 1914– la guerra le sorprendió
cumpliendo el servicio militar en
Jaca, lo que le obligó a luchar con
los “nacionales”. Enviado al frente de Huesca, resultó herido. Tras
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