Un hombre curtido por la sal del mar

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Un hombre curtido por la sal del mar
Don Miguel, con su rostro marcado por el sol, de piel de
canela por las muchas horas en el mar, con sus manos recias que sujetan los
remos con la seguridad que le da un padre a sus hijos, que lleva en su lancha
durante muchos años a tantas personas de las que ni siquiera conoce su nombre,
pero que trata como si todos fueran su familia, nos enseñó en que momento
descender de la lancha para que las olas no se atrevieran a mojar nuestra ropa de
ingenuos citadinos que no conocemos los secretos del mar, que no sabemos en
que momento saltar hacia las piedras, no sabemos coordinar nuestros
movimientos acordes con el vaivén del mar, llevando su dulce compás que trae y
lleva espuma millones de veces en el día, esas olas a las que nadie solo Don
Miguel les presta atención, esas olas que le dicen en que momento debe echar las
redes, en que momento levantarlas, él sabe escuchar a la mar, no solo oye el
murmullo del agua sobre las piedras de la orilla, sino que sabe cuando el mar le
habla.
En la inmensa inquietud del mar que tantas veces han
recorrido los ojos de Don Miguel, encuentra la tranquilidad de su vivir, la seguridad
de sus alimentos, el sustento de su familia, el pasar sus días encontrando más
secretos, amaneciendo al lado de las aguas, acostándose con su rumor,
despertando con las redes llenas, con los peces saltando en ella, con la ligera
lancha que jalan las aguas mientras él lucha con sus únicas herramientas, sus
remos, le da pelea a la mar. Sus remos, las extensiones de sus brazos, que
intentan mantener en orden su ligera embarcación para que el caprichoso mar no
se lleve su tesoro, que no le quite de nuevo lo que él acaba de recoger.
Pescador, aquel hombre que en su lancha transporta a los
hijos del mar, a los seres que Poseidón protege, sin embargo, ese mismo
Poseidón es quien protege a Don Miguel, lo cuida y lo transporta con cada suave
meneo de las olas; pescador, ese oficio que tenia Jesús y que enseño a sus
discípulos, pescador del mar, de las olas y de las brisas, pescador de cada marea,
de cada ola, del sabor salado del mar.
Desde mucho antes que el sol despierte, se apresta ligero a
salir en lancha, ligero a pesar de los más de 60 años que tiene, muchos de los
cuales los ha dedicado a enfrentar al mar, conoce cada embarcación que pasa
frente a él, conoce muchas historias y cada una mas interesante de la otra, sabe
como se llama cada embarcación y que tipo de embarcación es.
Comparte lo que sabe con sus pasajeros, se divierte con las
torpezas de los que no sabemos esquivar al mar, sonríe a los extraños que le
hacen preguntas y le sonríe a aquellos que suben y solo piensan y se divierten
durante el corto viaje.
Imaginan los pasajeros acaso que en este viaje pueden
conocer todo el mar?, tal vez, en una gran imaginación, esos pocos y cortos
minutos que dura la travesía se puede convertir en una enorme aventura por la
inmensidad del océano, si cerramos los ojos un instante y solo se siente el suave
balanceo de las olas, podremos imaginar que estamos navegando en medio de
esa enorme y hermosa masa azul, que a nuestro lado saltan felices los bufeos,
que vemos enormes ballenas saludando con su cola, que las aves nos saludan
rozando nuestra piel, que la brisa nos acaricia como lo hace en el rostro de Don
Miguel.
Imagino que cada día debe ser una aventura mejor que la
anterior, imagino que todas las veces que ha salido, al despedirse de su familia,
ha pensado que tal vez sea la última vez que los ve, sin embargo el mar lo ha
cuidado durante muchos años, de los 70 que lleva de vida, más de 60 en el mar,
aprendió a navegar mientras aprendía que la vida es dura en muchas ocasiones.
Y es así como día tras día y año tras año, la piel de nuestro
querido don Miguel va recogiendo la sal del mar, esa brisa suave y serena va
marcando su piel oscurecida por el sol, la mar le pertenece por que lo conoce de
mucho tiempo, por que es suya desde la orilla que toca la espuma hasta donde
sus ojos no llegan, el es dueño del mar y el mar es dueño suyo a la vez, por que le
deja llevarse lo que el mar quiere, le da lo que al mar le sobra, lo alimenta cuando
quiere y cuando no, tiene que conformarse con lo que no hay, lo deja subirse en
sus crestas cuando quiere y cuando está furioso lo lanza a la orilla para que se
quede en tierra hasta que lo extraña y lo llama de nuevo con cada ola, con cada
murmullo de la resaca sobre la orilla, lo llama por su nombre, lo invita a subirse
sobre esas olas traviesas y lo llevan de nuevo en ese viaje fantástico, en el que los
peces llegan sin cesar y pelea con el mar por sus hijos y él pelea a la vez por lo
suyos, por los que lo esperan en tierra, por una mujer que calienta la casa y por
unos hijos que aprenden a diario los secretos que don Miguel trae a casa, cada
vez que llega día a día con una historia diferente, porque cada día es una pelea
diferente, cada día es una nueva lucha y un nuevo romance entre el mar y la
curtida piel del rostro de don Miguel.
Con el esfuerzo de su trabajo, sabe él que no solo alimenta a su
familia, alimenta a muchas mas, aquellas familias que no conoce y que sin
embargo, en sus hogares esta la presencia de aquel señor amable y sencillo, que
nos invita a cada momento a conocer el mar, ese mar travieso y esquivo de
nuestro litoral, ese mar en el que cientos de historias se han tejido, en el que
muchos han soñado navegar y en el que solo pocos como Don Miguel, tienen el
privilegio de tener cerca cada día, respiran esa suave brisa cada mañana y se
acuestan sintiendo el rumor de las ola cada tarde, y es por ese mar que nos invita
a buscarlo cada fin de semana, para contarnos con una nueva historia, una nueva
aventura, alguna hazaña de algún navegante perdido o tal vez alguna historia de
amor, que solo él y su pequeña lancha conocen.
Mientras remienda sus redes con la paciencia que los años le dan,
mientras pinta su lancha, mientras cuida los tesoros de todos sus compañeros,
sus pequeñas embarcaciones , mientras espera que la mar lo invite a salir otra
vez, mira en la distancia con eso ojos profundos y deja que la brisa del mar
alborote su blanca cabellera.
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