EL GATEO INFANTIL No tengáis prisa porque vuestro hijo empiece a caminar, es muy importante que gatee para fortalecer la espalda, los brazos y las piernas, tanto a nivel óseo como muscular. Mientras gatea, el bebé coordina movimientos que le ayudarán a consolidar la lateralidad en el futuro, también mejora su habilidad con las manos, su atención y el desarrollo sensorial. El dominio de este tipo de desplazamiento amplía su autonomía y su independencia, la zona de movimiento y experimentación es mayor y, además, puede perseguiros por la casa en vez de llorar esperando vuestra respuesta para comprobar que estáis cerca. A partir del séptimo mes del bebé, las zonas del sistema nervioso más alejadas del centro del cuerpo avanzan en maduración neuromotora. La flexibilidad muscular comienza a estabilizarse, hay mayor control de los músculos extensores y, actividades como gatear, ponerse de rodillas, dar patadas y mantenerse en pié, además de ofrecerle placer y mayores posibilidades de exploración, le ejercitan para la locomoción independiente. Para favorecer el gateo, cuando está boca abajo, podemos flexionarle las piernas o ponerle un cojín o una almohada bajo el vientre; en esta posición, le ofrecemos algunos juguetes y le animamos para que intente cogerlos. Para que consiga desplazamientos, inicialmente necesita nuestra ayuda. Por ejemplo, en posición de gateo, flexionamos una de sus piernas y apoyamos con firmeza una mano en cada uno de los pies del bebé ejerciendo una suave presión para que el cuerpo avance. También podemos jugar a la carretilla, agarrando sus piernas y levantándolas cuando está en posición de gateo. Si aguanta esta posición apoyando el peso de su cuerpo sobre las manos, le empujamos suavemente para que intente pequeños desplazamientos adelantando las manos. Durante el octavo, noveno y décimo mes, el bebé puede gatear con facilidad y buena coordinación. Con esta edad tiene más movilidad general, cambia de posición cuando está gateando para sentarse o se pone de pie agarrándose a un mueble. Si domina el gateo, podemos animarle para que se desplace gateando sobre diferentes superficies, como cojines o colchonetas, y superando obstáculos que colocamos en la trayectoria que sigue. En estos meses veréis que el bebé hace amagos de intentar ponerse en pie agarrándose a los barrotes de la cuna o a la malla del parquecito, también observaréis que pone las piernas rígidas cuando le cogéis en brazos, con esto nos está indicando que es el momento oportuno para ayudarle a ponerse en pie. Seguramente comprobaréis que, una vez que consigue ponerse en pie, no sabe como volver a la posición de sentado, por eso es posible que se asuste y llore. Después de varios intentos, aprenderá a doblar las rodillas y, cuando esté cerca del suelo, experimentará dejándose caer sobre los glúteos. Ese es el momento de comprobar que los lugares a los que puede agarrarse para ponerse en pie son lo suficientemente pesados y estables para que no le caigan encima. Retirad las mesitas auxiliares livianas, los adornos, los tapetes, etc. Mostradle el modo de agarrarse al mueble, a la pata de la mesa u otras superficies seguras. No os precipitéis a levantarle cuando haga ademán de intentarlo, debe experimentar con el peso y el equilibrio de su cuerpo, ayudadle sólo cuando tras varios intentos no lo logre. En poco tiempo, además de ponerse de pie con más seguridad, comenzará a realizar pequeños desplazamientos laterales agarrado a los muebles experimentando y fortaleciendo su cuerpo para acometer un gran logro, caminar de forma independiente. Habitualmente los bebés intentan ponerse en pie entre los 7 los 10 meses, sin embargo cada uno sigue su propio ritmo de desarrollo y los adultos debemos respetarlo. Forzar al niño a ponerse en pie antes de disponer de madurez suficiente podría ser perjudicial para las piernas o la espalda. Lo adecuado es estimular su necesidad de movimiento, pero sin inducirle nunca a emprender un aprendizaje para el que no está preparado. No os inquietéis porque otro niño de edad parecida al vuestro haya conseguido habilidades superiores a vuestro hijo, siempre que el Pediatra haya constatado que su evolución es normal. Recordad que todos los niños de edad similar no consiguen dominar las mismas habilidades. Algunos niños que muestran más destreza en el ámbito motor, son menos hábiles con el lenguaje o con cualquier otra área. Cada lóbulo cerebral madura a un ritmo diferente. Nuestra intervención debe encaminarse a estimular y animar al niño para que vaya ejercitando aquellas habilidades para las que está capacitado en cada momento y procurar que el aprendizaje le resulte placentero y divertido. Comprobaréis que, en ocasiones, una semana o dos son suficientes para que domine una habilidad que no había conseguido dominar durante meses. Por último, algunos niños con una evolución normal, no aprenden a gatear y sólo gatean después de de caminar. El dominio de esta habilidad es deseable por los beneficios que aporta al desarrollo global, sin embargo, no debemos agobiar al pequeño enfrentándole a un aprendizaje para el que no está preparado. Nuestra misión consiste en apoyarle y facilitarle muchas y variadas ocasiones para que gatee, preferentemente antes del dominio de la marcha autónoma, pero también después de aprender a caminar solo.