NUJl. 18. MADRID, l o DE SETIEMBRE DE 1859. FELIPE U Y EL ESCORIAL. I. FEMl'E II. elnUo gigante ilc un ii'inado potlcroírt á ¡tesar ile su mala ailiniiiistracioii,yáliivi:í/. (le su soberano, ál/ase en las fiíldas do unacortullera lie tnontcs continuación de las sicr____ . rasdeUuailarraniann cstcnso edificio, colósal como el irn[jeriü iísi)añol; frió y severo como el rey (luc le manilaba lovaritar. Grandioso inonumeulo (!cl estilo fjrüco-romano restaurado , revolución de! arle que innyunj el gei.io de Miguel Augcl liuonarolLiy que tan dignamente introdujo en España el asturia'tio Juan ile Herrera, la sorprtmdenle mole del moniíslerio del Escorial se alza inelancólicamenl-e iiiagestuosa, dando motivo de profundo estudio al artista , de meditaciones ¡d lilósofo y ¡ii liisloriador, de admiración á cuantos la contemplan. .\nle sus grandes proporciones, el viaji-ro se detiene absorto: ante las aletas (I) de sus áticos ^us remates de obeliscos embolados (2) y de esferas, y lodos sus cuerpos arquiíeclóuicos colo'sales siempre y siempre también desnudos de adorno, el ariisla se detiene cíludiando aquel periodo de restauración que, recil)iendo nombre de Herrera, su gnin introductor en España, ' (1 i Mi-las £011 unas aiiidnnps, IIHC para quobrnp la liemasiaiis 'everulad lid ;\nñiilo recui, {ormailu imr la linr.i liDrJíoiiial dP u:i cuírpi> íiniuUenóiiici) y la perpcíidiciilar ilt; oiro mas poiucrin <ine cae .'nbrL' el, ó hien iW ilas |H'qiipi'ms i|ue so jUDran ;i uno mayni-, se les míen á manera de i.'i)[iir.i-fuprtps, vinieiiilo ú formar aii iriingiiln raisiiüneo. tomimcsio lie las ilus rertas de las cueriios arquiíectíinieos, y de la curvj eniranle ilc la alela que Reiicralmcntt; se adiima ron voluias coiilrarins en los esircmoi: aunque de época mas posterior, un ejera|ilo de clin se ve cu la fai'liada de San José de esia cóne. (2) 0!>eliu-a. especie de pirámide, cuyas caras, elevíindose casi VCrticaimenle, resultan tener mucha mayor allura loial, que audiora pn la base. Cuando remata en una csFera li óvalo, se llama obeliscn eml'olailn. liabia de ¡r ilegradándnse hasta tener que hallar algo de su primitiva piire'iaen el gusto viñolesco, después de liaher [lar.ado pur el decadenle y el de Cliurriguera; y ante los grandes recuerdos que encierra el nombre de su fundador, el historiador liliisof'' medita sobre aquella controvertida época de nuestra historia, que eticierrn cu la suya la tétrica ligura de Felipe II. El Escoria! y Fi'l¡|)c II son dos nombres que no puedan pronunciarle separados. No t's daljlc e^ludiar á Felipe U sin que en seguida se recuerde y se comprenda aí[uid gran templo; ni puede contemplarse el monasterio de Juan de Herrera, sin que creamos ver vagar por entre sus venianas seculares, la pálida ligura de Felipe, csc;ipada acaso del magniüco retrato de Pantnja. Pero si el recuerdo os unánime, el juicio que inmeilialaniente despierta es diferente en los admiradores del inonaslerio; y a>i como al juzgar esta obra del arle no andan acordes los pareceres, al protiunciar el nombre de Felipe II, los unos exeeraiuío su memoria le llaman dt'monio del McdioiUa , los otros enalteciéndole cnmo gran pensador y pnlitico profundo, le dan el pretencioso calificativo ile pnuh'nlc.—'^ sin embargo, no croemos que merece ni los acalorados denuestis de los unos, ni las parciales alabanzas de los olrtis. No es un breve arlicnlo de periódico espacio bastante , ni mi pluma suíiciente doi^la, ile3|Uies de tantos y tan emincuLes varones como sé lian ocupada de Felipe II, pura eimnciar siquiera toda.s las tni-'iltiples ideas ipie es necesario tener en cuenta al formar el juicio critico de aquel rey. Sin emb:irg-i, indicaremos las que nos sugiere la memoria de aquel monarca, que naciiio en Valladoiid en las casas ilel potvie de Uivadavia (3) el dia 21 de mayo de 1:127, hijo del emperador AÑO III. Carlos V y de la emperatriz doña Isabel de Portugal, habia de regir los vastos dominios que fue allegauíl o la triunfailora empatia do su padre, y ver caer tristemente las hojas de los árboles durante setenta y un anos desde su iiaeiiniento hasta su muerte ocurrida en el Escorial el 13 de setiembre del l-iOS. Aconiecimientos que se precipitaban en sus dilatados duminios, trajeron sin cesar ocupado su ánimo en cuarenta y dns añoí que etnpuñóel cetro, empezando á reiiíar en1üEi(i pfir solemne renuncia 6 abdicación del emperador. La Francia coufeilerada con el papa Paulo IV invade sus fronteras tratando de despojarle dn las posesiones dItalia. Los Paises Bajos se le sublevan auxiliados por Inglaterra y Francia. Los moriscos del reino de Granada refugiados en las escabrosas montañas délas .Mpujarras amenazan volver á tremolar triunfanic, en la peninsula, el destrozado estandarte del Profeta. Selim, usurpador, deslíe su trono impulsa sus escuailras para apndcrarsií do la isla de Chipre. Luchas interiores atacan su cura7,011 de padre. Ilignas revueltas <le pueblos que Jnvocal)an sus venerandos fueros, irritan su altivez de soberano en .\ragnn. Ambiciosas miras lo empeñan en guerras esleriores contra infieles; y la iiercgia de Lntern estendíéndose rápidamente por Esiiaña, innania sin cesar las hogueras inquisitoriales, ya que no eticendia como en vecinos países las horribles guerras de ]'eligion, que en un solo ili;i inmolaban mas victimas que todos ios autos de fe del odioso triliunal. Con lautos y tan contrarios elementos, consecuencia precisa del sistema conquistador, poro no organizador do Garlos \ , tuvo ipie lui-bar Felipe II. ¿Fue digno rey para tantas empresas, á U magnitud de ellas, producidas muchas veces por su mala administración ahogó su grandeza de soberanía? Si por triunfo se comprende la forzada p¡iciÜcaciotí que dan el miedo ó el terror, desde luego podemos decir que Felipe II sabia vencer lodos los oi)sláculos; si por el contrario, la grandeza de un rey estriba en la verdailera impnrtancia fpie sabe dar á su pueblo alcanzándole calma y ventura en el interior y renombre legitimo, hijo do su |iiu[erii', en el esteriof, Felipe U ni alcanz') ni pudo alcanzar tanta gloria. 131 Cuénlasii que suTriendo cruelos dolores la emiieratrií.al lÍem|io de iiacer el futuro snlierano ile los F.siados cspañoU'S, como la matrona que la asisiia viendo t[ap la augusta seíiora no pronunciaba la mas pequeña queja, la animase fi que se desaliORara cshalúndolas, eonles, ló la emperairi/.: «.VHII me fnlei"! Id, minhn comadre, que en morI rerei, mais n,io griiarei.- l'arecc que eu el nioineulu de nacer, su i madre inculraba al fuiuro'soberano aquel asombroso dominio de si I mismo, que fue Una de las princiiiales cualidades ilel astuto monarca. ' La casa en que naciii se conserva todavía, siendo boyproiiii'dad del I esceleniisimo si-rn>r don Mariano Keinoso. Para la solemne ceremonia De gran entendimiento para meditar, pero tardo en re\ del bautismo, se levamrt un pasailiío desde la escalera principal del j palacio, que cruT.ando una de las rejas bajas del editicio i ia cual sub- solver : de escasa imagiimcinn para inllamar.se con la gloI sistehoy enirela/.adas sus dos Unjas por medio de un i;rueso candado), ria, pero de penetración astuta para seguir las tramas de i fondni-ia í, la inmediata ¡yiesia de San l'.iblo, ilnnile luvo luí:ai- la ailminlstracion del SanloSiieranicnto. Este corredor, einstruido indu- sus enemigos: enleramento poseído de su papel de rey dablemente para evitar que la muchedumbre obstruyese el paso i la I para hacer respetar sus derechos, pero sin comprender I real cumitiva, se culirió en Inda 5U esteusion de frnndoso ramaje rc- I los caminos para llegar á la altura que la vasta adminis1 cargado arlÍHi;ialmente con tloreí, limoneros, naranjos y Otros frutos. 1 tracion do sus Estados reclamaba: melancólico por natuI (Sangrailor, /((í/ono di V,i!!uilolid, lomo l.l