Fallece el Hno. Carles Solà

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“Fue descubriendo que el amor de Dios vale más que la vida y fue entendiendo que
el lugar central donde acoger este amor y responderle era la liturgia de la Iglesia”
dijo el P. Abad Josep M. Soler en la homilía de la misa funeral
Fallece el Hno. Carles Solà
Tenía 87 años, de los cuales 66 como monje. Fue escolán y en el monasterio,
después de trabajar en diversas secciones, fue nombrado sacristán de la Basílica
en 1953, cargo que ejerció con espíritu de servicio durante más de 50 años
Montserrat, enero de 2015. La madrugada del 10 de enero fallecía en el Monasterio de Santa María de
Montserrat, el Hno. Carles Solà Franquesa. Tenía 87 años y hacía 66 que era monje.
El Hno. Carles Solà Franquesa nació en Barcelona el 4 de noviembre de 1927. Entró al noviciado el 23 de
diciembre de 1947 e hizo la profesión simple el 2 de enero de 1949. La profesión perpetua fue el 1 de
noviembre de 1952 y la solemne el 15 de agosto de 1964.
El Hno. Carles nació en el seno de la familia Solà-Franquesa, donde la fe cristiana ocupaba un
lugar central y profundo. Fue bautizado con el nombre de Josep. Era el primero de diez
hermanos. Estudió las primeras letras en las Escuelas Pías y en 1939 ingresó en la Escolanía,
formando parte del primer grupo que la restableció después de la guerra civil; allí estuvo hasta el
1942. Al finalizar, volvió a Barcelona para trabajar en el horno de pan familiar que, durante la
persecución religiosa de 1936 y 1937, había sido como una especie de catacumba cristiana.
Josep Solà, después de aconsejarse entre otros con el beato Pere Tarrés, entró en la comunidad
de Montserrat en 1947 y profesó en 1949. Después de haber trabajado en varias secciones del
monasterio, en 1953 fue nombrado sacristán de la basílica de Santa María, cargo que
desempeñó con competencia y espíritu de servicio durante más de cincuenta años, hasta que la
enfermedad se lo impidió. "Cuando acogía a los presbíteros con los grupos de peregrinos o a los
que venían para concelebrar la misa conventual, siempre tenía una buena palabra y los atendía
gustosamente. Trabajador infatigable, quería ser útil a la comunidad; incluso durante los primeros
años de estancia en la enfermería tenía el anhelo de ir a la sacristía para ayudar. A pesar del
trabajo, que en un santuario como el de Montserrat tiene momentos de actividad intensa,
procuraba no dejar nunca la lectura espiritual ni la preparación de los textos litúrgicos del día, así
como tampoco el rezo del rosario ya que amaba a la Virgen con ternura. Disfrutaba de la vida en
comunidad y procuraba no faltar nunca a los encuentros fraternos de cada día donde aportaba
sus anécdotas y su fino humor. Cuando la estancia en la enfermería le impidió esta participación,
se interesaba por las cosas comunitarias y se alegraba de todo lo positivo que había. También se
interesaba por todo lo referente a Cataluña, porque amaba a su país y su gente. Le gustaba estar
informado sobre la vida de la Iglesia y de la sociedad", dijo el P. Abad de Montserrat en la homilía
de la misa funeral del Hno. Carlos, el pasado 12 de enero.
“Quería vivir todo desde el espíritu de obediencia y de servicio a la comunidad y a los peregrinos,
tanto si le gustaba más como menos. Los compromisos de la vida monástica y el trabajo
formaban parte, para él, del yugo suave que Jesucristo le había llamado a llevar como discípulo
suyo en el camino monástico. Y él lo aceptaba con amor para corresponder al amor que Dios le
tenía, y en ello encontraba el reposo y la paz. Una paz que ha mantenido hasta el final, hasta que
se ha dormido plácidamente en el Señor ", concluyó el P. Abad Josep M. Soler.
Departamento de Prensa y Comunicación de Montserrat
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