DIVERSIDAD DE ESPECIES LÍQUENES GERARDO GUZMÁN Los líquenes, en términos generales, forman parte del mundo natural a pequeña escala. Son inconspicuos, de pequeño tamaño y suelen confundirse con el sustrato sobre el cual crecen. En la Antigüedad eran clasificados como un grupo natural independiente; en la actualidad se incluyen en el Reino Funji. Estos organismos carecen de clorofila, por lo tanto deben resolver sus requerimientos alimentarios mediante diversas estrategias. Una de ellas consiste en conformar una asociación estable con algas o cianobacterias. En este caso, el hongo (micobionte) desarrolla un hábito macroscópico y las algas son, por lo general, microscópicas y alojan en la estructura interna del hongo. Esta simbiosis tiene muchas variantes, aunque la relación mutual más frecuente es aquella constituida por un micobionte y un fotobionte. En el género Placopsis, el micobionte contiene algas verdes pero además contiene estructuras denominados cefalodios, donde el tejido fúngico rodea a un conglomerado de cianobacterias. Otra variante de la simbiosis es aquella conformada por un talo liquénico que contiene hongos liquenícolas. La simbiosis le ha permitido a los hongos liquenizados colonizar los hábitat más diversos y extremos. Algunos reportes en la literatura indican que se han encontrado líquenes en la Antártica, creciendo varios metros bajo el nivel de las mareas. Además, en la zona de los valles secos, es posible encontrar microlíquenes (criptoendolíticos), de los géneros Acarospora, Buellia, Lecanora y Lecidea, creciendo en los intersticios y poros de las rocas (Friedmann, 1982).1 Es por eso que quienes postulan la posible existencia de vida en Marte señalan que la única forma viviente capaz de soportar condiciones tan extremas serían los líquenes. La estructura morfológica de estos hongos puede ser muy variada aunque existen tres formas básicas y variantes de ellas: • Los líquenes crustáceos, que crecen formando costras sobre el sustrato (por ejemplo, Caloplaca spp., Graphis spp., Rhizocarpon spp.); • Los foliáceos, que asemejan una hoja y cuentan con estructuras especializadas que les permite adherirse al sustrato (por ejemplo, Umbilicaria, Parmelia, Menegazzia); • Los líquenes fruticulosos, que son de crecimiento erecto o decumbente y semejan, en algunos casos, pequeños árboles o ramas de estos (por ejemplo, Protousnea spp., Ramalina spp., Stereocaulon spp.). 376 Los líquenes de talo foliáceo y fruticuloso se denominan generalmente macrolíquenes y los crustáceos, microlíquenes. Es difícil establecer una cifra que dé cuenta del número de especies de hongos liquenizados que crecen en Chile porque aún persisten importantes lagunas en el conocimiento de su diversidad. Por ejemplo, algunos grupos que cuentan con numerosas especies descritas, como es el caso de los lecideoides y otros microlíquenes, han sido escasamente estudiados. Sin embargo, es probable que superen las 1.500 especies, aunque en Quilhot et al. (1998)2 se considera que sería de 1.383 especies. Ahora bien, si se toma como base de comparación la flora de líquenes de Nueva Zelanda (Galloway, 1985),3 se tiene que esta incluye 966 taxa de hongos liquenizados, y se trata sólo del 60 por ciento de la flora existente. Nueva Zelanda cuenta con ecosistemas y hábitat similares a los de Chile en los bosques de Nothofagus, que albergan numerosas especies de macrolíquenes. El género Pseudocyphellaria es uno de los más representativos de estos ambientes y está constituido por especies foliáceas de gran tamaño, que crecen, por lo general, adheridos a los troncos de los árboles. En Nueva Zelanda, Galloway (1985) cita 42 especies y para Chile 53 (Galloway,1992)4 de las cuales 72 por ciento son endémicas. A la riqueza florística de macrolíquenes de los bosques templados del sur de Chile habría que adicionar un número considerable de especies en las zonas cordilleranas, litorales, oasis de neblina del norte, zonas de alta diversidad específica como el archipiélago Juan Fernández, entre otros. En consecuencia, la cifra antes señalada puede resultar un tanto conservadora, considerando los insuficientes estudios florísticos actualizados, ya que la flora chilena en ningún caso debiera ser inferior en especies a la descrita para Nueva Zelanda. Lamentablemente, la destrucción o alteración de hábitat favorables para la colonización liquénica puede significar pérdidas en diversidad de hongos liquenizados imposible de dimensionar por los vacíos señalados anteriormente. Los hongos liquenizados son poiquilohídricos, es decir, carecen de mecanismos activos para regular el balance hídrico, por lo tanto, son muy dependientes de la humedad ambiental. Estudios ecofisiológicos realizados en el desierto de Negev (Lange et al. 1977)5 indican que algunas especies permanecen inactivas gran parte del día y que sólo el rocío matinal permite desarrollar el proceso fotosintético, el que decae bruscamente con la deshidratación del talo. Algunas Capítulo II: Nuestra Diversidad Biológica singularidades propias del metabolismo de los hongos liquenizados han permitido que sean utilizados como bioindicadores de calidad ambiental. Por ejemplo existen especies muy sensibles a niveles elevados de dióxido de azufre en el aire; por el contrario, hay especies resistentes a este contaminante. Hawksworth y Rose (1976),6 a partir de estas características, elaboran un mapa de zonas isocontaminadas en dióxido de azufre, en función a la composición de especies tolerantes y sensibles a la contaminación que crecen sobre corteza de árboles. Otras especies tienen gran capacidad de acumular metales pesados e incluso radionuclídeos. Estas propiedades han permitido que los líquenes sean utilizados como excelentes indicadores de contaminación atmosférica. El rol de los líquenes en los ecosistemas en Chile ha sido también poco estudiado. Los líquenes que crecen en zonas de influencia de aves, con sustratos rocosos enriquecidos en nitrógeno y fósforo, suelen presentar numerosas especies, donde destacan algunas de vistosos colores, con predominio de los géneros Caloplaca, Buellia, Ramalina y otras. Estas especies compiten por el sustrato y generalmente se presentan poblaciones de ácaros que consumen talos liquénicos. Especies de líquenes como Placopsis y Stereocaulon son colonizadores primarios en sustratos de lava volcánica. Estas especies contienen cefalodios con cianobacterias, por lo tanto contribuyen a la economía de nitrógeno fijando el N2 atmosférico. Un fenómeno similar, pero que no ha sido estudiado en Chile, es el de las especies foliáceas de Sticta y Pseudocyphellaria, que tienen como fotobionte cianobacterias. Estas especies podrían estar contribuyendo de manera importante a la economía del nitrógeno en los ecosistemas forestales del sur de Chile. Es así como Galloway (1992) señala en su monografía que el 55 por ciento de las especies de Pseudocyphellaria descritas para Chile y Argentina tienen cianobacterias como fotobionte. Por otra parte, Guzmán et al. (1990)7 aportan los primeros antecedentes sobre descomposición de líquenes en los bosques de Nothofagus del Parque Nacional Puyehue. En síntesis, la liquenología tiene muchas tareas pendientes en Chile. Ciertamente es un drama que desaparezcan especies que tal vez nunca sean descritas. Esto es absolutamente válido para la flora de líquenes, todavía en nivel incipiente de conocimiento. La urbanización acelerada del territorio nacional y la fragilidad de algunas zonas de transición florística —como, por ejemplo, el área de Fray Jorge y Talinay, los bosque nativos de la VII Región y áreas casi inexploradas o de alto endemismo como el archipiélago Juan Fernández y el sistema insular del extremo sur de Chile—, constituyen desafíos urgentes para establecer una base de conocimiento razonable de la flora liquénica de Chile, para luego diseñar programas adecuados de conservación, en un espacio de sustentabilidad, tal como lo establecen los objetivos de la Convención de la Biodiversidad, que Chile ratificó el 9 de septiembre de 1994. NOTAS 1 2 3 4 5 6 7 Friedmann, 1982. “Endolithic microorganisms in the Antarctic cold desert”. Science, 215:1045-1053. Quilhot, Pereira, Guzmán, Rodríguez, Serey. 1998. “Categorías de conservación de líquenes nativos de Chile”. Boletín del Museo Nacional de Historia Natural, 47: 9-22. Galloway. 1985. Flora of New Zealand Lichens. P.D. Hasselberg, Government Printer, Wellington, Nueva Zelanda. Galloway. 1992. Studies in Pseudocyphellaria (lichens) III. The South American species. J. Cramer Berlin, Stuttgart. Lange, Geiger & Schulze. 1977. “Ecological investigations on the lichens of Negev Desert. V A model to simulate net photosynthesis and respiration of Ramalina maciformis”. Oecologia, 28: 247-259. Hawksworth & Rose. 1976. “Lichens as Pollution Monitors”. Studies in Biology, 66. Edward Arnold, Londres. Guzmán, G., W. Quilhot & D.J. Galloway. 1990. “Decomposition of species of Pseudocyphellaria and Sticta in a southern Chilean forest”. Lichenologist, 22: 325-331. Páginas siguientes: Los líquenes tienen tasas de crecimiento extremadamente lentas en estas frías latitudes. Se estima que los ubicados en las zonas marítimas de la Antártica —como la península Antártica y las islas Shetland del Sur— crecen alrededor de 1 centímetro cada 100 años; en tanto, aquellos de la Antártica continental —los que habitan los valles secos, como en los alrededores de la base norteamericana de McMurdo—, crecen tan lento como 1 centímetro cada 1.000 años. Foto: Nicolás Piwonka. 377 Biodiversidad de Chile, Patrimonio y Desafíos 378 Capítulo II: Nuestra Diversidad Biológica 379