EL RELATIVISMO ÉTICO Este problema, tan propio de nuestra época, lo plantea nuestra Conferencia Episcopal en sus “Orientaciones morales ante la situación actual de España”. Dicen lo siguiente: “Con frecuencia se habla de la democracia como si las instituciones y los procedimientos democráticos tuvieran que ser la última referencia moral de los ciudadanos, el principio rector de la conciencia personal, la fuente del bien y del mal. En esta manera de ver las cosas, fruto de la visión laicista y relativista de la vida, se esconde un peligroso germen de pragmatismo maquiavélico y de autoritarismo. Si las instituciones democráticas, formadas por hombres y mujeres que actúan según sus criterios personales, pudieran llegar a ser el referente último de la conciencia de los ciudadanos, no cabría la crítica ni la resistencia moral a las decisiones de los parlamentos y de los gobiernos”. ¿Qué piensan pensadores honestos desde la óptica laica? 1 – Origen del relativismo ético. Lipovetsky, en “El crepúsculo del deber”, escribe: “Este proceso de secularización puesto en marcha en el siglo XVII que consiste en separar la moral de las concepciones religiosas, pensarla como un orden independiente y universal que sólo remite a la condición humana y que tiene prioridad sobre las otras esferas, en especial religiosas, es, sin duda alguna, una de las figuras más significativas de la cultura democrática moderna”. 2 – El relativismo ético como nueva conciencia. Alejandro Llano, en “La verdad como pasión”, afirma: “La relativización de todos los valores – el relativismo ético – presenta ante muchos de nuestros contemporáneos como la única posibilidad de superar ese mal radical que implican las convicciones morales absolutas, la única forma de abandonar la conciencia de culpa que acompaña a toda actuación seria, para alcanzar así una presunta nueva conciencia”. 3 – El relativismo ético como nueva religión. Luis Sánchez de Movellán de la Riva, en “Ética y modernidad”, ratifica: “Es ilustrativo contemplar como, a partir de la Ilustración, los modernos han tenido la ambición de sentar las bases de una moral independiente de los dogmas religiosos. Al deber inmemorial de la religión ha sucedido la religión moderna, hiperbólica, del tú debes. Uno de los grandes gurús de la Modernidad ilustrada, Rousseau, dio a luz la religión cívica moderna exigiendo de forma totalitaria, el sacrificio de los intereses particulares a la volonté générale”. 4 – El relativismo ético como nueva sociedad. Citamos de nuevo a Luis Sánchez: “Este cambio de época ha posicionado una cultura predominantemente marcada por el progresivo individualismo, el consumismo desaforado, el hedonismo reconstructor, la hegemonía de la dinámica del mercado, el débil compromiso con lo público, una cierta mentalidad política que prescinde del horizonte ético de los valores, el afán del poder, la codicia por obtener bienes materiales en forma indebida a cualquier costo; todo lo cual es fuente de corrupción”. 5 – El relativismo ético en España. José Manuel Cuenca Toribio, en “La mercantilización de la Historia contemporánea”, ha hecho este diagnóstico: “Acaso en ninguna otra época del pasado reciente y, desde luego, en otro periodo democrático, la densidad ética de la cultura española ha sido menor. Aun contemplando con mesura, la hondura del abismo, se ofrece, a menudo, amedrantadora. La disciplina histórica, claro, no está al margen. Por razones imaginables sin esfuerzo, su parcela contemporánea es quizá la más estragada por dicha evasión moral”. ¿No deberíamos superar, con urgencia, el relativismo ético? Florentino Gutiérrez. Sacerdote Salamanca, 28 de abril de 2006