como sus obras. Las cualidades morales que poseían, los desvelos y contrariedades que sufrieron, el propio hecho de quedar inédito un trabajo valioso, merecen ser observados, precisamente, para asimilar en ellos la experiencia que la historia nos legó, y deducir la norma de conducta, individual o colectiva, más adecuada para dirigir la investigación a un fin positivo. Lagasca y Clemente deben valorarse íntegramente, como tantos otros investigadores, porque con su intuición poderosa, su trabajo positivo y eficaz, sus estudiosos anhelos en beneficio de la ciencia y la agricultura —economía básica del país—, iniciaron y desbrozaron caminos que jamás se debieron abandonar. L a cualidad personal más definida, común a los dos botánicos, es, sin duda, su carácter de profundos y apasionados investigadores científicos. Parecen salir del cuadro que pinta Ramón y Cajal del investigador moderno, y , en efecto, poseían todas las dotes que el sabio histólogo atribuye al descubridor científico: independencia intelectual, amor a la ciencia, perseverancia en el trabajo y amor a la verdad y a la gloria. L a influencia que tuvieron en la vida intelectual del país fué muy importante, pues a su preparación botánica y científica en general unían una serie de amplios conocimientos de índole muy diversa que en todo momento trataron de difundir. Sus escritos, desde el punto de vista literario, son excelentes. Clemente, sobre todo, expone con claridad y en términos muy castizos, con fluidez y gracia peculiares, los temas más áridos, sin menoscabo de la precisión científica. Ambos dominaban las humanidades, resultado del estudio de la carrera eclesiástica en los años juveniles, pues los dos fueron dedicados a dichos estudios por sus respectivas familias, abandonándolos al comprender que sus aptitudes encajaban mejor en el trabajo científico. En consecuencia, el latín no ofrecía dificultad alguna para ellos, y Lagasca, en sus manuscritos, demuestra la misma soltura al escribir en esta lengua clásica que en castellano. Los idiomas extranjeros no les eran extraños, y ambos recorrieron provechosamente, en diferentes épocas, Francia e Inglaterra. En el aspecto social y político desempeñaron un papel brillante, pues en diversas ocasiones uno y otro fueron diputados, y de no escaso relieve, y tuvieron también gran ascendiente en la Sociedad Económica de Amigos del País, cuya preponderancia en la vida intelectual del siglo X I X es de todos conocida. Lagasca fué Presidente del Museo de Ciencias, fundador del Ateneo, etc.