Sistema de Justicia Juvenil para el Estado de Guanajuato Planteamiento del problema: El año de 1989 marcó un hito en la historia de los Derechos del niño con la firma de la Convención sobre los Derechos del Niño, que representa un cambio de paradigma en relación con la titularidad de derechos durante los primeros años de la vida humana. México ratificó la Convención en 1990 obligándose por ello a adecuar su legislación para garantizar el efectivo cumplimiento de los derechos derivados de este instrumento, tal como señala el texto del mismo. En los últimos años se han dado grandes esfuerzos legislativos para dar cumplimiento a los deberes asumidos por la adhesión al tratado, a través sobre todo de diversas reformas legislativas y la expedición de las normas relativas, entre las que destacan la reforma al artículo 4 constitucional, la Ley para la Protección de los Derechos de Niñas, Niños, y Adolescentes y las diversas leyes de las entidades federativas. Es en este contexto que se inscribe también la reciente reforma al artículo 18 constitucional, en cumplimiento específico a lo dispuesto por el artículo 40 de la Convención. El artículo 40 establece la obligación de los Estados de implementar sistemas de justicia para los niños -adolescentes- que han infringido alguna norma penal en el que gocen, por lo menos, de las mismas garantías judiciales que los adultos. Con esto se puso fin a la llamada «situación irregular» que había prevalecido, sobre todo en América Latina, durante más de un siglo dando paso a una nueva perspectiva sobre el tema. El adolescente tiene entonces una responsabilidad limitada de acuerdo a su capacidad de comprensión por la comisión de conductas antisociales, y la respuesta del Estado en estos casos debe tener como fin la reinserción social del individuo. Pero sobre todo, el cambio substancial se manifiesta en la obligación de respetar ciertas condiciones básicas, concretamente la creación de un sistema de tratamiento penal específico con las garantías procesales fundamentales: asistencia jurídica, sistema de corte acusatorio, responsabilidad limitada, establecimiento de una edad mínima de imputabilidad y los principios tradicionales de presunción de inocencia, celeridad, 1 defensa, proporcionalidad, contradicción y oralidad en el procedimiento, así como la adecuación para el cumplimiento de las sanciones de los niños que han transgredido alguna ley penal. Como ya se mencionó, pese a que México ratificó la Convención desde 1990, no fue sino hasta este año (2005) motivado, entre otros factores, por las recomendaciones del Comité de los Derechos del Niño, que se concretó el cumplimiento cabal de las obligaciones convencionales mediante la reforma al párrafo cuarto y adición a los párrafos quinto y sexto del artículo 18 constitucional y los dispositivos que para implementar dicha modificación deben expedirse. En este sentido, el artículo transitorio segundo establece que los Estados de la Federación contarán con seis meses a partir de la entrada en vigor de la reforma para crear las leyes, instituciones y órganos que se requieran para la aplicación del decreto. La obligación de crear una legislación específica deriva así de un mandato constitucional mediante el cual se pretende garantizar el tratamiento equitativo de los adolescentes en toda la República de acuerdo con los principios de la Convención. Sin menoscabo de la trascendencia jurídica del mandato legal, es necesario subrayar que para la aplicación integral de la reforma en materia de justicia juvenil, no basta la simple expedición de una ley de la materia. Se requiere, en primer lugar, partir de la base de un diagnóstico de la situación del problema de los adolescentes que cometen delitos para construir un nuevo sistema que responda adecuadamente a las causas del conflicto y que sea capaz de implementar las medidas adecuadas para la prevención y la reincorporación del adolescente a su medio familiar y comunitario. Asimismo, es necesario el compromiso de los distintos órganos de gobierno en la asignación de recursos económicos, humanos e institucionales para la efectiva aplicación de la ley. Finalmente, es ineludible escuchar la opinión de los destinatarios de la ley, es decir, los adolescentes, para conocer su percepción sobre los actos ilícitos y su propio nivel de responsabilidad. Este último factor supondría una aportación completamente novedosa de nuestro país, ya que en general no se ha tomado en consideración las opiniones de los adolescentes, aun cuando la ley se dirige a establecer una responsabilidad 2 limitada por la comisión de estos actos, por lo que tiene como presupuesto la capacidad de los jóvenes para comprender la nociones básicas de la normatividad y los actos ilícitos. Esto además tendría como efecto un gran impacto en la formación cívica de los individuos, pues los implicaría en el diseño del sistema de justicia que les sería directamente aplicable y los llevaría a tomar conciencia de las repercusiones sociales que tiene la comisión de las conductas tipificadas como delitos por las leyes penales. El proceso de construir el sistema de justicia supone, entonces, la integración de los datos aportados por los distintos actores sociales, que garanticen tanto la adecuación de la ley a las características y situación de los adolescentes de la entidad, a las circunstancias actuales de la comisión de conductas delictivas, y en el caso de la aplicación de medidas, que éstas cumplan efectivamente con los fines educativos y el respeto a las garantías procesales de los menores, generando así una nueva cultura de la legalidad y la responsabilidad social. 3