LA AUTONOMIA DEL DERECHO CULTURAL: ESTADO ACTUAL EN ARGENTINA A AUTONOMIA DO DIREITO CULTURAL: ATUAL ESTADO NA ARGENTINA Alejandro Vanzolini1 Para abordar el tema de los derechos culturales, desde una visión jurídica, es pertinente partir de las respuestas que demos sobre lo que entendemos por Derecho. Y retomando aquella idea de presentar este ensayo sobre la autonomía de éste derecho básico universal, me he basado en la obra del autor mejicano, Raúl Ávila Ortiz. Ciertamente existe una infinidad de definiciones, sin embargo creemos que resulta importante señalar aquellas generales, que lo identifican como el conjunto de reglas que rigen la convivencia de los hombres en sociedad; o como la norma, o conjunto de normas, que por una parte otorgan derechos, o facultades, y por la otra, correlativamente, establecen o imponen obligaciones. Finalmente, podríamos señalarlo como el conjunto de normas que regulan la conducta de los hombres, con el objeto de establecer un ordenamiento justo, de convivencia humana. El Derecho -como norma jurídica-, se diferencia de otro tipo de normatividad, como podría resultar el de la moral o la religión; en el ente generador -­‐en unos casos-­‐ y legitimador -­‐en otros-­‐, nos referimos al Estado -­‐es decir-­‐ a la organización jurídico-­‐política dotada de soberanía. Efectivamente la producción del Derecho en un país, está reservada exclusivamente al Estado; pero existe también un Derecho Internacional, o Supranacional, que requiere el reconocimiento de los Estados para que se incorpore como un Derecho legitimado con capacidad de surtir efectos dentro de los territorios de cada Estado, ya sea por vía de la ratificación de los tratados internacionales, ya por vía de derecho derivado. Lo interesante es la constatación y la evidencia de la existencia también en el ámbito interno de los Estados, de uno o varios derechos que cumplen con la definición señalada más arriba, y que se hallan en vigencia fáctica, en tanto posibilitan la regulación misma como la posible solución de conflictos. 1 Abogado egresado de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Actual integrante del Instituto de Derechos Culturales , Colegio de Abogados de Bahia Blanca, Provincia Buenos Aires, Argentina. 1 Una muestra de ello es el derecho indígena, que parte de un reconocimiento, de la propia constitución que se efectiviza por medio de una normativa secundaria y específica, para ser legitimado y reconocido a nivel Estatal. Estas normas, no son resultado, solamente, de elementos racionales, sino que en la formación de las mismas inciden otros elementos, tales como intereses políticos y socioeconómicos, de valores y exigencias sociales predominantes, en tanto condicionan una determinada voluntad política y jurídica, que en la medida en que se haga dominante, se hace valer a través de las normas de Derecho. A su vez esas normas expresan esos valores, conceptos y exigencias, y contendrán los mecanismos para propiciar la realización de los mismos a través de las conductas permitidas, prohibidas o exigidas en las diferentes esferas de la vida social. En el caso de los derechos culturales, sin duda han sido el resultado de procesos de lucha por el reconocimiento de identidades, hasta hace poco invisibilizadas, de diferentes culturas, e individuos, y su derecho a la libertad de creación, expresión y difusión en el espacio público. Pero además como queda dicho de la capacidad de dotarse de un Derecho propio, como parte de los derechos colectivos, que sin duda se inscriben dentro de los derechos culturales2. Es así que en la Argentina, en los últimos años se ha ido desarrollando un creciente reconocimiento de los derechos humanos, aquellos que sin duda ponen de relieve la dignidad, de la que todo ser humano, está dotado. Y en ese marco, encontramos insertos, los derechos culturales. Ellos han ido siendo –paulatinamente- reconocidos en la sociedad, ya que son prerrogativas fundamentales de toda persona, inherentes a la condición del ser, en comunidad. Así como en un estado democrático, un ciudadano tiene la capacidad de poder ejercer su derecho de reclamo judicial por una afectación o violación de un derecho humano, se propugna que del mismo modo pueda hacerlo por el ataque que pudiera sufrir por un derecho cultural, en su quehacer diario. Porque ellos son –unos y otros- libertades del hombre, del individuo, derechos universales, propios del ser humano, pues nadie puede obligarnos a su renuncia, ni aun el propio Estado por tener entre sus cualidades, la inviolabilidad y perdurabilidad en tiempo. 2 Instituto Iberoamericano del Patrimonio Natural y Cultural del Convenio Andrés Bello, IPANC-­‐CAB Documento de trabajo ACERCAMIENTO A LA CONCEPTUALIZACIÓN DE LOS DERECHOS CULTURALES. 2 Pero el fin de este ensayo es trabajar en pos de la férrea defensa de la autonomía del derecho cultural. Y para ello partimos de una idea, que es la de sostener los tres ejes que retomando al profesor Goldschmid, llamaré dimensiones, apoyado en conceptos de su tratado de Derecho Internacional Privado. Una primera, es la dimensión Legislativa, que requiere por parte de quien emana la norma o dicta las leyes, el reconocimiento de esta actividad humana, siendo el órgano generador –madre- el Congreso, con sus Cámaras de Diputados y Senadores, que tienden a la tutela, y acrecienta el caudal del ordenamiento en la material. De tal manera, que tenemos actualmente en Argentina derechos determinados por normas jurídicas particulares que son reguladoras a la vez, de ámbitos específicos como por ejemplo y por mencionar solo algunas, la Ley Nacional del Teatro (Ley Nro. 24800), creando el Instituto Nacional del Teatro, o la Ley Nacional de Música (Ley Nro. 26.801), o el proyecto de Ley Nacional de la Danza actualmente debatido por las partes interesadas a fin de lograr su concreción. Por lo tanto esta nueva rama se desprende del Derecho Civil, o simplemente Administrativo, siendo un derecho –esencialmente- cultural, con objeto propio La segunda dimensión es Académica o didáctica. Este espacio, se enfrenta a la realidad que estos derechos se encuentran diseminados en una gran variedad programas curriculares de diversas materias de la Universidades, al menos de Occidente. El gran desafío es que los claustros universitarios acepten el surgimiento de un derecho, que no es nuevo, sino que convivió en la sociedad, y falta aún, que el propio beneficiario, el individuo y/o las comunidades, los reconozcan y hagan propios. Pues ellos se mencionan en incontables ítems de estudio de los mismos programas, que suelen no aceptar su autonomía. Y claro, allí desgraciadamente, entremezclados con otros conceptos y miradas socio/culturales, o socio/político/culturales. Ejemplo claro de ello es lo que ocurre en España, donde los estudios sobre Derechos Culturales se encuentran en el ámbito del Derecho Administrativo. O el caso de nuestros derechos autorales, que con una denominación inapropiada para ésta época, -como derechos de “propiedad intelectual”- se los estudia y analiza en el seno de los derechos civiles, más específicamente en Derechos Reales,-materia en la cual se observa el vinculo entre los hombres y las cosas…como si pudiera asimilarse una obra, a una cosa. O las entidades de la cultura, que integran los programas de estudio del Derecho Civil o del Derecho Comercial. O los derechos de prensa, o el de los pueblos originarios, cuyo estudio los ubica en el campo del Derecho Constitucional. Sin dudas, que el agruparlas, traerá aparejada una mejor posibilidad de análisis y estudio sistematizado. 3 La tercera dimensión es, la autonomía jurídica o científica: referido al conjunto de normas que rigen principios propios, que se distingue de otras ramas, convirtiéndolas en exclusiva3. Si bien es cierto que la aparición del derecho, es anterior a su reconocimiento, y más aun, a su efectiva implementación, entendemos que desde 1948, cuando se aprobó la “Declaración Universal de Derechos Humanos”, han sido resaltadas por los Estados, la libertad a la vida cultural, y a los progresos científicos y culturales, advirtiéndose un crecimiento paulatino, de lo que podríamos llamar derecho humano - cultural. En Argentina, con el advenimiento de la democracia, luego de 1983, fueron reconociéndose varios prorrogativas, o derechos, tanto locales como de raigambre internacionales, Nacional o supranacionales, que forman desde la reforma de la Constitución en 1994, con fuerza de derechos constitucional, una serie de instrumentación jurídica, dando inicio de una cascada de derechos, que por sí, agigantan nuestra Constitución: Artículo 17.- La propiedad es inviolable, y ningún habitante de la Nación puede ser privado de ella, sino en virtud de sentencia fundada en ley. La expropiación por causa de utilidad pública, debe ser calificada por ley y previamente indemnizada. Sólo el Congreso impone las contribuciones que se expresan en el Artículo 4º. Ningún servicio personal es exigible, sino en virtud de ley o de sentencia fundada en ley. Todo autor o inventor es propietario exclusivo de su obra, invento o descubrimiento, por el término que le acuerde la ley. La confiscación de bienes queda borrada para siempre del Código Penal argentino. Ningún cuerpo armado puede hacer requisiciones, ni exigir auxilios de ninguna especie. Artículo 75.- en su inciso 17 expresa; Reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos. Garantizar el respeto a su identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural; reconocer la personería Jurídica de sus comunidades, y la posesión y propiedad comunitarias de las tierras que tradicionalmente ocupan; y regular la entrega de otras aptas y suficientes para el desarrollo humano; ninguna de ellas será enajenable, transmisible ni susceptible de gravámenes o embargos. Asegurar su participación en la gestión referida a sus recursos naturales y a los demás intereses que los afecten. Las provincias pueden ejercer concurrentemente estas atribuciones. Inc. 22. Aprobar o desechar tratados concluidos con las demás naciones y con las organizaciones internacionales y los concordatos con la Santa Sede. Los tratados y concordatos tienen jerarquía superior a las leyes. 3 El derecho cultural en México: una propuesta académica para el proyecto... Escrito por Raúl Ávila Ortiz. 4 La Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre; la Declaración Universal de Derechos Humanos; la Convención Americana sobre Derechos Humanos; el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales; el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y su Protocolo Facultativo; la Convención sobre la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio; la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial; la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer; la Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes; la Convención sobre los Derechos del Niño; en las condiciones de su vigencia, tienen jerarquía constitucional, no derogan artículo alguno de la primera parte de esta Constitución y deben entenderse complementarios de los derechos y garantías por ella reconocidos. Sólo podrán ser denunciados, en su caso, por el Poder Ejecutivo Nacional, previa aprobación de las dos terceras partes de la totalidad de los miembros de cada Cámara. Los demás tratados y convenciones sobre derechos humanos, luego de ser aprobados por el Congreso, requerirán del voto de las dos terceras partes de la totalidad de los miembros de cada Cámara para gozar de la jerarquía constitucional. Evidentemente, los derechos allí consagrados, y que forman parte indisoluble del corpus normativo, son reconocidos en nuestra carta magna, lo que nos permite comenzar a pensar y reconocer la existencia de los derechos culturales, dotando a las personas, del derecho a participar de la vida cultural y a disfrutar de los beneficios de avance de las ciencias. Reafirmando, además, el derecho de autor; y otorgando también al Estado Argentino, el deber de adoptar políticas para la preservación, el desarrollo y la divulgación de la actividad científica y cultural, respetando la libertad de investigadores y artistas. Del mismo modo, permitir el libre acceso de las actividades culturales, los bienes culturales, etc. En nuestro país, convivimos con la existencia de dos de las dimensiones requeridas para que esa autonomía del derecho cultural que propugnamos, sea tal. La autonomía legislativa y la científica, es evidente. Claramente advertimos la autonomía legislativa con normas, que si fueran compiladas y sistematizadas correctamente, no tan solo darían como resultado un compendio normativo cultural de tal completitud, que nos ubicaría a la vanguardia de la codificación en la materia; ratificando así la existencia de un ser cultural nacional, o ciudadano cultural con pleno conocimiento de sus legítimos derechos, y posibilidades concretas de protección. 5 Por lo demás, es evidente que la autonomía jurídica ha tomado un vuelo incipiente, dado que las propuestas crecientes de los doctrinarios hacen de este derecho, un constante debate sobre los derechos culturales y los conflictos –desde lo sociológico- que del mismo emanan. El desafío es hoy para nuestras Universidades. Resta aun que los claustros comprendan la necesidad de incorporar a sus programas de estudio, esta temática en su completitud, abriendo el debate a su enriquecimiento. Dado que desde nuestro punto de vista, esa es una cuestión pendiente, no sólo en Argentina, sino también en gran parte de nuestra región, propiciamos con este ensayo, el motivo para la discusión sana, madura y clarificadora. Puntos de estudio del derecho cultural se aprecian en distintitos espacios o especialidades del derecho, pero su objeto es netamente distinto, y por eso entendemos que esto va en desmedro de esta cualificada rama, porque los derechos culturales son derechos preexistentes a sus reconocimientos jurídicos, dotados de una naturaleza jurídica propia, en el campo de análisis entre lo público y lo privado. Actualmente en Bahía Blanca, Provincia de Buenos Aires, de donde es originario éste ensayo, existe en el Colegio de Abogados, -ámbito de colegiatura y matricula profesional de hombre y mujeres del derecho-, un Instituto de estudios de Derechos Culturales, que fue creado en 2011, en él se debaten y desarrollan distintos abordajes de las temáticas culturales, espacio colectivo que con orgullo comparto, y en cuyo seno, hacemos fértil el campo para trabajos como el presente. Concluyendo, la fortaleza que emerge de los derechos humanos, hace viable a esta altura de la historia, avanzar hacia el reconocimiento de la autonomía de los derechos culturales. Si bien el andamiaje y sustento, que le han otorgado hasta el presente los derechos humanos –porque nacen de él y son parte esencial del mismo y eso es innegable-, creemos conveniente y necesario dar vuelta la página, y avanzar sobre la idea de plasmar una “especialidad” de los derechos culturales. Que continúen creciendo a la sombra de aquellos derechos humanos que le dieron origen, no garantiza ni mayor difusión, ni mayor protección, ni mayor empoderamiento por parte de los hombres y las comunidades. El cambio de paradigma, sosteniendo su autonomía, obligará a su fortalecimiento, tal como aquel padre que -al advertir que su hijo puede caminar por sus propios medios-, suelta su mano, aunque lo sigue de cerca, para que los eventuales tropiezos, no alcancen a lastimarlo. Sin dudas, pues, que este derecho cuenta con las características que desde el campo académico se le debe asignar a una materia autónoma, para que llegue a ser considerada como tal; un derecho con autonomía legislativa, jurídica-científica, e incipiente autonomía 6 académica o didáctica. El camino, sabemos puede depararnos aun escollos. El punto de llegada, quizá esté más cerca –o más lejos- de lo imaginado. En mi caso, estoy dispuesto junto al equipo que conformo, a recorrer el trecho pendiente, aprendiendo de los errores que podamos cometer en el intento. Pero la idea está planteada. Ojala podamos contagiar las conciencias de aquellos, que como nosotros, entienden en la necesaridad del reconocimiento del Derecho Cultural, como materia, o rama autonómica del Derecho. 7