el papel del orientador en un centro escolar

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El Profesor de Apoyo a la Integración: una diversidad
EL PAPEL DEL ORIENTADOR EN UN CENTRO ESCOLAR
5.8
Nicolás Saínz Gutiérrez
INTRODUCCIÓN
Lo que a continuación se expone, sólo pretende ser un compartir
de una labor, fruto de una experiencia y una formación en el enfoque
sistémico, con la única intención que sirva de reflexión sobre lo que
podría ser la labor de una orientador en un centro escolar. Siempre
estará sujeto a la realidad particular de cada centro y a la adaptación de
las diferentes realidades personales y/o colectiva y sus respectivas
historias.
Además todos sabemos que cualquier profesional que se
dedique a la orientación, debe tener presente “las funciones legales”.
Pues bien, esta reflexión pretende ir más allá de lo normativo, sin
olvidarlo, pero centrándonos en la práctica diaria, es decir, lo que se
aprende en el relacionarse en el día a día con compañeros, familias,
alumnos/as,...
Tampoco deberíamos olvidar, mejor todo lo opuesto, el principio
fundamental de la Reforma como es el constructivismo que nos viene a
decir entre otras cosas:
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Cada persona tiene o construye una visión de la realidad que es
irrepetible y única.
Cada persona construye la realidad desde lo que tiene, conoce
y/o hace, es decir es aprendizaje significativo.
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Por tanto creemos que cualquier categoría de las que
frecuentemente se conocen y se utilizan en los contextos escolares,
como dislálico, disléxico,... lo que nos hace es destacar a esa persona
(un niño/a) en un determinado aspecto deficitario; a pesar de conocer
que esa persona no es solamente “eso”. Cuando a un niño/a le
colocamos “ese tercer apellido” lo introducimos en una categoría en la
que el/ella no pertenece y lo más importante lo situamos en torno a sus
compañeros en una posición que no le favorece, es más todo lo
contrario. Cualquier persona que se sea etiquetada, es una persona que
pertenece a un mundo, que tiene una vida, una manera de relacionarse
concreta. Estas ideas debemos tenerlas siempre presentes, sin
olvidarnos que la vida se sabe explicar por si mismo y es bastante
complicada como para hacer uso de etiquetas para entenderla.
En el contexto escolar, las etiquetas nos conducen a un callejón
sin salida, situación actual de algunos centros y/o profesionales
vencidos por la desmotivación, desconcierto, desconfianza, sobrecarga y
desesperanza.
Hoy sabemos que nada empieza ni finaliza en la escuela, por lo
que hay una sobredimensión de los centros escolares y los profesionales
que en ellos trabajan. En la actualidad, cualquier dificultad que se le
plantee a un alumno/a independientemente del tema que trate, de cual
sea su génesis, desembocará con el tiempo en el seno escolar.
Ante esta situación se demanda al centro “un recetario” que no
existe como tal; Pero intentando dar respuesta a esta situación seria
interesante no perder el norte de algunos principios básicos a tener en
cuenta en el trabajo del día a día:
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El trabajo que se demanda al orientador de un centro, es un
trabajo generador de estrés dentro y fuera del centro, siendo
necesario para solventar estas dificultades el trabajo en equipo y
un clima de colaboración, reflexionando sobre los aspectos que
nos preocupan de forma conjunta, siendo esto una situación
favorecedora para superar dificultades.
Buscar siempre la coherencia entre lo que decimos, pensamos y
hacemos.
Nadie es imprescindible pero todos somos importantes, por
tanto lo fundamental es la búsqueda del consenso entre todos y
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la intención de llevar el sentido común a las últimas
consecuencias.
No perder de vista la identidad, estilo y filosofía del centro que
es la que orienta y marca el modelo profesional y modelo de
alumno/a al que queremos llegar.
Independientemente de la dificultad que presente el/la alumno/a
nuestro objetivo debe ser tener predisposición a dignificar al
alumno/a como tal, es decir como persona en valor absoluto, sin
tener en cuenta ningún tipo de condicionamiento.
No fijar la atención por sistema en aquello que le falta a
nuestros/as alumnos/as, dejando en la oscuridad y sin relieve
todo aquello que también posee, de lo contrario seria fácil caer
en “la patología de la perfección” (De Gregorio, 2001).
La idea es evitar confundir dificultad con alumno/a, las personas
son muchas más cosas que la suma de algunas dificultades, por
tanto deben ser reconocidas, aceptadas, legitimadas y
apreciadas por encima de otros factores.
Tener claro que el cómo organizamos nuestro trabajo debe estar
condicionado siempre al porqué de nuestro trabajo, es decir, “si
tenemos el por qué encontraremos el cómo” (García Roca,
1998).
¿DE QUÉ FORMA ATIENDE EL ORIENTADOR?.
CARACTERÍSTICAS
A continuación y de forma muy concreta pasaremos a exponer
cuales podrían ser las características principales de un orientador y
como podríamos ejercer nuestra función en un centro escolar desde
este enfoque que exponemos, siempre teniendo en cuenta como base
los principios expuestos anteriormente:
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Disponibilidad y colaboración: los orientadores debemos crear y
favorecer al máximo posible las condiciones que facilitar la labor
del educador y de la familia, intenta eliminar toda incomodidad.
Pensamos que es nuestra obligación que todos los miembros de
la Comunidad Educativa se sientan a gusto, ayudando a superar
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el estrés que en ocasiones nos genera la escuela. Ellos deben
percibir que nos preocupamos por su seguridad, comodidad y
bienestar.
Escucha activa: Cuando cualquiera de los miembros de la
Comunidad Educativa nos presenta alguna dificultad, sea cual
sea esta, quien decide si el problema es importante o no es la
persona que lo demanda, por tanto si para ella lo es para
nosotros también debe serlo, prestándole la atención debida.
Con cierta frecuencia no nos “detenemos” lo suficiente por
pensar que la dificultad es como la vemos nosotros y no como la
persona que demanda nuestra ayuda la sufre.
Definición clara del problema: Los orientadores debemos
conocer qué está pasando y saberlo en el menor tiempo posible,
de ahí la importancia de hacer un planteamiento del problema
bien organizado junto con todos los miembros de la Comunidad
Educativa que puedan estar implicados (tutor, PAI, familia...).
En contexto de mesa redonda, debemos decidir a quién convoca
el problema, qué necesita el problema para resolverse, ver si
hay varios frentes y por dónde se quiere empezar.
En este proceso, el protagonista debe ser siempre el
demandante y los orientadores debemos estar muy atentos al
hecho, que paso que se dé tenga siempre una objetivo y no
caiga en el vacío.
No es posible un cambio auténtico si no hay implicación de
todos los interlocutores necesarios: la calidad de todo proceso
terapéutico o cualquier intervención pedagógica estará siempre
en las personas y no en las técnicas ni en los saberes. Casi todas
las relaciones que se dan en un centro es un “acción afectiva”,
siguiendo la idea de Maturana, donde todos tienen igual
importancia y son dignos de atención, de ahí que sea importante
la colaboración. Este autor nos dice “somos animales amorosos
los seres humanos, no hay orden social sino hay cooperación
entre nosotros. La enfermedad es una interferencia del amor.
(Maturana 1995).
Los orientadores debemos ajustarnos a las necesidades de las
personas: los tiempos y las organizaciones deben estar siempre
en función de las realidades que pueda presentar una persona
en un momento dado.
Manejo de la comunicación: Los orientadores debemos dar
importancia al conocimiento y buen uso de los temas referentes
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a la comunicación, debemos ser lo que algunos llaman
“comunicólogos” en el sentido de facilitar la buena comunicación
entre las diferentes personas del centro. Cuando hablamos de
facilitar la comunicación no es mirar a otro lado cuando hay
problemas sino ver que podemos hacer para resolverlos. El no
hacer nada o hacer más de lo mismo nos conduciría a la
desilusión y a la indefensión. En definitiva, se podría resumir
como el saber generar y crear un clima de habitabilidad a la
Comunidad Educativa en torno a las relaciones humanas dentro
de la escuela y olvidarnos en la medida de lo posible de
diagnósticos y detección de trastornos. Si hay algo que detectar
en la escuela es que necesita el problema y a quién necesita
para resolverse.
Los orientadores debemos respetar siempre la organización del
centro: somos un profesional más de éste y estamos a su
servicio. También debemos respetar a la historia y el estilo de
las familias con las que trabajamos. Debemos estar siempre
detrás de ellos a como ven el problema, qué están dispuestos a
hacer y que esperan de nuestra intervención. La dirección
educativa del centro y los padres son los que llevan las riendas y
nosotros siempre debemos “llamar antes de entrar”.
¿CÓMO REALIZAR LA LABOR ORIENTADORA?.
METODOLOGÍA
El cómo realizar nuestro trabajo está muy relacionado con lo que
espera la Comunidad Educativa del orientador. En este aspecto aparece
cierta confusión motivado por la falta de consenso, puesto que algunos
esperan un perfil del orientador relacionado con alguien que dictamina,
que averigua las averías y diagnostica o bautiza desde la “religión del
déficit”. Otros esperan que seamos unos expertos que pongamos
nombres a lo que ellos no entienden, que le digamos que tienen que
hacer y si no pueden llevarlo a cabo que lo hagamos nosotros mismos.
Todos estos mitos sociales aún pesan sobre los orientadores y su labor
en un centro.
Hoy día un Departamento de Orientación debe estar enfocado
desde otro prisma, sobre todo cuidando la Calidad del Acto Educativo y
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el desarrollo óptimo de la comunidad escolar. Para poder desempeñar
estos objetivos debemos tener en cuenta los siguientes puntos:
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Tenemos que tener como objetivo que nuestras escuelas se
planteen sus dificultades como retos para aprender de ellas
mismas como colectivo (Comunidad Educativa). Debemos
aprender a dar nuestras soluciones en los contextos en los que
se generan. Desde el clima de colaboración todos, profesores,
tutores, PAI, familia,... debemos tomar conciencia que tenemos
algo que decir y aportar cuando surgen las dificultades y
conflictos.
Debemos generar contextos de trabajo, donde se redefinan las
dificultades de otra forma mucho más útil de cara a la búsqueda
de una solución futura, alejándonos en la medida de lo posible
de diagnósticos etiquetadores, clasificadores y discriminadores.
Debemos alejarnos de la figura de expertos y acercarnos todo lo
posible a la figura de un buen facilitador. Debemos ser más un
elemento de apoyo y ayuda que un buscador de soluciones, y
esto implica a veces que no lo sé todo ni siempre, que no poseo
un saber universal. Esto implica saber buscar los recursos que
hacen falta para solucionar las dificultades, qué necesita la
escuela para cambiar la situación, quién debe reparar el daño
cuando este ya está causado, cómo debemos repararlo, cómo
restituir lo que antes funcionaba.
Tener la obligación de ser y sentirse como un auténtico agente
de cambio social. Debemos huir de la imagen de orientador
reparador, orientador remendón y orientador apaga fuegos. Esto
es insuficiente y a larga un fracaso.
Ser optimista, puesto que el cambio puede venir en cualquier
momento de la mano de un familiar, profesor,... Somos sistemas
vivos y por tanto cambiantes y para esto nos ayudaría olvidarnos
del déficit, esto no quiere decir negarlo pero sí ignorarlo.
Necesitad de tiempo y recurso personal para estar presente en
los momentos de conflictos, pues es allí donde nos quieren ver,
dando el trato que se merecen cada cual y olvidándonos de las
tecnologías y las técnicas. No podemos estar sujetos a lo que
nos encomiende una determinada Ley o reforma o la “caridad
política” de turno. Cuando cualquier persona lo pasa mal es
cuando necesita la ayuda y no en otro momento.
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Por último lo que debemos hacer es orientar, es decir indicar los
caminos que existen, decir lo que pensamos y animar al
protagonista a que elija el que considere más oportuno.
Debemos olvidarnos de enjuiciar, de buscar culpables o
vencedores.
CONCLUSIONES
Los orientadores dada la situación actual de nuestra profesión
tenemos que buscar nuevos significados a todo lo que está sucediendo,
para ello tendremos que hacer circular la información con todos los que
nos rodean en nuestro contexto de trabajo (familia, PAI, tutores,
profesores, alumno/a...). Al airear la información y sobre todo al
compartirla pueden aparecer:
? Principalmente y sobre todo, la percepción como colectivo que
las dificultades que nos encontramos en nuestro centro serán
“especiales” en la medida que no sepamos utilizar los recursos
de los que disponemos, para darles respuestas; o dicho de otro
modo, en la medida que sepamos buscar y/o utilizar los recursos
que necesitamos para solucionar las dificultades que nos
encontramos en nuestro día a día, dichas dificultades dejarán de
ser “especiales”.
? Que la mayoría de las veces, el grado o la intensidad de las
dificultades que nos aparecen en nuestra labor diaria está más
en función de la creatividad que pongamos a la hora de reunir
los recursos que disponemos y de cómo lo utilizamos que del
problema o dificultad en sí misma.
? Nuevas perspectivas de los conflictos que no hayamos percibido
nosotros.
? A la vez se va generando un clima que crea estructuras que
posibilitan visiones optimistas, colaborativas y auto correctoras
de las dificultades que se presentan.
? Si al final analizamos la situación y los recursos de los que
disponemos y creemos que las posibilidades de éxito ante la
resolución del problema son escasas podría contemplarse la
derivación a otra entidad.
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La mejor conclusión está por escribir, y sería la que cada
profesional o entidad fuera capaz de extraer una vez aplicada a su
realidad los principios que hemos expuesto.
BIBLIOGRAFÍA
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SELVINI, M. y OTROS (1987): El mago sin mágia . Barcelona, Paidós.
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