Sufrir con Cristo Escritores Actuales / Schwizer Nicolás Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Homilías del Padre Nicolás Schwizer Juan 18, 1-19, 42: Prendieron a Jess y lo ataron Dicho esto, pasJess con sus disculos al otro lado del torrente Cedr, donde hab un huerto, en el que entraron y sus disculos. Pero tambi Judas, el que le entregaba, conoc el sitio, porque Jess se hab reunido allmuchas veces con sus disculos. Judas, pues, llega allcon la cohorte y los guardias enviados por los sumos sacerdotes y fariseos, con linternas, antorchas y armas. Jess, que sab todo lo que le iba a suceder, se adelanta y les pregunta: A qui buscs? Le contestaron: A Jess el Nazareno. Deles: Yo soy. Judas, el que le entregaba, estaba tambi con ellos. Cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron y cayeron en tierra. Les preguntde nuevo: A qui buscs? Le contestaron: A Jess el Nazareno. RespondiJess: Ya os he dicho que yo soy; asque si me buscs a m dejad marchar a tos. Asse cumplir lo que hab dicho: De los que me has dado, no he perdido a ninguno. Entonces Sim Pedro, que llevaba una espada, la sace hirial siervo del Sumo Sacerdote, y le cortla oreja derecha. El siervo se llamaba Malco. Jess dijo a Pedro: Vuelve la espada a la vaina. La copa que me ha dado el Padre, no la voy a beber? Entonces la cohorte, el tribuno y los guardias de los juds prendieron a Jess, le ataron y le llevaron primero a casa de An, pues era suero de Caif, el Sumo Sacerdote de aquel a. Caif era el que aconseja los juds que conven que muriera un solo hombre por el pueblo. Segun a Jess Sim Pedro y otro disculo. Este disculo era conocido del Sumo Sacerdote y entrcon Jess en el atrio del Sumo Sacerdote, mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta. Entonces saliel otro disculo, el conocido del Sumo Sacerdote, habla la portera e hizo pasar a Pedro. La muchacha portera dice a Pedro: No eres t tambi de los disculos de ese hombre? Dice : No lo soy. Los siervos y los guardias tenn unas brasas encendidas porque hac fr, y se calentaban. Tambi Pedro estaba con ellos calentdose. El Sumo Sacerdote interroga Jess sobre sus disculos y su doctrina Reflexi Cristo nos ha revelado el amor con sus palabras, pero sobre todo con su vida. Todos sabemos que no hay forma de amar sin perdonar, sin ser fiel, tener decepciones, seguir siendo fiel, creer m allde las apariencias, creer a pesar de las apariencias, conceder crito contra toda esperanza. Cristo crucificado es la imagen de una obediencia, de una fidelidad total. Fue tan solo su amor por el Padre, su fidelidad a la misi que el Padre le hab confiado, lo que lo condujo al Calvario. La nobleza de la Pasi de Cristo consiste en que no fue una obra de ascis, una mortificaci deseada, sino simplemente una fidelidad de amor. La redenci se ha logrado perfectamente, Todos los hombres est salvados. Pero Cristo no quiere salvar al hombre sin el hombre ni a pesar de . No puede hacerlo, porque si lo hiciera, se burlar de su libertad y de su dignidad. El hombre no so tiene que recibir y aceptar su salvaci de manos de Cristo, sino que tiene que participar en ella. La redenci vivida por Jesucristo, tiene que ser actualizada d a d en sus miembros. El misterio de la redenci no podrhacerse afectivo sin la adhesi plena y amorosa de cada uno de nosotros. Asdice San Pablo en su carta a los Colosenses: Completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo por el bien de su cuerpo, que es la Iglesia (1,24). Lo que falta a los sufrimientos de Cristo es que nosotros le demos libremente nuestros sufrimientos propios y que se los ofrezcamos por la salvaci del mundo. El sufrimiento puede apartar al hombre de Dios o acercarlo m a . Porque el hombre puede rechazar a Cristo, presente en el coraz de cada sufrimiento. Pero tambi puede, despu de o su invitaci amorosa, adherirse con todas sus fuerzas a y dejarse llevar por . As donde hay m sufrimiento, allestDios m presente, para abrazar y salvar a su hijo, para amarlo infinitamente. El lugar auttico del sufrimiento y de la muerte del hombre es el cumplimiento amoroso de su tarea humana. Lo malo es que nos centramos en nosotros mismos, que nos hacemos dioses a costa de Dios. Pero no se trata de eso; se trata que tenemos que hacernos dioses, pero con Dios y por Dios, en Jesucristo que se hizo hombre para divinizarnos. Toda nuestra vida tiene que ser un esfuerzo diario para des-centrarnos de nosotros mismos en Jesucristo por la construcci del mundo. Ese es el sacrificio radical, la auttica ascica diaria: morir a nosotros mismos para que florezca m la vida. Porque no puede haber don de s mismo a los dem y por los dem, si no hay renuncia de s sin morir uno asmismo. Jesucristo fue el primero que se comprometide este modo con el sufrimiento y con la muerte, por amor a la vida de los dem. es el Inocente, sin egomo ni amor propio, so ocupado en los intereses del otro, enteramente confiado a los que le necesitan, completamente entregado, con amor incluso a sus verdugos Nos toca ahora a nosotros entrar con en esta nica y total pasi, por medio de nuestra pequez, por medio de nuestra propia pasi de cada d. Muriendo a nosotros mismos, d a d, llegaremos en a la vida, a la vida verdadera del hombre, desarrollada, transfigurada, divinizada, por toda la eternidad. Y al final de nuestra vida en la tierra, el ltimo sufrimiento, la ltima muerte a nosotros mismos, serla m hermosa y definitiva ocasi de seguir a Jesucristo, actualizando su misterio de redenci, introducidolo de nuevo en ese tiempo nuestro. Quassea! En el nombre del Padre, del Hijo y del Espitu Santo. Am. Padre Nicol Schwizer Instituto de los Padres de Schoenstatt Comentarios al autor