ascendientes habían adquirido desde el siglo XVII. Podemos, pues sentirnos orgullosos de saber que nuestros compatriotas fueron los primeros europeos que tuvieron el benefìcio del descubrimiento Una demostración presente libro, debido noticia del valor de la quina y por todo nuestro Continente. extendieron histórica de esta labor española es dada a las pacientes investigaciones realizadas por el en el Archivo general de Simancas por don Filemón Arribas Arranz, Biblotecario de la Facultad de Medicina de Madrid y agregado circunstancialmenfe al preciado Archivo. En la publicación que hoy ve la luz el autor ha recogido documentos interesantes de los que integran el Catálogo XV bajo el nombre de PAPELES SOBRE LA INTRODUCCIÓN Y DISTRIBUCIÓN DE LA QUINA EN ESPAÑA. Con este trabajo quedan demostrados hechos y sucesos muy importantes para el conocimiento histórico de la divulgación de la quina en nuestro País que desde ahora los eruditos y especialmente los médicos españoles que escriban sobre la terapéutica del precioso remedio, deberán conocer. Así entre otros: la existencia de un importante tráfico con España, consecuencia en gran parte de los estudios realizados por Miguel de Santisteban, Superintendente de la Moneda de Santa Fe, expuestos en una interesante « Relación informativa práctica de la quina de la ciudad de Loxa y demás territorio donde se cría*, etc. Esta información fué dirigida al Marqués de Villar, Virrey del Nuevo Reino de Granada, con fecha de 4 de Junio de 1753. Reconstituyese también el proceso de la llegada a ¡a Botica Real de la Metrópoli de este rico producto colonial y cómo hacia 1767 venía empaquetado en malas condiciones y mezclada con cortezas de arbustos diferentes, lo que la tornaba prácticamente en un agente inservible. Hacia 1773 se dieron instrucciones precisas y claras que me/oraron el transporte. La corteza de la quina se cosechaba en los montes de Loja, Uritusinga, Cajanuma, Ama, Solomaco, Yunza, Latuna y otros; se acopiaba en el pueblo de Malacafos, se llevaba al puerto de Guayaquil, desde éste al del Callao en donde esperaba la ocasión de un barco que la transportase a Cádiz y desde esta última ciudad a Madrid. Aprendemos asimismo en este precioso libro cómo no resultaba, en un principio, tan fácil como parecía verificar una atinada recolección de la corteza de quina. Los indígenas eran los verdaderamente expertos para saber qué suertes de la misma encerraban las mayores virtudes medicinales. Por eso en una carta de Diguja a Arriaga, aquél le dice al segundo que la muestra remitida como de superior calidad por los individuos de la Botica Real era absolutamente inútil por su falta de virtudes medicinales y que solamente la compraban y transportaban al continente europeo mercaderes «-ignorantes del específico o por hacer negocio». Esta mala quina se producía abundantemente en los cerros de Jaén,