08.04.10.-

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Bullying: una experiencia práctica. Propuesta sistémica de intervención
educativa
Cristina Hernando Polo
Juan Carlos Aragoneses Ayuso
Manual de orientación y tutoría, Primer cuatrimestre de 2007
En el presente artículo se analiza el problema del bullying o acoso escolar desde un enfoque práctico, preventivo, global y
sistémico, de forma que se plantean propuestas de intervención desde la escuela, en las que se engloba también a la familia,
en las tres vertientes posibles de actuación: primaria, secundaria y terciaria. De forma transversal, se exponen nociones útiles
para la comprensión y el abordaje de este problema desde la escuela, como el perfil del agresor y de la víctima, indicadores
para la detección temprana de ambos perfiles, escalas de evaluación del bullying en el marco escolar, consecuencias del acoso
escolar para víctima y agresor, materiales específicos desarrollados en España para la intervención y métodos de intervención.
1. JUSTIFICACIÓN DE LA PROPUESTA
Esta propuesta de intervención surge de la experiencia realizada en un Instituto de Educación Secundaria de la zona sur de
Madrid. Este centro se caracteriza por un bajo nivel de conflictividad; pese a ello, el equipo directivo, con buena visión de
futuro, impulsa desde la CCP (Comisión de Coordinación Pedagógica) la elaboración de un protocolo de actuación para ser
utilizado de forma inminente si apareciese algún caso de bullying. El departamento de orientación del centro, con una
perspectiva más sistémica, extiende el punto de partida a las medidas previas que hay que aplicar para prevenir situaciones de
violencia escolar, así como a las actuaciones que deben llevarse a cabo una vez que un alumno es objeto de maltrato entre
iguales por abuso de poder; es decir, la propuesta que el departamento de orientación presenta en la CCP integra acciones
que pueden llevarse a cabo en los tres niveles de prevención posibles:
• Prevención primaria. Medidas para evitar la aparición de situaciones de acoso escolar, enfocadas a mejorar la
convivencia en el centro.
• Prevención secundaria. Medidas que se llevan a cabo nada más conocerse la existencia de una situación de
bullying en el centro. Hacen referencia al protocolo de actuación propiamente dicho.
• Prevención terciaria. Medidas que pretenden evitar un agravamiento del problema, así como la aparición de
efectos secundarios indeseados.
La propuesta que aquí se presenta parte de esta situación real, pero es ampliada y enriquecida
con un mayor abanico de propuestas. No todas podrán llevarse a cabo en todos los centros;
será el claustro, o en su caso la CCP, el encargado de concretar y dar forma a las prácticas
concretas que vayan a aprobarse en sus documentos de centro.
2. COMBATIR EL ACOSO ESCOLAR
El maltrato entre iguales es una situación que siempre ha estado presente en los colegios,
como también lo está en todos los lugares donde se produce una interacción continuada entre
personas (como ya es de sobras conocido, el término bullying se utiliza para el marco escolar y
el mobbing, para el ámbito laboral). Sin embargo, el acoso escolar no es una situación que se
presente exclusivamente en la escuela; en buena parte de las ocasiones, estas relaciones
hostiles son sólo un reflejo de las que ya vienen produciéndose en el barrio. El hecho de que
los alumnos se vean obligados a convivir en el centro con otros compañeros en continua
interacción durante varias horas al día puede intensificar estos conflictos o precipitar su
aparición.
La erradicación del bullying, así como de todo tipo de violencia escolar, requiere del esfuerzo
de los tres grandes agentes de socialización: familia, escuela y medios de comunicación de
masas.
• La escuela (como agente de socialización y como espacio en el que tienen lugar estas agresiones) ocupa un
papel destacado en la intervención ante el bullying. Esta nueva realidad requiere de los centros educativos un
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esfuerzo imaginativo para responder con todos los medios y desde todos los ámbitos posibles. Pero para no caer
en la frustración, es necesario no perder de vista que muchos de los factores que generan una situación de
violencia escolar no pueden ser abordados desde el centro educativo y que el pilar educativo básico en la
transmisión de valores y conformación de actitudes democráticas es, y seguirá siendo siempre, la familia.
• La familia tiene una función educativa primordial. Colabora y complementa la labor de la escuela pero también
es el contexto donde los niños interiorizan los principios y las normas de conducta que les permitirán insertarse
de forma positiva y constructiva en la sociedad. La familia no puede eludir su función educativa ni delegar esta
obligación en la escuela. La educación en valores no sólo debe formar parte del currículo escolar, sino también y
sobre todo de la dinámica familiar. Las nociones morales necesarias para la vida en democracia no pueden
aprenderse exclusivamente en el centro escolar; la actuación de la escuela en este aspecto se apoya siempre en
la base moral que la familia ha inculcado en el niño. Si un niño no ha adquirido las normas de comportamiento
cívico en el seno familiar, muy probablemente su paso por la escuela estará ligado a sucesiones de conflicto con
profesores y alumnos, en detrimento de su aprendizaje escolar.
• Por último, los medios de comunicación de masas deberían a su vez realizar una reflexión sobre cuál es la
influencia que ejercen en la transmisión de conocimientos y valores, y derivar de ahí un código ético que impida
la presentación de personas agresivas como modelos socialmente aceptados y de la violencia como medio para
resolver las situaciones conflictivas. Las investigaciones señalan que el bullying está asociado al visionado de
imágenes violentas a través de videojuegos, cine y televisión.
En síntesis, el acoso escolar es un tema que afecta a toda la sociedad. El adjetivo «escolar»
alude al principal contexto donde se producen estas agresiones, no a la institución social que
tiene la exclusividad para combatir este problema. Ningún agente de socialización es ajeno a la
responsabilidad que tiene en este aspecto; cada uno desde nuestro ámbito, y todos desde la
convergencia de esfuerzos, debemos trabajar de forma comprometida para la erradicación de
esta problemática que, si bien no es de nueva aparición, sí representa una novedad en cuanto
a la sensibilidad social que suscita.
Por otra parte, la actuación ante el acoso escolar no debe tener como meta exclusiva evitar los
conflictos, sino contribuir a mejorar la convivencia en el centro y al desarrollo de capacidades
prosociales en el alumnado. Todo ello se ha tenido en cuenta a la hora de planificar una
intervención sistémica como la que aquí proponemos.
3. INTERVENCIÓN EDUCATIVA
El abordaje de esta problemática debe realizarse desde una perspectiva sistémica, en la
medida de lo posible, sin perder de vista que la finalidad última no es evitar situaciones de
violencia entre iguales, sino mejorar la convivencia del centro, contribuyendo a crear un clima
de trabajo, de tolerancia y de aceptación de las diferencias.
Las características que un programa de intervención de este tipo debería reunir son:
a) Definir con exactitud las medidas que deben llevarse a cabo: señalar objetivos operativos para evitar una
declaración de intenciones de escasa concreción.
b) Implicar al mayor número de miembros de la comida educativa.
c) Realizar acciones educativas junto con acciones paliativas.
d) Planificar medidas sencillas que no requieran mucho entrenamiento ni esfuerzos suplementarios para el
profesorado.
e) Evaluar la eficacia de las actuaciones emprendidas.
3.1. Medidas para fomentar la convivencia en el centro: prevención primaria
3.1.1. Medidas generales
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1. Medidas de atención a la diversidad (en los límites que la legislación permite), para evitar
que la frustración por el fracaso escolar pueda derivar en acciones violentas (contra el centro,
los compañeros o el profesorado). Las investigaciones apuntan a que los acosadores son
alumnos con dificultades de aprendizaje y un fuerte rechazo al entorno escolar; está claro que
los malos resultados académicos generan sentimientos de frustración, pérdida de autoestima,
desvinculación con el entorno escolar, aversión a alumnos aplicados, falta de respeto al
profesorado, etc.
En este sentido, pueden realizarse:
— Medidas ordinarias de atención a la diversidad.
— Medidas extraordinarias de atención a la diversidad.
— Programas de compensación externa. A través de la normativa que regula estos programas, se permite la
intervención de ONGs o corporaciones locales en los centros educativos, fuera de la jornada escolar (en horario
de tarde, por ejemplo), para la implantación y desarrollo de medidas educativas que supongan un apoyo escolar
para los alumnos con necesidades de compensación educativa. En nuestro caso, es el ayuntamiento el que ha
puesto este recurso a disposición de los centros interesados.
2. Vigilancia de los espacios escolares, especialmente de aquellos donde se producen
interacciones informales entre los alumnos (patio y pasillos). Las investigaciones españolas
muestran que las agresiones físicas y la exclusión social suelen llevarse a cabo en el patio,
mientras que las burlas, insultos, robos y acoso sexual se producen en el aula, en los cambios
de clase.
Para ello, debe incluirse en los horarios de los profesores la realización de guardias de recreo.
También es necesario que los profesores se conciencien de la necesidad de estar atentos a la
manera de relacionarse los alumnos durante los cambios de clase y en el patio (por ejemplo,
mientras el profesor se dirige a su aula tiene que observar a los alumnos con los que se cruza,
incluso aunque no sean alumnos suyos, pues los acosadores aprovechan los cambios de clase
para presionar y amedrentar a sus víctimas). De esta manera, será posible intervenir
rápidamente para atajar los conflictos o agresiones detectados.
3. La medida previa debe complementarse con la creación de zonas atractivas y bien
equipadas que inviten a realizar actividades positivas. Otra de las causas que las
investigaciones muestran como detonantes de una situación de bullying son las malas
condiciones físicas del centro y del aula: falta de orden y limpieza, situaciones de masificación,
etc.
El claustro puede realizar una reflexión sobre cómo mejorar las instalaciones deportivas o cómo
evitar las zonas de patio de difícil acceso o visibilidad.
4. En línea con lo anterior, se propone la realización de un concurso de centro sobre el tema
«la mejor aula del instituto». Se pretende con esta medida alcanzar algunos objetivos directos:
— La implicación del alumnado en la limpieza y el orden del aula.
— La creación de espacios más acogedores por medio de la decoración del aula, en la que habrá espacios para
la exposición de trabajos escolares, pero también para la personalización del aula, con fotos de alumnos,
pequeñas autobiografías, fotos de actividades extraescolares, aficiones compartidas...
Y también se intenta alcanzar algunos objetivos indirectos:
— Mejorar la cohesión grupal.
— Facilitar la interacción de alumnos con dificultades de adaptación social.
— Romper los roles establecidos y la jerarquía social y académica del aula, en el sentido de que los alumnos con
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dificultades de inserción social o escolar pueden destacar en habilidades implicadas en esta actividad, como
liderazgo para organizar al grupo, ideas creativas para decorar, aptitudes artísticas, etc.
5. Intervención del equipo de mediación del centro, en los casos que sea posible y siempre que
sea aceptado por las partes implicadas. De esta manera, se pretende que sean los propios
alumnos del centro los que intervengan en la resolución dialogada de los conflictos,
evidentemente bajo la supervisión y atenta mirada del profesorado que, dada la complejidad de
los casos de acoso escolar, será también partícipe de la mediación.
Dentro del equipo de mediación podrían conformarse otras comisiones:
— Comisión de profesores para el desarrollo del medio social en la escuela; sería deseable la presencia del
orientador y de algún representante del equipo directivo en la misma. Para que esta comisión pueda ser eficaz
deberán buscarse en los horarios individuales de dichos profesores los tiempos para la coordinación.
— Comisión de alumnos que estén atentos a la convivencia general del centro y a situaciones de riesgo.
También tratarían de desarrollar acciones para integrar a los alumnos que se incorporan por primera vez al
centro, especialmente en el caso de los alumnos inmigrantes o ACNEEs, en colaboración con la comisión de
profesores antes citada.
6. Favorecer un espíritu sano y deportivo en el centro, colaborando con la AMPA del centro en
la oferta de actividades deportivas por la tarde, como actividades extraescolares, así como
solicitando apoyo de la administración local para mejorar las instalaciones y el equipamiento
deportivo del centro. En este sentido, es de destacar el esfuerzo económico y humano que la
Comunidad de Madrid está haciendo con la puesta en marcha de los Campeonatos Escolares.
3.1.2. Medidas específicas
7. Curso de formación en centro sobre la violencia escolar y el bullying, solicitado al CAP
(Centro de Apoyo al Profesorado) de la localidad y, en caso de no ser posible, buscar el apoyo
de otras instituciones dedicadas a la formación (centros regionales de formación, sindicatos,
etc.). La formación práctica, pero también teórica, del profesorado es fundamental para poder
entender la problemática en toda su extensión y poder dotarse de herramientas personales y
de centro que faciliten la resolución exitosa de estos conflictos.
Mientras se gestiona la formación en centro, el departamento de orientación elaboró un
documento escrito sobre el fenómeno, que sirviera como acercamiento teórico al problema del
maltrato entre iguales.
8. Obtener datos sobre la situación concreta del centro. A pesar de que el nivel de conflictividad
del centro es bajo y de que hasta el momento no se ha detectado ningún caso de bullying, este
sondeo es necesario, pues una de las últimas investigaciones realizadas en España muestra
estos datos (1) (otras investigaciones, españolas y europeas, manejan unos porcentajes
similares):
— Víctimas: un 15% sufren agresiones esporádicas; un 5% sufren agresiones con asiduidad (al menos, una vez
a la semana).
— Agresores: un 10% son agresores esporádicos; un 3% son agresores habituales (al menos, una vez a la
semana).
En torno al 1% son agresores victimizados, es decir, alumnos objeto de acoso escolar que se
defienden de esa situación convirtiéndose en agresores.
Como dato escalofriante apuntamos además que el 71% de los asesinatos cometidos en los
institutos de Bachillerato de Estados Unidos entre 1974 y 2000 fueron protagonizados por
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jóvenes que habían sufrido acoso de sus compañeros en los seis meses previos.
La obtención de esta información puede realizarse de manera informal a través de
cuestionarios y entrevistas anónimos, a través de asambleas realizadas puntualmente en la
tutoría y a través de las aportaciones de los integrantes del equipo de mediación. O, lo que es
más aconsejable, pueden utilizarse algunos de los documentos estandarizados que ya se han
elaborado en España para ello:
— Escala Cisneros, de Iñaki Piñuel y Araceli Oñate, de la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid). Evalúa las
situaciones de acoso escolar a través de ocho indicadores: desprecio-ridiculización, coacción, robos,
restricción-comunicación, agresiones, intimidación-amenazas, exclusión-bloqueo social y hostigamiento. Está
disponible de forma gratuita en Internet (www.acosoescolar.com).
— PRECONCIMEI, de José Mª Avilés, de la Universidad de Valladolid. Integra cuestionarios para el alumnado, el
profesorado y los padres, así como una guía para planificar la actuación en el centro y el resumen de un método
concreto de intervención (Método Pikas, al que haremos referencia más adelante).
— BULL-S. Test de evaluación de la agresividad entre escolares, de la Universidad de Murcia. Identifica las
características socio-afectivas de un grupo de iguales, detecta protagonistas de la situación de bullying y recoge
información precisa sobre el lugar, la magnitud, la frecuencia y el nivel de gravedad que le atribuyen los propios
escolares. La corrección está informatizada.
9. Buscar recursos externos especializados en la prevención de la violencia desde el ámbito
familiar para desarrollar una Escuela de padres en el centro. Si no se pudiese desarrollar esta
actividad de forma gratuita, se buscaría el apoyo financiero del ayuntamiento, del AMPA, etc.
Esta acción es muy importante, puesto que la familia, como señalamos en la introducción, es
un agente de socialización clave. Además, las investigaciones presentan como factores
asociados al bullying las siguientes situaciones familiares: progenitores con un estilo educativo
y comportamental violento, situaciones de desestructuración familiar o de ausencia habitual del
padre, falta de afecto (especialmente de la madre) y la existencia de mensajes inadecuados de
los padres («Si te pegan, tú pega»).
También señalamos en la introducción la importancia de los mass-media en este tema. Unos
datos alarmantes muestran que:
— La mayoría de los adolescentes no tiene restricciones para ver la televisión, ni respecto a horarios ni respecto
a contenidos.
— Los padres no suelen ver la televisión con los hijos, por tanto, no ayudan a desarrollar una actitud crítica hacia
ello.
— Muchos padres ignoran los contenidos violentos de los videojuegos con los que sus hijos se entretienen.
10. Sensibilización a la comunidad educativa, a través de unas Jornadas escolares de debate y
reflexión sobre el tema.
— Para los profesores, serán los orientadores del centro (en colaboración con el equipo directivo) los que
desarrollen una ponencia sobre el marco teórico del acoso escolar, que permita situar el problema en su contexto
(eliminar tópicos e ideas erróneas), así como avanzar en la comprensión del problema (analizando causas y
consecuencias) y en la detección temprana del mismo (exponiendo el perfil del agresor y de la víctima).
Esto último es fundamental para poder identificar a tiempo estas situaciones. De modo muy sucinto
expondremos los rasgos que caracterizan a agresores y agredidos.
Perfil del agresor
a) Agresividad. Es la característica más distintiva. La belicosidad se manifiesta en todas las facetas de su vida,
generando unas relaciones difíciles con los profesores y con la familia.b) Fuerza física. Esta corpulencia, combinada
con su carácter agresivo, le lleva a emplear medios violentos de forma habitual para conseguir sus objetivos. Por ello,
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suele mostrar conductas disruptivas en clase, así como transgresión de normas sociales, cuya gravedad aumenta con
la edad. Debido a su carácter agresivo, en bastantes ocasiones salen impunes de sus actos, lo que produce un
aprendizaje social incorrecto, aumentando la probabilidad de conductas delictivas.
c) Intencionalidad. El agresor se divierte con esta intimidación; la agresividad no es instrumental, sino hostil.
d) Impulsividad. No pueden controlar su agresividad.
e) Autoritarismo. Son dominantes, disfrutan cuando tienen el control. Son líderes, aunque a veces detrás de
esta popularidad se esconde el miedo de sus seguidores a convertirse en víctimas. En cualquier caso, siempre
encuentran un pequeño grupo de seguidores incondicionales.
f) Fracaso escolar. Tienen dificultades de aprendizaje y un rechazo a la vida escolar.
g) ¿Competencia social? Algunos autores describen escasas habilidades sociales (dificultades para empatizar o
controlar su ira), mientras que otros les consideran con un alto nivel de asertividad (saben empatizar aunque no
desean hacerlo, además de que son manipuladores, persistentes y habilidosos para arrastrar a otras personas).
h) ¿Autoestima? También hay disparidad respecto al autoconcepto de estos agresores.
Perfil de la víctima
a) Vulnerabilidad. Debilidad física (complexión delgada, defectos…) o psicológica (timidez, inseguridad, ansiedad…).
b) Inseguridad. Baja autoestima, falta de asertividad y pocas habilidades sociales, lo que explica que sean incapaces
de resolver esta situación y que, por tanto, la sensación de estrés y de indefensión se acreciente. Esto es causa y
consecuencia a la vez, pues la victimización continua acrecienta estos rasgos.
c) Carácter apacible. Pacíficos, desaprueban el uso de la violencia para resolver conflictos.
d) Sentimiento de culpa, consecuencia directa del maltrato reiterado (¡en torno al 12% de las víctimas justifica el
comportamiento de su agresor!).
e) Dificultades de aprendizaje. La tensión que le supone acudir a la escuela y el miedo a ser agredidos afecta a
su concentración y al rendimiento. Esto se agrava si el alumno «escapa» de la situación faltando a clase,
simulando una enfermedad.
Perfil de las víctimas provocadoras
Hay otro tipo de víctima que comparte características tanto con los agresores como con los agredidos; son las
llamadas víctimas provocadoras, intimidadores victimizados o víctimas agresivas. a) Son alumnos impulsivos,
inestables emocionalmente, deseosos de protagonismo, con alta ansiedad e inhábiles para las relaciones sociales; en
consecuencia, suelen llamar la atención de forma continuada, generando tensión y rechazo en sus compañeros.
b) Serán así objeto de bullying por parte de la mayoría del grupo, que considerará que «se lo merece», a la vez
que ellos responderán con agresividad hacia los que perciban más débiles. Se sienten víctimas, a la vez que
reconocen ser agresores.
c) Su comportamiento provoca la situación de maltrato pero lo conmovedor es que con esta conducta
inadecuada sólo desea integrarse y tener amigos; la víctima no ha aprendido las estrategias adecuadas para
relacionarse de forma positiva y sana con sus compañeros.
— Para los alumnos se desarrollarán actividades con materiales específicos diseñados al efecto. A modo de ejemplo
se proponen:
• Un día más, de Isabel Fernández García, editado por El Defensor del Menor de la CAM (2005).
• Proyecto SAVE (Sevilla Anti-Violencia Escolar), de Ortega y Mora-Mechán (2000). Nació como experiencia
piloto para crear, a partir de los datos obtenidos en esta ciudad, un modelo de intervención ante el acoso escolar.
Dirigido por la Dra. Rosario Ortega, de la Facultad de Psicología de la Universidad de Sevilla, toma como modelo
de referencia la experiencia de Peter Smith con el Proyecto Sheffield, traducido y adaptado a la realidad de las
escuelas españolas.
• Proyecto Andalucía Anti-Violencia Escolar (ANDAVE), de Ortega y Mora-Mechán (1997). El proyecto SAVE es
asumido en 1997 por la Junta de Andalucía como modelo de intervención en la comunidad autónoma, por lo que
adquiere carácter institucional y pasa a denominarse Proyecto ANDAVE (Proyecto Andalucía Antiviolencia
Escolar). El modelo incluye un programa educativo de prevención del maltrato entre escolares y, asimismo, la
puesta en marcha de una línea telefónica de ayuda a los chicos y chicas implicados en problemas de violencia o
abusos por parte de sus compañeros.
• Conductas de acoso y amenaza entre escolares, de Dan Olweus (1998). Este programa incluye un cuestionario
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anónimo de detección que ha sido adaptado a la realidad de diferentes edades y países. Dan Olweus fue el que
realizó las primeras investigaciones al efecto, el que acuñó el concepto «bullying» y lo definió como hoy lo
conocemos.
• Proyecto Sheffield, dirigido por Meter K. Smith (1991). La mayor aportación práctica de este proyecto fue la
elaboración del material «Bullying: no sufráis en silencio». Smith, además, dirigió un estudio en escuelas de 14
países con el objetivo de delimitar aquellos términos que mejor reflejaran en diferentes lenguas la realidad del
bullying (en España se utiliza «acoso escolar», «maltrato entre iguales por abuso de poder», «victimización» y,
por supuesto, «bullying»).
También se propondrá la realización de actividades fuera del horario escolar (mesas redondas, coloquio, cine
fórum, etc.)
Y, además, a lo largo del curso se buscará la participación de ONGs especializadas en la lucha contra cualquier
forma de violencia para el desarrollo de talleres en las sesiones de tutoría.
— Para los padres, las actividades se realizarán en horario de tarde, para permitir la asistencia de los mismos.
Se solicitará la colaboración del AMPA, para impulsar una mayor asistencia y participación.
— Para ambientar el tema, durante la duración de esas Jornadas se decorará el centro con paneles informativos,
exposiciones gráficas, trabajos escolares, noticias de prensa... que tengan relación con la convivencia.
Se intentarán reflejar, a través de esta exposición, las consecuencias que este fenómeno tiene para la víctima,
para el agresor y para los espectadores. Presentamos aquí estas consecuencias a modo de síntesis.
Consecuencias para la víctima
a) Disminución del rendimiento académico.b) Tristeza, apatía, pudiendo llegar a pensamientos suicidas.
c) Estos efectos se perpetúan para toda la vida: en la edad adulta, las víctimas presentan desajustes
emocionales, depresión, dificultad para hacer amigos y otros problemas psicológicos. Los efectos más estables
los produce la forma de maltrato aparentemente menos grave: la exclusión social.
Consecuencias para el agresor
a) Falta de socialización. El agresor tiene consecuencias positivas inmediatas (sensación de poder, liderazgo, grupito
de seguidores incondcionales, público aquiescente…), de manera que no adquiere hábitos básicos para la
convivencia, sino que refuerza estrategias manipuladoras, intimidatorias y agresivas.b) Delincuencia precoz. La
frecuente impunidad de sus actos le ofrece un aprendizaje equivocado, de forma que cree que puede transgredir las
normas sociales y salir siempre impune. En Estados Unidos se ha comprobado que el 60% de los jóvenes que fueron
agresores en la adolescencia, al llegar a la edad de 24 años habían recibido una o más sentencias inculpatorias.
c) Estos riesgos se ven incrementados por el elevado índice de absentismo escolar e incluso de abandono
prematuro del sistema educativo que se ha detectado en este alumnado.
Consecuencias para los espectadores
Es el aspecto menos estudiado hasta la fecha. Sin embargo, aumenta el interés de los investigadores por conocer qué
consecuencias genera el maltrato en los alumnos que lo observan y no actúan para remediarlo. Como dato alarmante,
podemos señalar que el 85% de los episodios de violencia que se producen en el recreo tienen lugar delante de
testigos.La mayoría de los espectadores consideran las agresiones injustas e incluso nocivas para quien las sufre. Sin
embargo, su conducta está marcada por el silencio e incluso por el apoyo al agresor, de una manera indirecta
(sonriendo, mirando para otro lado, rechazando a la víctima...) o directa (ayudándole), en parte por el temor a
convertirse ellos en víctima. Esta falta de implicación agrava el problema en varios sentidos:
a) El agresor se siente reforzado, cree recibir la aprobación del público.
b) La víctima percibe la agresión realizada por todo el grupo.
c) Las agresiones se perpetúan, por el efecto de contagio social (los observadores comprueban que la violencia
es efectiva).
d) Los espectadores se debaten entre sentimientos de cobardía/culpa y el temor a ser agredidos.
e) Se genera una sensación de indefensión ante la ley del más fuerte y una actitud individualista («cada uno
debe mirar por sí mismo»).
f) Estos aprendizajes perjudican el sistema de valores y la personalidad que los adolescentes están
construyendo en ese momento evolutivo.
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11. Como colofón de las Jornadas de Sensibilización, el centro podría editar un número gráfico
sobre el tema, que sintetizara un acercamiento teórico y una síntesis de las actividades
realizadas. En nuestro caso, la revista anual fue editada como número monográfico sobre el
tema de la convivencia en general.
Es interesante que los departamentos didácticos dediquen algunas horas de clase a fomentar
la participación activa de los alumnos en la elaboración de artículos (por ejemplo, ilustraciones
o cómics desarrollados desde el área de Plástica, búsqueda y selección de aforismos y frases
célebres desde las asignaturas de Religión y de Ética, redacciones desde el área de Lengua,
etc.)
12. Creación de un buzón para ser utilizado por víctimas o por espectadores que, de forma
anónima, quieran denunciar situaciones de violencia escolar (no sólo bullying). El
funcionamiento de este buzón se daría a conocer en una hora de tutoría, en la que se
conducirá a los alumnos hasta el lugar donde se ha instalado, para garantizar así que todos
conocen la ubicación del mismo.
Hay que tener en cuenta que el buzón debe estar colocado en una zona íntima, donde nadie
pueda ver al alumnado hacer uso de él.
13. Elaboración de un protocolo de actuación, incluido en los documentos oficiales del centro
(Proyecto Curricular, Proyecto Educativo de Centro y Reglamento de Régimen Interior), en el
que se especifiquen los pasos que se deben seguir ante la ocurrencia de una situación de
maltrato escolar. Hay que asegurar que el RRI contempla acciones específicas para las
situaciones de maltrato escolar, así como que el profesorado conoce y aprueba estas medidas.
Sería bueno para ello que se discutieran previamente en la Comisión de Coordinación
Pedagógica y en los departamentos y que la propuesta final se presentara al claustro para su
aprobación. El protocolo que se muestra en el siguiente subapartado puede servir como
modelo.
14. Desarrollo de una (o más, si fuera preciso) sesión de tutoría a principio de curso para
consensuar con el grupo las normas de clase. El tutor aprovechará la sesión para insistir en
que los alumnos no sólo tienen derechos, sino también obligaciones, entre las que se
encuentra la observancia de las normas del centro, como garante del respeto de los demás
alumnos a recibir una educación de calidad.
Estas sesiones se repetirán a lo largo del curso si el grupo es especialmente conflictivo. En tal
caso, sería aconsejable que la Junta de profesores se reuniera previamente para fijar un código
de conducta básico (normas y sanciones). Es fundamental que el equipo educativo esté unido
en la aplicación de este código, para evitar disparidad de criterios y para mejorar la asunción de
las normas aprobadas por parte de los alumnos.
15. Realización de actividades extraescolares que faciliten el contacto informal del alumnado,
tales como: salidas, excursiones, intercambios, fiestas, viajes de fin de curso, etc. Sería
deseable que los profesores que dirigieran estas actividades propiciaran el acercamiento de los
alumnos entre sí, organizándolos en grupos que no sean los habituales.
16. Elaboración de una guía de indicadores que el profesorado deberá utilizar para identificar
de forma temprana a posibles víctimas de acoso escolar. A modo de ejemplo exponemos la
elaborada por Dan Olweus (1993):
Posibles indicadores para identificar al alumno víctima
En Primaria:
— Son repetidamente llamados por motes, ridiculizados, objeto de burlas...
— Sufren agresiones físicas de las que no pueden defenderse adecuadamente.
— Se involucran en peleas donde se encuentran indefensos.
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— Su material suele presentar deterioro provocado y pierden con frecuencia pertenencias de manera inopinada.
— Presentan arañazos y otras muestras evidentes de lesión física.
En Secundaria:
— Están a menudo solos y excluidos del grupo.
— Son los peores en los juegos o trabajo de grupo.
— Tienen dificultad para hablar en clase y dan la impresión de ser inseguros.
— Aparece depresión, infelicidad, distracción.
— Muestran un gradual deterioro del interés por el trabajo del colegio.
Indicios para observar en casa
— Primarios. Los hijos traen los libros rotos, la ropa desordenada, tienen heridas o contusiones, evitan dar
explicaciones.
— Secundarios. Los hijos no quedan con compañeros, no traen amigos, no les invitan a fiestas, no salen los
fines de semana, tienen aspecto triste, duermen mal, con pesadillas, pierden el interés por los estudios, antes de
ir a la escuela les duele la cabeza o el estómago, por la mañana están irritables.
3.2. Protocolo de intervención: medidas cuando surge el bullying. Prevención secundaria
Entendemos que el bullying es una conducta de persecución física y/o psicológica que realiza
un alumno o un grupo de alumnos contra otro, al que elige como víctima de repetidos ataques.
Esta acción, negativa e intencionada, sitúa a las víctimas en posiciones de las que difícilmente
pueden salir por sus propios medios.
Para hablar de acoso debe suceder:
a) Intencionalidad. El agresor quiere causar daño a otra persona.
b) Desequilibrio de poder, por motivos físicos (menor fuerza, menor edad...), psicológicos (carácter débil) o
sociales (varios agresores).
c) Reiteración del hecho.
d) Indefensión de la víctima, que no es capaz de salir de la situación por sí sola.
Cuando desde el centro se detecte una situación de este tipo, se seguirán los siguientes pasos:
1. Comunicación al tutor y al jefe de estudios, por parte de cualquier miembro de la comunidad educativa que
tenga conocimiento de una situación de acoso escolar. A partir de este momento, se atenderá de manera
individual a la víctima y al agresor/es. El abordaje de esta situación se hará a través del método de no
inculpación y del método Pikas, que se desarrollan más adelante.
Atención especial a la víctima:
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— Se le asegurará que se va a tratar el problema, que tiene el apoyo de profesores y padres y que debe
denunciar cualquier incidente que se produzca.
— El orientador tendrá cuantas sesiones individuales sean necesarias para ayudar a que la situación de acoso
no produzca en la víctima una merma de su autoestima, sentimientos de culpa, aislamiento, tendencias
depresivas...
— Se buscará su incorporación a un programa de entrenamiento en habilidades sociales, si existiera en la
localidad, y, en caso contrario, el orientador le dará pautas claras para afrontar de forma asertiva esta situación.
— Se le implicará en tareas prestigiosas, con objeto de mejorar su status en el grupo (prestando atención a que
este protagonismo no se vuelva en contra suya).
Atención especial al agresor/es:
— Se le dejará claro que esas conductas no van a ser toleradas en el centro.
— Se penalizarán de forma inmediata todas las agresiones.
— Se le buscarán alternativas educativas acordes con su situación escolar, en las que tenga oportunidad de
éxito (educación compensatoria, diversificación curricular, garantía social, formación ocupacional, talleres
prelaborales del ayuntamiento...). Se evitará que el agresor perciba estas medidas como castigo.
— Se buscará su incorporación a un programa de entrenamiento en habilidades sociales o de educación en
valores, si existiera en la localidad; en caso contrario, se estudiará la posibilidad de que el orientador le dé
pautas para mejorar su competencia social.
— Se le implicará en tareas prestigiosas, con objeto de mejorar su status en el grupo (prestando atención a que
este protagonismo no se vuelva en contra suya).
— Se buscará información del alumno en su centro de procedencia (colegio de Primaria) sobre su situación
escolar y conductual, sanciones recibidas, colaboración de los padres, etc.
— Se pondrán sanciones claras y graduadas, que penalicen cualquier acto de este tipo por insignificante que
pudiera parecer, que estarán en consonancia con la tipificación de faltas y sanciones recogidas en el RRI
(Reglamento de Régimen Interior) y que serán aplicadas por la Comisión de Convivencia del centro.
En ocasiones, estas sanciones podrían ser enfocadas como trabajo social o comunitario, y podrían consistir en
ayudar a los alumnos que se escolarizan por primera vez en el centro a familiarizarse con el mismo, por ejemplo,
realizando una visita conjunta, en la que se mostrasen los espacios del centro y su uso. Este tipo de actividades
se hará bajo la estricta vigilancia y supervisión del jefe de estudios, el PTSC (Profesor Técnico de Servicios a la
Comunidad), o el orientador.
— Se fijarán medidas reparadoras que traten de compensar a la víctima (al menos moralmente) del daño
recibido. Este constituye un objetivo difícil de alcanzar.
2. Registro anecdótico de todos los incidentes sucedidos, redactados por cada uno de los implicados en la
escena (aunque sean meros observadores) y que serán entregados al tutor para su compilación. El tutor será el
encargado de registrar todas las actuaciones que lleve a cabo y de recoger las que otras personas realicen para
archivarlas de forma conjunta.
Esta actuación, por otra parte, ayudaría a esclarecer los hechos y depurar responsabilidades en el caso de que
la víctima interpusiera una denuncia policial o en el caso de que el acoso condujera a hechos tan dramáticos y
desesperados como el suicidio de la víctima, por ejemplo.
3. Entrevista del tutor con los implicados y, en caso de considerarlo oportuno, con las familias. El tutor informará
de todo ello a jefatura de estudios y podrá pedir la participación del equipo de mediación y/o del departamento de
orientación si lo considera oportuno. Igualmente, el tutor informará a la junta de evaluación para contribuir entre
todos a la observancia y erradicación de este problema.
4. Si la intervención del tutor con los alumnos y, en su caso las familias, resultara infructuosa, se solicitaría la
intervención del PTSC, quien estudiaría, si la situación no remite, cómo trasladar el problema a los Servicios
Sociales locales.
A partir de esta actuación (o con anterioridad, si la gravedad de la situación lo aconseja), el instituto podría
tramitar la correspondiente denuncia ante la Policía Local o Nacional.
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5. En cualquier momento de este proceso, si la dirección del centro escolar lo considera oportuno, podría
solicitarse la intervención de la Policía Local de Barrio para realizar una mediación informal en el centro.
El Proyecto Sheffield propone dos métodos para trabajar los casos de acoso:
Método de no inculpación o de responsabilidad compartida
Desarrollado por Bárbara Maines y George Robinson. Puede utilizarse ante agresiones leves.
Consta de siete pasos:a) Un profesor se reúne con la víctima para estudiar la situación. Se le
pide que sugiera nombres de alumnos con los que podría reunirse para solucionar el
problema, entre los cuales estarán sus amigos y los agresores.
b) Se convoca la reunión.
c) Se plantea el problema partiendo de los sentimientos que experimenta la víctima.
d) Se aclara que no se buscan culpables, sino que se quiere solucionar el problema. La
responsabilidad es compartida.
e) Se piden ideas que puedan aliviar el sufrimiento del alumno agredido.
f) El profesor da por finalizada la reunión e informa a los participantes de que se revisará qué
tal han funcionado las sugerencias.
g) Transcurrido un plazo determinado, el adulto hablará con cada alumno asistente a la
reunión para valorar si se han producido mejoras.
Método Pikas o de preocupación compartida
Fue desarrollado por el sueco Anatole Pikas en 1989. Es válido para chicos de entre 9 y 16
años. Es un método de intervención ante casos de acoso grupal, en los que se produce una
difuminación de la responsabilidad. Este programa, que suele durar un mes, persigue que
cada agresor se responsabilice de sus propios actos, sin escudarse en el grupo. Para su
aplicación requiere unas condiciones previas:
— Conocimiento claro de la situación de hostigamiento: quiénes son los agresores, quién de
ellos es el líder, etc.
— Un profesor responsable de aplicar el programa, de actitud neutral y objetiva, sin implicarse
emocionalmente en el conflicto.
— Un lugar tranquilo donde puedan desarrollarse las entrevistas, sin interrupciones, ni ruidos.
El método se compone de tres fases separadas por intervalos de 7 a 10 días.
Primera fase: entrevistas individuales.
Sin previo aviso, el profesor responsable del programa busca a cada agresor en su aula para
que se entrevisten con él. Se hace delante de todo el grupo para que se percaten de que el
centro se implica en la resolución de los conflictos violentos.
Las entrevistas serán individuales y comenzarán con el líder. No deben prolongarse más de 15
minutos. En ellas, el profesor sigue cinco pasos:
a) Explicar el motivo de la entrevista: «Quiero hablar contigo porque he oído que Fulanito tiene
problemas contigo y con Menganito».
b) Pregunta abierta: «¿Qué sabes de esto?». El profesor le dejará hablar hasta que considere
que la información es suficiente. Si el alumno no quiere hablar, se le devuelve al aula
dejándole claro que se le volverá a llamar para volver a hablar sobre el tema.
c) Detención de la conversación: «De acuerdo, con esto es suficiente».
d) Búsqueda de soluciones conjuntas: «¿Qué puedes hacer tú para ayudar a Fulanito?». El
alumno debe realizar propuestas que le impliquen a él directamente; en caso contrario, el
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profesor le recuerda que él es uno de los que participan en el maltrato. Si el alumno está
callado, el profesor puede plantear sugerencias: «Yo tengo una idea, ¿quieres oírla?».
Se recogen por escrito las ideas aceptadas.
e) Cerrar la entrevista y fijar una reunión de seguimiento: «Dentro de una semana nos
volveremos a ver, para que me cuentes cómo te ha ido». Se le acompaña al aula y se busca al
siguiente agresor, sin dar tiempo a que hablen entre ellos.
Al final, se entrevista a la víctima.
Si se trata de una víctima pasiva, el profesor mostrará una actitud de ánimo y de escucha,
invitándole a que exprese ideas para mejorar su situación. Se le despide mostrando apoyo y
citándole para la siguiente semana, con objeto de revisar si la situación ha cambiado.
Si se trata de una víctima provocativa, el profesor buscará hacerle tomar conciencia de su
parte de responsabilidad en las agresiones, haciéndole ver las conductas que potencian el
acoso. En el paso 4 (d) debe proponer algún cambio concreto en su conducta que reduzca las
agresiones.
Segunda fase: entrevistas de seguimiento.
Se llevan a cabo una semana después (tal y como se concertó con los alumnos) en el mismo
orden que las primeras y también sacándoles de clase. Constituyen una charla breve en la que
se analiza cómo ha funcionado el plan y si la víctima ha mejorado su situación; si es así, se fija
una reunión conjunta con todos los implicados; si no, se insiste en los compromisos
personales y se concierta otra entrevista individual de seguimiento la semana siguiente.
Tercera fase: reunión del grupo.
Al principio, se realiza sólo con los agresores: se les pregunta cómo ha ido la semana y qué se
puede hacer para seguir mejorando la situación y para que se consoliden los avances. Si las
mejoras son significativas deberá reforzarse el esfuerzo realizado y se propondrá una reunión
con la víctima, en la que cada agresor expresará su opinión sobre ella; la víctima opinará al
final. Si las mejoras son mínimas, se apelará a su compromiso individual y se fijará otra
reunión de grupo para la semana siguiente. Esta fase no concluirá sin dejar bien claro que no
se admitirá que el acoso reaparezca.
3.3. Medidas para evitar el agravamiento del problema: prevención terciaria
1. Implicar a las familias de víctima y agresor/es en la resolución del caso y/o en la búsqueda de recursos
externos que puedan ofrecer una ayuda especializada a sus hijos (apoyo psicológico, grupos de autoayuda,
asociación, etc., dirigidos tanto a los hijos como a los propios padres). Esta medida no se adoptará de modo
automático, sino en función de las circunstancias concretas de cada caso y teniendo en cuenta la información
aportada por el PTSC.
Se trataría de buscar ayuda para la víctima (para mejorar su competencia social), los agresores (incrementar su
empatía, asertividad, valores democráticos...) pero también de buscar recursos que puedan ayudar a los padres
a mejorar su competencia personal como padres.
2. Recompensar (refuerzo social) a los alumnos que contribuyan a la erradicación de estos actos. El refuerzo se
hará de forma discreta y sólo se hará público (mención especial) si el alumno está de acuerdo con ello. Así se
pretende evitar que el refuerzo social genere un protagonismo negativo que sitúe a este alumno en situación de
víctima (por ser el chivato, por meterse donde no le llaman...).
3. Revisar el Proyecto Curricular y las Programaciones Didácticas para priorizar los objetivos de tipo social, los
contenidos actitudinales, la educación en valores y, si el claustro lo considera oportuno, los métodos de
aprendizaje cooperativo.
4. Implantar, si el claustro lo aprueba, los Círculos de calidad. Esta técnica, originaria del mundo empresarial,
está dirigida al desarrollo de habilidades como la asertividad o la empatía. Tiene como objetivo la identificación,
análisis y resolución de problemas; para ello, entre ocho y diez personas (alumnos y/o profesores) se reúnen con
una frecuencia semanal durante el tiempo necesario para abordar el problema (generalmente dos o tres meses).
La norma básica del grupo es el respeto a las opiniones de todos y trabajar de manera cooperativa para
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encontrar soluciones y aplicarlas.
5. Sesiones de tutoría inminentes ante las situaciones contrarias a la convivencia que la clase o un grupo de la
misma haya protagonizado y que hayan sido presenciadas por el tutor o por algún otro profesor de grupo. El
profesor que haya detectado esa situación conflictiva será el responsable de abordar en sus horas de clase el
análisis de la misma, pero informará de ello al tutor para que con su intervención desde la hora de tutoría se
refuercen los valores y actitudes que el profesor de área haya trabajado previamente.
6. En la medida de lo posible, entrenamiento en habilidades sociales para aquellos alumnos que sean detectados
como incompetentes sociales, a través de un programa específico desarrollado por algún agente local u ONG
que pueda comprometerse a ello. Se buscará que los alumnos agresores y las víctimas participen en estos
talleres, teniendo en cuenta que su adscripción a los mismos debe ser voluntaria, pues en caso contrario no sólo
no se implicarían en ellos (y, por tanto, no serían eficaces) sino que podrían llegar incluso a boicotear el grupo
como medio de presión para librarse de esta actividad.
4. CONCLUSIONES
La sensibilidad reciente con que la escuela enfrenta el problema del acoso escolar nos
conduce a desplegar las ideas más creativas y sistémicas para tratar de eliminar este mal y de
reducir su impacto en víctima, agresores y espectadores. No hay que despreciar cualquier
acción, por nimia que esta pudiera parecer, ni en lo relativo a la intervención ni en lo referente a
la detección, pues no olvidemos que es un problema que suele permanecer oculto, pero que
genera efectos perjudiciales en todos los que viven esta situación, sean protagonistas directos
o sean meros espectadores.
De la misma manera, cada cual debe asumir sus cotas de responsabilidad en la actuación ante
este tipo de situaciones, empezando por la escuela (donde suelen presentarse estas
agresiones), pero también la familia (el principal agente de socialización en la transmisión de
valores y de conductas socialmente aceptables) y los medios de comunicación social. Sólo con
una actuación convergente y coordinada de estos tres agentes de socialización podrían
erradicarse definitivamente las situaciones de violencia entre iguales; pero esta reflexión no
debe hacernos caer en el desánimo, sino que debe generarnos la motivación necesaria para
actuar, en la creencia de que todas las medidas prosociales que se adopten, por insignificantes
que puedan parecer, tendrán una repercusión directa en la mejora de la convivencia. Por ello,
queremos insistir en la idea de que no deben escatimarse esfuerzos ni iniciativas que puedan
contribuir a su erradicación, y apelamos a la responsabilidad de todos los miembros de la
comunidad educativa, especialmente padres y profesores.
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