Nº 4- 5. LA ACRÓPOLIS DE ATENAS, SIGLO V a. C. ATENAS. GRECIA Introducción. Entre el mar y la montaña, en medio de una fértil llanura, se yergue una escarpada roca en cuya plataforma superior situada a 156 m. de altura, se encuentra la Acrópolis de Atenas. Esta roca abrupta e inaccesible excepto por su lado W y con una fuente de agua en su ladera, debió parecer a los primitivos habitantes de la zona un presente de los dioses y, como tal, a ellos se la dedicaron, convirtiéndose en la ciudad sagrada desde la época micénica. La acrópolis arcaica fue destruida por los persas durante las Guerras Médicas. En el S.V el esplendor de Atenas permitió a Pericles levantar una nueva acrópolis. En el 449 a. C. comenzó la construcción del Partenón bajo la dirección de Fidias. Más tarde se iniciaron los Propíleos, después el pequeño templo de Atenea Niké y por último el Erecteión. Ni siquiera la guerra del Peloponeso fue capaz de interrumpir el proyecto, y aunque Pericles y Fidias habían muerto en el año 404 a. C. ya se había realizado lo más esencial del proyecto. Análisis de la obra. La roca es un lugar poco propicio para construir por su inaccesibilidad, su plano alargado y su suelo irregular, pero estos inconvenientes fueron transformados en virtud por el genio de los griegos, como lo demuestran los Propíleos o puertas delanteras. Estos se empezaron a construir por Mnesicles en el año 437 con fábrica de mármol y refinamientos parecidos a los del Partenón. Sin embargo su mayor encanto está en la forma en que los elementos de un templo griego han sido aplicados a otra función, y ello en un terreno irregular y empinado. Mnesicles cumplió dignamente la función que se le había encomendado. Su proyecto no sólo se adapta a las dificultades del suelo, sino que además transforma éste hasta el punto de convertir un paso agreste entre rocas en una entrada monumental digna del acceso a un recinto sagrado. Los Propíleos propiamente dichos constan de dos fachadas y entre ellas un vestíbulo de 48 m de profundidad. Al cruzar ambos pórticos diríase que nos enfrentamos con la fachada de un templo dórico clásico, a no ser por el amplio espacio que queda entre las columnas 3ª y 4ª que nos delata la puerta de acceso. La fachada W o exterior estaba flanqueada por dos alas. En el ala izquierda se encontraba la primera pinacoteca que se conoce. En el lado derecho, la roca se proyecta hacia delante y en este farallón que vigila la rampa de acceso, Calícrates construyó el pequeño templo jónico de Atenea Niké perfectamente adaptado a la estrechez del terreno, pero de una gran belleza arquitectónica. La irregularidad del suelo del vestíbulo obligó a dividirlo en dos partes, la oriental elevada sobre tres gradas y la occidental, más baja y articulada en tres naves por dos filas de columnas jónicas. Nuevamente el genio de Mnesicles fue capaz de crear una unión de dos órdenes dispares, haciéndolo con tal armonía que se convertirá en ejemplo a imitar. Al atravesar la fachada oriental se abre ante nosotros el recinto sagrado en el cual se disponen los edificios sin orden establecido. Ello se debe en parte a la irregularidad del terreno y en parte a la preferencia por ciertas zonas debido a la fuerte carga sagrada que poseen y que impulsa a levantar un templo sobre los cimientos de otro, desde la más remota antigüedad. Tal es el caso de la zona Norte en la que se construyó el Erecteión cuya complejidad, tanto arquitectónica como religiosa, responde a las más antiguas tradiciones de la Polis. Así, en sus múltiples espacios, se concentra el culto a dioses, como Poseidón o Atenea Polias, las tumbas de los míticos reyes de Atenas, Cécrope y Erecteo, y símbolos ancestrales como el olivo plantado por Atenea, las señales del rayo de Zeus o las huellas del tridente de Poseidón. Sin embargo, la aparente desconexión de los edificios protegidos por sus recintos cerrados, no impide que sobre todos sobresalga el más majestuoso de ellos, el Partenón, realizado en honor de la diosa Atenea, patrona de la ciudad y su protectora durante las Guerras Médicas. Los mejores artistas de la época realizaron el templo más espectacular, todo él de mármol blanco primorosamente labrado y adornado con relieves y estatuas.. Pero el templo para los griegos era la casa de la diosa, un territorio sagrado al que difícilmente los mortales tenían acceso. La piedad religiosa se concentraba entonces en el recinto al aire libre que rodeaba el templo y al que se accedía por un camino procesional, que en el caso del Partenón estaba relacionado con la celebración de las Panateneas. Durante estas fiestas toda la ciudad se dirigía en procesión a la Acrópolis para realizar sacrificios a la diosa y ofrecerle un peplo tejido por las doncellas, como describe Fidias en el friso interno del Partenón. El Partenón se ubicó en el lado sur, al fondo de la Acrópolis, precisamente porque era el punto más alto del recinto con lo cual destacaba sobre el resto de los edificios y dominaba la ciudad y el mar. Su orientación también estaba minuciosamente elegida en dirección este. Tanto la ubicación como la orientación eran decisivas en el itinerario procesional, pues cuando el cortejo se adentraba en la Acrópolis se debía bordear el lateral norte para desembocar en el frente oriental donde, ante la fachada principal, se realizaban los sacrificios y las plegarias. De esta manera los fieles iban descubriendo el templo, de forma que desde una visión distante al entrar, pasaban a una visión cercana del lateral, para finalmente poder disfrutar del tímpano de la fachada en el que se representaba el nacimiento de Atenea. Significado y función. La Acrópolis la levantaron los atenienses en el momento de mayor confianza en sus dioses, en los valores morales y, sobre todo, en su cultura. Es por ello que esta grandiosa obra se nos presenta como el resultado de un plan establecido, lógico, claro, cómodo y racional en el que la concepción del espacio se convierte en su principal virtud, dándonos un ejemplo de aprovechamiento de una topografía difícil y de una disposición visual de los edificios subordinada a un itinerario religioso. En esta ciudad de los dioses el arte se entretejía con las ceremonias cívicas que iban acompañadas de representaciones dramáticas, ofrendas y ritos religiosos expresando la confianza del hombre en sí mismo, en su lugar en el mundo y en la dignidad de sus dioses, poseedores de cualidades tanto humanas como divinas.