V Domingo de Pascua

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V DOMINGO DE PASCUA, 18/5/2014
Hechos 6, 1-7; Salmo 32; 1Pedro 2, 4-9; Juan 14, 1-12.
Este domingo la Liturgia de la Palabra nos ofrece releer desde la
Resurrección de Jesús, parte de las palabras de su discurso en la última
cena, en las que, desde la Resurrección, podemos ver como se identifica
Jesús con Dios, ya que el que le ve a él ve también al Padre. En la
Resurrección de Jesús, Dios (el Padre) nos dice que Él está en Jesús, Jesús
es él entre nosotros, ha realizado su voluntad, nos ha mostrado lo que él
quiere, por eso, lo ha resucitado y sigue vivo entre nosotros. Pero, la
Resurrección no sólo nos muestra el triunfo de Jesucristo y que Él está vivo
entre nosotros, sino que implica también nuestra resurrección, el que
nosotros podamos participar de la resurrección de Cristo, es decir: vivir con
Jesucristo Resucitado. Dicho de otra manera lo tenemos expresado al inicio
del Evangelio: Jesús nos prepara habitación a todos, en su casa hay muchas
estancias, todos cabemos. Nos encontramos con un mensaje de esperanza
que debe llevarnos a una forma de vida concreta entre nosotros, una forma
que aparece reflejada en las lecturas que acompañan a este Evangelio.
El salmo 32 nos invita a vivir esperanzados en la misericordia de Dios,
una misericordia que se muestra en la Resurrección de Jesús: Dios no nos
deja sin Salvador ni sin salvación, sino que resucita al que nuestros pecados
han matado, dándonos así, una vez más, la oportunidad de acoger al
Salvador resucitado y la salvación.
En la primera lectura donde se nos narra el crecimiento de la Iglesia y
el primer problema derivado de este y de las dificultades de integración
entre hermanos de diferente cultura, que cosas deben ser importantes: la
oración, el ministerio de la Palabra (estudio y predicación del Mensaje de
Jesús) y la administración, el compartir los bienes. Para esto último, y para
que se haga con justicia, los apóstoles crean el ministerio de los diáconos.
Orar, leer, escuchar y meditar la Palabra, y ser justos en la administración
de los bienes, esto es lo que nos hace miembros de la Iglesia, de ese pueblo
de Dios, que san Pedro, en la segunda lectura que hoy se proclama define
como nación consagrada, raza elegida y sacerdocio real.
Vivamos pues, si creemos en Jesús Resucitado, los valores del
Evangelio, que, aunque rechazados y despreciados por muchos, como lo
fue Cristo por las autoridades de su propio pueblo, son los que nos hacen
copartícipes de su Resurrección, valores que repitó una vez más: la oración,
la lectura y meditación de la Palabra, y el compartir los bienes o la
administración justa de los bienes.
Un fuerte abrazo en Cristo.
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