X) Resurrección, Ascención y Segunda Venida.

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FICHA Nº10: RESURRECCIÓN, ASCENSIÓN Y SEGUNDA VENIDA.
EXPLICACIÓN DEL LOGO
Sobre un campo cuadrado, enmarcado, se representa simbólicamente una barca –imagen de
la Iglesia- en navegación sobre olas apenas insinuadas gráficamente cuyo árbol maestro es
una cruz que iza las velas con signos dinámicos que realizan el monograma de Cristo; el
fondo de las velas es un sol que asociado al monograma hace referencia también a la
Eucaristía.
PROFESIÓN DE FE: CREDO
Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo Nuestro
Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo. Nació de Santa María Virgen, Padeció bajo el
poder de Poncio Pilatos, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucito
entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre, Todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.
Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica, la Comunión de los Santos, el Perdón de los pecados, la
Resurrección de la carne y la vida eterna. Amén
FICHA Nº10: RESURRECCIÓN, ASCENSIÓN Y SEGUNDA VENIDA.
La Resurrección de Jesús es la verdad culminante de nuestra fe en Cristo, creída y vivida por la primera
comunidad cristiana como verdad central, transmitida como fundamental por la Tradición, establecida en los
documentos del Nuevo Testamento, predicada como parte esencial del Misterio Pascual al mismo tiempo
que la Cruz.
Jesús resucitado establece con sus discípulos relaciones directas mediante el tacto (cf. Lc 24, 39; Jn 20, 27) y
el compartir la comida (cf. Lc 24, 30. 41-43; Jn 21, 9. 13-15). Les invita así a reconocer que él no es un espíritu
(cf. Lc 24, 39), pero sobre todo a que comprueben que el cuerpo resucitado con el que se presenta ante ellos
es el mismo que ha sido martirizado y crucificado, ya que sigue llevando las huellas de su pasión (cf Lc 24,
40; Jn 20, 20. 27). Este cuerpo auténtico y real posee sin embargo al mismo tiempo, las propiedades nuevas
de un cuerpo glorioso: no está situado en el espacio ni en el tiempo, pero puede hacerse presente a su
voluntad donde quiere y cuando quiere (cf. Mt 28, 9. 16-17; Lc 24, 15. 36; Jn 20, 14. 19. 26; 21, 4) porque su
humanidad ya no puede ser retenida en la tierra y no pertenece ya más que al dominio divino del Padre (cf.
Jn 20, 17). Por esta razón también Jesús resucitado es soberanamente libre de aparecer como quiere: bajo la
apariencia de un jardinero (cf. Jn 20, 14-15) o "bajo otra figura" (Mc 16, 12) distinta de la que les era familiar
a los discípulos, y eso para suscitar su fe (cf. Jn 20, 14. 16; 21, 4. 7).
La Resurrección de Cristo no fue un retorno a la vida terrena como en el caso de las resurrecciones que él
había realizado antes de Pascua: la hija de Jairo, el joven de Naím, Lázaro.
En cierto momento, volverán a morir. La Resurrección de Cristo es esencialmente diferente. En su cuerpo
resucitado, pasa del estado de muerte a otra vida más allá del tiempo y del espacio.
Por último, la Resurrección de Cristo —y el propio Cristo resucitado— es principio y fuente de nuestra
resurrección futura: "Cristo resucitó de entre los muertos como primicias de los que durmieron [...] del
mismo modo que en Adán mueren todos, así también todos revivirán en Cristo" (1 Co 15, 20-22). En la
espera de que esto se realice, Cristo resucitado vive en el corazón de sus fieles. En Él los cristianos "saborean
[...] los prodigios del mundo futuro" (Hb 6,5) y su vida es arrastrada por Cristo al seno de la vida divina (cf.
Col 3, 1-3) para que ya no vivan para sí los que viven, sino para aquel que murió y resucitó por ellos" (2 Co 5,
15). Pero durante los cuarenta días en los que él come y bebe familiarmente con sus discípulos (cf. Hch 10,
41) y les instruye sobre el Reino (cf. Hch 1, 3), su gloria aún queda velada bajo los rasgos de una humanidad
ordinaria
Jesucristo, cabeza de la Iglesia, nos precede en el Reino glorioso del Padre para que nosotros, miembros de
su cuerpo, vivamos en la esperanza de estar un día con Él eternamente.
Jesucristo, habiendo entrado una vez por todas en el santuario del cielo, intercede sin cesar por nosotros
como el mediador que nos asegura permanentemente la efusión del Espíritu Santo
"Creemos que las almas de todos aquellos que mueren en la gracia de Cristo [...] constituyen el Pueblo de
Dios después de la muerte, la cual será destruida totalmente el día de la Resurrección, en el que estas almas
se unirán con sus cuerpos"
Creemos que la multitud de aquellas almas que con Jesús y María se congregan en el paraíso, forma la
Iglesia celestial, donde ellas, gozando de la bienaventuranza eterna, ven a Dios como Él es, y participan
también, ciertamente en grado y modo diverso, juntamente con los santos ángeles, en el gobierno divino de
las cosas, que ejerce Cristo glorificado, como quiera que interceden por nosotros y con su fraterna solicitud
ayudan grandemente a nuestra flaqueza"
En virtud de la "comunión de los santos", la Iglesia encomienda los difuntos a la misericordia de Dios y
ofrece sufragios en su favor, en particular el santo sacrificio eucarístico
Al fin de los tiempos, el Reino de Dios llegará a su plenitud. Entonces, los justos reinarán con Cristo para
siempre, glorificados en cuerpo y alma, y el mismo universo material será transformado. Dios será entonces
"todo en todos" (1 Co 15, 28), en la vida eterna.
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