El desarrollo Histórico de la Filosofía del Derecho La historia de la filosofía del derecho es, en muchos aspectos, idéntica a la historia del derecho natural. Es la historia en torno a la cuestión de si podemos extraer pautas y normas de comportamiento humano partiendo de algo indisponible o que no esté sometido al arbitrio humano, esto es, de la naturaleza. 1. La filosofía del derecho de la antigüedad. El paso del mito al logos: En la época arcaica (antes del siglo VII ac) el derecho simplemente estaba allí donde había hombres, leyendas, cuentos, ritos, costumbres y mitos, y como tal era aceptado indiscutiblemente. El hombre de la época del mito se presenta en un estado de desamparo respecto de los acontecimientos elementales que se producen en el mundo exterior y de su propio ser. El cielo y la tierra, la enfermedad y la guerra, la vida y la muerte fueron para él fuerzas oscuras, míticas, cuyas leyes, efectos y conexiones recíprocas fue incapaz de entender, constituyendo para él una fatalidad (Moira) que amenaza su existencia. El derecho natural en sus orígenes es deudor de este temor existencial, y de alguna manera, se reinstala en la época contemporánea como fruto inesperado de los excesos de la técnica y el perfeccionamiento de los mecanismos burocrático-administrativos de control social. (Lectura recomendada: “Dialéctica de la Ilustración” de Theodor Adorno y Max Horkheimer; “El paso del mito al logos” de Jean Pierre Vernant). Frente a esta situación de abandono, una primera respuesta fue el intento por buscar respuestas fundadas ya no en mitos ni relatos, sino en la indagación racional, y que ha sido caracterizada por diversos autores como “el paso del mito al logos”. Siguiendo a Kaufmann podemos distinguir tres instancias en el proceso de racionalización progresivo del mundo y el hombre: el pensamiento de los presocráticos, la sofística y la filosofía ática. a) La filosofía presocrática Característico de este período es el pensamiento bipolar en que toda realidad es comprendida en conjunción con su opuesto. Ya Anaximandro distingue en este sentido ser y orden (hoy decimos ser y deber ser), pero vistos aún como una unidad: todo lo que es, es también, como ente, dentro de un orden. Esta que es la declaración jurídica más antigua de occidente, contiene también una declaración filosófica fundamental; en concreto, que con el existir se da también el derecho a ser y a ser de una determinada manera, una exigencia de autoafirmación del ser, y que, por tanto, es preciso dejar a los otros ser como son (origen de la fórmula ius suum cuique tribuere ) Esta bipolaridad dará lugar a una serie de pares de conceptos opuestos de los que se alimentará el pensamiento filosófico, entre ellos: Unidad y múltiplicidad; Identidad y Diferencia; Cambio y Permanencia; Apariencia y Realidad, Natural y Legal, etc. Según Heráclito, en cuya visión del mundo tan sólo el proceso, el devenir es lo que tiene lugar, las cosas surgen de sus contrarios y todo acontecimiento es regido por una ley cósmica. Así se comprende el famoso y discutido fragmento “Todas las leyes humanas se alimentan del uno divino” Aquí se diferencia por primera vez la justicia de las leyes humanas (dikaion vomo) de la justicia natural (dikaion physei). Si bien es cierto que ambas, ley humana y naturaleza, son concebidas como una unidad esencial, el pensamiento, al pensarlas como diferenciables, prepara su posible disociación. En lo sucesivo y hasta la actualidad dominará este pensamiento jurídico polar o dualista: la contraposición entre naturaleza y norma en la antigüedad es seguida por la oposición entre derecho divino y derecho humano o profano en la edad media (el derecho natural es configurado en este esquema como situado entre la ley divina y la ley humana) y este planteamiento será reemplazado en la edad moderna por la contraposición orden racional-orden coactivo. Estas teorías clásicas del derecho natural, en los tres períodos mencionados, presentan estos tres rasgos comunes: 1. El derecho natural es invariable, y universalmente válido; es decir, es válido para todos los tiempos y para todos los hombres; 2. El derecho natural es cognoscible a través de la razón; 3. El derecho natural no es sólo un baremo respecto al derecho positivo, sino que ocupa su lugar cuando éste último se le opone (injusto legal) b) La sofística Con la sofística se produce el tránsito desde un pensamiento cosmológico a un pensamiento antropológico. Según ésta no es el logos o el cosmos, sino el hombre empírico la medida de todas las cosas, es la pauta última de valoración. Protágoras, uno de los más afamados sofistas, dirá que “el hombre es la medida de todas las cosas”, significando con esto que la verdad es siempre subjetiva, pues depende de “mi” sensación; asimismo, puesto que cada hombre experimenta diferentes sensaciones, hay que aceptar que todos están en la verdad, por lo cual el conocimiento siempre es relativo. Sin embargo, el subjetivismo de Protágoras no es un subjetivismo individualista, sino de carácter colectivo: la concepción de la mayoría es la que decide. Derecho, por consiguiente, sólo es el impuesto de manera positiva a través del acuerdo entre los hombres. A la luz de este pensamiento nomos y physis aparecen en aguda contraposición. El derecho es el impuesto positivamente, el establecido por medio del acuerdo humano. Con la sofística se podría afirmar que se inicia el positivismo científico, en tanto se produce la escisión radical entre la moral y el derecho, entre lo justo y lo legal. Convencionalismo y voluntarismo en la Sofística Uno de los núcleos de la reflexión de los sofistas es la oposición entre physis (naturaleza) y nomos (normas de conducta o leyes), ya que estos autores defienden que todas las leyes positivas, normas sociales, valores morales e instituciones políticas son fruto de una convención humana y no derivan de la naturaleza: son “puestas” por un acto de voluntad que se desarrolla en el tiempo y el espacio. Así, la mayoría de los sofistas oponen nomos (conjunto de leyes y ordenaciones sociales) a physis (naturaleza), con lo que, a la vez que se oponían a la tesis del fundamento natural de las leyes y costumbres, y a su pretendido origen en una ley eterna u orden universal del que las leyes humanas serían meros desarrollos, también rechazaban las concepciones míticas y religiosas que hacían derivar el poder y las leyes de los dioses. Basándose en esta misma oposición entre lo que tiene fundamento natural y lo que es meramente convencional, también sustentaron que las normas morales son convencionales, y declararon que lo único que hay de natural en el comportamiento humano es el ansia de placer y la ley del más fuerte, que queda negada por las leyes convencionales. Protágoras afirmó que las instituciones políticas y las costumbres sociales son fruto de contratos sociales entre los hombres para permitir la convivencia y superar la ley del más fuerte. Trasímaco también afirmaba que las leyes humanas son meras convenciones y, como Gorgias, defendía que dichas leyes están destinadas a impedir que los más fuertes puedan valerse de su derecho natural a la fuerza. También Antifonte abundó en esta oposición entre naturaleza y convención. Esto destacaba todavía más el carácter antinatural de las leyes, ya que por naturaleza lo normal sería que el más fuerte dominase al más débil, como acontece con todos los animales. 2 Visiones sofísticas sobre la naturaleza humana, el derecho y la justicia. Calicles: La ética de Calicles es la ética de la dominación sin piedad de los fuertes sobre los débiles, y en esto consiste la justicia. Lo justo es que el más fuerte mande al más débil y que posea más. La educación que suela darse, las instituciones sociales y políticas a las que estamos acostumbrados, no son sino, según Calicles, artificios o engañifas que los débiles han urdido para defenderse de los fuertes, haciendo creer a éstos mismos que deben ceder de su derecho natural de dominio para entrar en el pacto de los débiles, que es como Calicles define la democracia. Cita del Gorgias: “de acuerdo con las instituciones actualmente en vigor, tomamos a los mejores y a los más fuertes desde niños y deformamos su mente por medio de la educación. Los domesticamos, igual que a los leones, mediante encantamientos y hechizos, y les infundimos alma de esclavos al decirles que hay que respetar la igualdad y que en ella consisten lo bello y lo justo. Pero habrá de surgir el hombre lo suficientemente dotado como para sacudir y romper estas cadenas y librarse de ellas y pisotear nuestros decretos, hechizos y sortilegios, nuestras instituciones contrarias a la naturaleza, hasta acabar por elevarse sobre todos y mostrarse el amo el que era nuestro esclavo. Será la aurora del derecho de la naturaleza. En resumen, para Calícles, el único régimen político justo, por ser el único conforme a la naturaleza, es la dictadura del individuo o de la estirpe superior. Toda vez que las leyes son expresión del “interés” del que aquí se habla, hay que obedecerlas. Con ello Trasímaco casi funda la versión jurídica del derecho positivo. Trasímaco: Da inicio a su peroración con la definición de justicia como el interés del más fuerte (to tou kreittonos xympheron). Trasímaco no entiende el término decisivo de fuerte como denotando la superioridad nativa de un individuo, o de una raza o estirpe, si queremos, pero siempre como dato puramente natural, y que, por ello mismo, constituye un título absoluto a la sujeción de los naturalmente inferiores. Para Trasímaco la fuerza no es un dato natural, sino cultural, ya que, a su juicio, el “fuerte”, en este caso, es exactamente sinónimo de “gobierno constituido”, el cual, donde quiera que éste, y sea cual fuere su organización, tiene siempre de su parte “la fuerza”. La justicia, en suma, puede entenderse bien como “el interés del más fuerte” o el interés del “gobierno constituido” (to te kathestekyias arxes sympheron). Por otro lado, Trasímaco no iguala inocentemente Derecho y Estado, como quien dice: los intereses de estado son esencialmente justos, sino, muy por el contrario, señala que todo gobierno, sin excepción, se ejerce no a favor o en provecho de los gobernados, sino de los gobernantes, los cuales se conducen como el pastor con su ganado. De hecho, ni siquiera aduce algo así como una razón de Estado, sino puro provecho personal del gobernante. c) La Filosofía ática: Sócrates y la filosofía innatista del derecho natural En sus comienzos encontramos a Sócrates, quien realiza un cambio filosófico en la dirección de la conciencia humana. Sócrates no participa de la creencia acrítica en una razón moral de carácter universal, pero por otro lado intenta ir más allá del subjetivismo y del relativismo de los sofistas. Para él el problema es penetrar en una esfera de verdad objetiva, y su solución para ello es la profundización hacia el interior del hombre: nosce te ipsum, conócete a ti mismo. La ley natural anida en el corazón del hombre, y el alma proporciona a éste la medida moral, la cual se mantiene en pie aún cuando la autoridad exterior de debilite. De esta forma, Sócrates funda la doctrina innatista del derecho natural. Sócrates a si mismo da validez a la idea de la justicia de la ley, esto es, considerar lo legal como una especie de lo justo, por lo cual exige una obediencia absoluta a la ley. (ver Critón)