¿Educación o enseñanza

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Melamed – Merkaz LaMejanej HaDatí
¿Educación o enseñanza?
La realización de todo ser humano depende en gran parte de su educación.
Resulta muy común encontrar en artículos referidos al tema, los términos educación y
enseñanza empleados como sinónimos. Esta forma de expresarse está muy alejada de
la realidad.
Si nos remitimos a su significado tradicional, enseñar es transmitir a los alumnos una
serie de datos e informaciones de manera que los comprendan, asimilen y sepan
utilizarlos en situaciones predeterminadas. Es decir que los conceptos serían
"almacenados" en el cerebro del receptor para que los utilice en el momento que los
necesite. Evidentemente, constituye un paso en la educación, que debe ser utilizado
como un medio y nunca puede erigirse en un fin, ya que estaríamos minimizando al ser
humano, limitándolo a su actualidad e ignorando su inmensa gama de posibilidades.
Liebig decía: "Los jóvenes no son recipientes para ser llenados, sino antorchas
para ser encendidas". Esto es aplicable a las personas de cualquier edad, ya que todo
ser humano es esencialmente dinámico y tiene el derecho y el deber de evolucionar
durante toda su vida. Más aún en los tiempos que vivimos, donde los cambios son
muy rápidos y universales. A nadie le gusta quedarse atrás, y todos necesitamos
oportunidades de progresar.
Estamos inmersos en una sociedad que valora cada vez más el conocimiento general y
dinámico. Sus rápidos cambios determinan que sea sumamente importante "aprender
a aprender", y esto solamente se logra mediante una educación integral, que va más allá
del mero aprendizaje de determinados conceptos.
Paul Lengrand señala en su informe sobre "las insuficiencias de la educación": "La
educación propiamente dicha es un proceso serio que hunde profundamente sus raíces
en el ser, abarca al conjunto de actitudes, de conductas, de reacciones frente a la vida,
de sus tareas, de sus responsabilidades, de sus sombras y sus luces. La enseñanza, por
el contrario, designa un conjunto de operaciones que permanecen en la superficie de la
personalidad".
Cuando se concibe la educación como simple aprendizaje, centrado en los contenidos,
se está muy alejado de su verdadera esencia. Podemos afirmar que en la mayoría de los
casos no se logra ni siquiera enseñar eficientemente, ya que el proceso de aprendizaje
es tan personal como las huellas dactilares.
Educar es, pues, preparar para la vida, y de acuerdo a lo expuesto anteriormente, no
existe límite de edad para participar de este procedimiento. Solamente se puede
concebir como proceso educativo, aquel que enfrenta con la realidad cotidiana y utiliza
los conceptos y conocimientos como un medio para interpretarla, evaluarla y utilizarla
para lograr una mayor calidad de vida.
El único objeto de la educación es el ser humano, cuyas potencialidades se van
desenvolviendo en el transcurso de toda su existencia si son procesadas
adecuadamente. Como docentes, debemos tener mucho cuidado en estimular la
totalidad de estas potencialidades de acuerdo a la etapa en que se encuentren las
personas destinatarias de la educación. Para lograr esto, antes de iniciar cualquier acto
educativo, es imprescindible conocer quiénes son y qué necesitan los futuros
educandos, formular los objetivos correspondientes, adaptados a la situación
detectada, y luego buscar los medios para alcanzarlos. Solamente de esta manera nos
acercaremos a la eficacia, dado que el rendimiento de un ser humano no depende de su
capacidad, sino que cuente con las estrategias adecuadas.
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Más importante que obtener conocimientos, es adquirir el hábito de actualizarse
continuamente. En el proceso de enseñanza-aprendizaje, la efectividad del docente no
se debe medir por la cantidad de conocimientos adquiridos por los alumnos, sino por
su motivación y su capacidad de incorporar nuevas destrezas que les resulten útiles
para su propio progreso.
Esta situación implica que quienes se están educando tienen una responsabilidad tan
grande como la de sus maestros. Son ellos quienes se están formando para afrontar la
vida como personas plenas y libres. Una vez finalizado el proceso educativo, nadie va
a poder hacer nada por ellos. Su realización solamente va a depender de su
preparación y el empeño que pongan en salir adelante.
Para que realmente exista un proceso productivo de educación, es indispensable, por
tanto, el interés de la persona que se educa, que debe ser cada vez más, ejecutor de su
propia educación. Los resultados se ven cuando cada uno aprende a hacerse cargo de
sí mismo, de su aprendizaje, mejorando sus propias técnicas de estudio, de sus ideas,
de utilizar el procedimiento para adquirir una conducta crítica y creadora. En resumen,
la educación es la mejor vía para crecer como personas, y cada uno debe
responsabilizarse de su propio crecimiento.
Se trata de un proceso social, colectivo, que solamente se puede lograr en un ambiente
cordial y solidario. Para que estas condiciones se den, debe desaparecer todo espíritu
de competencia nociva. No se trata de quien aprende más, sino que cada uno que
obtiene un buen resultado eleva el nivel general. Cada ser humano es único, por lo
que crece de manera diferente. Compartir los logros es la única forma de crecer
integralmente.
Los docentes tienen la inmensa responsabilidad de contribuir a la formación integral
de seres humanos, por lo que no pueden limitarse a ser meros enseñantes.
Se debe terminar con la actitud que el docente es el que sabe y el alumno es el carente
de conocimientos, que debe aprender de él. En una actividad educativa realmente
fructífera los aportes se dan en ambos sentidos, de tal manera que el educador,
mientras cumple su función, está fortaleciendo su propia formación.
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