ORGANIZACIÓN Gonzalo Romero (Botón de muestra emitido el 29 de septiembre de 2012) Erguido, sin moverse prácticamente. Con la mano abierta. La palma de su mano hacia arriba. Su mirada, hacia abajo. Lleva meses en la salida de uno de los supermercados del barrio. Si no está tumbado en el suelo, derrumbado, tirado, es porque su espalda está contra la pared. A cualquier hora que pases, le ves. La cara es un gesto de hola y adiós. Mira a lo lejos, que no es tan lejos porque a pocos metros de su mirada hay un cartel de ofertas de cruceros a precios ¡¡increíblemente baratos!! Un niño, de la mano de una persona adulta o entrada en años le tocaba en la pierna, como intentando moverlo. Él no se inmutó. No tiene plato ni gorra ni letrero. La palma de su mano abierta. Si la calor, suda. Si los fríos, tiembla. El mismo jersey de rayas. A muy pocos metros donde esta estampa, en una estantería se amontonan los periódicos. El miércoles pasado, en la portada de uno de ellos se veía una persona ensangrentada, cosida a porrazos y golpetazos por diez policías que, a su alrededor, porra en mano, casco en cabeza, le golpeaban impunemente. Los esclavos del poder que se sientan en un parlamento donde dicen representar a los ciudadanos, cuentan que los apaleados son una pandilla de violentos organizados. A lo que añade Mariano Rajoy: “No se les ve, pero están ahí. Son la inmensa mayoría de los 47 millones de personas que viven en España. Son personas que sufren, que pasan por dificultades enormes, que hacen frente a muchos problemas. Esa inmensa mayoría de españoles está trabajando, el que puede, y dando lo mejor de sí, para lograr cuanto antes el gran objetivo nacional, que es salir de esta crisis". Entonces él, la cuasi estatua, el hombre pétreo, es el prototipo de ciudadano que sueña el jefe de la turba parlamentaria: Es de esperar la esperanza: Que los maestros y maestras que se visten hoy de verde utilicen el relato para enseñar a su alumnado la dura diferencia entre la verdad y la mentira. Quiénes nos hacen la guerra y quiénes representan la falsa espera y la esperanza, a veces quebrada en una esquina, otras, rota a patadas. ¡Y pensar que las familias se gastan un pastón para que su prole aprenda filosofía en las palabrotas del negocio de los libro de texto! Y si no estamos por la labor, ¡cerremos las escuelas, salgamos de esta caverna y organicémonos para echarnos al monte!