Democracia participativa e Internet (La Opinión, 10-4-2010) Estos factores dicen que hoy los ciudadanos tienen más capacidad para conocer la realidad, juzgarla y crearla. De hecho, ya se habla de la “sociedad de la información”, aún con sus límites, sus brechas digitales, sus mass media, etc. Estas nuevas capacidades se aplauden normalmente porque dinamizan y transforman la competitividad de las empresas, la formación ciudadana de las personas o el pluralismo político. Pero vamos a detenernos en este último logro preguntándonos: ¿se ha formado en España algún partido relevante en los últimos 20 años? ¿Ha cambiado en algo la alternativa PP-PSOE en este tiempo? ¿Por qué no cambia esa disyuntiva electoral? La igualdad de esta crisis económica es tan impactante en comunidades tanto del PP como del PSOE. Entonces, ¿no será que el único pluralismo consiste en elegir, como dice Galeano, la salsa con la que deseamos ser gobernados y vivir en precariedad? ¿Salsa roja o salsa azul? A pesar de todas las transformaciones sociales y tecnológicas que han sucedido, los ciudadanos no dejamos de ser simples espectadores pasivos de cómo se forja y cómo se desata una crisis: ¿ha creado o votado usted una ley en los últimos 30 años? ¿Se ha sentido partícipe de algún presupuesto público en los últimos 30 años? Probablemente no. Además, hay que recordar que esta crisis financiero-ladrillera-especuladora insostenible ya la advirtieron diversos colectivos sociales a nivel internacional, como en los distintos Foros Sociales Mundiales desde Porto Alegre en 2001; a nivel nacional, como el movimiento social “V” de vivienda desde 2006; y a nivel regional, como la plataforma Murcia no se Vende, desde 2005. Esto quiere decir que los ciudadanos, ahora mejor formados, más plurales y con mejores medios de comunicación y creación de redes, han sabido anticipar lo que no han advertido los representantes políticos. Sea por corrupción, por incapacidad o por simple desconocimiento, las instituciones políticas que nos representan seguirán siendo muy insuficientes mientras no aparezcan nuevas instituciones de democracia participativa, con base legal, donde los ciudadanos se conviertan en actores políticos con capacidad para elaborar propuestas, manejar presupuestos públicos, votar en referendum o juzgar la aptitud de los representantes. La organización por barrios e Internet son dos buenas posibilidades. Estas oportunidades, aparentemente utópicas o irrealizables para el cínico, ya tienen muchos precedentes históricos, empezando por la ciudad brasileña de Porto Alegre en los años 80. Lo importante es comprender que los problemas o proyectos que sufre o desea una sociedad los anticipa mejor la misma sociedad antes que un político visionario, o un “técnico”, o un “experto”. De existir estas posibles instituciones de democracia participativa en Murcia y de haber existido un referéndum ciudadano, ¿hubiera sido necesaria la abrumadora movilización social a favor de los restos de San Esteban? ¿Hubieran sido necesarios los insultos del consejero de cultura en contra de los ciudadanos? Los sucesos de San Esteban han puesto en evidencia por primera vez que los murcianos tenemos una capacidad de gobernanza que los políticos, hoy, prefieren ocultar. Internet y el deseo de conservar nuestra historia, además de la providencial intervención de una jueza, han sido fundamentales. De hecho, el Foro Ciudadano ha elaborado un plebiscito digital a través de su web preguntando sobre la idoneidad de invertir, como 1/2 Democracia participativa e Internet (La Opinión, 10-4-2010) pretende la consejería de cultura, 9 millones de euros en la Fórmula 1: los resultados, a pesar de un intento de boicot desde un solo ordenador, demuestran que la gente desea otras alternativas mejores. Un político honrado tendría que aceptar todas estas transformaciones y posibilidades sociales que están apareciendo. Para empezar, porque crear instituciones que hagan participar a la gente supone aprender y compartir responsabilidades políticas, lo cual acabaría con el aparente paternalismo (“¡el gobernante debe servir, no mandar!”), el viejo bipartidismo (“¡somos algo más que el PP o el PSOE!”), fomentaría la autoestima de los ciudadanos (“¡Queremos participar en la construcción de nuestra ciudad!”), frenaría la avaricia y el ego de los gobernantes (“¡no queremos más corruptos con nosotros!”), etc., etc. Ahora bien, parece muy difícil e improbable que el fin de esta crisis, que se presenta muy larga y dolorosa, que es estructural y que está más allá de los partidos, se ataje sin la cooperación, sin la participación y sin la reivindicación de los ciudadanos como nuevos actores reales, como fuente última de las decisiones políticas. Alejandro Moreno Lax es miembro del Foro Ciudadano de la Región de Murcia 2/2