TEXTO Nº 1 “Nuestra más ardua tarea, la primera, es hacer que el pueblo vuelva al trabajo. No es un problema insoluble si nos enfrentamos a él con prudencia y valentía. Puede realizarse, en parte, mediante la contratación directa por parte del gobierno, actuando como en un caso de guerra pero, al mismo tiempo llevando a cabo los trabajos más necesarios, a partir de estas personas contratadas, para estimular y reorganizar la utilización de nuestros recursos naturales.” TEXTO Nº 2 Este fue el día más devastador en la historia de la Bolsa de Nueva York y, posiblemente, el más devastador en la historia de todos los mercados. Todo lo peor de todos los días anteriores se dio cita en él. El volumen de contratación fue inmensamente superior al del “Jueves Negro”; la degradación de los precios alcanzó profundidades sólo superadas el lunes. La incertidumbre y la alarma fueron tan grandes como en cualquiera de los días citados. Tan pronto como abrió el mercado, se empezó a vender con enloquecida urgencia. Se ofrecían grandes masas de valores al precio que quisiesen dar; de haber continuado todo el día el ritmo de venta de la primera hora el volumen total habría sido de 33 millones de transferencias.” TEXTO Nº 3 “En 1925, de una manera un poco superficial todos se puso de nuevo en orden: la producción mundial recuperó su nivel de antes de la guerra (...). Nuevas esperanzas y soluciones técnicas surgieron. El mundo industrial y financiero se ve entonces animado por una sed de producir y ganar que fue cortada por la más grave de las conmociones económicas de la historia. El cataclismo comenzó en 1929, se agravó en 1931 y sus señales se hicieron sentir mucho después de 1933.” TEXTO Nº 4 “La clase alta, sin embargo, dueña del poder y de la riqueza, no se dio cuenta del peligro que amenazaba el frágil equilibrio de su posición. Los ricos se divertían bailando el charlestón y los nuevos ritmos el jazz, el fox-trot y unas cumbias de negros que eran una maravillosa indecencia. Se renovaron los viajes en barco a Europa, que se habían suspendido durante los cuatro años de guerra y se pusieron de moda otros a Nortameamérica. Llegó la novedad del golf, que reunía a la mejor sociedad para golpear una pelotita con un palo, tal como doscientos años antes hacían los indios en esos mismos lugares. Las damas se ponían collares de perlas falsas hasta las rodillas y sombreros de bacinilla hundidos hasta las cejas, se habían cortado el pelo como hombres y se pintaban como meretrices, habían suprimido el corsé y fumaban pierna arriba. Los caballeros andaban deslumbrados por el invento de los coches norteamericanos, que llegaban al país por la mañana y se vendían el mismo día por la tarde, a pesar de que costaban una pequeña fortuna y no eran más que un estrépito de humo y tuercas sueltas corriendo a velocidad suicida por unos caminos que fueron hechos para los caballos y otras bestias naturales, pero en ningún caso para máquinas de fantasía. En las mesas de juego se jugaban herencias y las riquezas fáciles de la posguerra, destapaban el champán, y llegó la novedad de la cocaína para los más refinados y viciosos.” TEXTO Nº 5 “Muy pronto, un negocio mucho más atractivo que el teatral atrajo mi atención y la de mi país. Era un asuntillo llamado mercado de valores (...). Si uno compraba ochenta mil dólares de acciones, sólo tenía que pagar en efectivo veinte mil, el resto se le dejaba a deber al agente (...). El mercado seguía subiendo y subiendo (...). Lo más sorprendente del mercado en 1929 era que nadie vendía una sola acción. La gente compraba sin cesar (...). El fontanero, el carnicero, el hombre del hielo, todos anhelando hacerse ricos arrojaban sus mezquinos salarios –y en muchos casos los ahorros de toda la vida– en Wall Street (...). Un buen día el mercado empezó a vacilar. Algunos de los clientes más nerviosos fueron presa del pánico y empezaron a vender (...); al principio las ventas se hacían ordenadamente, pero pronto el pánico echó a un lado el buen juicio y todos empezaron a lanzar al ruedo sus valores (...) y los agentes empezaron a vender acciones a cualquier precio (...). Luego, un día, Wall Street tiró la toalla y se derrumbó. Eso de la toalla es una frase adecuada porque para entonces todo el país estaba llorando.” TEXTO Nº 6 “En definitiva, una cosa está clara sobre esta dramática experiencia. Hasta bien entrado el otoño de 1929 la recesión fue limitada: modesta en la actividad económica en general y ligeramente apreciada en el índice de desempleo. Hasta noviembre se pudo argüir que no había ocurrido nada del otro mundo. La economía, como dijimos, ha sufrido similares recesiones. Pero, a diferencia de esas otras ocasiones, en 1929 la recesión se prolongó insospechadamente y siempre empeorando. Este es el rasgo fundamental específico de la experiencia de 1929.” TEXTO Nº 7 “Por lo tanto, la nación entró vacilante al segundo invierno de la depresión y el desempleo comenzó a volverse una forma de vida (...) Pero el frío era terrible en las viviendas sin calefacción, en las posadas que olían a sudor y desinfectantes, en los parques, en los furgones vacíos y a lo largo de los muelles. Sin dinero para el alquiler, los hombres sin trabajo y todas sus familias comenzaron a levantar barracas donde encontraban tierra desocupada. A lo largo de los terraplenes de los ferrocarriles, al lado de los incineradores de desperdicios, en los basureros de las ciudades, aparecieron poblados de cartón embreado y hojalata, cajas viejas de empaque y carrocerías de automóvil inservibles. Algunas barracas eran ordenadas y limpias: por lo menos la limpieza era gratuita; pero otras eran de una sordidez que desafiaba toda descripción, con los olores de la pobreza y de la rendición. Símbolos de la Nueva Era, esas comunidades recibieron muy pronto un nombre sardónico: se las llamó Villas Hoover, y de hecho en muchos casos solo los afortunados podían encontrar refugio en ellas. Los infortunados pasaban las noches amontonados ante las puertas, en cajas de empaque vacías o en furgones. En las filas de pan y en las cocinas populares, muchas horas de espera traían una escudilla de papilla a menudo sin leche o sin azúcar y una taza de hojalata con café. (...) Ese segundo invierno vio a los habitantes de Chicago que escarbaban con palos y con las manos los montones de basura cuando se alejaban los camiones del servicio de limpieza.“ TEXTO Nº 8 “Hasta durante los años de la prosperidad la situación de los campesinos se había convertido en crítica; en el período 1927-1928, por ejemplo, un 45% de las transferencias de la propiedad inmobiliaria fueron debidas a las quiebras, las ejecuciones fiscales u otras causas del mismo tipo (...) Las fuertes bajas de los precios agrícolas no representaron un aumento correspondiente de la demanda, y tampoco tuvieron como consecuencia una disminución de la producción como ocurría en la industria, sino que provocaron un incremento del cultivo, esperando compensar la pérdida sobre el precio unitario, al aumentar la cantidad de unidades producidas”.