Acerca de la Introducción de El yo y el ello Juan Carlos Cosentino El texto publicado de la Introducción de El yo y el ello no muestra diferencias significativas ni con los manuscritos del borrador ni con los documentos de la copia en limpio1. Que las cuestiones y los diversos hechos de la observación analítica, al retomar los pensamientos de su escrito de 1920, estén más cerca del psicoanálisis que del texto Más allá, quiere decir que no piden ninguna colaboración a la biología. “Las disquisiciones que siguen a continuación extienden la secuencia de pensamientos iniciada en mi escrito Más allá .... los retoman, los anudan con múltiples hechos de la observación analítica, intentan derivar de esta confluencia nuevas conclusiones pero no piden ningún préstamo nuevo a la biología y por eso se mantienen más cerca del psicoanálisis que el Más allá”2. En El giro de 1920, la proposición jenseits -cuyo régimen es el genitivo- se tradujo como: “del lado de allá del principio de placer”, “allende el principio de placer”. Un punto fuera del territorio del principio. Como consecuencia de la ruptura de la barrera se produce lo no-ligado que le abre paso a algo que no se reduce al campo en que se produce: un exterior, siempre excluido3. En el capítulo VI del texto Más allá, Freud acude a la ciencia biológica para someter a examen el desconocimiento, que nace con los pueblos primitivos, de la idea de una muerte natural. Pero cuando llama a los biólogos, se asombra del poco acuerdo que reina entre ellos en cuanto al problema de la muerte natural. Más aún -comenta Freud-: “el concepto mismo de la muerte (der Begriff des Todes) se les deshace entre las manos”4. Y precisamente en el capítulo V de El yo y el ello: “muerte es un concepto abstracto de contenido negativo para el cual no es posible encontrar una correlación inconsciente”5. En su lugar, la lógica freudiana del sexo conduce a la angustia de castración que resurge como falta. Un menos esencial sin el cual, tanto para el hombre como para la mujer, nada podrá funcionar. Pero con la falta, junto con resistencias de otra índole, surge un tercer Icc que se anuncia como no-todo: una objeción a lo universal que deja el camino abierto para que pueda producirse con cada icc una particularidad que lo contradiga. El tesoro de palabras de la lengua materna6 en la época en que fue hablada y aún escuchada por cada cual en su singularidad. 1 Como indicamos en la Presentación, aún no está establecido el texto en alemán para contar con una edición crítica del borrador y de la copia en limpio. 2 S. Freud, El yo y el ello (Introducción), en este volumen. 3 El giro de 1920, ob. cit. Ver: “Capítulo I” y “Acerca del capítulo I”, págs. 1 y 15-25. 4 S. Freud, Más allá del principio de placer, GW, XIII, 46-47 (AE, XVIII, 43-44). 5 S. Freud, El yo y el ello (cap. V), en este volumen. 6 S. Freud, El chiste (B. Parte sintética: IV. El mecanismo de placer y la psicogénesis del chiste), GW, VI, 140-41 (AE, VIII, 120-21). “En la época en que el niño aprende a manejar el tesoro de palabras (Wortschatz) de su lengua materna (Muttersprache), le depara un manifiesto gozo «experimentar jugando» con ese material, y entrama las palabras sin atenerse a la condición del sentido, a fin de alcanzar con ellas el efecto placentero del ritmo o de la rima. Ese gozo (Vergnügen) le es prohibido poco a poco, “Si el psicoanálisis, hasta ahora, no apreció ciertas cosas, en ningún caso sucedió así porque haya pasado por alto su gravitación o haya querido desmentir su significación sino porque proseguía un determinado camino que aún no lo había llevado tan lejos”. Finalmente, “cuando las cosas se le manifiestan ... de otra manera que a los otros”7, la experiencia del inconsciente no es la de un no-saber sino la de un saber regido por “las mudas pero poderosas pulsiones de muerte”8. Y en ese alejado punto, ya no se puede disimular una economía regulada por el mismo dolor y el mismo displacer9. En 1932, una de las tareas del psicoanálisis es descorrer el velo de la amnesia que oculta los primeros años de la infancia. Ahora bien, esas primeras experiencias sexuales del niño, es decir, el tesoro de palabras de la Muttersprache, están enlazadas “con marcas (Eindrücke) dolorosas de angustia, de prohibición, de desengaño y de castigo”10. En consecuencia, cuando falla la función del sueño y se producen perturbaciones menores de la operación onírica queda el trayecto abierto para que pueda producirse con cada icc lo singular de una marca que ya no es para todos. hasta que al fin sólo le restan como permitidas las conexiones provistas de sentido entre las palabras. Pero todavía, años después, las aspiraciones de sobreponerse a las limitaciones aprendidas en el uso de las palabras se desquitan deformándolas por medio de determinados apéndices, alterándolas a través de ciertos arreglos (reduplicaciones, jerigonzas) o aun creando un lenguaje propio para uso de los compañeros de juego ... Opino que no importa el motivo al cual obedeció el niño al empezar con esos juegos; en el ulterior desarrollo se entrega a ellos con la conciencia de que son disparatados (unsinnig) y halla gozo en ese estímulo de lo prohibido por la razón. Se vale del juego para sustraerse de la presión de la razón crítica”. 7 S. Freud, El yo y el ello (Introducción), ob. cit., en este volumen. 8 Idem (cap. V), ob. cit., en este volumen. 9 Véase S. Freud, El problema económico del masoquismo, en este volumen. 10 S. Freud, 29ª conferencia: Revisión de la doctrina de los sueños, GW, XV, 31 (AE, XXII, 28). El carácter displacentero y la tendencia del sueño a la realización de deseo parecen conciliarse muy mal: “¿qué impulso de deseo podría satisfacerse mediante ese retroceso hasta la experiencia traumática, extremadamente penosa?”