Marzo, 2013 Proyecto Ley contra los Monopolios aprobado en primera discusión

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Marzo, 2013
Pág. 1
Coyuntura Legislativa
Amparados ante la disposición
constitucional del artículo 113
de naturaleza regulatoria de
competencia o antimonopolio,
ya son dos los proyectos de ley
que han sido aprobados en
primera discusión por parte de
la
Asamblea
Nacional,
presentados en el año 2006 y
2012 respectivamente.
Sin embargo, cantidad, en este
caso, no significa calidad,
porque el hecho cierto es que
ambas redacciones violentan la
naturaleza
regulatoria
de
competencia
y/o
antimonopolio.
En la propia exposición de
motivos, así como a lo largo de
la redacción del proyecto de
ley contra los monopolios y
otras prácticas de similar
naturaleza,
destacan
las
deficiencias y violaciones a este
tipo de naturaleza regulatoria.
Prestaremos
detalle
exclusivamente
y
por
restricción de espacio a
analizar, en una primera
instancia, a la exposición de
motivos del proyecto de ley.
A lo largo de la exposición de
motivos se revela un enorme
prejuicio y desconocimiento
sobre la materia de regulación
de competencia, en específico
Proyecto Ley contra los Monopolios
aprobado en primera discusión
respecto a qué tutela y por
medio de qué instrumento
intermedio este tipo de
regulación protege al interés
público. De hecho, la visión
estructuralista, que parece
querer prohibir de forma
absoluta la ostentación de una
posición de dominio y no su
abuso, o el simple hecho de
sancionar
y
condenar
estructuras concentradas no
cuenta con referencia a nivel
mundial, ni cuenta con
sustento
normativo,
especialmente tratándose de
una
regulación
de
competencia
o
antimonopolio. Los prejuicios
absolutistas en contra de la
concentración
de
los
mercados, desconoce razones
de eficiencia, economías de
escala
y
rendimientos
crecientes, así como el
eventual
hecho
de
la
existencia de estructuras de
costos subaditivas, para no
mencionar el cierre de
mercados desde el lado de la
demanda –mercados poco
profundos que no permiten
sino un reducido número de
oferentes-.
En el cuarto párrafo de la
exposición de motivos se
pretende, falazmente, reducir
la evolución de las estructuras
empresariales y de mercado
(especialmente a raíz de la
revolución industrial, a finales
del siglo XIX y a partir del
desarrollo
de
las
comunicaciones que unificaron
mercados y le imprimieron
mayor profundidad y escala) a
una especie de suerte de
conspiración del capital en
detrimento de la sociedad y a
favor de la concentración del
capital. El hecho cierto es que
mercados ampliados y más
profundos demandarían de
mayor escala en las operaciones
y en las empresas, generando
eficiencias
socialmente
deseables. El mercado de
capitales, propio de las
sociedades
capitalistas,
permitirían
democratizar
accionariamente
la
participación sobre el capital y
las empresas, incluso para el
inversionista más pequeño.
El
octavo
párrafo,
contradictorio, plantea que el
proceso de concentración e
incremento de escala que
acompañó a la revolución
industrial y el incremento de la
profundidad de los mercados,
habría
determinado
la
aprobación de una serie de
regulaciones para lidiar con el
monopolio, pero a su vez asoma
que
tales
normativas
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Elaborado por Rafael González
Economista. Master in Industrial
Organization
and
Markets.
Master in Competition and
Market Regulation. Especialización en Economía de los
Sectores Telecomunicaciones,
Energía, Transporte, Farmacia,
Agua y Banca. Profesor universitario de Regulación Económica y
Regulación de Competencia.
Investigador del Observatorio
Economico
Legislativo
de
CEDICE
Marzo, 2013
Proyecto Ley contra los Monopolios aprobado en primera
discusión
terminaron siendo utilizadas
para proteger al gran capital.
Esta aseveración prejuiciada, la
cual no cuenta con evidencia
alguna y de hecho no cuenta con
mayor validez respecto a la
historia de la regulación de
competencia; la traspolan al
caso venezolano, queriendo
asomar que la vigente ley para
Promover y Proteger el Ejercicio
de la Libre Competencia, no
cuenta con un diseño o
redacción acorde con la
naturaleza
regulatoria
de
competencia o antimonopolio
(cuando el hecho cierto es que la
ley
vigente
ciertamente
responde a la naturaleza
regulatoria de competencia, lo
que no puede decirse de los dos
proyectos presentados a lo largo
del periodo durante el cual ha
gobernado el oficialismo).
En lo que respecta al artículo
113 de la Constitución Nacional,
mencionado en el párrafo
decimo primero; se hizo una
lectura parcial, incompleta,
descontextualizada y contraria a
la naturaleza regulatoria de
competencia y antimonopolio.
Siendo que la regulación de
competencia o antimonopolio es
una regulación de conducta y
existiendo razones de eficiencia
y factores exógenos para la
existencia de mercados poco
profundos, oligopólicos y con cierto
nivel
de
concentración;
las
estructuras no son ni sancionadas ni
prohibidas, mucho menos, el
oligopolio que hoy día constituye el
benchmark de los reguladores
sectoriales a nivel mundial. Una
lectura
completa
y
no
descontextualizada del artículo 113
de la Constitución Nacional hace
entender que lo sancionable es el
abuso de una posición de dominio y
no la simple ostentación de la misma.
De hecho, el artículo 114 de la
Constitución Nacional, mencionado
en la exposición de motivos, referido
entre otros, a la prohibición de la
cartelización da cuenta de las
prohibiciones sobre conductas, nunca
sobre estructuras.
El párrafo decimo cuarto, asoma
como un eventual motivo para
promover el proyecto de ley, un
interés por promover y proteger
formas
organizacionales
empresariales
o
productivas
específicas o nuevas, denominados
sujetos económicos alternativos. Tal
objetivo violaría la naturaleza de la
regulación de competencia y el
objetivo que tutela -al interés púbico, para ser desvirtuado hacia una
política de protección de grupo de
interés y agentes económicos
particulares en detrimento de los
consumidores finales y del bienestar
social.
El párrafo decimo quinto hace mención al
artículo 112, el cual tutela a los derechos y
libertades económicas y pondera su eventual
limitación en beneficio del bienestar social. En
este sentido, mal puede pretenderse utilizar
este artículo como fundamento para desvirtuar
el objetivo de la regulación de competencia,
como es tutelar el interés público y el bienestar
social, para proteger agentes económicos
particulares adeptos y promovidos por el
oficialismo.
El párrafo décimo noveno expresa que el
objetivo del proyecto de ley sería prohibir los
monopolios y oligopolios, lo que no cuenta ni
con asidero normativo ni con referencia en
normativa, jurisprudencia ni doctrina en
materia de competencia a nivel mundial. Más
allá, el instrumento intermedio utilizado o
fomentado por la regulación de la competencia
como es la competencia en el mercado como
medio para coadyuvar a la eficiencia
económica, -bien social, fundamentalmente
tutelado por la regulación de competencia y
antimonopolio- no es mencionado en la
exposición de motivos ni en la redacción del
proyecto de ley; y es sustituido por la expresión
efectiva inserción y participación de cualquier
agente económico. Tal tergiversación y
sustitución del instrumento intermedio para
alcanzar a la eficiencia económica como lo es la
competencia por un objetivo burocrático que
protege a particulares y no a los consumidores
finales, implica una flagrante violación del
interés público y el bienestar social.
El párrafo vigésimo tercero asoma un interés
que ha sido introducido en muchas otras
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Marzo, 2013
Proyecto Ley contra los Monopolios aprobado en primera
discusión
normativas económicas a lo
largo de los últimos 14 años,
como es incrementar las
medidas administrativas antes
de
iniciar
procedimiento
administrativo alguno contra los
presuntos
infractores;
continuando con el deterioro del
Estado
de
Derecho
en
Venezuela, el debido proceso, el
derecho a la defensa, la
seguridad jurídica, los derechos
de propiedad y la libertad
económica.
El párrafo vigésimo cuarto
asoma
excepciones
que
realizaría la norma, lo que
violenta la materia de interés
público que debería proteger
cualquier
regulación
de
competencia. Siendo el hecho
que
la
regulación
de
competencia
tutela
al
consumidor final y al bienestar
social, mal podría exceptuarse a
ciertos agentes económicos de
su aplicación.
La visión en contra de los
mercados
concentrados,
asociándolos indefectiblemente
con resultados socialmente
indeseables en los mercados,
responde más a prejuicios y a
posiciones Ad Hoc, que a
contrastes o marcos teóricos de la
economía positiva sobre cómo
operan los mercados. De hecho, la
posición
del
redactor
parece
acercarse a la pedestre, en desuso y
antigua visión de la escuela de la
economía industrial conocida como
escuela de Harvard o clásica, que por
medio de una hipótesis de diferencial
colusorio, aseguraban que los
mercados concentrados tendían a
mostrar mayor margen de ganancia
por el hecho que los mercados
concentrados facilitaban la colusión.
Sin embargo, la escuela revisionista
de la economía industrial por medio
de su hipótesis de diferencial de
eficiencias, echó por tierra la
hipótesis planteada por la escuela de
Harvard, planteando que en un
mercado donde existe un operador
líder por eficiencias productivas, que
le
permiten
conquistar
una
participación de mercado mayor,
igualmente determinará un promedio
ponderado de rentabilidad y ganancia
superior a mercados sin presencia de
este líder e incluso más simétricos y
por tanto menos concentrados. A
partir de tal propuesta teórica, del
entendimiento de las eficiencias en
las economías de escala y los
rendimientos crecientes a escala, así
como a la exogeneidad de la
subaditividad de la estructura de
costos de ciertas tecnologías, aunado
a la contribución realizada por Kreps y
Scheinkman –quienes demostraron por medio
de un juego en dos etapas, donde en la primera
etapa se determina la capacidad instalada y en
la segunda se produce una competencia a la
Bertrand basada en precios y con productos
homogéneos; el resultado es igual a Cournot- el
benchmark socialmente deseado y plausible es
el oligopolio de Cournot.
Finalmente, a lo largo de la exposición de
motivos se asoman argumentos interesados,
poco robustos, en desuso y que podrían obrar
en contra del bienestar social, como son una
supuesta “soberanía” o evitar una supuesta
“dominación extranjera”, protegida por un
grupo de burócratas con intereses propios y
protagonistas de problemas agente-principal.
Este tipo de objetivos políticos más que
económicos, suelen introducir objetivos
distintos a proteger la eficiencia económica, a
los consumidores finales y al bienestar social;
facilitando tergiversar el diseño de la política y
regulación de competencia. De igual manera,
se pretende estigmatizar erróneamente a la
actual y vigente Ley para Promover y Proteger
el Ejercicio de la Libre Competencia, cuya
redacción se encuentra alineada con el objetivo
de tutelar a la eficiencia económica, al
consumidor final y al bienestar social. Tal
estrategia podría constituir deliberada o
prejuiciadamente para no reconocer como a
inicios de los años 90s, se aprobó tan útil y
socialmente deseable política y regulación de
promoción y fomento de la libre competencia.
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