TROMBOSIS VENOSA PROFUNDA Y SÍNDROME COMPARTIMENTAL SECUNDARIOS A URINOMA Martínez Gallego, E.L; Rabuñal Rey, R.; Rubio Taboada, C.; Pena Holguín, J.; Pérez Carballo, E; Durán Mariño, J.L.; García Colodro, J.M. INTRODUCCIÓN El desarrollo de una trombosis venosa depende de anomalías en el flujo sanguíneo, alteraciones de la pared del vaso y de los factores de la coagulación, la bien conocida triada de Virchow. La compresión externa de la vena, originando un problema en el retorno sanguíneo, puede provocar una trombosis venosa1 .La etiología más frecuente en estos casos es la neoplásica, pero otras patologías intraabdominales o pélvicas pueden producirla. Presentamos un caso en que se desarrolla trombosis venosa profunda de causa compresiva, como primer síntoma de complicación de una cirugía vesical. CASO CLÍNICO Varón de 76 años con antecedentes de hipertensión arterial, diabetes mellitus tipo 2 y obesidad mórbida. Había sido intervenido 8 años antes realizándose adenomectomía prostática por vía retropúbica, presentando como complicación una estenosis uretral. Un mes antes del ingreso actual fue reintervenido realizándose una cervicotomía endoscópica. Acude al servicio de Urgencias por clínica de dolor y edema de la extremidad inferior izquierda de dos días de evolución. En la anamnesis el paciente refiere reposo domiciliario relativo desde la intervención vesical. En la exploración física destaca importante edema rizomiélico de la extremidad inferior izquierda (Figura 1), con la extremidad bien perfundida y con pulsos presentes. Se realiza eco-Doppler de extremidades inferiores, sin observarse flujo a nivel de la vena femoral, la cual tampoco se colapsa con la compresión. La vena poplítea se encuentra permeable. Con el diagnóstico de trombosis venosa femoral común izquierda se decide ingreso y tratamiento a dosis anticoagulante con heparina de bajo peso molecular. La evolución 1 es favorable en los días siguientes, disminuyendo el edema, e iniciando deambulación con media de compresión fuerte, bien tolerada por el paciente, y se traslada a Hospitalización a domicilio para continuación de tratamiento. A los dos días, el paciente presenta empeoramiento de la clínica, con empastamiento, rubor y calor en el muslo, acompañado de fiebre y leucocitosis. Ante la sospecha de celulitis versus hematoma se decide reingreso y cobertura antibiótica. Se solicita un TAC de abdomen y extremidades, confirmándose una zona de hematoma, pero también engrosamiento y borramiento de la grasa en tejido subcutáneo del muslo, compatible con edema y/o celulitis. Se realiza arteriografía selectiva con embolización de una pequeña rama de la arteria ilíaca interna, sin objetivarse más fuga arterial o venosa. A pesar del tratamiento, el paciente empeora, presentando un síndrome compartimental del muslo, por lo cual se procede a intervención quirúrgica, realizándose fasciotomía y drenaje (Figuras 2 y 3), encontrando una fascitis de la cara interna del tercio superior del muslo, con importante edema que diseca los planos musculares, de aspecto sucio, sin evidencia de pus ni esfacelos. Se recogen cultivos, se lava y colocan drenajes. La evolución es tórpida, persistiendo el edema y el empastamiento del muslo. Se realiza RMN pélvica y de extremidades con contraste, hallando importante infiltración del tejido graso subcutáneo y aumento del volumen muscular en los dos compartimentos, hallazgo inespecífico, pero compatible con miositis inflamatoria o infecciosa. Ante la sospecha clínica de complicación se la cirugía urológica previa se decide realizar uretrocistografía retrógrada, confirmándose fuga de contraste a nivel del lecho quirúrgico hacia el suelo pélvico (Figuras 4 y 5). Tras valoración por Urología y dada la situación clínica del paciente se decide tratamiento conservador, con sonda vesical y cobertura antibiótica de amplio espectro. Dias después presenta shock séptico siendo éxitus. DISCUSIÓN: 2 Las extravasaciones de orina del riñón, uretra, vejiga o uréter, son generalmente de causa traumática. Los urinomas pueden estar ocultos inicialmente y generar complicaciones como abscesos y alteraciones electrolíticas si no se realiza un diagnóstico precoz y maneja adecuadamente2. Las técnicas de imagen juegan un papel fundamental a la hora del diagnóstico, demostrando el origen de la pérdida, así como su extensión. La TAC con contraste, la cistografía-TAC y la uretrografía retrógrada son las técnicas de elección. Para realizarlas, primero hay que tener un alto índice de sospecha. En el paciente diagnosticado de trombosis venosa profunda tras una intervención quirúrgica, el origen generalmente está en relación con la misma y sus factores intercurrentes, tales como la disminución de la movilidad en el postoperatorio y el propio estrés quirúrgico3 . Cuando la evolución no es favorable con el tratamiento instaurado, debemos pensar en otras posibilidades, como la causa compresiva4, buscando complicaciones intraabdominales o pélvicas posteriores a la cirugía, tales como abscesos, a la vez que se descarta también un origen neoplásico5,6. 3 Figura 1: Edema de EII Figura 2: Fasciotomía y drenaje 4 Figura 3: Detalle de fasciotomía Figura 4: Cistouretrografía retrógrada Figura 5: Cistouretrografia retrógrada 5 BIBLIOGRAFÍA 1. Deep venous trombosis. Prodigy .Feb.2001. Disponible en http://www.prodigy.nhs.uk/guidance.asp?gt=Deep vein thrombosis 2. Titton RL, Gervais DA, Hahn PF, Harisinghani MG, Arellano RS, Mueller PR. 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