O CEBREIRO-SARRIA

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Mi Camino (de Santiago)
O Cebreiro-Sarria
Cuando el peregrino deja el albergue ahí siguen
las estrellas.
Antes y después de tomar el café mañanero aún
queda tiempo para seguir observándolas; son las
mismas que, durante siglos, han contemplado los
peregrinos de todo el orbe cristiano que por aquí
han pasado.
Las primeras luces las van ocultando é iluminando el camino; el día se presenta soleado y eso para
el caminante es una bendición del cielo.
Por carretera se sale de O Cebreiro y en suave
descenso se llega a Liñares en donde se toma, a la
derecha, la primera de las corredoiras (caminos
rurales que en otros lugares llaman caleyas) por
las que el peregrino va a transitar hasta Compostela. Esta es la primera de las diferencias que el
peregrino va a encontrar en Galicia, además de la
presencia cada quinientos metros de mojones
indicándole la distancia a Santiago y la ausencia,
en algunos tramos, de las flechas amarillas. No
podrá dejar de vista a unos ú otras si no quiere
perderse por este dédalo de caminos.
Irá atravesando núcleos de población de no más
de ocho ó diez casas, las aldeas, que en muchos
casos ni siquiera tendrán un cartel indicando su
toponimia; ésta es la Galicia profunda que la revitalización del Camino ha sacado de su secular aislamiento.
Desde aquí, en suave ascenso, va a llegar a Hospital da Condesa que dispone de albergue y de
algunos servicios.
La subida al alto do Poio será la última dificultad
fuerte del día que el peregrino ataca con las fuerzas casi intactas lo que no impide que una vez
arriba se tome un pequeño descanso y aproveche
para cambiar impresiones con otros que han llegado antes y han tenido la misma idea. El bar está
estratégicamente colocado.
Por un andadero en paralelo a la carretera y en
suave descenso se siguen cruzando aldeas; en
algunas el olor característico de las vaquerías recuerda al peregrino, por si lo había olvidado, que
está caminando por zona rural y que lo va a hacer
durante bastante tiempo.
El día soleado, espléndido, con la niebla en el fondo de los valles, el recorrido en suave descenso
por un paisaje incomparable ayudan al peregrino
en su avance hacia Triacastela que en seguida
aparece ante él. Menos de cuatro horas desde que
salió del Cebreiro.
El albergue, a la entrada del pueblo, está situado
en una gran pradera y a su puerta se van alineando, por riguroso orden de llegada de los peregrinos, las mochilas. Es una buena idea para evitar a
los listillos que se acoplan a algún conocido y, de
esta manera, aún llegando tarde consiguen una
litera, un bien muy preciado por todos. De esta
manera si el transportista se ha retrasado en el
traslado de la mochila su cliente puede quedarse
sin plaza.
El peregrino se toma un descanso en el bar situado frente al albergue. Allí está el cuarteto que de
madrugada despertó a toda la sala con sus preparativos para salir a las cinco de la mañana; se desplazan sin mochila que de eso ya se encarga el
transportista de turno, piensan llegar a Sarria y
aún no han pasado de Triacastela: tanto ruido para
tan poco caminar.
Tras el merecido descanso y el inevitable rato de
charla de nuevo a caminar porque el peregrino
quiere llegar a Sarria. A la salida de Triacastela se
le ofrecen dos alternativas: a la izquierda por Samos y a la derecha por S. Xil. Le tira la primera
opción y dormir en el albergue del Monasterio
pero en su planificación está pernoctar en Sarria
así que otra vez será.
Hasta pasado S. Xil es un subir y bajar con algunos repechos en los que el peregrino tiene que
emplearse a fondo hasta superar Riocabo.
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nos: son las ventajas para algunos de la escasez de
plazas en los albergues de la Xunta.
Tras preguntar en varios se acomoda en el mesón
Camiño Francés (9€) en habitación doble; situado en la calle Mayor frente a la Casa do Concello
(casa consistorial) está atendido por personas
amables que hablan francés, seguramente emigrantes retornados en su día, pero que ó no han
perdido su acento gallego ó lo han vuelto a recuperar. Más bien lo primero.
Por carreteras locales y caminos rurales se van
cruzando aldeas hasta llegar a Calvor que dispone
de albergue y servicios para el peregrino.
Algo más adelante sentados sobre el asfalto tres
peregrinos (dos y una) están dando cuenta de un
canuto que todo ayuda a superar las dificultades ó
eso creen algunos: lo que se encuentra en la vida
se encuentra en el Camino. A uno de ellos lo adelantó el peregrino pasado S. Xil pero, milagrosamente, se recuperó y ahí lo tenemos, volviendo a
recuperarse.
El calor y la distancia recorrida se van dejando
notar y las paradas tienen que ser más frecuentes
que el secreto está en dosificar las fuerzas. Además el paisaje merece, de vez en cuando, una
bóxervación más detenida.
Conforme se acerca a Sarria llama la atención del
peregrino el abundante número de casas en rehabilitación ó de nueva construcción que, según
indican los carteles, van a ser destinadas a albergues de peregrinos. La explicación es sencilla:
ésta es la última oportunidad para quienes se
incorporan al Camino con el único objetivo de
conseguir la Compostela para lo que tienen que
recorrer cien kilómetros a pie. La iniciativa privada tiene confianza en que el fenómeno continuará
y, por tanto, el negocio.
Pasadas las cuatro de la tarde llega a Sarria y en la
oficina de Turismo, situada en las afueras del pueblo, le informan que el albergue de la Xunta está
completo pero que hay varios privados.
Es ya media tarde cuando el peregrino ha concluido las labores del final de cada etapa. Han
sido casi cuarenta kilómetros de caminata por lo
que no le quedan muchas ganas de pasear pero
hay que aprovisionarse para el día siguiente y,
matando dos pájaros de un tiro, aprovecha para
conocer el pueblo, aunque sea un poco.
Conforme se acerca al casco urbano va encontrando personas que ofrecen alojamiento a los peregri-
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Tras el breve recorrido un poco de descanso en la
placita situada delante del bar y, en seguida, se
hace la hora de la cena. En el mismo bar (7,5€) es
sabrosa y abundante y puede decir que hasta la
fecha es la mejor de todo el Camino.
Para el peregrino la distancia ideal de una etapa
está comprendida entre veinticinco y treinta kilómetros; todo lo que la supere supone para cada
kilómetro añadido realizar un esfuerzo superior al
necesario para recorrer los anteriores. A lo que
debe añadirse el calor en los días soleados.
Por todo ello, no hay muchas ganas de sobremesa
así que en seguida a la cama que la necesidad de
recuperarse es fuerte después de dos días de gran
esfuerzo.
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