EL DERECHO A LA INTIMIDAD Y EL ACCESO A LA INFORMACIÓN Fauzi Hamdán Amad La necesidad de un espacio de intimidad es una cuestión inherente al ser humano. Es natural el deseo de conservar un reducto de datos, actividades o información oculta de los demás y poder decidir con quien compartirla y en que momento hacerlo. El derecho a la intimidad fácilmente entra en conflicto con el derecho al acceso a la información, ya que el primero exige el respeto a la libre decisión de conservar en secreto todo aquello catalogado como personal, siempre y cuando con ello no se cause daño a nadie. En el artículo anterior mencionaba que la transparencia y el acceso a la información son elementos indispensables de la democracia para que los ciudadanos conozcan y controlen la actuación de sus gobernantes y señalaba también que es tenue la frontera entre el derecho de los ciudadanos a recibir información y la obligación del Estado de reservarse datos o documentación que sea indispensable para conservar la paz social o la seguridad nacional. En esta relación es necesario tomar en cuenta también el límite que marca el derecho a la intimidad, ya que solamente justificaría inmiscuirse en ese espacio cuando hubiera un interés más alto que pudiera estar en riesgo, como la seguridad nacional o la vida, la integridad física o la reputación de un tercero. A veces son divulgados datos íntimos de una persona, sin su autorización del involucrado, únicamente para llenar espacios en los medios de información o para satisfacer la morbosidad de los lectores o espectadores. Lo que se considera íntimo cambia en cada individuo, ésto queda comprobado con los programas de televisión y las revistas que indagan cuestiones personales. Así como algunos quieren ocultar cosas, también es cierto que hay personas que desean exhibirse, por lo tanto, la diferencia entre lo lícito y lo ilícito debe encontrarse en la autorización expresa para dar a conocer determinadas actividades. Debe regularse con toda exactitud el tratamiento que debe darse a los datos que obtienen los particulares, las empresas y también el Estado para que la intimidad sea invadida únicamente cuando haya una razón superior debidamente justificada y solamente durante el tiempo que sea necesario. Tan pronto como la información deje de ser útil para proteger a terceros debe ser destruida, para evitar malos manejos. El Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN), servicio de inteligencia y contrainteligencia para la seguridad nacional del país, tiene dentro de sus atribuciones establecer y operar un sistema de investigación e información que contribuya a preservar la integridad, estabilidad y permanencia del Estado Mexicano. Fuera de estos supuestos no está facultado para obtener, ni mucho menos conservar, datos personales de los ciudadanos. Es urgente que exista una mayor reglamentación de los alcances de sus atribuciones para evitar que sea vulnerado el derecho a la intimidad que debe garantizar el Estado. Dentro de la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental, se utiliza el concepto de “información reservada” para indicar aquella que el Estado puede guardarse del acceso público, pero se refiere a razones de interés nacional y no establece límites en función de respetar el derecho a la intimidad. La violación de correspondencia, la intervención de líneas telefónicas, las fotografías y videos sin autorización, así como observar personas o escuchar conversaciones ajenas, son prácticas sumamente ofensivas a la vida personal, por lo tanto, es necesario que se establezcan límites claros a estas conductas y que sean castigados como delitos graves. En la ética aplicada a las diversas profesiones se incluyen normas relativas al secreto profesional. El abogado o el médico que en ejercicio de su profesión se enteran de algunas situaciones, solamente pueden divulgar la información cuando guardar el secreto pudiera afectar el interés general o causar un mal mayor que la violación a la intimidad de su cliente, pero hay muchos oficios y actividades que no cuentan ni siquiera con un código de ética. La discreción no debería ser solamente un signo de buena educación o una cualidad apreciable, sino una obligación, con graves sanciones en caso de incumplimiento. Por ejemplo, el portero de un edificio, un chofer, el personal doméstico o una secretaria poseen, por el simple ejercicio de su trabajo datos, horarios, nombres, que manejados maliciosa o negligentemente pueden provocar graves riesgos a la seguridad de las personas. El llamado “secreto industrial” y la “cláusula de secrecía” se incluye en los contratos para preservar la información privilegiada que se obtiene del desarrollo de ciertas actividades mercantiles, con fines comerciales y buscando la protección de la exclusividad de las patentes. Debería de ampliarse a todos los campos de la actividad humana y que todo aquel que divulgue información, sin autorización y sin una razón de interés, general sea castigado. Una vez invadida la intimidad, ésta ya no se recupera nunca, el individuo queda exhibido en aquello que quería ocultar y expuesto a burlas o agresiones afectando gravemente su vida personal, familiar y social del sujeto. Se le causan complejos o daños psicológicos difícilmente reparables. Sin duda alguna, el derecho de acceso a la información es un derecho humano muy importante, pero no está por encima del derecho a la intimidad y no debe servir de pretexto para invadir injustificadamente la esfera de lo que cada individuo decida libremente guardar para sí como secreto y personal. Diciembre 11, 2003.